Imagen: Ideal / Andreja Pejic |
La activista transgénero denuncia la hipocresía de las grandes marcas, pese a triunfar como modelo. Pejic pide que dejen de discriminar a los transexuales.
Luis Gómez | Ideal, 2017-02-20
http://www.ideal.es/gente-estilo/201702/20/andreja-afea-moda-20170218195021.html
Como en 'Moonlight', película con serias posibilidades de Oscar que aborda el acoso y la marginación que sufre un chaval negro por su homosexualidad en los barrios más peligrosos del Miami de los años ochenta, la modelo Andreja Pejic (1991, Tuzla, Bosnia) también padeció el escarnio escolar por su orientación sexual. Lo pasó mal cuando, con ocho años, abandonó Belgrado y se mudó con su familia a Melbourne. «Nos costó bastante adaptarnos, no sólo a causa del idioma. A mí, en particular, por lo mucho que se metían conmigo en el colegio debido a mis maneras afeminadas». Las humillaciones prosiguieron en la adolescencia al no esconder la atracción que sentía por personas del mismo sexo cuando todavía era un hombre y continuaron en el mundo de la moda. Curiosamente, antes y después de convertirse en lo que es hoy: una top que compite de tú a tú con las más grandes. También, sorprendentemente, antes y después del cambio de sexo al que se sometió. Se operó porque se sentía a disgusto en su cuerpo y por su empeño en triunfar como fuera. Pensó que tras la intervención no tendría que soportar más miradas desafiantes. Craso error.
Pese a contar con la confianza de grandes marcas -es la nueva embajadora de la cosmética Make Up For Ever- y el apoyo de algunos de los creadores más progresistas -Marc Jacobs y Jean Paul Gaultier, especialmente-, la activista transgénero ha denunciado la hipocresía reinante en la industria del diseño. Asegura la creadora vizcaína Alicia Rueda que la visibilidad de los gays en la moda es mayor porque se encuentran más cómodos y no padecen los corsés existentes en otros estamentos profesionales. Andreja lo desmiente rotundamente. Cree que la moda es, en algunos aspectos, igual de opresiva. Dos años después de pasar por el quirófano y quitar la razón a los que creían que sería un capricho efímero, no se muerde la lengua: «Mi transición sigue siendo lo que más interesa, un hecho que me obliga a demostrar que soy buena en lo que hago, que tengo que aportar algo más allá del universo transgénero», confesó a la revista 'Harper's Bazaar'.
Vender comida enlatada
Pejic se ha hecho un nombre en una profesión a la que llegó no por vocación, sino por el deseo de llevar una vida mejor, olvidar las penurias económicas que marcaron su infancia y la posibilidad de «ganar dinero» para pagar su operación de cambio de sexo. Su madre se veía obligada a vender la comida enlatada que les entregaba la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas para ir tirando. De vez en cuando, les compraba algunas chocolatinas a sus pequeños. «No tendríamos nada, pero jamás anduvimos escasos de cariño y atención», expresa orgullosa.
Pejic, estandarte del estilo andrógino, cargó durante años con el sambenito del 'chico-chica' más popular de su instituto, pero «no me interesaba ser el chico más guapo del mundo. Sólo quería vivir mi vida como mujer. Ahora bien, la fama llegó antes que el dinero y me divertí. Rechazaba definirme. Era como un extraterrestre a medio camino de ambos géneros y aquello fascinó a los medios. Sabía que la operación podía afectar a mi carrera. Al fin y al cabo, estaba cimentada en la fluidez de sexos y yo me estaba decantando por uno de ellos. Tenía que hacerlo. En este trabajo podían aceptarme o irme a tomar vientos», analiza.
