martes, 30 de mayo de 2017

#hemeroteca #moda | El nacimiento de una subcultura de la moda: ‘los palomos’

Imagen: El País / La 'troupe' Palomo Spain
El nacimiento de una subcultura de la moda: ‘los palomos’.
El diseñador Alejandro Gómez Palomo (24 años) ha revolucionado la moda española apoyando un pie en lo que parece el futuro y otro en la más folclórica tradición patria.
Xavi Sancho | Icon, El País, 2017-05-30
http://elpais.com/elpais/2017/05/29/icon/1496056021_437841.html

“Tengo unos conocidos ingenieros que viven y trabajan en Madrid. Ella está muy metida en la moda. Ayer me comentó que alguien de este mundo, alguien que había incluso trabajado con Modesto Lomba, empezó a hablarle de Alejandro. Le dijo que Palomo está llegando tan lejos porque tiene gente muy potente detrás que le está llevando hacia arriba. ‘Mira, esto no es exactamente así’, le respondió. Y como esta, mil”.

Quien dice esto es Norberto, padre de Alejandro Gómez Palomo, la gran esperanza de la moda española, el ruido más bello que ha hecho este negocio en este país en muchos años. Norberto es un señor encantador que trabaja de ingeniero en Posadas, Córdoba. Junto a su esposa, Manoli, apostó por ayudar a que su hijo único lograra cumplir ese sueño de ser diseñador de moda. Han puesto dinero (suyo y de algún banco), tiempo, esfuerzo y, sobre todo, mucho cariño. “A veces, hemos puesto hasta el ‘catering’”, bromea la madre. “En el primer desfile la comida la hicimos nosotros. Preparé salmorejo y humus y su padre cortó el jamón. A todas las presentaciones han venido un montón de amigos y familia que nos ayudan a sacar las cosas adelante. No somos ricos y este es un mundo de ricos”, lamenta Manoli.

Estamos en un camerino de unos estudios de fotografía en Madrid donde se está disparando una sesión para Icon en la que la ‘troupe’ Palomo será retratada vistiendo las creaciones del fenómeno y las de Burberry, la marca británica por excelencia y uno de los primigenios referentes del diseñador cordobés, que se formó en la Central St. Martins de Londres y cuya primera colección presentada en público tenía mucho de anglofilia unisex. Se titulaba Orlando y, como confesará más tarde el mismo Palomo, durante su confección había en la pared de su taller en Posadas “fotos de Tilda Swinton en la versión cinematográfica de la peli, de cuando es chico y de cuando es chica. Imágenes de Bowie y Jagger, mucho ‘underground’ inglés, que es lo que me molaba entonces. Por eso, para mí participar en esto con Burberry es un enorme honor”.

“Alejandro quería estudiar moda”, recuerda Manoli al respecto de la aventura de su vástago en Londres. “Vimos escuelas en España, pero él tenía en mente ir por Europa. Descubrió que Londres era su ciudad. Al principio, no lo teníamos claro. Éramos gente normal y mandar a un niño a estudiar fuera, ¡uf…! Le dimos un mes y medio de margen. Al cabo de una semana allí ya tenía su móvil, su cuenta bancaria y su trabajo. Total, que se quedó un año perfeccionando el idioma, hizo las pruebas en la universidad… y ya”.

Mientras Manoli se entretiene con las habilidades de su esposo cortando jamón, Alejandro (24 años) irrumpe en la sala partiéndose de risa. Pide permiso para interrumpir la conversación y, sin parar de reír, le dice a su madre que acaba de darse cuenta de que hay un alimento en la mesa de ‘catering’ que no es humus, como él pensaba, sino queso vegano. “¡Queso vegano!”, insiste maravillado. Y desaparece de nuevo.

Con Palomo sucede un poco como con esa novela de Virginia Woolf que inspiró su primera colección. Les emparenta lo obvio, o sea, el tratamiento de la sexualidad, la negación de lo binario y la confusión constante de lo que es hombre y lo que es mujer hasta lograr que el espectador concluya que le importa un pimiento qué es qué. Pero también el hecho de que la polémica obra de la escritora inglesa es su libro más ameno y fácil de leer.

Palomo y su grupo de familiares fieles y entregados, su costurera locuaz y, sobre todo, ese combo de chicos que parecen chicas y chicas que parece que no deberían estar ahí, vestidos con ropas que son como los platos de los restaurantes de estrella Michelin –se necesitan un par de frases para describirlas sin parecer que las estás resumiendo– conforman una historia humana de primera categoría.

Unos se reirán porque todo esto les parecerá ridículo. Otros se asustarán porque les parecerá exclusivo. Pero, la verdad, estamos ante una especie de gran familia gitana, un grupo que puede alcanzar las 20 unidades, que puede transportarse cual tropa hasta Nueva York y alojarse todos en un mismo piso, donde se hará el ‘fitting’ del desfile, mientras el padre baja cada mañana a por 20 cafés para que nadie se quede sin desayunar.

