jueves, 12 de marzo de 2015

#hemeroteca #ambiente | #DANGER: el ambiente se muere en Londres

Imagen: Estoy Bailando
#DANGER: el ambiente se muere en Londres
Risingson Risingson | Estoy Bailando, 2015-03-12
http://estoybailando.com/peligro-ambiente-gay-londres-gentrificacion/

Es un hecho universalmente conocido que cualquier varón español maricón homosexual con conocimiento de idiomas y en busca de vivir en libertat su condición acaba en Londres, arrodillado y mirando a Cuenca. Es, sin duda, una de las ciudades más maricas de Europa, con un buen número de barrios distintos donde hay oferta para todo tipo de homosexualistas: el centro del Soho, ese barrio bohemio, la parte este con los muy modernos barrios de Hackney, o Shoreditch, o Dalston, o Vauxhall y sus famosos bares que… No, en realidad eso no es cierto. Esa era la realidad de hace unos años. Porque ahora mismo la gentrificación está matando el ambiente.

¿Qué es la gentrificación me preguntas? Gentrificación eres tú. Hay bastantes estudios al respecto, pero para resumirlo es ese fenómeno donde a un barrio humilde y barato empiezan a mudarse jóvenes artistas y lo modernizan, revalorizándolo en el proceso. Pero eso es bueno ¿verdad? ¿No fue precisamente lo que ocurrió con Chueca? Sí, puede ser bueno mientras no haya intereses económicos: si el término “gentrificación” tiene ahora una connotación negativa es porque a la vez que llegan los nuevos inquilinos que reaniman el barrio en cuestión, llegan también los especuladores que quieren hacer negocio y la gente con mucho dinero a la que ni le interesan los inquilinos primigenios ni esos modernos que hacen cosas raras. Vamos, más o menos lo que está pasando, digo, que ha pasado en Chueca.

Este fenómeno ocurre en Londres a lo bestia, no a niveles de San Francisco o Nueva York pero sí de forma notable, con inversores que compran edificios, suben los alquileres o aprovechan cualquier excusa para expropiarlos con la mirada cómplice de los councils, los derriban y construyen viviendas de lujo para que las compren señores con mucha pasta de procedencia nada dudosa y a lo mejor hasta puede que las ocupen. Vamos, lo que nosotros llamamos “hacerse un Chuecatown”. Y sí, estamos de acuerdo en que lo más trágico es cuando esto ocurre con viviendas sociales, pero eso no quiere decir que el que cierren un pub, un bar, una “parroquia”, no sea una desgracia. Vale, no desgracia en el sentido de que se vaya a acabar el mundo al no poder beber alcohol, sino en el sentido de que un bar LTGBQWERTY sigue siendo el sitio más cómodo donde coger de la mano a tu novio, mostrarle tu cariño o ligar con el de al lado sin que se mosquee. Y si nos alejamos de mi experiencia personal, se convierte en muchísimo más oasis para el mundo lesbiano y no digamos el trans, un oasis donde no hay que estar dando explicaciones de por qué no eres una PNPD (Persona Normal Por Defecto).

El barrio donde más está ocurriendo esto es el Soho. El antiguo barrio bohemio, donde han pasado todos los inadaptados posibles, intelectuales, hippies (existe una película de los 70 con Joan Manuel Serrat que retrata perfectamente el barrio) y, por supuesto, maricones, se está convirtiendo en un centro comercial. Una de las críticas al fenómeno gentrificador es “la homogeneización” en el sentido de convertir en todas las calles iguales, con su mismo tipo de café y su mismo tipo de franquicia… eso en el Soho se lleva a un nivel en el que parece que estés en un centro comercial, evitando cualquier tipo de comodidad que permita que nadie se quede en un establecimiento más del tiempo deseado, alternando las franquicias horribles con las medianamente bien puestas, convirtiéndolo todo en el mismo sabor, mismo olor, un barrio adecuado para padres, madres, abuelas, niños, que pueden cenar, ir al teatro, volver al hotel y así todo cierra antes de que a Cenicienta se le pase el hechizo. Es como un capítulo de Médico de Familia: En teoría es ideal para ver con los niños.

La víctima más notoria estos meses ha sido Madame Jojo, un cabaret, un club, un sitio, por lo que parece, que juntaba lo cutre, lo barato con lo punk y lo maravilloso con un público variado que aceptaba esa variedad. El incidente que ha provocado su cierre (y paso el de Escape, el local de al lado) fue una pelea en la puerta del local, algo sin duda desproporcionado y que hace pensar, como dicen sus dueños, en que las autoridades buscaban cualquier excusa para cerrar el sitio a cal y canto, empaquetarlo, ponerle un lazo, venderlo y que el primer especulador lo comprase para poner otro Starbucks más. Pero también ha cerrado Manbar gracias a las insistentes quejas de UN vecino de la segunda planta, y hace poco se ha conocido la venta de The Yard. En pocos meses, tres locales antológicos.

