El Confidencial / John Maynard Keynes // |
La vida secreta de John Maynard Keynes: promiscuidad, 'cruising' y baños públicos.
Keynes fue el economista más importante del siglo XX, pero fue a su vez muchas otras cosas. Y para entender su pensamiento es necesario conocer la otra cara de su vida.
Miguel Ayuso | ACV, El Confidencial, 2015-03-16
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-03-16/la-vida-secreta-de-john-maynard-keynes-deuda-felicidad-y-promiscuidad_726840/
Sólo una mente brillante es capaz de generar unas ideas que, un siglo después, sigan marcando la agenda pública y generando acalorados debates entre sus detractores y defensores. John Maynard Keynes, sin duda el más influyente economista del siglo XX, poseía una de ellas.
El británico es conocido por haber redefinido el capitalismo, dando herramientas a los gobiernos para superar las recesiones sin que el desempleo se lo lleve todo por delante. Fue el primero que apostó por el endeudamiento del Estado en pos de la dinamización de la economía. Y, aunque sus ideas –por suerte para unos, por desgracia para otros– no estén pasando por su mejor momento, es evidente que lo cambiaron todo.
Hasta aquí, la faceta que todos conocemos de Keynes. Pero, como explica su biógrafo Richard Davenport-Hines en su nuevo libro, ‘Universal Man: The Seven Lives of John Maynard Keynes’ (William Collins), el economista fue muchas otras cosas. Su compañero del círculo de Bloomsbury, Leonard Wolf, escribió en su día que Keynes era “un caballero, un funcionario, un especulador, un empresario, un escritor, un granjero, un galerista, un estadista, un director de teatro, un coleccionista de libros, y media docena de cosas más”. Sí, también era economista, pero es imposible entender su obra en ese campo sin darnos cuenta de lo especial que fue su vida, y el momento y el lugar en el que le tocó desarrollar esta.
Keynes fue un hombre de su tiempo, la Inglaterra de la época eduardiana; con una mentalidad abierta, por nacimiento, educación e intereses. Sus ideas económicas fueron revolucionarias, pero no podrían explicarse sin entender el contexto en el que surgieron: el carácter iconoclasta de una sociedad liberal en lo intelectual, pero ultrarrígida en lo social, cuya estructura hizo aguas tras la Gran Guerra. Pero quizás, tampoco, sin conocer la vida oculta de Keynes: la de un avezado galán que entre 1901 y 1918 se acostó con más de 200 hombres distintos.
Una vida sexual muy poco convencional
Como cuenta Davenport-Hines en la biografía, Keynes mantuvo un registro exhaustivo de todos sus amantes. Entre 1901, cuando tuvo su primer encuentro sexual con un compañero de la universidad, a los 17 años, y hasta 1918, cuando se casó con la bailarina rusa Lydia Lopokova, Keynes catalogó todos sus encuentros con la precisión de un filatélico.
La promiscuidad de Keynes sorprende incluso hoy en día, pero la práctica del ‘cruising’ era algo habitual entre los homosexuales de la época eduardiana. El economista disfrutaba del sexo con todo el mundo y en todas partes. En su diario se encuentran siempre el nombre o la descripción de sus amantes, y el lugar donde se produjo el encuentro: “Mozo de cuadra en Park Lane”, “El sueco de la Galería Nacional”, “El soldado de los baños”, “El recluta francés”, “El chantajista”, “El ascensorista de Vauxhall”, “El judío”, “El Gran Duque Cirilio en los baños de parís”...
El economista tuvo 65 encuentros en 1909, 26 en 1910, 39 en 1911... En total, más de 200 amantes distintos, hasta que cumplió 35 años, se enamoró de una mujer y se volvió heterosexual. No hay datos de que volviera a acostarse con hombres tras contraer matrimonio. Rechazó su anterior vida sexual casi de la misma forma en la que renegó de la teoría económica clásica. “Cuando los hechos cambian, cambia lo que pienso”, aseguraba Keynes en una de sus clásicas citas. “¿Qué haría usted?”
Ni rastro de culpa
¿Influyó en algo la ajetreada vida sexual de Keynes en su pensamiento económico? Sean O´Grady, redactor de ‘The Independent’, cree que sí: “El hecho de que Keynes conociera a gente de entornos menos privilegiados y menos inteligentes que él, podría haberle hecho más liberal y tolerante. Eso a su vez dio a su misión económica una motivación personal, quería asegurarse de que todos tuvieran los medios para vivir y gozar de las artes”.
Quizás este argumento esté un poco cogido por los pelos. También los críticos de Keynes asocian su orientación sexual a sus ideas económicas, pero en sentido opuesto. El profesor de la Universidad de Harvard, Niall Ferguson, aseguró que a Keynes le traía sin cuidado el largo plazo porque no tenía descendencia, y no la iba a tener nunca pues era homosexual. Según Ferguson, el británico tenía una visión egoísta del mundo porque era un “degenerado”.
Es difícil saber cuáles eran las motivaciones reales de Keynes, pero de lo que no cabe duda es de que fue una persona que logró romper con los convencionalismos de la época en la que le tocó vivir.
“Las aventuras homosexuales de Keynes no revelan directamente nada sobre sus ideas económicas”, asegura en The Guardian el historiador, economista y también biógrafo de Keynes Robert Skidelsky. “Pero su falta de culpa sobre lo que hacía nos dice mucho acerca de su actitud juvenil hacia las convicciones morales de su época, de las que la economía vitoriana formaba parte. Su rechazo al ‘deber de ahorrar’, que él llamaba ‘las nueve décimas partes de la moralidad’, fue una iconoclastia intelectual enraizada en una iconoclastia moral”.
