Imagen: El País |
Entrevistamos al periodista y escritor José Luis Moreno-Ruiz, autor de 'La Movida Modernosa. Crónica de una imbecilidad política'. Y nos derriba varios mitos sobre ella: "cuando veía a Ramoncín, yo decía que quería ser como Milikito".
Sergio C. Fanjul | Tentaciones, El País, 2016-10-31
http://elpais.com/elpais/2016/10/27/tentaciones/1477584937_127584.html
La Movida madrileña ya es casi un misterioso objeto de estudio del que se ha dicho de todo, especialmente ahora que se cuestiona con frecuencia todo lo sucedido antes, durante y después de la Transición. El relato oficial es el de la explosión creativa que vino abrir las mentes españolas tras el gris franquista, la nueva ola española. Otros la critican por su falsedad, por su irrelevancia, por su superficialidad o por su pijismo; últimamente, a raíz de la novela de Chimo Bayo, también se señala el agravio comparativo con la Ruta del Bakalao valenciana, que, muy lejos de ser apoyada por las autoridades, como La Movida, fue perseguida como un problema de orden público: la modernidad de clase alta contra la modernidad de la clase trabajadora.
José Luis Moreno-Ruiz (Santander, 1953) se une al debate con ‘La Movida Modernosa. Crónica de una imbecilidad política’ (La Felguera Editores / Beat Generation Libros), en el que con verbo ácido y florido desmonta desde el recuerdo personal un movimiento cultural que considera inane y promovido desde el poder. Moreno-Ruiz era entonces anarquista de la CNT y trabajaba en Radio 3 (dirigió y presentó el programa ‘Rosa de Sanatorio’), ha sido jefe de edición de ‘Interviú’, colaborador de ‘Ajoblanco’ o ‘El Viejo Topo’ y ganado un premio Ondas. Es autor de varias novelas y libros de relatos y ha grabado discos con Javier Corcobado. La ilustración de cubierta, de Mario Rivière, muestra a un personaje que, como muchos otros de aquella época, sigue teniendo su peso: Felipe González. Eso sí, con una colorida estrella muy pop maquillada sobre la cara.
¿Qué fue La Movida?
Yo diría que La Movida fue disfrazar de David Bowie a los enanitos toreros.
¿Y qué más?
También fue una especie de reformatorio para acabar con la efervescencia que realmente existía previamente. La Transición se le había ido de la mano en muchas partes de España. Primero, el golpe de Estado fue un aviso y luego surgió La Movida, un corral de paniaguados, para convertir a España en un país moderno.
Dentro del nutrido ámbito de crítica a La Movida, también hay sectores que dicen que ni siquiera existió.
Existió la imagen de marca, existió la intención política, pero lo cierto es que no fue nada serio, nada importante. Para los que entonces ya éramos un poco mayores lo divertido era ir a las fiestas. Mi compañero en la radio Fernando Poblet decía: "Lo mejor de esto es que te puedes tirar a una famosilla por hacerle una entrevista". Pero la gente que hacía entonces cosas importantes ya venía de antes y las siguió haciendo después. ¿Qué ha quedado de aquella pintura (‘Ceesepe’, ‘El Hortelano’, ‘Costus’, etc.), cuando hablaban de Madrid como si fuera la cuna de los prerrafaelitas? Y en literatura no hubo nada.
¿Cómo se promovió desde el poder?
Lo de las subvenciones era tremendo. Es ahí donde empieza todo esto que luego fue una lacra. Había grupos muy apoyados, que estaban en todas las verbenas y fiestas municipales. Se utilizaba mucho dinero en subvencionar chorradas de las que se beneficiaban cuatro, como el caso de la revista ‘Poesía’, del ministerio de Cultura. Cesaron a Semprún como ministro de Cultura porque quería meter mano en el cine y se enfrentó directamente con Pilar Miró. Al mismo tiempo que se nos hablaba de Europa se reivindicaba el nacionalismo español más cutre: los toros, el peor flamenquito, etc. Los músicos se gastaban 250.000 pesetas de juerga tras los conciertos, total, pagaba el Ayuntamiento... Los ‘indies’ también lo hicieron después, pero sin dinero público.
¿Qué hacías tú en aquella época?
Estaba en Radio 3. Nos pidieron que hiciéramos algo rupturista, pero en cuánto empezamos a romper, empezaron también los palos. Con la UCD, que la creó, era mejor, había programas inusitados porque necesitaban hacerse los modernos. El PSOE, desde el 82, empezó a controlarlo todo.
¿Qué opinión te merece Tierno Galván, considerado casi un santo por lo civil?
Era un simulador. Se tuvo que fusionar con el PSOE porque su partido no iba a ninguna parte. Lo llamaban intelectual porque era profesor y sabía latín, y, en efecto, era más listo que muchos del PSOE y más culto y curtido. Pero no era para tanto.