La apuesta le salió bien, pero no todo han sido días de vino y rosas. Rodó un documental -'Andrej(a)'- para «compartir la humanidad y lucha que hay en estos procesos». Reclama un cambio de conciencia social para «eliminar los prejuicios» que, en su opinión, sigue habiendo hacia los transexuales. Confiesa que la cosas han cambiado «bastante y de manera positiva» desde que es mujer, pero que aún queda un largo camino por recorrer. Cree que deben ser las grandes marcas las primeras en mover ficha y dar ejemplo: «En la moda hay mucha discriminación y falta de respeto hacia lo transgénero», reprocha. La modelo bosnia admite que no tiene motivos profesionales para quejarse: «Sentí mucho rechazo, pero hoy tengo un contrato cosmético y trabajo con los principales diseñadores, pero vivo en un universo que está a años luz de como lo hacen muchas transexuales y refugiados. El maquillaje como arte es un modo de revelarnos al mundo», sostiene. Andreja, además de revelarse, se rebela contra la injusticia de la industria que le da de comer.
Pese a contar con la confianza de grandes marcas -es la nueva embajadora de la cosmética Make Up For Ever- y el apoyo de algunos de los creadores más progresistas -Marc Jacobs y Jean Paul Gaultier, especialmente-, la activista transgénero ha denunciado la hipocresía reinante en la industria del diseño. Asegura la creadora vizcaína Alicia Rueda que la visibilidad de los gays en la moda es mayor porque se encuentran más cómodos y no padecen los corsés existentes en otros estamentos profesionales. Andreja lo desmiente rotundamente. Cree que la moda es, en algunos aspectos, igual de opresiva. Dos años después de pasar por el quirófano y quitar la razón a los que creían que sería un capricho efímero, no se muerde la lengua: «Mi transición sigue siendo lo que más interesa, un hecho que me obliga a demostrar que soy buena en lo que hago, que tengo que aportar algo más allá del universo transgénero», confesó a la revista 'Harper's Bazaar'.
Vender comida enlatada
Pejic se ha hecho un nombre en una profesión a la que llegó no por vocación, sino por el deseo de llevar una vida mejor, olvidar las penurias económicas que marcaron su infancia y la posibilidad de «ganar dinero» para pagar su operación de cambio de sexo. Su madre se veía obligada a vender la comida enlatada que les entregaba la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas para ir tirando. De vez en cuando, les compraba algunas chocolatinas a sus pequeños. «No tendríamos nada, pero jamás anduvimos escasos de cariño y atención», expresa orgullosa.
Pejic, estandarte del estilo andrógino, cargó durante años con el sambenito del 'chico-chica' más popular de su instituto, pero «no me interesaba ser el chico más guapo del mundo. Sólo quería vivir mi vida como mujer. Ahora bien, la fama llegó antes que el dinero y me divertí. Rechazaba definirme. Era como un extraterrestre a medio camino de ambos géneros y aquello fascinó a los medios. Sabía que la operación podía afectar a mi carrera. Al fin y al cabo, estaba cimentada en la fluidez de sexos y yo me estaba decantando por uno de ellos. Tenía que hacerlo. En este trabajo podían aceptarme o irme a tomar vientos», analiza.
La apuesta le salió bien, pero no todo han sido días de vino y rosas. Rodó un documental -'Andrej(a)'- para «compartir la humanidad y lucha que hay en estos procesos». Reclama un cambio de conciencia social para «eliminar los prejuicios» que, en su opinión, sigue habiendo hacia los transexuales. Confiesa que la cosas han cambiado «bastante y de manera positiva» desde que es mujer, pero que aún queda un largo camino por recorrer. Cree que deben ser las grandes marcas las primeras en mover ficha y dar ejemplo: «En la moda hay mucha discriminación y falta de respeto hacia lo transgénero», reprocha. La modelo bosnia admite que no tiene motivos profesionales para quejarse: «Sentí mucho rechazo, pero hoy tengo un contrato cosmético y trabajo con los principales diseñadores, pero vivo en un universo que está a años luz de como lo hacen muchas transexuales y refugiados. El maquillaje como arte es un modo de revelarnos al mundo», sostiene. Andreja, además de revelarse, se rebela contra la injusticia de la industria que le da de comer.
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