Imagen: Crida LGBTI / Manifestación antitransfobia en Barcelona, 2017-03-03 |
La palabra LGTB es un paraguas bajo el que se juntan varios colectivos en lucha por la liberación e igualdad sexual y de género (las lesbianas, los gays, los transexuales y los bisexuales). Antes se llamaban homosexuales (en general), o gays, o lesbianas, etcétera, pero poco a poco este término fue ganando terreno para sorpresa de algunos propios y muchos extraños.
Sergio C. Fanjul | Tribus Ocultas, Atresmedia, 2017-02-24
http://cultura.atresmedia.com/artes/sopa-letras-lgtb-ttt-etc_2017022358afed370cf2fa92de4b6dd5.html
La palabra LGTB ahora se ha normalizado, aunque ha costado lo suyo: periodistas, políticos y ciudadanos en general tardaron en adaptarse y muchos todavía no se aclaran. Lo más interesante es que la palabra sigue evolucionando, mutando, incluyendo nuevas letras y signos (la I, la Q, la A, la P, más T's, o el símbolo +), cambios que pueden seguir despistando al profano en la materia y que también dan una idea de la florida diversidad que pulula por el mundo. "Yo lo suelo llamar, en broma, la sopa de letras", dice el sociólogo especialista en cuestiones de género Lucas Platero, que prepara el libro Barbarismos Queer y otras esdrújulas, junto con María Rosón y Esther Ortega,"es una palabra donde también se escenifican las tensiones y alianzas que hay entre los diferentes colectivos".
El término LGTB y sus primeros derivados surgieron durante los años 90 en Estados Unidos y se fueron difundiendo a nivel internacional. "Un buen ejemplo de la evolución del acrónimo en relación con las luchas por él representadas lo encontramos en la evolución del activismo de corte más o menos institucional en el estado Español", explica Pablo Pérez Navarro, investigador del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, y miembro del proyecto Intimate sobre ciudadanía y derechos LGTBQ.
Así transcurrieron las cosas, según el investigador: En 1985 se forma COGAM, cuyas siglas se correspondían entonces simplemente con las de Colectivo Gay de Madrid (aunque ahora se denominen un colectivo LGTB, en su nombre, fruto de la época, solo aparece lo gay). En 1992 le toca el turno a la Federación Estatal de Gays y Lesbianas (FEGL) en la que ya se refleja la existencia de diferentes grupos de gays y de lesbianas en una lucha común. Años después se introduce la T, en representación de las personas trans, y más tarde la B de bisexuales, ya en el año 2006, resultando el acrónimo actual, FELGTB.
"Cada una de estas variaciones refleja un momento histórico y resulta de la lucha de los diferentes colectivos no solo por coordinar sus luchas entre sí sino, sobre todo, por vencer las resistencias de gays primero, y gays y lesbianas después, y así sucesivamente, a compartir espacio político en pie de igualdad con diferentes colectivos", dice Pérez Navarro. En este sentido ha habido bailes de letras dentro de la propia palabra: por ejemplo, de la original GLTB, se colocó la L primero para dar más visibilidad a las lesbianas. Fuera de España, sobre todo en países de habla inglesa, es más común que la B vaya antes de la T: LGBT.
La palabra crece
"A partir de ahí surgen nuevos términos como la LGTBfobia, en sustitución de homofobia, el Orgullo Gay pasa a ser Orgullo LGTB, y se van añadiendo nuevas letras según surgen nuevas inquietudes: la I de intersexual, la Q de queer, etc. Poner el signo + es una forma de incluir a todo lo que queda fuera o está por venir", relata Jesús Grande, presidente del COGAM, quien también denuncia que todavía existe un notorio desconocimiento del término en ámbitos políticos o medios de comunicación. Eso sí, recientemente la Comunidad de Madrid se declaró, con los votos de todos los partidos y a iniciativa de Ciudadanos, como la primera región europea LGTBI friendly (nótese que incluye la I), lo que supondrá mayor apoyo institucional para el World Pride 2017 así como la puesta en marcha de campañas contra la LGTBIfobia.
La palabra, además, ayuda a una mayor conciencia de comunidad entre estos colectivos. "Es un camino en doble dirección: el autodefinirnos de manera inclusiva ha hecho que las diferentes identidades estén más a gusto, se sientan más representadas, haya más asertividad. Es un camino de ida y vuelta", dice Jesús Generelo, presidente de FELGTB.
Además de la I para los intersexuales (personas que no encajan en las definiciones tradicionales sexo y pueden presentar caracteres de ambos), o la Q para los queer, también se han planteado variantes como tres T's (TTT, para transexual, transgénero y travesti), aunque este es un tema complejo porque pone de relieve que en la "sopa de letras" se mezclan lo que son orientaciones sexuales con identidades de género, que no es lo mismo. "Aún así, nos une el hecho de ser diferentes de una norma sexual que nos hace susceptibles de cargar con un estigma", opina Generelo, "hay muchas cosas que nos unen, aunque sean conceptos diferentes y vivencias diferentes". Uniendo parte de lo anterior podría resultar LGTBIQ+, que se utiliza en determinados ámbitos. Pero eso no es todo.