En el fondo Keynes era un bon vivant, y no estaba dispuesto a renunciar a la felicidad. Su ideario económico pretendía preservar la prosperidad y el empleo que garantizan a la sociedad una “buena vida”. Cuestión aparte es si sus ideas garantizan esto, pero no cabe duda de que ese era, en el fondo, su único objetivo.
El británico es conocido por haber redefinido el capitalismo, dando herramientas a los gobiernos para superar las recesiones sin que el desempleo se lo lleve todo por delante. Fue el primero que apostó por el endeudamiento del Estado en pos de la dinamización de la economía. Y, aunque sus ideas –por suerte para unos, por desgracia para otros– no estén pasando por su mejor momento, es evidente que lo cambiaron todo.
Hasta aquí, la faceta que todos conocemos de Keynes. Pero, como explica su biógrafo Richard Davenport-Hines en su nuevo libro, ‘Universal Man: The Seven Lives of John Maynard Keynes’ (William Collins), el economista fue muchas otras cosas. Su compañero del círculo de Bloomsbury, Leonard Wolf, escribió en su día que Keynes era “un caballero, un funcionario, un especulador, un empresario, un escritor, un granjero, un galerista, un estadista, un director de teatro, un coleccionista de libros, y media docena de cosas más”. Sí, también era economista, pero es imposible entender su obra en ese campo sin darnos cuenta de lo especial que fue su vida, y el momento y el lugar en el que le tocó desarrollar esta.
Keynes fue un hombre de su tiempo, la Inglaterra de la época eduardiana; con una mentalidad abierta, por nacimiento, educación e intereses. Sus ideas económicas fueron revolucionarias, pero no podrían explicarse sin entender el contexto en el que surgieron: el carácter iconoclasta de una sociedad liberal en lo intelectual, pero ultrarrígida en lo social, cuya estructura hizo aguas tras la Gran Guerra. Pero quizás, tampoco, sin conocer la vida oculta de Keynes: la de un avezado galán que entre 1901 y 1918 se acostó con más de 200 hombres distintos.
Una vida sexual muy poco convencional
Como cuenta Davenport-Hines en la biografía, Keynes mantuvo un registro exhaustivo de todos sus amantes. Entre 1901, cuando tuvo su primer encuentro sexual con un compañero de la universidad, a los 17 años, y hasta 1918, cuando se casó con la bailarina rusa Lydia Lopokova, Keynes catalogó todos sus encuentros con la precisión de un filatélico.
La promiscuidad de Keynes sorprende incluso hoy en día, pero la práctica del ‘cruising’ era algo habitual entre los homosexuales de la época eduardiana. El economista disfrutaba del sexo con todo el mundo y en todas partes. En su diario se encuentran siempre el nombre o la descripción de sus amantes, y el lugar donde se produjo el encuentro: “Mozo de cuadra en Park Lane”, “El sueco de la Galería Nacional”, “El soldado de los baños”, “El recluta francés”, “El chantajista”, “El ascensorista de Vauxhall”, “El judío”, “El Gran Duque Cirilio en los baños de parís”...
El economista tuvo 65 encuentros en 1909, 26 en 1910, 39 en 1911... En total, más de 200 amantes distintos, hasta que cumplió 35 años, se enamoró de una mujer y se volvió heterosexual. No hay datos de que volviera a acostarse con hombres tras contraer matrimonio. Rechazó su anterior vida sexual casi de la misma forma en la que renegó de la teoría económica clásica. “Cuando los hechos cambian, cambia lo que pienso”, aseguraba Keynes en una de sus clásicas citas. “¿Qué haría usted?”
Ni rastro de culpa
¿Influyó en algo la ajetreada vida sexual de Keynes en su pensamiento económico? Sean O´Grady, redactor de ‘The Independent’, cree que sí: “El hecho de que Keynes conociera a gente de entornos menos privilegiados y menos inteligentes que él, podría haberle hecho más liberal y tolerante. Eso a su vez dio a su misión económica una motivación personal, quería asegurarse de que todos tuvieran los medios para vivir y gozar de las artes”.
Quizás este argumento esté un poco cogido por los pelos. También los críticos de Keynes asocian su orientación sexual a sus ideas económicas, pero en sentido opuesto. El profesor de la Universidad de Harvard, Niall Ferguson, aseguró que a Keynes le traía sin cuidado el largo plazo porque no tenía descendencia, y no la iba a tener nunca pues era homosexual. Según Ferguson, el británico tenía una visión egoísta del mundo porque era un “degenerado”.
Es difícil saber cuáles eran las motivaciones reales de Keynes, pero de lo que no cabe duda es de que fue una persona que logró romper con los convencionalismos de la época en la que le tocó vivir.
“Las aventuras homosexuales de Keynes no revelan directamente nada sobre sus ideas económicas”, asegura en The Guardian el historiador, economista y también biógrafo de Keynes Robert Skidelsky. “Pero su falta de culpa sobre lo que hacía nos dice mucho acerca de su actitud juvenil hacia las convicciones morales de su época, de las que la economía vitoriana formaba parte. Su rechazo al ‘deber de ahorrar’, que él llamaba ‘las nueve décimas partes de la moralidad’, fue una iconoclastia intelectual enraizada en una iconoclastia moral”.
En el fondo Keynes era un bon vivant, y no estaba dispuesto a renunciar a la felicidad. Su ideario económico pretendía preservar la prosperidad y el empleo que garantizan a la sociedad una “buena vida”. Cuestión aparte es si sus ideas garantizan esto, pero no cabe duda de que ese era, en el fondo, su único objetivo.
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