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Eduardo Nabal | Zoozobra, 2015-03-28
http://zoozobra.com/entrevista-a-josue-gonzalez-perez-activista-lgtbi-y-de-izquierdas/
El activista feminista y LGTBI, el joven Josué González (@unvirusqueer), nos transmite su visión de la política madrileña y nacional. “Muchas nos hemos visto obligadas a invertir nuestras fuerzas en la construcción de otros espacios, para lograr, en efecto, procesos de convergencia que no se agotan en las elecciones de mayo”
Eres un canario asentado en Madrid. ¿La región ha recortado tu pluma o sabes cómo sortear ese tipo de recortes? ¿Qué te da más quebraderos de cabeza la universidad o tu militancia política y activista? ¿Y más alegrías?
Me gusta eso de “ha recortado tu pluma”. Sí, es la idea de que, en estos momentos, las personas LGTBI (Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales e Intersex) ocupamos posiciones de vulnerabilidad frente a los recortes ejecutados, más que por la “región”, por aquellos que velan por los intereses de los que mandan, de los que ganan sin presentarse a las elecciones. Por aquellos a los que Esperanza Aguirre les parece una tía “cojonuda”. Esa señora ha activado la fuerza de la gente, desde el momento en el que decide encargarse de expoliar todo lo público. Incluida esa universidad que tan disputada se encuentra hoy por miles de estudiantes que se movilizan contra el 3 más 2, que no es sino otra vuelta de tuerca más a la idea que manejan algunos de que la educación universitaria debe ser otro nicho de mercado y con ello destrozar los sueños de todas aquellas que pretendemos continuar nuestros estudios. ¿Alegrías? La más grande: que somos capaces de señalar a los culpables de esta situación. Si así no fuese, sí que tendría, como mínimo, muchos quebraderos de cabeza.
Las que mantenemos luchas también contra el sistema heteropatriarcal y no estamos ahora en ningún partido, nos tememos una experiencia bastante desagradable y ya vivida: que se nos repite que lo nuestro “no es prioritaria” Historias que se repiten, agudizadas por la llamada “crisis”.
Este temor lo hemos tenido todas, pero ya el miedo ha cambiado de bando en un sentido estricto. Ante una crisis de régimen como la actual, donde sus cimientos son puestos en cuestión por un amplio sector de la población, no podemos desaprovechar la oportunidad que nos permita disputar que ese sujeto político de ruptura no se muestre opaco ante las luchas feministas y LGTBI. Eso se podrá elaborar desde la forma “partido”, instrumental por ejemplo, o a través de los movimientos sociales porque, en ningún caso, una parte tiene que solapar a la otra cuando se pueden mantener dinámicas políticas, productivamente conflictivas y tensionadas, entre ambas en aras de una radicalización de la democracia.
Eres un canario asentado en Madrid. ¿La región ha recortado tu pluma o sabes cómo sortear ese tipo de recortes? ¿Qué te da más quebraderos de cabeza la universidad o tu militancia política y activista? ¿Y más alegrías?
Me gusta eso de “ha recortado tu pluma”. Sí, es la idea de que, en estos momentos, las personas LGTBI (Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales e Intersex) ocupamos posiciones de vulnerabilidad frente a los recortes ejecutados, más que por la “región”, por aquellos que velan por los intereses de los que mandan, de los que ganan sin presentarse a las elecciones. Por aquellos a los que Esperanza Aguirre les parece una tía “cojonuda”. Esa señora ha activado la fuerza de la gente, desde el momento en el que decide encargarse de expoliar todo lo público. Incluida esa universidad que tan disputada se encuentra hoy por miles de estudiantes que se movilizan contra el 3 más 2, que no es sino otra vuelta de tuerca más a la idea que manejan algunos de que la educación universitaria debe ser otro nicho de mercado y con ello destrozar los sueños de todas aquellas que pretendemos continuar nuestros estudios. ¿Alegrías? La más grande: que somos capaces de señalar a los culpables de esta situación. Si así no fuese, sí que tendría, como mínimo, muchos quebraderos de cabeza.
Las que mantenemos luchas también contra el sistema heteropatriarcal y no estamos ahora en ningún partido, nos tememos una experiencia bastante desagradable y ya vivida: que se nos repite que lo nuestro “no es prioritaria” Historias que se repiten, agudizadas por la llamada “crisis”.
