Imagen: Google Imágenes / Partido Rayo Vallecano - Girona, Madrid, 2016-10-22 |
Mónica Garza | La Razón, 2016-10-22
http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=325524
En el marco de “Octubre, mes del trato igualitario”, el Consejo para Prevenir y Erradicar la Discriminación en la Ciudad de México (Copred) organizó esta semana un interesante ejercicio sobre nuestro deporte nacional, el futbol.
Fui invitada a moderar un original conversatorio en el que participaron personalidades —incluso antagónicas— para debatir en torno a las conductas racistas —cada vez más frecuentes— sobre las canchas de futbol y peor aún, las homofóbicas que resultan un tema menos expuesto, pero que alcanza lo mismo a jugadores que a directivos.
El panel se antojaba volcánico con la presencia de periodistas como Antonio Rosique de TV Azteca y Héctor Villalba de Grupo Milenio, ejecutivos como José Luis Arce, Vicepresidente de Captación de talento del Club Pumas y Miguel Lara, Director de comunicación de la Academia de Futbol Borussia Dortmund México.
Pero también activistas internacionales como Christian Rudolph, toda una celebridad en Alemania por su trabajo en diferentes organizaciones que luchan contra la homofobia en el futbol.
Así como la reconocida científica social berlinesa, Stanislawa Paulus, quien trabaja en la unidad de Promoción de la Democracia, contra la derecha ultra conservadora, racismo y antisemitismo, que en Alemania sabemos que no es un asunto menor.
Ahí estaban todos reunidos para hablar de homofobia y racismo en el futbol, un deporte que como pocos tiene la capacidad de crear pasiones desbordadas, semidioses de una cancha y aficiones casi fundamentalistas que bien pueden convertirse en ejércitos letales cuando de defender a su equipo se trata.
México es uno de esos países donde el futbol es como otra religión, en la que ponerse la camiseta es un acto de corazón y honor.
Pero más allá de las porras y al calor de las pasiones, un acto de apoyo a un jugador o a un equipo, en sentido contrario se torna con gran facilidad en una acto de bullying, frontal racismo u homofobia, cubierto por el manto salvador de la “libertad de expresión”.
Ciertamente hay casos donde la sanción ha sido clara y radical, como cuando el mediocampista del AEK Atenas, Giorgios Katidis (de 20 años), luego de meter un gol se dirigió a la afición en señal de triunfo con el saludo nazi, lo que le significó la exclusión de por vida de todas las categorías de la selección de Grecia.
Pero así hay otros muchos casos donde no hay consecuencias.
En el 2014 en un partido del Barcelona contra el Villareal, al jugador brasileño Dani Alves (del Barcelona) le fue arrojado desde la tribuna un plátano en una expresión claramente racista. Como consecuencia de este acto el Club Villareal lanzó una “campaña” en twitter condenando las actuaciones racistas, que no tuvo ninguna trascendencia.
Aquí en México el mismo 2014, durante un partido de Pumas contra León, se escuchó claramente a la afición Puma emular a un mono cada vez que el jugador de color Eisner Loboa tocaba el balón.
Esto a muchos les puede parecer chistoso e inofensivo, pero no lo es. Es un acto racista en un estadio al que también asisten cientos de niños que están absorbiendo como esponjas un acto racista como si fuera un acto festivo.
El grito de “Eeeeeehhhh puto” es sin duda la discusión más álgida puesta sobre la mesa desde que fue condenado por la FIFA, quien primero llamó la atención a la Femexfut, luego le impuso una sanción económica, hasta que este año exigió a las autoridades del futbol mexicano solucionar el problema.
El tema es que “el problema” en México alcanza el rango de tradición, pues se trata de una tara cultural muy difícil de “solucionar” y menos con una campaña tibia como lo fue “Abrazados al futbol”.
Lo cierto es que todos los participantes del conversatorio del miércoles pasado coincidieron en que el racismo y la homofobia son dos causas principales de exclusión en el futbol, por lo que es de celebrar que al menos en la Ciudad de México, Jaqueline L’Hoist, presidenta de Copred, haya tenido la iniciativa de poner el tema sobre la mesa en un ejercicio inédito y muy revelador.