Se le ha comparado con Manuela Carmena.
Tierno tenía más presencia escénica, mejor verbo, y había leído un poco más. Supo aprovechar todo aquello. Veías no solo al pijerío de La Movida, sino a cierto lumpen que lo aprobada. Tierno dijo aquello de "rockeros, al loro, y quien no esté colocado que se coloque". Esa demagogia, mientras España se llenaba de salas rocieras.
¿Qué pasaba en los barrios?
La Movida transcurría más bien en el centro. Desde mucho antes en los barrios ya había otra historia, el rock urbano, Rosendo, Leño, Burning. Luego han querido asociar a Burning a La Movida, parece un chiste, cuando ya estaban antes y no entraron en ese juego. En lugares como Vallecas había una efervescencia muy interesante.
¿Qué salvarías de La Movida?
Al socaire de La Movida aparecieron en Vigo Siniestro Total, que tenían canciones como la de ‘Ayatollah’ que hoy no pondrían en la radio. También Antón Reixa y Os Resentíos. Derribos Arias son, con mucho, el mejor grupo de aquellos días, original, que rompía la lírica... Parálisis Permanente o Los Desechables. También artistas como Corcobado, Ana Curra o Alberto García-Alix, gente con fundamento y sustancia.
¿Y quién no salvarías?
Cosas como Nacha Pop. O Alaska. Algunos de La Movida siempre fueron más bien artistas de la tele, como se ha comprobado con el tiempo. Cuando veía a Ramoncín, yo decía que quería ser como Milikito, y mira cómo terminó, presentando concursos. Son una manifestación más del ‘show business’, pero pretenderse vanguardia, como Mario Vaquerizo... Ha habido personajes parecidos y más divertidos, como el travesti Ocaña, habitual de Las Ramblas, que además fue un revulsivo social.
Dices que La Movida en el exterior se veía como turismo de borrachera.
Era tremendo: veías revistas alemanas u holandesas, en las que se decía que España era barata, había fiesta, y podías follarte a muchachos o a muchachas si los invitas a drogas. Luego había otros más integristas, gringos que venían por aquí a aprender a tocar flamenco, y se lo tomaban en serio. Había uno que se llamaba el Pollito de California, que era muy malo.
¿Cómo ves Madrid ahora?
Muy aburrido, muy sucio, muy feo. Pero a lo mejor es que me estoy haciendo mayor, mi hija de 27 años dice que se lo pasa muy bien. Yo veo un ambiente raro, una violencia muy contenida. Hay gente muy plasta, muy pesada, y en cualquier sitio por ahí puede formarse una pelea. Pero recuerdo que los mayores en mi época también se quejaban, así que no quiero caer en eso.
En el libro te muestras muy duro con todo este asunto, con un tono nada amable.
Bueno, es que hoy en día hay mucha corrección política. Y eso a mí me da igual. Yo me lo paso por el forro.
José Luis Moreno-Ruiz (Santander, 1953) se une al debate con ‘La Movida Modernosa. Crónica de una imbecilidad política’ (La Felguera Editores / Beat Generation Libros), en el que con verbo ácido y florido desmonta desde el recuerdo personal un movimiento cultural que considera inane y promovido desde el poder. Moreno-Ruiz era entonces anarquista de la CNT y trabajaba en Radio 3 (dirigió y presentó el programa ‘Rosa de Sanatorio’), ha sido jefe de edición de ‘Interviú’, colaborador de ‘Ajoblanco’ o ‘El Viejo Topo’ y ganado un premio Ondas. Es autor de varias novelas y libros de relatos y ha grabado discos con Javier Corcobado. La ilustración de cubierta, de Mario Rivière, muestra a un personaje que, como muchos otros de aquella época, sigue teniendo su peso: Felipe González. Eso sí, con una colorida estrella muy pop maquillada sobre la cara.
¿Qué fue La Movida?
Yo diría que La Movida fue disfrazar de David Bowie a los enanitos toreros.
¿Y qué más?
También fue una especie de reformatorio para acabar con la efervescencia que realmente existía previamente. La Transición se le había ido de la mano en muchas partes de España. Primero, el golpe de Estado fue un aviso y luego surgió La Movida, un corral de paniaguados, para convertir a España en un país moderno.
Dentro del nutrido ámbito de crítica a La Movida, también hay sectores que dicen que ni siquiera existió.