Este temor lo hemos tenido todas, pero ya el miedo ha cambiado de bando en un sentido estricto. Ante una crisis de régimen como la actual, donde sus cimientos son puestos en cuestión por un amplio sector de la población, no podemos desaprovechar la oportunidad que nos permita disputar que ese sujeto político de ruptura no se muestre opaco ante las luchas feministas y LGTBI. Eso se podrá elaborar desde la forma “partido”, instrumental por ejemplo, o a través de los movimientos sociales porque, en ningún caso, una parte tiene que solapar a la otra cuando se pueden mantener dinámicas políticas, productivamente conflictivas y tensionadas, entre ambas en aras de una radicalización de la democracia.
El movimiento feminista, o mejor dicho los movimientos feministas, se queda estupefacto ante el gobierno varonil en Grecia. Claro está esto no es extrapolable aquí, sobre todo cuando en las organizaciones que apuestan por la ruptura democrática se empieza a trabajar por fin cuestiones de género y sexualidades, con bastantes mujeres ¿Crees que eso ocurre únicamente gracias a las propias mujeres o gente LGTBI que participan en esos espacios?
Es evidente que sí. La relación entre movimientos feministas y partidos políticos rupturistas siempre ha sido muy parecida a la de un “matrimonio infeliz”. Y quizás es deseable que así siga siendo. Con esto quiero decir que siempre será necesario que los movimientos mantengan una autonomía propia frente a los procesos más institucionales, porque no sería deseable que se suspenda un conflicto político productivo que, a ser posible, no destruya las condiciones políticas para el diálogo y la confluencia, pero igual de indeseable sería un orden donde lo institucional no pinte nada. Esto, por un lado, permite sostener las medidas impulsadas desde la institución, en un terreno complejo, pero, por otro lado, desbloquea la posibilidad de impulsar otras que se encuentren ausentes en las prioridades políticas de los partidos que pretenden representarlos o que se sienten representados en su actividad democrática en el asfalto. Dentro de los partidos como tal, existen grandes resistencias a que lo nuestro no sea relegado a “meras mariconadas” o a “cosas secundarias” pero también es cierto que tenemos a grandes aliadas cuyo trabajo y cuya lucha han agrietado esa falacia desde dentro y redefiniendo la política desde una posición feminista, explícita o no, como es el caso de María Espinosa (CxM), Beatriz Galiana (CxM), Beatriz Gimeno (Podemos), Ada Colau (BcnEnComú), Lara Hernández (IU) o la propia Tania Sánchez, sobre la cual han recaído todo tipo de tópicos machistas, empezando por considerarla una mera “herramienta” de su pareja, como si no tuviera existencia política propia, como si ya no se hubiera construido “esa habitación propia”.
Es evidente que sí. La relación entre movimientos feministas y partidos políticos rupturistas siempre ha sido muy parecida a la de un “matrimonio infeliz”. Y quizás es deseable que así siga siendo. Con esto quiero decir que siempre será necesario que los movimientos mantengan una autonomía propia frente a los procesos más institucionales, porque no sería deseable que se suspenda un conflicto político productivo que, a ser posible, no destruya las condiciones políticas para el diálogo y la confluencia, pero igual de indeseable sería un orden donde lo institucional no pinte nada. Esto, por un lado, permite sostener las medidas impulsadas desde la institución, en un terreno complejo, pero, por otro lado, desbloquea la posibilidad de impulsar otras que se encuentren ausentes en las prioridades políticas de los partidos que pretenden representarlos o que se sienten representados en su actividad democrática en el asfalto. Dentro de los partidos como tal, existen grandes resistencias a que lo nuestro no sea relegado a “meras mariconadas” o a “cosas secundarias” pero también es cierto que tenemos a grandes aliadas cuyo trabajo y cuya lucha han agrietado esa falacia desde dentro y redefiniendo la política desde una posición feminista, explícita o no, como es el caso de María Espinosa (CxM), Beatriz Galiana (CxM), Beatriz Gimeno (Podemos), Ada Colau (BcnEnComú), Lara Hernández (IU) o la propia Tania Sánchez, sobre la cual han recaído todo tipo de tópicos machistas, empezando por considerarla una mera “herramienta” de su pareja, como si no tuviera existencia política propia, como si ya no se hubiera construido “esa habitación propia”.
Hablemos un poco de Podemos. Lo han atacado por todas partes de las formas más viles posibles, aunque también ha captado mucho descontento. Pero yo lo que me temo es que no puedan cumplir sus promesas, es decir, coacciones desde fuera como los griegos que se traducen en concesiones.
