Imagen: El Confidencial |
No hace falta haber vivido una infancia difícil, coquetear con las drogas o haber frecuentado malas compañías para ser un trabajador sexual. Una encuesta desmiente algunos viejos tópicos
Héctor G. Barnés | El Confidencial, 2015-03-12
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-03-12/salud-y-educacion-los-sectores-que-sorprendentemente-llevan-a-la-prostitucion_721992/
Los discursos habituales sobre el mundo de la prostitución hacen que al hablar del perfil de los trabajadores sexuales, se piense instintivamente en infancias complicadas, abuso de sustancias, malas compañías, desórdenes mentales… Nada más lejos de la realidad, como pone de manifiesto una de las mayores macroencuestas sobre el mundo de la prostitución, que acaba de ser publicada por la Universidad de Leeds y financiada por Wellcome Trust y de la que se han hecho eco medios como The Independent.
Los trabajadores sexuales provienen, según los datos de la encuesta, del mundo de la salud, de la educación y de las organizaciones benéficas. En total, hasta el 70% de dichos trabajadores habían pasado por alguno de los tres sectores antes de dedicarse al sexo, afirma el estudio, que ha tenido en cuenta las respuestas de 240 participantes (198 mujeres, 28 hombres y 12 transexuales) que compartían no haber sido forzados a entrar en la industria sexual sino que lo habían hecho de forma voluntaria. A ellos les seguían aquellos que habían trabajado en tiendas, un 33,7% del total. Otros empleos previos eran el de coach vital o proveedores de comida en navíos mercantes.
¿Sorprendente? No lo es tanto cuando se descubre la razón que lleva a estas personas a decantarse por la prostitución: se trata de sectores mal pagados, donde la precarización está a la orden del día, pero vocacionales. Ello provoca que el trabajo sexual sea, en algunos casos, una forma de complementar un bajo salario. Es lo que explica una de las consultadas, que no podía pagar su hipoteca si tan sólo cobraba 50 libras al día por su trabajo en el Servicio Nacional de Salud británico.
Un artículo de The Guardian refleja el testimonio de esta trabajadora que se siente identificada con la encuesta: “Hacía seis turnos de 13 horas a la semana en un hospital para poder pagar mi hipoteca. Incluso trabajando tantas horas no podía mantenerme al día con los pagos y perdí mi casa. Decidí que quería una vida más fácil como trabajadora sexual y esto es lo que conseguí. En la NHS ganaba 50 libras al día, ahora obtengo 100 libras a la hora y trabajo de media 163 días al año”.
No sólo eso, sino que es un empleo psicológicamente menos exigente: “Como auxiliar de enfermería pasaba todo mi tiempo limpiando mierda y viendo a la gente morir”, explica. “Me levanté una mañana y decidí que quería una vida más sencilla, y es lo que conseguí. No entré en el trabajo sexual hasta que tenía 40 y muchos, pero ojalá hubiese empezado antes”. Un único testimonio no representa a todos los trabajadores, pero refleja bien la lógica que muchos de ellos han seguido al abandonar sus empleos.
Los universitarios, a la calle
No sólo los trabajadores del sexo británicos han pasado por sectores pocas veces asociados con la prostitución, sino que muchos gozan de una formación académica elevada. Más del 97% de ellos dispone del Certificado General de Educación Secundaria, un equivalente a haber aprobado la ESO en españa; el 38% una carrera (el llamado “undergraduate degree”) y hasta el 17% un título de postgraduado. Una división bastante semejante a la que puede presentar un análisis de la sociedad es su conjunto, y que desmiente la idea de que la prostitución esté vinculada necesariamente a un bajo nivel social y cultural.
Esta investigación coincide con otra financiada por el European Social Research Council que se realizará a mayor escala a partir de septiembre y que tiene como objetivo analizar la satisfacción, seguridad y condiciones laborales de los trabajadores del sexo. La mayor parte de ellos, recuerda la doctora Teela Sanders, que participa en ambas investigaciones, ya no deambulan por la calle ni habitan en burdeles o saunas, sino que se citan con sus clientes a través de internet, una herramienta que ha favorecido el anonimato para ambas partes implicadas.
El 14% manifiesta que siente estar siendo explotados, y sólo menos del 25% reconoce que se ve incapaz de abandonar dicho trabajo. Muchos de ellos ganaban menos de 1.000 libras (1.378 euros) al mes, algunos lo combinaban con otro empleo y tan sólo una pequeña minoría percibía más de 5.000 libras (6.891 euros). Hasta un 56% encuentra “gratificante” su trabajo, aunque el 71% reconoce el estigma asociado al mismo, que les lleva a ocultar su dedicación. El 91% manifestó que se trata de un trabajo altamente flexible.