No han sido los cierres más llorados de estos meses los de Soho. Al fin y al cabo por ahí apenas salían turistas y los que se toman unas cervezas antes de acabar en el Heaven o XXL underground mediante, y personalmente el único pub donde me siento cómodo y feliz es The Duke Of Wellington. Por eso los gays más modernos fueron moviéndose al este, y en Hackney/Shoreditch fue donde se cobraron las siguientes víctimas: Joiner’s Arms y Nelson’s head. El primero, uno de los clubs pequeños con más historia de toda la zona, con buen equipo de sonido, noches que pasaban de lo entretenido a lo maravilloso y cervezas a buen precio (cosa bastante increíble en esta ciudad). El segundo, uno de esos pubs al que nada más entrar notas el sentimiento de comunidad, de saludarte como si estuvieras toda la vida yendo, con una decoración entre lo antiguo, lo rancio y lo maricón, y un curioso olor a mefedrona por los baños. Ambos sitios que tenían mucha historia, de lo más querido de la ciudad, y que han cerrado cuando inmobiliarias extranjeras con tanto dinero como ganas de hacer más suben los alquileres para forzar los cierres, tirar el edificio y construir más pisos de lujo.

Más locales amenazan con cerrar. El maravilloso y pequeño George & The Dragon ha tenido esa amenaza varias veces durante todo 2014 y no dejan de surgir rumores de su cierre, y Royal Vauxhall Tavern, un pub de Vauxhall con maravillosas historias de Lady Di bailando toda la noche con Freddy Mercury y diversos maricas que la reconocían pero respetaban su privacidad, y que ahora ha sido traspasado para convertir un piso en un “wine club”. Y ya se sabe. Se empieza con un wine club y se acaba con una capilla.

Todas estas ventas, esta pérdida de espacios, este cierre uno tras otro de los santuarios donde todo da igual, todo esto es muy preocupante. Podréis pensar que en pleno 2015, con la popularización de Grindr y la cantidad de avances a favor de los derechos de todos y todas y en una ciudad tan moderna y tolerante los ghettos no son necesarios, pero eso no es cierto: necesitamos nuestros espacios gays, nuestros espacios queer, el sitio donde el hombre con tacones, el oso, el afeminado, la bollera arquetípica y/o la lesbiana ay-tia-no-lo-pareces-para-nada (y paro de soltar ejemplos) porque somos parte de una comunidad con un pasado, con sentimiento comunitario, etcétera. Y con esto no digo los bares “sólo tíos” o “sólo tías”, sino comunidad lgtbqwerty ¿Por heterofobia? No, para nada, tengo amigos heteros y algunos son de mis mejores amigos. Oh, pero seguro que habéis visto qué pasa cuando un local gay empieza a llenarse de heteros, cada vez más, hasta ser la mitad del público, qué digo ¡gentrificándonos el bar!. Perdón, lo que ocurre es que hay un punto donde empiezan a entrar heteros no tolerantes, o heteros “no me importan los maricones pero no hagáis esto delante de mí”, heteros “eh eh tio dos tias liándose jojojojo voy a entrarles”. Hay un punto donde el santuario de repente no es un lugar seguro, donde al mirar alrededor no está ese ambiente que te hace sentir tan cómodo y tan suelto. Por eso mismo no me han dejado entrar en ciertos locales gays por parecer hetero, en un retruécano de la discriminación que ya me marea de pensarlo.

Pero lo dicho: cada vez que se cierra un bar clásico, o amenazan con cerrarlo, se arman manifestaciones, protestas, firmas en change.org, páginas de facebook, se escriben artículos en medios generalistas e independientes, y se vuelven a preocupar sobre el futuro de la ciudad y su relación con los habitantes. Y es algo de lo que deberíamos tomar nota. Para ser España un país con tantos bares de ambiente, no somos capaces de apreciarlos como ese segundo hogar, ese construir comunidades y, tripito palabra, ese santuario que deberíamos defender. Las cosas por ser divertidas no dejan de ser necesarias, y perder los espacios es toda una tragedia contra la que deberíamos reaccionar. Lo que supongo que ocurrirá en Londres es que esas zonas de ambiente se irán desplazando hacia el norte, hacia el sur, y se abrirán nuevos bares con apariencia de sucios y sudorosos para que nos sintamos igual que los que salieron en los 80 en una mezcla entre querer conservar el ambiente y montar un parque temático. Y estará bien pero ojo, que en poco más de 10 años se está consiguiendo lo que no se consiguió en siglos: esterilizar, desexualizar, desmariconizar el Soho, Porque si los maricas se ponen por delante, el dinero es profundamente homófobo.

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