Cuando en un determinado momento, en la sociedad, existen una serie de demandas insatisfechas, que no son reconocidas por las instituciones, nos encontramos ante las condiciones de posibilidad de emergencia de populismos que pretenden construir un sujeto político, denominado “pueblo”, que puede fijarse contra una mafia que nos expropia e insulta o contra los inmigrantes, las feministas, los sindicatos o las personas LGTBI. En Francia ha sucedido esto último con Marie Le Pen, mientras Podemos, en nuestro país, ha logrado que eso no sea así, que ese hueco no lo dispute una fuerza política de “extrema” derecha. Por eso mismo surgen los ataques ya que lo que esperan los de arriba no es que el pueblo cuente en tanto que sujeto político que pide el respeto que estos no están dispuestos a concederle. Lógicamente no es suficiente, de ahí el affaire por la convergencia. Sobre todo porque, como bien dices, en el marco de la Unión Europea no nos lo van a poner sencillo y el primer síntoma de ello es la demonización que ha sufrido Syriza en los medios de comunicación y que sigue presente aunque desde el gobierno griego se hayan impulsado una serie de medidas que han abierto la brecha de la esperanza. Esto último se refleja en las últimas encuestas donde se sigue manteniendo como primera fuerza política y continúa creciendo.
En mi corta experiencia en un trabajo en una fábrica la homofobia era tan brutal que si hubiera dicho que era gay -y lo hice- no me hubieran creído. ¿Crees que hay sitios a donde los avances no han llegado y tardarán mucho en llegar o depende de cada caso?
Llevábamos una racha donde lo LGTB se pensaba desconectado de otros ámbitos de la sociedad, como es el caso del trabajo, y eso ha sido un error que vamos paulatinamente subsanando. Me parece positiva la actividad política que numerosas organizaciones LGTBI llevan a cabo con los sindicatos o que existan áreas LGTBI en las fuerzas sindicales mismas, como en CCOO-sindicato al que pertenezco-, porque también la aversión contra nosotras juega un importante papel en las relaciones laborales. Últimamente se están denunciando casos de homofobia en importantes empresas como SuperSol o Burguer King o de acoso sexual como en Mercadona y esos sucesos invitan a reconsiderar la forma en la que la homofobia puede ser un instrumento de domesticación dentro de las empresas para aceptar determinadas condiciones laborales bajo el miedo al despido por “maricón”. En este ámbito, en el mundo del trabajo remunerado, no puede darse una lucha eficaz contra el sexismo y la LGTBfobia (fobia a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) si no se derogan las reformas laborales, impulsadas por el PP y el PSOE, que cierran la puerta a la democracia en las empresas.
Parece que el PSOE está más cerca de pactar con el PP que de permitir que gane Podemos. Eso es triste pero parece cada vez más evidente. Pero ¿cómo enfrentar el reto de ser otro país que no sigue los dictados de la Troika?
Sobre todo es triste para muchas personas simpatizantes del PSOE, que se sienten engañadas porque no comulgan con los pactos que este realiza con el PP, tanto de forma visible como de forma más sibilina -como el caso del TTIP o de la reforma del artículo 135 de la Constitución Española-. Son personas inteligentes y muchas de ellas no han dudado en mostrar, desde aquí, su apoyo a Syriza. Eso demuestra que la política tiene un barniz de laicidad ante las siglas y que algunas del PSOE, paradójicamente, han aprehendido antes que otras situadas en círculos de una izquierda más clara y rupturista.
Respecto al reto, que lo es, de recuperar la democracia frente a la Troika, lo que hay que tener claro, antes que cualquier otra cosa, es que la economía de mercado no puede estar por encima de la voluntad general. Partiendo de esa posición, que no es otra que la que asumiría cualquier demócrata, nos situamos en un marco donde la negociación es diferente a la que mantiene Rajoy hasta el momento, si es que se puede llamar “negociación” en vez de “sumisión”. El ejercicio de inversión de las relaciones de poder en Europa que ha sido impulsado ya desde el triunfo de Syriza, debe seguir imitado por los paises del sur, en alianza fraternal, sustituyendo unas políticas que no convencen a nadie por otras que numerosos organismos consideran factibles y necesarias: de sentido común.