Como cabe esperar, también tiene un marcado lado oscuro: el 47% de ellos habían sido víctimas de crímenes como el robo o la violación, y el 36% amenazado. Una de las participantes manifestaba que estaba soltera porque ningún hombre quiere salir con una prostituta; otra que un acosador le seguía desde hacía tiempo; una última expresaba que algunos de los problemas de dicha dedicación es “la violación, no ser capaz de enamorarse y las cosas que algunos hombres te piden para ganar mucho dinero”. Además, muchas lamentan la falta de comprensión por parte de la policía cuando necesitan su ayuda.
Los trabajadores sexuales provienen, según los datos de la encuesta, del mundo de la salud, de la educación y de las organizaciones benéficas. En total, hasta el 70% de dichos trabajadores habían pasado por alguno de los tres sectores antes de dedicarse al sexo, afirma el estudio, que ha tenido en cuenta las respuestas de 240 participantes (198 mujeres, 28 hombres y 12 transexuales) que compartían no haber sido forzados a entrar en la industria sexual sino que lo habían hecho de forma voluntaria. A ellos les seguían aquellos que habían trabajado en tiendas, un 33,7% del total. Otros empleos previos eran el de coach vital o proveedores de comida en navíos mercantes.
¿Sorprendente? No lo es tanto cuando se descubre la razón que lleva a estas personas a decantarse por la prostitución: se trata de sectores mal pagados, donde la precarización está a la orden del día, pero vocacionales. Ello provoca que el trabajo sexual sea, en algunos casos, una forma de complementar un bajo salario. Es lo que explica una de las consultadas, que no podía pagar su hipoteca si tan sólo cobraba 50 libras al día por su trabajo en el Servicio Nacional de Salud británico.
Un artículo de The Guardian refleja el testimonio de esta trabajadora que se siente identificada con la encuesta: “Hacía seis turnos de 13 horas a la semana en un hospital para poder pagar mi hipoteca. Incluso trabajando tantas horas no podía mantenerme al día con los pagos y perdí mi casa. Decidí que quería una vida más fácil como trabajadora sexual y esto es lo que conseguí. En la NHS ganaba 50 libras al día, ahora obtengo 100 libras a la hora y trabajo de media 163 días al año”.
No sólo eso, sino que es un empleo psicológicamente menos exigente: “Como auxiliar de enfermería pasaba todo mi tiempo limpiando mierda y viendo a la gente morir”, explica. “Me levanté una mañana y decidí que quería una vida más sencilla, y es lo que conseguí. No entré en el trabajo sexual hasta que tenía 40 y muchos, pero ojalá hubiese empezado antes”. Un único testimonio no representa a todos los trabajadores, pero refleja bien la lógica que muchos de ellos han seguido al abandonar sus empleos.
Los universitarios, a la calle
No sólo los trabajadores del sexo británicos han pasado por sectores pocas veces asociados con la prostitución, sino que muchos gozan de una formación académica elevada. Más del 97% de ellos dispone del Certificado General de Educación Secundaria, un equivalente a haber aprobado la ESO en españa; el 38% una carrera (el llamado “undergraduate degree”) y hasta el 17% un título de postgraduado. Una división bastante semejante a la que puede presentar un análisis de la sociedad es su conjunto, y que desmiente la idea de que la prostitución esté vinculada necesariamente a un bajo nivel social y cultural.
Esta investigación coincide con otra financiada por el European Social Research Council que se realizará a mayor escala a partir de septiembre y que tiene como objetivo analizar la satisfacción, seguridad y condiciones laborales de los trabajadores del sexo. La mayor parte de ellos, recuerda la doctora Teela Sanders, que participa en ambas investigaciones, ya no deambulan por la calle ni habitan en burdeles o saunas, sino que se citan con sus clientes a través de internet, una herramienta que ha favorecido el anonimato para ambas partes implicadas.
El 14% manifiesta que siente estar siendo explotados, y sólo menos del 25% reconoce que se ve incapaz de abandonar dicho trabajo. Muchos de ellos ganaban menos de 1.000 libras (1.378 euros) al mes, algunos lo combinaban con otro empleo y tan sólo una pequeña minoría percibía más de 5.000 libras (6.891 euros). Hasta un 56% encuentra “gratificante” su trabajo, aunque el 71% reconoce el estigma asociado al mismo, que les lleva a ocultar su dedicación. El 91% manifestó que se trata de un trabajo altamente flexible.
Como cabe esperar, también tiene un marcado lado oscuro: el 47% de ellos habían sido víctimas de crímenes como el robo o la violación, y el 36% amenazado. Una de las participantes manifestaba que estaba soltera porque ningún hombre quiere salir con una prostituta; otra que un acosador le seguía desde hacía tiempo; una última expresaba que algunos de los problemas de dicha dedicación es “la violación, no ser capaz de enamorarse y las cosas que algunos hombres te piden para ganar mucho dinero”. Además, muchas lamentan la falta de comprensión por parte de la policía cuando necesitan su ayuda.
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