Otras letras que se han propuesto para entrar en la palabra son la A de personas pertenecientes al espectro asexual o la P de poliamor. En la página web del Asexual Community España (ACEs) se dan debates sobre las razones por las que este colectivo debería o no ser parte del LGTB: aunque reconocen sus diferencias y su heterogeneidad también valoran la conveniencia de la reivindicación conjunta. Desde el colectivo Golfxs con principios, centrado en las relaciones poliamorosas, no convencionales y sus alrededores, habla el sexólogo Miguel Vagalume: "La propuesta que ha habido de unir las relaciones a esas siglas ha partido, en un principio de la organización Pink Therapy (en Reino Unido) proponiendo GSD (gender and sexual diversity), lo que incluiría todas las sexualidades, incluyendo el BDSM, poliamor, anarquía relacional, etc., aunque eso se ha ido complicando después, añadiendo de nuevo iniciales para indicar más matices". Por ejemplo: Géneros, Sexualidades y Romanticismos Diversos e Intersexo (GSRDI). Este término incluiría LGTB y sus derivadas además de a las relaciones no convencionales y al espectro asexual.
Queers y transmaricabollos
El término queer (que podría traducirse por "raro" y que se utilizaba de forma despectiva) también surge en los Estados Unidos en los 90 y resuena con fuerza dentro del plano académico dentro de la llamada Teoría Queer. "Al apropiarse de este término, el activismo queer se distanciaba tanto de la norma heterosexual como del activismo LGTB dominante. De ahí que queer señale, al menos en principio, una posición hiperpolitizada en las políticas del género y la sexualidad, antes que un conjunto de identidades concreto", explica Pérez Navarro. En el caben todas aquellas personas que no se sienten identificadas con otras denominaciones, o dentro de algunas como "género no binario, neutro o fluido, pansexuales, travestis, o en tránsito entre diferentes identidades", según el investigador.
"Se han intentado otras palabras para denominar al conjunto de estos colectivos, como maricatransbollo o transmaricabollo, pero no tuvieron tanto éxito", explica Platero. De hecho, al calor del 15M surgió en Madrid una Asamblea Transmaricabollo de Sol, todavía en activo usando este neologismo de corte irónico y provocador, mucho más implicado en cuestiones políticas más amplias. La manifestación y actividades del Orgullo Crítico, coincidentes con las celebraciones del Orgullo LGTB en Madrid, son una buena muestra de la acción de estos colectivos de postura más crítica y combativa.
Frente al activismo LGTB, "tanto lo queer como lo transmaribibollo o lo transmaricabollo suelen señalar una diversidad interna y de coaliciones que abarcan temas como la normalización del trabajo sexual, la lucha antifascista, contra las políticas de austeridad, por la apertura de fronteras y un amplio etcétera donde al autodenominado activismo LGTB, en general, ni se le ve ni se le espera", concluye Pérez Navarro.
El término LGTB y sus primeros derivados surgieron durante los años 90 en Estados Unidos y se fueron difundiendo a nivel internacional. "Un buen ejemplo de la evolución del acrónimo en relación con las luchas por él representadas lo encontramos en la evolución del activismo de corte más o menos institucional en el estado Español", explica Pablo Pérez Navarro, investigador del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, y miembro del proyecto Intimate sobre ciudadanía y derechos LGTBQ.
Así transcurrieron las cosas, según el investigador: En 1985 se forma COGAM, cuyas siglas se correspondían entonces simplemente con las de Colectivo Gay de Madrid (aunque ahora se denominen un colectivo LGTB, en su nombre, fruto de la época, solo aparece lo gay). En 1992 le toca el turno a la Federación Estatal de Gays y Lesbianas (FEGL) en la que ya se refleja la existencia de diferentes grupos de gays y de lesbianas en una lucha común. Años después se introduce la T, en representación de las personas trans, y más tarde la B de bisexuales, ya en el año 2006, resultando el acrónimo actual, FELGTB.
"Cada una de estas variaciones refleja un momento histórico y resulta de la lucha de los diferentes colectivos no solo por coordinar sus luchas entre sí sino, sobre todo, por vencer las resistencias de gays primero, y gays y lesbianas después, y así sucesivamente, a compartir espacio político en pie de igualdad con diferentes colectivos", dice Pérez Navarro. En este sentido ha habido bailes de letras dentro de la propia palabra: por ejemplo, de la original GLTB, se colocó la L primero para dar más visibilidad a las lesbianas. Fuera de España, sobre todo en países de habla inglesa, es más común que la B vaya antes de la T: LGBT.