Dicho eso, continuamos hablando del Gamonal y del “si se puede”. Pero cuenta un triunfo por veinte derrotas frente al caciquismo neoliberal. Con la Ley Mordaza ya aprobada por el Senado ¿van a conseguir callarnos?
Diría que la llamada “ley mordaza” no es una demanda social. ¿Hemos visto masas enfurecidas de gente solicitando que se multen a quienes ocupan una sucursal bancaria para exigir lo que les ha sido robado? Es evidente que no. Esta ley es una respuesta de las élites a numerosas prácticas políticas, abanderadas sobre todo por el 15M, que han quebrado el violento consenso que alentaba a que todo siguiera igual, que nos invitaba digerir toda una serie de atropellos contra la democracia y contra nuestra dignidad. Sin embargo, la existencia de una compleja red de agentes políticos que han mostrado su oposición a la norma, ya advierte que el silencio no va imperar, que lo que debe ser silenciado son aquellos dictados de una Troika a la que nunca le concedimos el derecho de ejecutar determinadas políticas que nos arruinan una vida que solo se disfruta una vez.
Has dado tus pasos también en el mundo académico. Por mi parte, he visto claros enfrentamientos, o no tan claros, entre gente como Celia Amorós e Itziar Ziga. Parece que hay mucho desencanto y pocas ganas de entendimiento entre lo antiguo y lo nuevo, simplificando. Pero hay un problema generacional real porque lo queer, en estos tiempos, ha dejado de ser solo teoría para convertirse en experiencias nuevas y en ocasiones nada agradables.
Creo que sé a lo que refieres. Es un tema complejo y quizás ahondar en ello convertiría esta entrevista en algo demasiado cerrado, ya que son cuestiones que no son vox populi. A mi juicio, desde un sector del feminismo se mantiene la idea de que existe una jerarquía entre hombres y mujeres y que se conserva a través de prácticas violentas como el feminicidio que nos deja más de sesenta muertas al año en nuestro país. Por otro lado, hay otras voces que, sin negar lo anterior, también cuestionan ese binarismo que nos encasilla, de forma coercitiva, en “hombres” y “mujeres”, siempre heterosexuales, y que eso limita nuestro desarrollo humano. Dicho esto, no necesariamente debe existir un desencuentro entre ambas posturas que cierre cualquier posibilidad de diálogo y traducción, sobre todo cuando seguramente ambas partes aceptan que los principios, de libertad e igualdad, que alientan la emancipación de las mujeres y de todos los seres humanos siguen vigentes porque jamás se han realizado de una forma radical. Digamos, que podría darse una tensión entre ambas partes con un resultado productivo donde podamos aprovechar lo “mejor de cada casa”.
Para Sayak Valencia, escritora mexicana, no solo el capitalismo es gore si no que la izquierda debe abandonar su machismo y su homofobia y una visión tradicionalista del trabajo productivo que invisibiliza por ejemplo a las amas de casa, a las migrantes etc. ¿Qué opinas de la economía feminista en estos tiempos?
No sólo Sayak, a la que conozco poco, sino también muchas otras como Amaia Pérez Orozco, Bibiana Meldialdea, Cristina Carrasco, Yayo Herrero o Justa Montero han puesto su granito de arena para desplazar las fronteras de lo político, situando el trabajo de cuidados, lo que no se ve pero que “mueve el mundo”, en la arena de lo público, exigiendo su reconocimiento y visibilizando su importancia para sostener todo un aparato productivo que desprecia las necesidades de la vida. Los ritmos histéricos de un sistema económico, que no respeta los límites de la naturaleza o que promueve el eslogan de que somos “invulnerables”, sólo son posibles si existe una parte de la población que -de forma gratuita, sin derechos y parece que de forma “natural”-se encarga de ello. Por eso las consignas feministas de “nosotras movemos el mundo” porque nuestra sociedad adjudica a las mujeres el papel de cuidar de todo aquello que es necesario pero que no genera el beneficio inmediato que profesa el neoliberalismo, como el cuidado de las personas mayores. La economía feminista aquí nos invita a pensar la ruptura admitiendo las limitaciones del medio natural pero también aceptando nuestra interdependencia natural, es decir, que todas necesitamos cuidados y que todas somos capaces de ofrecerlos. Esto último implica un desafío en aras de un modelo desarrollo que apueste por el “buen vivir”, en un sentido amplio y controvertido, en lugar del viejo y agotado “modelo del ladrillo” y de la “espe”-culación que tanto ha llenado las colas del INEM de la Comunidad de Madrid y de toda España.
