viernes, 12 de mayo de 2017

#hemeroteca #fundamentalismos | El mundo prohibido de Irán

Imagen: Público
El mundo prohibido de Irán.
La ciudadanía iraní encuentra grietas con las que esquivar las restrictivas leyes del régimen de los ayatolás.
Marta Saiz | Público, 2017-05-12
http://www.publico.es/internacional/mundo-prohibido-iran.html

En 1979, año de la Revolución Islámica en Irán, el ayatolá Ruholá Jomeini regresó de su exilio en Francia tras la salida del Sha. Su intención y posterior logro fue la fundación de la Primera República Islámica de Irán. Desde entonces, la ley que rige la vida y la política del país es la Sharia, bajo una interpretación única y restrictiva del Corán en su visión chií del Islam.

Para hacer respetar la Sharia, existen patrullas de Guardia Revolucionaria o policía moral, que vigilan a la ciudadanía en las calles de todo el país. Pero, ¿quién controla la privacidad de cada hogar?

Hassad vive en Teherán, a media hora en taxi del Aeropuerto Internacional Imam Jomeini, nombre que comparten las plazas, las calles y las mezquitas más importantes de la Antigua Persia. Hassad lleva más de cinco años alojando a personas extranjeras en su casa. Aunque por ley está prohibido, él alega que nunca ha tenido ningún problema con las autoridades. “Es un secreto a voces, pero el Gobierno hace oídos sordos. Y así, con todo”.

El joven es comercial y viaja frecuentemente a Europa. Su conocimiento de idiomas le permite interactuar con personas de todo el mundo. “La única condición que pongo es que los turistas reserven en un hotel falso, para dar otra dirección a la hora de hacer el visado”. Por lo demás, el joven admite que, de puertas para adentro, su hogar es un espacio de libertad donde, por ejemplo, “las mujeres no tienen que ir veladas”.

Una pequeña bodega clandestina
La casa de Hassad se encuentra en un tercer piso. El salón grandioso, cubierto de alfombras, esconde figuras de medio mundo. Al fondo, un mueble y una fotografía antigua de sus padres. A la derecha de la entrada, en la habitación de huéspedes, una imagen del ayatolá Hosein Alí Montazerí, sucesor designado por Jomeini que fue destituido tras denunciar y criticar el “intento de imponer la dictadura en nombre del Islam”. El teócrata, que falleció en 2009, representa una figura importante en la oposición al actual régimen.

La habitación de Hassad tiene un baño en el que guarda ocho garrafas de plástico que contienen un líquido de color burdeos. “Os presento mi humilde bodega”. La ley musulmana prohíbe el consumo y la venta de alcohol, pero en Irán son prácticas muy comunes. “Adquirir el vino en el mercado negro es muy caro. Compramos las uvas en los mercados y las maceramos en casa”, confiesa el joven.

El vino es una parte muy importante de la cultura iraní. No sólo en lo relacionado al Imperio Persa, sino también a la literatura. De hecho, este caldo cobra una importancia representativa en las obras del famoso poeta Hafez. Además, durante varias décadas el vino de la provincia de Shiraz, al suroeste del país, tuvo la reputación de ser el caldo más fino del mundo.

Aunque hay historias antiguas que relacionan la denominación Shiraz y la provincia iraní, no existe ningún tipo de vínculo, y menos en la actualidad. Hasta tal punto ha llegado la obsesión del Gobierno por esta bebida, que ha prohibido la palabra vino de todas las publicaciones, pues supone un “ataque cultural occidental”.

Hassad cuenta que, más de una vez, algún vecino le ha denunciado por mantener reuniones mixtas con alcohol. “Es tan fácil como pagar una ‘multa’ en el momento que llega la patrulla. Ellos se van, nos piden silencio y continuamos con la fiesta”.

Prohibiciones más allá de la lujuria y la diversión
En Shiraz, la ciudad de los poetas y las flores, vive Shirin, diseñadora textil. La joven pasea en busca de una peluquería para mujeres. Es complicado encontrar una a simple vista y todas las que hay son exclusivamente para hombres. “Las mujeres tenemos que ir siempre con el cabello tapado. Es lógico que no encontremos ninguna peluquería en las calles de Irán”, dice la diseñadora. El subsuelo es una ubicación ideal.