Existió la imagen de marca, existió la intención política, pero lo cierto es que no fue nada serio, nada importante. Para los que entonces ya éramos un poco mayores lo divertido era ir a las fiestas. Mi compañero en la radio Fernando Poblet decía: "Lo mejor de esto es que te puedes tirar a una famosilla por hacerle una entrevista". Pero la gente que hacía entonces cosas importantes ya venía de antes y las siguió haciendo después. ¿Qué ha quedado de aquella pintura (‘Ceesepe’, ‘El Hortelano’, ‘Costus’, etc.), cuando hablaban de Madrid como si fuera la cuna de los prerrafaelitas? Y en literatura no hubo nada.
¿Cómo se promovió desde el poder?
Lo de las subvenciones era tremendo. Es ahí donde empieza todo esto que luego fue una lacra. Había grupos muy apoyados, que estaban en todas las verbenas y fiestas municipales. Se utilizaba mucho dinero en subvencionar chorradas de las que se beneficiaban cuatro, como el caso de la revista ‘Poesía’, del ministerio de Cultura. Cesaron a Semprún como ministro de Cultura porque quería meter mano en el cine y se enfrentó directamente con Pilar Miró. Al mismo tiempo que se nos hablaba de Europa se reivindicaba el nacionalismo español más cutre: los toros, el peor flamenquito, etc. Los músicos se gastaban 250.000 pesetas de juerga tras los conciertos, total, pagaba el Ayuntamiento... Los ‘indies’ también lo hicieron después, pero sin dinero público.
¿Qué hacías tú en aquella época?
Estaba en Radio 3. Nos pidieron que hiciéramos algo rupturista, pero en cuánto empezamos a romper, empezaron también los palos. Con la UCD, que la creó, era mejor, había programas inusitados porque necesitaban hacerse los modernos. El PSOE, desde el 82, empezó a controlarlo todo.
¿Qué opinión te merece Tierno Galván, considerado casi un santo por lo civil?
Era un simulador. Se tuvo que fusionar con el PSOE porque su partido no iba a ninguna parte. Lo llamaban intelectual porque era profesor y sabía latín, y, en efecto, era más listo que muchos del PSOE y más culto y curtido. Pero no era para tanto.
Se le ha comparado con Manuela Carmena.
Tierno tenía más presencia escénica, mejor verbo, y había leído un poco más. Supo aprovechar todo aquello. Veías no solo al pijerío de La Movida, sino a cierto lumpen que lo aprobada. Tierno dijo aquello de "rockeros, al loro, y quien no esté colocado que se coloque". Esa demagogia, mientras España se llenaba de salas rocieras.
¿Qué pasaba en los barrios?
La Movida transcurría más bien en el centro. Desde mucho antes en los barrios ya había otra historia, el rock urbano, Rosendo, Leño, Burning. Luego han querido asociar a Burning a La Movida, parece un chiste, cuando ya estaban antes y no entraron en ese juego. En lugares como Vallecas había una efervescencia muy interesante.
¿Qué salvarías de La Movida?
Al socaire de La Movida aparecieron en Vigo Siniestro Total, que tenían canciones como la de ‘Ayatollah’ que hoy no pondrían en la radio. También Antón Reixa y Os Resentíos. Derribos Arias son, con mucho, el mejor grupo de aquellos días, original, que rompía la lírica... Parálisis Permanente o Los Desechables. También artistas como Corcobado, Ana Curra o Alberto García-Alix, gente con fundamento y sustancia.
¿Y quién no salvarías?
Cosas como Nacha Pop. O Alaska. Algunos de La Movida siempre fueron más bien artistas de la tele, como se ha comprobado con el tiempo. Cuando veía a Ramoncín, yo decía que quería ser como Milikito, y mira cómo terminó, presentando concursos. Son una manifestación más del ‘show business’, pero pretenderse vanguardia, como Mario Vaquerizo... Ha habido personajes parecidos y más divertidos, como el travesti Ocaña, habitual de Las Ramblas, que además fue un revulsivo social.
Dices que La Movida en el exterior se veía como turismo de borrachera.
Era tremendo: veías revistas alemanas u holandesas, en las que se decía que España era barata, había fiesta, y podías follarte a muchachos o a muchachas si los invitas a drogas. Luego había otros más integristas, gringos que venían por aquí a aprender a tocar flamenco, y se lo tomaban en serio. Había uno que se llamaba el Pollito de California, que era muy malo.
¿Cómo ves Madrid ahora?
Muy aburrido, muy sucio, muy feo. Pero a lo mejor es que me estoy haciendo mayor, mi hija de 27 años dice que se lo pasa muy bien. Yo veo un ambiente raro, una violencia muy contenida. Hay gente muy plasta, muy pesada, y en cualquier sitio por ahí puede formarse una pelea. Pero recuerdo que los mayores en mi época también se quejaban, así que no quiero caer en eso.
En el libro te muestras muy duro con todo este asunto, con un tono nada amable.
Bueno, es que hoy en día hay mucha corrección política. Y eso a mí me da igual. Yo me lo paso por el forro.
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