Imagen: El País / MADO |
Cuando vine a la capital vi por primera vez a dos hombres besándose en la calle.
Katy Lema | Tentaciones, El País, 2018-07-08
https://elpais.com/elpais/2018/07/05/tentaciones/1530814575_619430.html
Cuando vine a Madrid a estudiar tenía 17 años y aquí fue donde vi por primera vez a dos hombres besándose en la calle. En ese instante me di cuenta de que había vivido en una burbuja paralela, y de que tenía ante mis ojos todo un mundo por descubrir. Todo un universo de posibilidades que cuando eres niña o adolescente se reduce a la heterosexualidad. Está claro que no todos los pueblos son iguales, como tampoco toda la gente que vive en un gran ciudad es símbolo de apertura, pero si hay algo que diferencia a Madrid del resto del universo es que aquí, la libertad de ser quien quieras ser, está al alcance de cualquier valiente. Al menos, antes que en cualquier otro lugar, porque aquí las cosas fluyen y al final confluyen.
No podría calcular el porcentaje exacto de gente que emigra a Madrid para estudiar o trabajar y termina encontrándose a sí misma en esta ciudad, un lugar donde la libertad sexual se exhibe y se disfruta. Y es que, en las calles del centro, lo normal es no coincidir, ser distinto, navegar por las posibilidades y las personas y elegir entre la multitud, sin importar el género. Esta realidad hace que muchos de los que se escondían, de los que no sabíamos que queríamos porque tampoco conocíamos todo a lo que optamos en esta vida -a todo-, hayamos encontrado un lugar donde el amor navega sin obstáculos, un espacio donde cada uno decide qué siente y cómo se siente.
En el pueblo lo habitual era y es establecerse como pareja desde la adolescencia y acabar siguiendo las normas del universo local, pero para muchos, aquello supone una cárcel donde los sentimientos viven con miedo a ser descubiertos. Lo cierto es que el silencio familiar y los estereotipos de pareja establecidos en parte de nuestra sociedad han eliminado muchas conversaciones necesarias y han silenciado la diferencia. Desde que eres pequeña te invitan a encontrar un hombre, pero tu mente está preparada para ir más allá y para seguir el camino de la curiosidad. Un recorrido que sigues cuando das un paso al frente y compartes el armario. Ese día compruebas que hay más gente como tú y que todos han venido a contarlo a la capital. De hecho, según la Revista Española de Investigaciones Sociológicas más de un 70% de las parejas del mismo sexo han residido en los últimos años en ámbitos urbanos, siendo las islas (Baleares y Canarias) y Madrid las comunidades donde más proporción hay.
A veces pasa un mes, otras un año y en algunos casos la gente se pasa toda la vida ocultando sus sentimientos. Incluso después de descubrir quién eres, de pasear de la mano de tu pareja -sea hombre o mujer- con total libertad, de subirte a una carroza el Día del Orgullo y defender los derechos LGTBI+. Incluso en este momento, vuelves al pueblo y te callas, porque no todo es Madrid, pero por algo se empieza, porque por mucho que se imponga el silencio, la verdad siempre prevalece. Porque fingir no es vivir, no esperes a coger el tren a la capital. Ojalá exista una plaza de Chueca en cada rincón de España y que pronto, Campillo de Ranas, una localidad conocida por celebrar muchas bodas gais, deje de ser especial para ser habitual. Porque los armarios están hechos para guardar ropa.
No podría calcular el porcentaje exacto de gente que emigra a Madrid para estudiar o trabajar y termina encontrándose a sí misma en esta ciudad, un lugar donde la libertad sexual se exhibe y se disfruta. Y es que, en las calles del centro, lo normal es no coincidir, ser distinto, navegar por las posibilidades y las personas y elegir entre la multitud, sin importar el género. Esta realidad hace que muchos de los que se escondían, de los que no sabíamos que queríamos porque tampoco conocíamos todo a lo que optamos en esta vida -a todo-, hayamos encontrado un lugar donde el amor navega sin obstáculos, un espacio donde cada uno decide qué siente y cómo se siente.
En el pueblo lo habitual era y es establecerse como pareja desde la adolescencia y acabar siguiendo las normas del universo local, pero para muchos, aquello supone una cárcel donde los sentimientos viven con miedo a ser descubiertos. Lo cierto es que el silencio familiar y los estereotipos de pareja establecidos en parte de nuestra sociedad han eliminado muchas conversaciones necesarias y han silenciado la diferencia. Desde que eres pequeña te invitan a encontrar un hombre, pero tu mente está preparada para ir más allá y para seguir el camino de la curiosidad. Un recorrido que sigues cuando das un paso al frente y compartes el armario. Ese día compruebas que hay más gente como tú y que todos han venido a contarlo a la capital. De hecho, según la Revista Española de Investigaciones Sociológicas más de un 70% de las parejas del mismo sexo han residido en los últimos años en ámbitos urbanos, siendo las islas (Baleares y Canarias) y Madrid las comunidades donde más proporción hay.
A veces pasa un mes, otras un año y en algunos casos la gente se pasa toda la vida ocultando sus sentimientos. Incluso después de descubrir quién eres, de pasear de la mano de tu pareja -sea hombre o mujer- con total libertad, de subirte a una carroza el Día del Orgullo y defender los derechos LGTBI+. Incluso en este momento, vuelves al pueblo y te callas, porque no todo es Madrid, pero por algo se empieza, porque por mucho que se imponga el silencio, la verdad siempre prevalece. Porque fingir no es vivir, no esperes a coger el tren a la capital. Ojalá exista una plaza de Chueca en cada rincón de España y que pronto, Campillo de Ranas, una localidad conocida por celebrar muchas bodas gais, deje de ser especial para ser habitual. Porque los armarios están hechos para guardar ropa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.