sábado, 29 de octubre de 2016

#hemeroteca #vih | 25 años del hogar de la dignidad

25 años del hogar de la dignidad.
Villa Betania ha superado un cuarto de siglo en el que han pasado muchos nombres de gente que ahora ya no está, pero también otros que ahora viven en “libertad”. Las hermanas de la caridad han ayudado a vivir con dignidad a muchos de ellos.
Paola Fernández | Noticias de Gipuzkoa, 2016-10-29
http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2016/10/29/sociedad/25-anos-de-la-dignidad-del-hogar

En 1991 la situación de la enfermedad y de su contagio en la sociedad era muy preocupante, por ello, la Diputación y Cáritas apostaron por este proyecto y con la valentía de aquellas primeras monjas, médicos y voluntarios salió adelante, hasta ser lo que es hoy. Alba señala que, en este sentido, en estos 25 años “ha cambiado todo”, para bien algunas cosas, porque “los chicos no se nos van tan rápido como antes”. Y es que, pocos años después de abrir, en el año 1996, llegaron al record de fallecidos en un año, con 17 muertes. Ahora la estimación está en una defunción al año. A su juicio, la diferencia hoy en día es que “se mueren en distintas condiciones, con la familia a su lado”. “Aquellos años de la heroína hoy no lo son, el VIH está controlado, y se vive más normal, si tienes una estructura que te soporte”, reconoce.

Sin embargo, denuncia que “no nos podemos dormir”, ya que el sida “no se ha ido de nosotros”, de hecho en Villa Betania tienen diez plazas y siempre están llenas. El perfil de quienes viven allí es de una persona entre 40 y 50 años, que ha consumido y que en estos momentos tiene un consumo bajo, que tiene VIH y que tiene los mínimos recursos. Esto es, no tiene una estructura familiar que aguante, está en la calle o hay más complicaciones, como enfermedad mental.

“Estoy vivo gracias a esta casa”
“Llegué muerto a Villa Betania”, aseguraba Manu visitando el que fue su hogar. Él llegó hace más de cinco años a esta casa que atiende desde hace 25 años a enfermos de sida después de haber tenido cuatro neumonías. Fue una de las monjas que atendía el centro quien le fue a buscar hasta Errenteria en furgoneta y le tuvo que convencer para entrar allí, ya que el ingreso es totalmente voluntario, pero “al principio te resistes”, apunta. Allí vivía en una caseta que no tenía “ni luz, ni agua, ni nada”. Tenía una cadera rota. Pero en ese momento de su vida Manu tomó, la que seguramente sea, la mejor decisión de su vida.

Confiesa que al principio es “muy difícil”, pero tras cinco meses en Villa Betania empezó a colaborar con la furgoneta, “a llevar cosas de un lado a otro”, lo que apunta le dio “mucha alegría”. También en esos días encontró a su inseparable 'Golfo', un precioso pastor alemán, al que acogió desde que tenía tan solo 20 días y al que pusieron una caseta en el centro.

Tras dos años y medio salió del centro y ya lleva tres viviendo en un piso de Egia. Reconoce que “en el fondo estoy vivo gracias a esta casa, que es mi casa”. Cuenta que después de estos años fuera sigue acudiendo al centro a “ayudar en lo que haga falta”. “Esta casa tiene algo, el que sube por esa cuesta está tocado, y yo no soy creyente”, señala emocionado. Manu quiere ante todo que “la gente sepa lo que se trabaja aquí, porque las monjas llevan años dando su vida”. 

Voluntariado
Carmen Alba empezó como voluntaria en Villa Betania. Y tras formarse entró a trabajar como auxiliar. Destaca que la necesidad de que haya voluntarios “no se ha ido”, y aunque se profesionalicen, siguen necesitando a esas personas “no solamente para acompañar en la casa, sino cuando los chicos deciden dar ese paso de salir”.

En los último años, el perfil de los voluntarios ha cambiado. Alba cuenta que tienen los voluntarios “mayores”, que son los que mantienen el cuerpo del voluntariado, y luego a través de la sensibilización en la universidad tienen personas más jóvenes que van apareciendo durante el curso. “Y eso, aunque nos hace estar un poco más inestables, nos apetece más”, destaca.

En este sentido, apunta que lo más difícil de todo es acompañarles “una vez que salen de aquí”. Así, destaca que el gran reto “no está en Betania, que ya está hecho, que tiene 25 años”, pero al salir de allí “después de Betania ¿qué?”, cuestiona.

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