Al norte de la ciudad, Shirin cruza la calle principal, “donde no hay turistas”. Lejos de los bazares y los puestos de zumos, una hilera de grandes marcas y copias de moda occidental inundan los escaparates. La diseñadora entra en un local y baja unas escaleras. Al fondo, una cortina de terciopelo rojo transporta a sus clientas a otra realidad.

El olor a laca embriaga el salón de belleza más famoso de toda la ciudad. Mujeres sin velo, en ropa interior, hablando y riendo con sus manos extendidas; mientras el ruido de los secadores es la banda sonora de un espacio de libertad custodiado, al otro lado de la calle, por una patrulla femenina de la Guardia de la Revolución. Éstas vigilan que a la salida todas las mujeres vayan bien tapadas.

A muy pocos metros del salón de belleza, Shirin señala dos coches aparcados uno al lado del otro. Como la ley prohíbe que dos personas de distinto sexo intercambien miradas o hablen en privado, para conocerse, acuden a la calle de las citas. “Si se gustan, se intercambian el teléfono a través de los cristales y ya pueden quedar para ir a una fiesta privada o tener una cita en un bar clandestino”, afirma la diseñadora.

El sistema de quedada entre la población iraní, que quiere alejarse de las normas impuestas y no casarse por tratos familiares, es internet y sus redes sociales. A pesar de la vigilancia y la restricción a ciertas direcciones, la ciudadanía usa Facebook, Twitter ─ambas restringidas desde 2009─, Telegram o WhatsApp, gracias a la Red Privada Virtual o VPN, que logra desenmascarar y desbloquear páginas y sitios web prohibidos por el régimen.

El Gobierno, que no desiste en su intento de controlar, puso en marcha la Red Nacional de Información o Halal Internet, una especie de intranet controlada por las autoridades para proteger la “moral” iraní. Reporteros Sin Fronteras denuncia que desde la puesta en marcha de esta red, se han cerrado varias web y se han detenido a varias personas.

“En este mundo interconectado es muy difícil que el Gobierno consiga que nos alejemos de las redes sociales y de la información que ofrece internet”, comenta Mohammad mientras come su sopa Ash Reshteh del Abbasi hotel en Isfahán, a 340 kilómetros al sur de Teherán. Mohammad estudia inglés en una academia de la ciudad. Vive en las afueras, pero eso no le impide quedar una vez por semana con su amiga Masha. Ambos hablan en inglés para no perder la práctica. “Si las autoridades nos vieran juntos, seguro que nos pondrían una buena multa”, ríe.

Masha se une a la conversación. Esta joven profesora de danza también habla sobre la existencia de fiestas ‘ilegales’. “Gracias a ellas me doy a conocer. Mi profesión está prohibida”. Estas reuniones privadas representan un alivio para las personas como Masha y Mohammad. “Por ejemplo, a mí me gusta vestir con camisa rosa y sólo puedo hacerlo cuando voy a una fiesta, ya que la policía puede detenerme por tendencias homosexuales”, confiesa el joven.

“Se obsesionan con proclamar que aquí no existe la homosexualidad, pero mientras que redes sociales como Tinder están bloqueadas, la versión gay, Grindr, se puede utilizar sin VPN”, afirma Masha. Y esta contradicción no se queda sólo aquí, ya que mientras la homosexualidad es castigada, la transexualidad está permitida y las operaciones de estética son financiadas por el Estado.

Finalizada la velada, Mohammad se va a casa y Masha coge un taxi. La joven vive con su familia, que la espera para tomar un té antes de dormir. Masha y su familia también acogen turistas desde hace más de tres años, cuando su hermano Hosein se registró en la red ‘couchsurfing’. El padre de Masha enciende la televisión. La BBC persa habla de las noticias del día que no aparecen en los canales tradicionales, controlados por el Gobierno. Esta televisión por satélite también está prohibida en la República Islámica de Irán.

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