Imagen: El País |
"Si una mujer no tenía permiso hasta hace poco ni para abrir una cuenta bancaria, ¿cómo iba a declararse lesbiana?"
Héctor Llanos Martínez | El País, 2018-07-06
https://verne.elpais.com/verne/2018/06/29/articulo/1530253020_858531.html
“Un hombre gay siempre ha podido marcharse a otro lugar, buscando vivir su identidad en libertad. Mientras que una mujer lesbiana se quedaba cerca de su casa. Siempre hay unos padres, unos hermanos o unos hijos a los que cuidar y a los que no decepcionar”. Esta queja, tan a menudo escuchada en el Área de la Mujer de la Fundación Triángulo de Madrid, refleja una diferencia básica de género que también define al colectivo LGTBI+.
Históricamente se ha reservado al hombre un rol en el ámbito público mientras se ha relegado a la mujer al ámbito privado. “Y así es como las lesbianas se han desarrollado desde la invisibilidad, a costa de esa letra escarlata con la que un hombre nunca ha tenido que lidiar”, explica a Verne Rocío Jiménez, coordinadora de este grupo integrado en la histórica asociación LGTBI+.
¿Por qué las lesbianas siguen sin avanzar en cuanto a visibilidad en la sociedad española? Son décadas de desventaja como mujeres que se reflejan en su menor influencia social como lesbianas: “Si una mujer no tenía permiso hasta hace relativamente poco ni para abrir una cuenta bancaria, ¿cómo iba a salir del armario?”, comenta la activista a través del teléfono.
El 'contagio del estigma'
La psicóloga social, feminista y activista mexicana Gloria Careaga destaca en sus escritos cómo en estos momentos empieza a reivindicarse el rol de muchas mujeres en la historia, pero a menudo se obvia el dato de si esa mujer es homosexual o bisexual “para desvincularse del tópico" que define a las feministas como lesbianas enfadadas. En otras palabras, al mundo hispanohablante le ha faltado su Simone de Beauvoir.
El propio feminismo, para combatir esa división de papeles hombre-mujer, “se aleja de aspectos como la sexualidad y la vida íntima para centrarse en lo social y lo político”, escribe Careaga. El colectivo lésbico, en cambio, ha preferido mantenerse por razones de seguridad en ese plano íntimo, como explicaba en su día a Verne la psicóloga especializada en mujeres lesbianas Paula Alcaide.
Es ese miedo al “contagio del estigma”, como lo llama Rocío González, de Fundación Triángulo, el que ha hecho que el movimiento feminista se separara en el pasado del lésbico, por miedo a cumplir con el estereotipo machista que trata a ambos grupos como sinónimos.
Aunque no siempre han tomado caminos separados en España, defiende Pilar Indurria. “El primer grupo activista de lesbianas en Madrid se inscribió en el registro de asociaciones con el nombre de Colectivo de Mujeres para la Liberación Sexual en 1981. Este colectivo tuvo que obviar en su nombre la palabra lesbianas porque estaba censurada. Podían aplicarle a través de ese término la Ley de peligrosidad social. Por eso, en la práctica funcionaba como el Colectivo Feminista de Lesbianas de Madrid (CFLM), y estaban integrado en el la Asamblea Feminista de Madrid”, recuerda a Verne Pilar Villalba Indurria, trabajadora social y activista LGTBI+ en la Asociación de Familias Homoparentales (GALEHI).
“Aunque a la larga nos ha perjudicado, a las lesbianas nos beneficiaba a corto plazo ocultarnos, para evitar las represalias que sufrían los hombres durante el franquismo. Entonces existían incluso campos de concentración contra homosexuales, como el de Tefía (Fuerteventura). En el caso de las mujeres, esas torturas se podían traducir en las llamadas violaciones correctivas”, recuerda la activista, que ha editado una guía gratuita sobre diversidad sexual pensada para docentes y educadores.
Para Indurria, otra de las razones de esa invisibilidad autoimpuesta es que “las lesbianas, por el hecho de serlo, han desafiado a la sociedad al mostrar un modelo de mujer que es independiente del hombre desde el punto de vista afectivo y sexual. Por eso, hasta el lenguaje lésbico ha estado dentro del armario, según explica en otro artículo de Verne la lingüista Lola Pons, y la sexualidad lésbica está llena de tópicos nacidos del punto de vista masculino.
"El que dos mujeres empiecen a tener sus propios hijos dinamita todavía más el modelo patriarcal”, comenta Indurria. Es una de las razones por el que el método de gestación ROPA, en el que una mujer gesta el óvulo de su pareja, es apenas conocida en España, como explican Jana y Verónica, que muestran su día a día como pareja y madres a través de la cuenta de Instagram Oh Mami Blue.
