Imagen: El País / Joyce Carol Oates |
La escritora Joyce Carol Oates publica 'Un libro de mártires americanos', retrato de dos Américas feroces.
Berna González Harbour | El País, 2017-10-06
https://elpais.com/cultura/2017/10/06/actualidad/1507311590_515058.html
Hay muertes que duran muchos años y la que centra la nueva novela de Joyce Carol Oates es una de esas que transcurre en décimas de segundo pero que se enquista, se embarra e infecta la vida de dos familias norteamericanas para siempre como una bacteria contumaz. ‘Un libro de mártires americanos’ (Alfaguara) es el retrato de dos Américas feroces en su enfrentamiento, que se miran a cara de perro con recelo hasta protagonizar un acto de terrorismo que convierte en mártires a víctima y asesino. No del terrorismo islamista que hoy nos obsesiona, sino del fanatismo cristiano que ha asesinado a varios médicos abortistas en los últimos años. “Los fundamentalistas cristianos, como los islámicos, también están atacando el laicismo”.
Oates recibe a El País en Bilbao, donde se le ha concedido el premio BBK Ja!. No es el Nobel, claro, que se le ha escapado otra vez, aunque suela figurar desde hace años en las apuestas como la gran autora del último medio siglo norteamericano, pero lo recibe con enorme agrado. Se ha dormido y llega tarde, pero el ‘jet lag’ no cambia un ápice su placidez, su gestualidad majestuosa y su hablar seguro, lacónico y elegante.
—Estamos obsesionados con el terrorismo islámico pero usted apunta aquí al cristiano.
—Sí, América vive ahora mismo una polarización entre las fuerzas del fundamentalismo y las del laicismo. El laicismo está bajo ataque en todo el mundo, por los islamistas o por los fundamentalistas cristianos en América, por ambos.
El libro de Oates (Lockport, Nueva York, 1938) es un sobrecogedor relato del asesinato de Gus Vorhees, un médico activista que lucha por la causa del aborto, por parte de un fundamentalista que mata —cree— cumpliendo órdenes divinas. En realidad cumple las del Ejército de Dios, una organización terrorista que ha llevado a cabo varios asesinatos del mismo corte en EE UU. En su novela, el crimen pulveriza la vida de ambas familias dejando un rastro de abandonos, huidas y cicatrices en las vidas quebradizas de las viudas y los niños. La del asesino representa la América pobre y sin educación, granero de votos de Trump. La del médico, la América liberal y bien educada que hoy retrocede. “Hay dos Américas y no pueden ser más diferentes”, dice. “La extrema derecha ha ganado temporalmente y se dedica a cerrar centros científicos y a hacer negocios. Pero creo que es temporal. Yo escribí mi novela antes de Trump: sobre un pulso entre las fuerzas del pasado y las de la educación y el laicismo”.
El asesino ha cambiado el alcohol, la brutalidad y los abusos a mujeres por la Biblia y —fanatizado y frustrado al ser rechazado como pastor— se entrega a la voz interior como un “elegido” del más allá. Como un mártir de Yahvé. “Para un escritor el fanatismo en sí mismo es muy interesante. La extraña ferocidad de su fe y su absolutismo en increíble. Él oye voces, y lo que para cualquiera de nosotros sería interpretado como un trastorno, para él es la voluntad de Dios”, dice Oates. Pero ella no cree en la elección libre de la causa antiaborto. Por el contrario, cree que los líderes evangélicos han diseñado esa causa para minar los avances en derechos civiles. “El aborto no era un problema hasta que lo convirtieron en problema manipulando los sentimientos de la gente poco formada que solo cree en la Biblia”.
—¿La religión es un trastorno?
—Las instituciones religiosas son estructuras de poder y la gente creyente está siendo manipulada sin saberlo. Son sus líderes los que sacan provecho de ellos gracias al fanatismo. Los mártires islámicos también son manipulados por sus líderes, que no se suicidan sino que utilizan a los jóvenes, les dicen lo que deben hacer y estos obedecen.
—Como el Ejército de Dios.
—Sí. Que existe todavía.
—Pinta a todos los devotos como gente pobre y sin educación.
—Los evangélicos usan a la gente sin formación y los políticos les manipulan. Les dicen lo que tienen que hacer, cómo votar, no creo que los fundamentalistas piensen mucho por sí mismos.
La víctima, por su parte, sorprende por su entrega a la causa abortista no solo sin esconderse sino exhibiendo su lucha pública como una necesidad social. “En EE UU hay tradición de activismo por los derechos sociales. Luther King también fue asesinado por sus creencias. Y la misma clase de gente ha arriesgado sus vidas por el aborto. Ahora mismo hay gente asumiendo el riesgo de asesinato por los derechos de los negros, pero sienten que tienen que hacerlo. Y ninguno quiere ser mártir”.
Gus desde luego no había elegido morir, como el asesino que al matar estaba colocándose en el corredor de la muerte, pero sí supeditó su vida y la de su familia a su combate. “Está en la tradición de los revolucionarios que tienen que abandonar a sus familias por la tensión entre su causa y su vida. Algunos dejan a su familia y otros no. Yo elegí uno que la deja porque, si no [levanta los hombros], no habría novela”.
En una entrevista para el suplemento literario de este periódico, Babelia, celebrada en la Universidad de Princeton hace dos años, acababa de terminar este libro y lo definió como una de sus grandes obras. ¿Lo sigue pensando? “Esta novela se ha quedado conmigo, siento mucha simpatía por Dawn o Naomi (las hijas de los mártires) y viven conmigo. Creo que es una gran novela en la que he volcado mi forma de pensar y de sentir”.