Cuando en un determinado momento, en la sociedad, existen una serie de demandas insatisfechas, que no son reconocidas por las instituciones, nos encontramos ante las condiciones de posibilidad de emergencia de populismos que pretenden construir un sujeto político, denominado “pueblo”, que puede fijarse contra una mafia que nos expropia e insulta o contra los inmigrantes, las feministas, los sindicatos o las personas LGTBI. En Francia ha sucedido esto último con Marie Le Pen, mientras Podemos, en nuestro país, ha logrado que eso no sea así, que ese hueco no lo dispute una fuerza política de “extrema” derecha. Por eso mismo surgen los ataques ya que lo que esperan los de arriba no es que el pueblo cuente en tanto que sujeto político que pide el respeto que estos no están dispuestos a concederle. Lógicamente no es suficiente, de ahí el affaire por la convergencia. Sobre todo porque, como bien dices, en el marco de la Unión Europea no nos lo van a poner sencillo y el primer síntoma de ello es la demonización que ha sufrido Syriza en los medios de comunicación y que sigue presente aunque desde el gobierno griego se hayan impulsado una serie de medidas que han abierto la brecha de la esperanza. Esto último se refleja en las últimas encuestas donde se sigue manteniendo como primera fuerza política y continúa creciendo.
En mi corta experiencia en un trabajo en una fábrica la homofobia era tan brutal que si hubiera dicho que era gay -y lo hice- no me hubieran creído. ¿Crees que hay sitios a donde los avances no han llegado y tardarán mucho en llegar o depende de cada caso?
Llevábamos una racha donde lo LGTB se pensaba desconectado de otros ámbitos de la sociedad, como es el caso del trabajo, y eso ha sido un error que vamos paulatinamente subsanando. Me parece positiva la actividad política que numerosas organizaciones LGTBI llevan a cabo con los sindicatos o que existan áreas LGTBI en las fuerzas sindicales mismas, como en CCOO-sindicato al que pertenezco-, porque también la aversión contra nosotras juega un importante papel en las relaciones laborales. Últimamente se están denunciando casos de homofobia en importantes empresas como SuperSol o Burguer King o de acoso sexual como en Mercadona y esos sucesos invitan a reconsiderar la forma en la que la homofobia puede ser un instrumento de domesticación dentro de las empresas para aceptar determinadas condiciones laborales bajo el miedo al despido por “maricón”. En este ámbito, en el mundo del trabajo remunerado, no puede darse una lucha eficaz contra el sexismo y la LGTBfobia (fobia a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) si no se derogan las reformas laborales, impulsadas por el PP y el PSOE, que cierran la puerta a la democracia en las empresas.
Parece que el PSOE está más cerca de pactar con el PP que de permitir que gane Podemos. Eso es triste pero parece cada vez más evidente. Pero ¿cómo enfrentar el reto de ser otro país que no sigue los dictados de la Troika?
Sobre todo es triste para muchas personas simpatizantes del PSOE, que se sienten engañadas porque no comulgan con los pactos que este realiza con el PP, tanto de forma visible como de forma más sibilina -como el caso del TTIP o de la reforma del artículo 135 de la Constitución Española-. Son personas inteligentes y muchas de ellas no han dudado en mostrar, desde aquí, su apoyo a Syriza. Eso demuestra que la política tiene un barniz de laicidad ante las siglas y que algunas del PSOE, paradójicamente, han aprehendido antes que otras situadas en círculos de una izquierda más clara y rupturista.
Respecto al reto, que lo es, de recuperar la democracia frente a la Troika, lo que hay que tener claro, antes que cualquier otra cosa, es que la economía de mercado no puede estar por encima de la voluntad general. Partiendo de esa posición, que no es otra que la que asumiría cualquier demócrata, nos situamos en un marco donde la negociación es diferente a la que mantiene Rajoy hasta el momento, si es que se puede llamar “negociación” en vez de “sumisión”. El ejercicio de inversión de las relaciones de poder en Europa que ha sido impulsado ya desde el triunfo de Syriza, debe seguir imitado por los paises del sur, en alianza fraternal, sustituyendo unas políticas que no convencen a nadie por otras que numerosos organismos consideran factibles y necesarias: de sentido común.
Dicho eso, continuamos hablando del Gamonal y del “si se puede”. Pero cuenta un triunfo por veinte derrotas frente al caciquismo neoliberal. Con la Ley Mordaza ya aprobada por el Senado ¿van a conseguir callarnos?