Quedó claro que en las canchas hay mucho trabajo por hacer, por nuestra cultura del deporte, por las nuevas generaciones y por las aficiones, más allá del futbol…
Fui invitada a moderar un original conversatorio en el que participaron personalidades —incluso antagónicas— para debatir en torno a las conductas racistas —cada vez más frecuentes— sobre las canchas de futbol y peor aún, las homofóbicas que resultan un tema menos expuesto, pero que alcanza lo mismo a jugadores que a directivos.
El panel se antojaba volcánico con la presencia de periodistas como Antonio Rosique de TV Azteca y Héctor Villalba de Grupo Milenio, ejecutivos como José Luis Arce, Vicepresidente de Captación de talento del Club Pumas y Miguel Lara, Director de comunicación de la Academia de Futbol Borussia Dortmund México.
Pero también activistas internacionales como Christian Rudolph, toda una celebridad en Alemania por su trabajo en diferentes organizaciones que luchan contra la homofobia en el futbol.
Así como la reconocida científica social berlinesa, Stanislawa Paulus, quien trabaja en la unidad de Promoción de la Democracia, contra la derecha ultra conservadora, racismo y antisemitismo, que en Alemania sabemos que no es un asunto menor.
Ahí estaban todos reunidos para hablar de homofobia y racismo en el futbol, un deporte que como pocos tiene la capacidad de crear pasiones desbordadas, semidioses de una cancha y aficiones casi fundamentalistas que bien pueden convertirse en ejércitos letales cuando de defender a su equipo se trata.
México es uno de esos países donde el futbol es como otra religión, en la que ponerse la camiseta es un acto de corazón y honor.
Pero más allá de las porras y al calor de las pasiones, un acto de apoyo a un jugador o a un equipo, en sentido contrario se torna con gran facilidad en una acto de bullying, frontal racismo u homofobia, cubierto por el manto salvador de la “libertad de expresión”.
Ciertamente hay casos donde la sanción ha sido clara y radical, como cuando el mediocampista del AEK Atenas, Giorgios Katidis (de 20 años), luego de meter un gol se dirigió a la afición en señal de triunfo con el saludo nazi, lo que le significó la exclusión de por vida de todas las categorías de la selección de Grecia.
Pero así hay otros muchos casos donde no hay consecuencias.
En el 2014 en un partido del Barcelona contra el Villareal, al jugador brasileño Dani Alves (del Barcelona) le fue arrojado desde la tribuna un plátano en una expresión claramente racista. Como consecuencia de este acto el Club Villareal lanzó una “campaña” en twitter condenando las actuaciones racistas, que no tuvo ninguna trascendencia.
Aquí en México el mismo 2014, durante un partido de Pumas contra León, se escuchó claramente a la afición Puma emular a un mono cada vez que el jugador de color Eisner Loboa tocaba el balón.
Esto a muchos les puede parecer chistoso e inofensivo, pero no lo es. Es un acto racista en un estadio al que también asisten cientos de niños que están absorbiendo como esponjas un acto racista como si fuera un acto festivo.
El grito de “Eeeeeehhhh puto” es sin duda la discusión más álgida puesta sobre la mesa desde que fue condenado por la FIFA, quien primero llamó la atención a la Femexfut, luego le impuso una sanción económica, hasta que este año exigió a las autoridades del futbol mexicano solucionar el problema.
El tema es que “el problema” en México alcanza el rango de tradición, pues se trata de una tara cultural muy difícil de “solucionar” y menos con una campaña tibia como lo fue “Abrazados al futbol”.
Lo cierto es que todos los participantes del conversatorio del miércoles pasado coincidieron en que el racismo y la homofobia son dos causas principales de exclusión en el futbol, por lo que es de celebrar que al menos en la Ciudad de México, Jaqueline L’Hoist, presidenta de Copred, haya tenido la iniciativa de poner el tema sobre la mesa en un ejercicio inédito y muy revelador.
Quedó claro que en las canchas hay mucho trabajo por hacer, por nuestra cultura del deporte, por las nuevas generaciones y por las aficiones, más allá del futbol…
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