Su siguiente entrega, una “novela corta” —sonríe, porque no suele disparar por menos de 800 páginas—, es sobre un mundo distópico que viaja en el tiempo. ¿Un mundo sin Trump? “América puede sostenerse sin Trump, esperemos que desaparezca y el daño que hace no sea perdurable”. ¿Y él como personaje? “Trump no sirve para una novela realista porque es tan ridículo, tan payaso, que la gente diría que nadie puede ser así. Y sí lo es, como un dibujo animado, una caricatura. Y creo que irá a peor”.
Oates recibe a El País en Bilbao, donde se le ha concedido el premio BBK Ja!. No es el Nobel, claro, que se le ha escapado otra vez, aunque suela figurar desde hace años en las apuestas como la gran autora del último medio siglo norteamericano, pero lo recibe con enorme agrado. Se ha dormido y llega tarde, pero el ‘jet lag’ no cambia un ápice su placidez, su gestualidad majestuosa y su hablar seguro, lacónico y elegante.
—Estamos obsesionados con el terrorismo islámico pero usted apunta aquí al cristiano.
—Sí, América vive ahora mismo una polarización entre las fuerzas del fundamentalismo y las del laicismo. El laicismo está bajo ataque en todo el mundo, por los islamistas o por los fundamentalistas cristianos en América, por ambos.
El libro de Oates (Lockport, Nueva York, 1938) es un sobrecogedor relato del asesinato de Gus Vorhees, un médico activista que lucha por la causa del aborto, por parte de un fundamentalista que mata —cree— cumpliendo órdenes divinas. En realidad cumple las del Ejército de Dios, una organización terrorista que ha llevado a cabo varios asesinatos del mismo corte en EE UU. En su novela, el crimen pulveriza la vida de ambas familias dejando un rastro de abandonos, huidas y cicatrices en las vidas quebradizas de las viudas y los niños. La del asesino representa la América pobre y sin educación, granero de votos de Trump. La del médico, la América liberal y bien educada que hoy retrocede. “Hay dos Américas y no pueden ser más diferentes”, dice. “La extrema derecha ha ganado temporalmente y se dedica a cerrar centros científicos y a hacer negocios. Pero creo que es temporal. Yo escribí mi novela antes de Trump: sobre un pulso entre las fuerzas del pasado y las de la educación y el laicismo”.
El asesino ha cambiado el alcohol, la brutalidad y los abusos a mujeres por la Biblia y —fanatizado y frustrado al ser rechazado como pastor— se entrega a la voz interior como un “elegido” del más allá. Como un mártir de Yahvé. “Para un escritor el fanatismo en sí mismo es muy interesante. La extraña ferocidad de su fe y su absolutismo en increíble. Él oye voces, y lo que para cualquiera de nosotros sería interpretado como un trastorno, para él es la voluntad de Dios”, dice Oates. Pero ella no cree en la elección libre de la causa antiaborto. Por el contrario, cree que los líderes evangélicos han diseñado esa causa para minar los avances en derechos civiles. “El aborto no era un problema hasta que lo convirtieron en problema manipulando los sentimientos de la gente poco formada que solo cree en la Biblia”.
—¿La religión es un trastorno?
—Las instituciones religiosas son estructuras de poder y la gente creyente está siendo manipulada sin saberlo. Son sus líderes los que sacan provecho de ellos gracias al fanatismo. Los mártires islámicos también son manipulados por sus líderes, que no se suicidan sino que utilizan a los jóvenes, les dicen lo que deben hacer y estos obedecen.
—Como el Ejército de Dios.
—Sí. Que existe todavía.
—Pinta a todos los devotos como gente pobre y sin educación.
—Los evangélicos usan a la gente sin formación y los políticos les manipulan. Les dicen lo que tienen que hacer, cómo votar, no creo que los fundamentalistas piensen mucho por sí mismos.
La víctima, por su parte, sorprende por su entrega a la causa abortista no solo sin esconderse sino exhibiendo su lucha pública como una necesidad social. “En EE UU hay tradición de activismo por los derechos sociales. Luther King también fue asesinado por sus creencias. Y la misma clase de gente ha arriesgado sus vidas por el aborto. Ahora mismo hay gente asumiendo el riesgo de asesinato por los derechos de los negros, pero sienten que tienen que hacerlo. Y ninguno quiere ser mártir”.
Gus desde luego no había elegido morir, como el asesino que al matar estaba colocándose en el corredor de la muerte, pero sí supeditó su vida y la de su familia a su combate. “Está en la tradición de los revolucionarios que tienen que abandonar a sus familias por la tensión entre su causa y su vida. Algunos dejan a su familia y otros no. Yo elegí uno que la deja porque, si no [levanta los hombros], no habría novela”.
En una entrevista para el suplemento literario de este periódico, Babelia, celebrada en la Universidad de Princeton hace dos años, acababa de terminar este libro y lo definió como una de sus grandes obras. ¿Lo sigue pensando? “Esta novela se ha quedado conmigo, siento mucha simpatía por Dawn o Naomi (las hijas de los mártires) y viven conmigo. Creo que es una gran novela en la que he volcado mi forma de pensar y de sentir”.
Su siguiente entrega, una “novela corta” —sonríe, porque no suele disparar por menos de 800 páginas—, es sobre un mundo distópico que viaja en el tiempo. ¿Un mundo sin Trump? “América puede sostenerse sin Trump, esperemos que desaparezca y el daño que hace no sea perdurable”. ¿Y él como personaje? “Trump no sirve para una novela realista porque es tan ridículo, tan payaso, que la gente diría que nadie puede ser así. Y sí lo es, como un dibujo animado, una caricatura. Y creo que irá a peor”.
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