Defienden que, cuanto más relevante sea el rol social de las mujeres, más fácil lo tendrán las lesbianas para equiparar sus derechos a los de los hombres gays. La activista Beatriz Gimeno argumenta en una conversación intergeneracional con la cantante y YouTuber Melo Moreno por qué lesbianas y feministas deben de ir de la mano. "La ONU dice que si seguimos al ritmo actual de reformas y de avances, para dentro de 500 años puede que las mujeres nos podamos considerar iguales", comenta Gimeno.
Cuestión de dinero
El factor económico también ha sido determinante para que las mujeres lesbianas se hayan quedado atrás en cuanto a relevancia social. No es lo mismo el doble sueldo de las parejas de mujeres que el doble sueldo de dos hombres. En España, la brecha salarial está en un 14,9% de diferencia. Por eso los gais siempre han sido mucho más atractivos desde el punto del vista del márketing, lo que se traduce en mayor presencia en la publicidad y en el poder económico, social y político.
El único referente de mujer lesbiana o bisexual en la historia reciente es el de mujeres con dinero, pertenecientes a la burguesía europea o estadounidense de los años 20 y 30 del siglo XX y que podían permitirse el lujo de mostrarse liberadas. Una de ellas era la poeta estadounidense expatriada a París Natalie Clifford Barney, que protagoniza uno de los pocos cómics españoles que muestran un referente lésbico, firmado por la ilustradora Carla Berrocal.
“Por eso mismo, el reto actual del colectivo lésbico en España es el de ampliar el concepto de mujer. Mostrar que existen otras razas y clases sociales”, apunta Jiménez desde la Fundación Triángulo.
A Pilar Villalba Indurria le parece necesario que mujeres con cierta relevancia en la esfera pública den un paso al frente y salgan del armario. "Ayudarían a contrarrestar los tópicos y el estigma asociado al lesbianismo. Las mujeres lesbianas, como las demás, somos diferentes entre nosotras, en el aspecto, las maneras de expresarse, la profesión... Ellas, con su éxito social, contribuirían a la igualdad de trato y valoración social de las mujeres LGTBI+, equiparándolo a la valoración que se tiene de los hombres gais".
Históricamente se ha reservado al hombre un rol en el ámbito público mientras se ha relegado a la mujer al ámbito privado. “Y así es como las lesbianas se han desarrollado desde la invisibilidad, a costa de esa letra escarlata con la que un hombre nunca ha tenido que lidiar”, explica a Verne Rocío Jiménez, coordinadora de este grupo integrado en la histórica asociación LGTBI+.
¿Por qué las lesbianas siguen sin avanzar en cuanto a visibilidad en la sociedad española? Son décadas de desventaja como mujeres que se reflejan en su menor influencia social como lesbianas: “Si una mujer no tenía permiso hasta hace relativamente poco ni para abrir una cuenta bancaria, ¿cómo iba a salir del armario?”, comenta la activista a través del teléfono.
El 'contagio del estigma'
La psicóloga social, feminista y activista mexicana Gloria Careaga destaca en sus escritos cómo en estos momentos empieza a reivindicarse el rol de muchas mujeres en la historia, pero a menudo se obvia el dato de si esa mujer es homosexual o bisexual “para desvincularse del tópico" que define a las feministas como lesbianas enfadadas. En otras palabras, al mundo hispanohablante le ha faltado su Simone de Beauvoir.
El propio feminismo, para combatir esa división de papeles hombre-mujer, “se aleja de aspectos como la sexualidad y la vida íntima para centrarse en lo social y lo político”, escribe Careaga. El colectivo lésbico, en cambio, ha preferido mantenerse por razones de seguridad en ese plano íntimo, como explicaba en su día a Verne la psicóloga especializada en mujeres lesbianas Paula Alcaide.
Es ese miedo al “contagio del estigma”, como lo llama Rocío González, de Fundación Triángulo, el que ha hecho que el movimiento feminista se separara en el pasado del lésbico, por miedo a cumplir con el estereotipo machista que trata a ambos grupos como sinónimos.
Aunque no siempre han tomado caminos separados en España, defiende Pilar Indurria. “El primer grupo activista de lesbianas en Madrid se inscribió en el registro de asociaciones con el nombre de Colectivo de Mujeres para la Liberación Sexual en 1981. Este colectivo tuvo que obviar en su nombre la palabra lesbianas porque estaba censurada. Podían aplicarle a través de ese término la Ley de peligrosidad social. Por eso, en la práctica funcionaba como el Colectivo Feminista de Lesbianas de Madrid (CFLM), y estaban integrado en el la Asamblea Feminista de Madrid”, recuerda a Verne Pilar Villalba Indurria, trabajadora social y activista LGTBI+ en la Asociación de Familias Homoparentales (GALEHI).