Diría que la llamada “ley mordaza” no es una demanda social. ¿Hemos visto masas enfurecidas de gente solicitando que se multen a quienes ocupan una sucursal bancaria para exigir lo que les ha sido robado? Es evidente que no. Esta ley es una respuesta de las élites a numerosas prácticas políticas, abanderadas sobre todo por el 15M, que han quebrado el violento consenso que alentaba a que todo siguiera igual, que nos invitaba digerir toda una serie de atropellos contra la democracia y contra nuestra dignidad. Sin embargo, la existencia de una compleja red de agentes políticos que han mostrado su oposición a la norma, ya advierte que el silencio no va imperar, que lo que debe ser silenciado son aquellos dictados de una Troika a la que nunca le concedimos el derecho de ejecutar determinadas políticas que nos arruinan una vida que solo se disfruta una vez.
Has dado tus pasos también en el mundo académico. Por mi parte, he visto claros enfrentamientos, o no tan claros, entre gente como Celia Amorós e Itziar Ziga. Parece que hay mucho desencanto y pocas ganas de entendimiento entre lo antiguo y lo nuevo, simplificando. Pero hay un problema generacional real porque lo queer, en estos tiempos, ha dejado de ser solo teoría para convertirse en experiencias nuevas y en ocasiones nada agradables.
Creo que sé a lo que refieres. Es un tema complejo y quizás ahondar en ello convertiría esta entrevista en algo demasiado cerrado, ya que son cuestiones que no son vox populi. A mi juicio, desde un sector del feminismo se mantiene la idea de que existe una jerarquía entre hombres y mujeres y que se conserva a través de prácticas violentas como el feminicidio que nos deja más de sesenta muertas al año en nuestro país. Por otro lado, hay otras voces que, sin negar lo anterior, también cuestionan ese binarismo que nos encasilla, de forma coercitiva, en “hombres” y “mujeres”, siempre heterosexuales, y que eso limita nuestro desarrollo humano. Dicho esto, no necesariamente debe existir un desencuentro entre ambas posturas que cierre cualquier posibilidad de diálogo y traducción, sobre todo cuando seguramente ambas partes aceptan que los principios, de libertad e igualdad, que alientan la emancipación de las mujeres y de todos los seres humanos siguen vigentes porque jamás se han realizado de una forma radical. Digamos, que podría darse una tensión entre ambas partes con un resultado productivo donde podamos aprovechar lo “mejor de cada casa”.
Para Sayak Valencia, escritora mexicana, no solo el capitalismo es gore si no que la izquierda debe abandonar su machismo y su homofobia y una visión tradicionalista del trabajo productivo que invisibiliza por ejemplo a las amas de casa, a las migrantes etc. ¿Qué opinas de la economía feminista en estos tiempos?
No sólo Sayak, a la que conozco poco, sino también muchas otras como Amaia Pérez Orozco, Bibiana Meldialdea, Cristina Carrasco, Yayo Herrero o Justa Montero han puesto su granito de arena para desplazar las fronteras de lo político, situando el trabajo de cuidados, lo que no se ve pero que “mueve el mundo”, en la arena de lo público, exigiendo su reconocimiento y visibilizando su importancia para sostener todo un aparato productivo que desprecia las necesidades de la vida. Los ritmos histéricos de un sistema económico, que no respeta los límites de la naturaleza o que promueve el eslogan de que somos “invulnerables”, sólo son posibles si existe una parte de la población que -de forma gratuita, sin derechos y parece que de forma “natural”-se encarga de ello. Por eso las consignas feministas de “nosotras movemos el mundo” porque nuestra sociedad adjudica a las mujeres el papel de cuidar de todo aquello que es necesario pero que no genera el beneficio inmediato que profesa el neoliberalismo, como el cuidado de las personas mayores. La economía feminista aquí nos invita a pensar la ruptura admitiendo las limitaciones del medio natural pero también aceptando nuestra interdependencia natural, es decir, que todas necesitamos cuidados y que todas somos capaces de ofrecerlos. Esto último implica un desafío en aras de un modelo desarrollo que apueste por el “buen vivir”, en un sentido amplio y controvertido, en lugar del viejo y agotado “modelo del ladrillo” y de la “espe”-culación que tanto ha llenado las colas del INEM de la Comunidad de Madrid y de toda España.
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