En el sofá del estudio, el novio de Palomo, con vestido de encaje blanco, bromea con la madre. Otro, con una pamela gigante estilo ‘pop art’, departe con el padre. La costurera hojea revistas junto a otros chicos que descienden desde enormes plataformas para señalar una foto que les gusta. “El único que tiene preferencia soy yo. Puedo elegir la ropa que me pongo”, bromea Pol, el novio, que aún está en el instituto y ahora mismo, tras cambiarse, viste una americana con unas hombreras imposibles y poco más.

“Al principio, veía esto como un mundo de gente muy rara. Ahora me parecen todos muy majos y relajados”. ¿Nada raro? “Nada. Sé que la gente de la calle nos ve como a gente a la que se le ha ido la olla y que hace ropa que nadie se va a poner, pero… no sé”. Viéndolos revolotear por el estudio, puede casi concluirse que no estamos ante un diseñador de moda y sus modelos luciendo algunas de sus más recientes creaciones, sino casi ante el nacimiento de una subcultura. Los rockers, los punks, los mods, los palomos…

Palomo Spain ha creado cuatro colecciones hasta la fecha. Se han presentado en Madrid, Nueva York o Moscú. Ha recibido los parabienes de la crítica especializada y se ha convertido en una figura ubicua en la escena de la moda española, sobre todo, en esa parte de la escena que no creía que existiera ninguna. “El otro día estábamos en Barcelona de resaca Pol y yo”, recuerda Pedro, chico Palomo, amigo y desde hace un tiempo su ‘manager’. “Nos acercamos a un kiosco y vimos las revistas. Le dije a Pol: ‘Mira, en esta salimos, en esta también. Y en esta. Y en esta…’. Fue muy divertido”.

Sobre las espaldas de estos chicos ya carga el futuro de la moda española, no como negocio, sino como potencia creativa. De Alejandro, como líder, pero también de Pol, Pedro o Sansano (“¿ves?, no hace falta estar esquelético para vestir esta ropa”, nos confiesa el artista ‘performativo’). De Josie, el estilista, que fue uno de los primeros en detectar el talento del diseñador cordobés, fan declarado de esta estrella televisiva y colaborador de Icon. De Águeda Amiano, de la agencia Pelonio, parte determinante en la proyección mediática y también en la conversión de cada evento de presentación de colecciones del cordobés en actos memorables, ya sea entre la vegetación del Museo Lázaro Galdiano o entre efluvios en el Club Matador.

Hoy incluso contamos con un modelo llamado Christopher que no habla español y que en hasta dos ocasiones saboteará sin querer nuestras entrevistas. Todo esto nació en Posadas y se desarrolló en Instagram. Desde una foto que le mandó el diseñador a Josie con una de sus primeras creaciones hasta la forma en que hoy se recluta a la armada de ‘palomos y palomas’. “Hoy, la foto que haces en Madrid o Nueva York la ve un tipo que está en ‘front row’ del desfile y también uno en Wisconsin”, apunta el diseñador.

“Los modelos los saco de ahí y muchos fotógrafos y estilistas me han descubierto ahí. Hoy ya me contactan modelos de todo tipo. Gente que sueña conmigo incluso. El otro día me escribió uno diciendo que había tenido un sueño erótico conmigo y que, al despertar, había tenido que masturbarse. Madre, si aún no sabes quién soy, pensé. Mira, empiezan a pasar cosas de este tipo. Gente ofreciéndose para ser modelo nuestro y que es un tipo de 50 años rarísimo de un pueblo indio. Cosas muy locas”.

Espera Palomo que estas cosas locas sucedan siempre, pero también sabe que, cuando se cumplan cinco años desde su fundación, deberían también pasar cosas de las otras, de las que dan dinero. Ha sido semifinalista del LVMH y dice que cada día tiene más encargos de prendas a medida. También confiesa que cada vez incluye más prendas ponibles camufladas entre sus locuras. “No hay día que no me levante y piense en la llamada de una marca grande. Jamás dejaré Palomo Spain, pero me encantaría trabajar en un gran grupo”, reconoce.

“Me gustaría que el cordón umbilical que tiene con nosotros cada vez fuera más delgado”, interviene su padre. “Esto quema. Quieres estar a la altura y, bueno, hoy he tenido que dejar mi trabajo para estar aquí. Se hace con gusto pero hasta aquí. Quiero que sea un ente libre, que no sea un niño que no se puede vestir sin sus padres. Mira, esto es muy emocional, pero debe empezar ya a ser algo comercial. Te voy a contar una cosa: cinco minutos antes del evento de presentación en el Lázaro Galdiano me cayeron dos gotas de agua en la cara. Esas gotas me llegaron al corazón, no se pararon en las mejillas. Con lo que hemos pasado, está todo montado en los jardines y ahora va a llover. Y bueno, luego no llovió. En la vida hay que tener suerte. Nosotros supimos eso desde el principio. Y también que solo con suerte se puede avanzar, pero no se llega a ningún sitio”.

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