La palabra crece
"A partir de ahí surgen nuevos términos como la LGTBfobia, en sustitución de homofobia, el Orgullo Gay pasa a ser Orgullo LGTB, y se van añadiendo nuevas letras según surgen nuevas inquietudes: la I de intersexual, la Q de queer, etc. Poner el signo + es una forma de incluir a todo lo que queda fuera o está por venir", relata Jesús Grande, presidente del COGAM, quien también denuncia que todavía existe un notorio desconocimiento del término en ámbitos políticos o medios de comunicación. Eso sí, recientemente la Comunidad de Madrid se declaró, con los votos de todos los partidos y a iniciativa de Ciudadanos, como la primera región europea LGTBI friendly (nótese que incluye la I), lo que supondrá mayor apoyo institucional para el World Pride 2017 así como la puesta en marcha de campañas contra la LGTBIfobia.
La palabra, además, ayuda a una mayor conciencia de comunidad entre estos colectivos. "Es un camino en doble dirección: el autodefinirnos de manera inclusiva ha hecho que las diferentes identidades estén más a gusto, se sientan más representadas, haya más asertividad. Es un camino de ida y vuelta", dice Jesús Generelo, presidente de FELGTB.
Además de la I para los intersexuales (personas que no encajan en las definiciones tradicionales sexo y pueden presentar caracteres de ambos), o la Q para los queer, también se han planteado variantes como tres T's (TTT, para transexual, transgénero y travesti), aunque este es un tema complejo porque pone de relieve que en la "sopa de letras" se mezclan lo que son orientaciones sexuales con identidades de género, que no es lo mismo. "Aún así, nos une el hecho de ser diferentes de una norma sexual que nos hace susceptibles de cargar con un estigma", opina Generelo, "hay muchas cosas que nos unen, aunque sean conceptos diferentes y vivencias diferentes". Uniendo parte de lo anterior podría resultar LGTBIQ+, que se utiliza en determinados ámbitos. Pero eso no es todo.
Otras letras que se han propuesto para entrar en la palabra son la A de personas pertenecientes al espectro asexual o la P de poliamor. En la página web del Asexual Community España (ACEs) se dan debates sobre las razones por las que este colectivo debería o no ser parte del LGTB: aunque reconocen sus diferencias y su heterogeneidad también valoran la conveniencia de la reivindicación conjunta. Desde el colectivo Golfxs con principios, centrado en las relaciones poliamorosas, no convencionales y sus alrededores, habla el sexólogo Miguel Vagalume: "La propuesta que ha habido de unir las relaciones a esas siglas ha partido, en un principio de la organización Pink Therapy (en Reino Unido) proponiendo GSD (gender and sexual diversity), lo que incluiría todas las sexualidades, incluyendo el BDSM, poliamor, anarquía relacional, etc., aunque eso se ha ido complicando después, añadiendo de nuevo iniciales para indicar más matices". Por ejemplo: Géneros, Sexualidades y Romanticismos Diversos e Intersexo (GSRDI). Este término incluiría LGTB y sus derivadas además de a las relaciones no convencionales y al espectro asexual.
Queers y transmaricabollos
El término queer (que podría traducirse por "raro" y que se utilizaba de forma despectiva) también surge en los Estados Unidos en los 90 y resuena con fuerza dentro del plano académico dentro de la llamada Teoría Queer. "Al apropiarse de este término, el activismo queer se distanciaba tanto de la norma heterosexual como del activismo LGTB dominante. De ahí que queer señale, al menos en principio, una posición hiperpolitizada en las políticas del género y la sexualidad, antes que un conjunto de identidades concreto", explica Pérez Navarro. En el caben todas aquellas personas que no se sienten identificadas con otras denominaciones, o dentro de algunas como "género no binario, neutro o fluido, pansexuales, travestis, o en tránsito entre diferentes identidades", según el investigador.
"Se han intentado otras palabras para denominar al conjunto de estos colectivos, como maricatransbollo o transmaricabollo, pero no tuvieron tanto éxito", explica Platero. De hecho, al calor del 15M surgió en Madrid una Asamblea Transmaricabollo de Sol, todavía en activo usando este neologismo de corte irónico y provocador, mucho más implicado en cuestiones políticas más amplias. La manifestación y actividades del Orgullo Crítico, coincidentes con las celebraciones del Orgullo LGTB en Madrid, son una buena muestra de la acción de estos colectivos de postura más crítica y combativa.
Frente al activismo LGTB, "tanto lo queer como lo transmaribibollo o lo transmaricabollo suelen señalar una diversidad interna y de coaliciones que abarcan temas como la normalización del trabajo sexual, la lucha antifascista, contra las políticas de austeridad, por la apertura de fronteras y un amplio etcétera donde al autodenominado activismo LGTB, en general, ni se le ve ni se le espera", concluye Pérez Navarro.
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