“Aunque a la larga nos ha perjudicado, a las lesbianas nos beneficiaba a corto plazo ocultarnos, para evitar las represalias que sufrían los hombres durante el franquismo. Entonces existían incluso campos de concentración contra homosexuales, como el de Tefía (Fuerteventura). En el caso de las mujeres, esas torturas se podían traducir en las llamadas violaciones correctivas”, recuerda la activista, que ha editado una guía gratuita sobre diversidad sexual pensada para docentes y educadores.
Para Indurria, otra de las razones de esa invisibilidad autoimpuesta es que “las lesbianas, por el hecho de serlo, han desafiado a la sociedad al mostrar un modelo de mujer que es independiente del hombre desde el punto de vista afectivo y sexual. Por eso, hasta el lenguaje lésbico ha estado dentro del armario, según explica en otro artículo de Verne la lingüista Lola Pons, y la sexualidad lésbica está llena de tópicos nacidos del punto de vista masculino.
"El que dos mujeres empiecen a tener sus propios hijos dinamita todavía más el modelo patriarcal”, comenta Indurria. Es una de las razones por el que el método de gestación ROPA, en el que una mujer gesta el óvulo de su pareja, es apenas conocida en España, como explican Jana y Verónica, que muestran su día a día como pareja y madres a través de la cuenta de Instagram Oh Mami Blue.
Defienden que, cuanto más relevante sea el rol social de las mujeres, más fácil lo tendrán las lesbianas para equiparar sus derechos a los de los hombres gays. La activista Beatriz Gimeno argumenta en una conversación intergeneracional con la cantante y YouTuber Melo Moreno por qué lesbianas y feministas deben de ir de la mano. "La ONU dice que si seguimos al ritmo actual de reformas y de avances, para dentro de 500 años puede que las mujeres nos podamos considerar iguales", comenta Gimeno.
Cuestión de dinero
El factor económico también ha sido determinante para que las mujeres lesbianas se hayan quedado atrás en cuanto a relevancia social. No es lo mismo el doble sueldo de las parejas de mujeres que el doble sueldo de dos hombres. En España, la brecha salarial está en un 14,9% de diferencia. Por eso los gais siempre han sido mucho más atractivos desde el punto del vista del márketing, lo que se traduce en mayor presencia en la publicidad y en el poder económico, social y político.
El único referente de mujer lesbiana o bisexual en la historia reciente es el de mujeres con dinero, pertenecientes a la burguesía europea o estadounidense de los años 20 y 30 del siglo XX y que podían permitirse el lujo de mostrarse liberadas. Una de ellas era la poeta estadounidense expatriada a París Natalie Clifford Barney, que protagoniza uno de los pocos cómics españoles que muestran un referente lésbico, firmado por la ilustradora Carla Berrocal.
“Por eso mismo, el reto actual del colectivo lésbico en España es el de ampliar el concepto de mujer. Mostrar que existen otras razas y clases sociales”, apunta Jiménez desde la Fundación Triángulo.
A Pilar Villalba Indurria le parece necesario que mujeres con cierta relevancia en la esfera pública den un paso al frente y salgan del armario. "Ayudarían a contrarrestar los tópicos y el estigma asociado al lesbianismo. Las mujeres lesbianas, como las demás, somos diferentes entre nosotras, en el aspecto, las maneras de expresarse, la profesión... Ellas, con su éxito social, contribuirían a la igualdad de trato y valoración social de las mujeres LGTBI+, equiparándolo a la valoración que se tiene de los hombres gais".
NOTA DE IGLU: No parece muy acertado achacar a la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que el Colectivo de Mujeres para la Liberación Sexual se inscribiera como tal en 1981 y no utilizara el término "Lesbianas", dado que esta ley fue derogada, al menos en parte, a finales de 1978. Se puede recordar que al principio el término "gay" se utilizaba de forma generalizada en el movimiento homosexual y que a medida que las mujeres establecieron sus propios espacios y dinámicas fueron también reivindicando su terminología propia y diferenciada. La alianza con los grupos feministas también se debió a la misoginia generalizada en el primer movimiento gay. Otra cuestión a analizar sería la invisibilidad lesbiana (que, como se apunta, también conllevó espacios más seguros) en el propio movimiento feminista.
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