Imagen: El Diario / Ilustración de Núria Frago |
Es indigesto que te señalen como homófoba. Pero los trastornos sociales deben estar en constante vigilancia: el machismo, el racismo, la misoginia, la lesbofobia, la transfobia, la bifobia.
Lucía Martínez Odriozola | +Pikara, El Diario, 2017-05-16
http://www.eldiario.es/pikara/Deja-lesbiana-instale-vida_6_644345585.html
"Un día de estos debemos hablar de tu homofobia, Lucía".
Puse cara de interrogación. ¡Mi homofobia!
Es indigesto que una persona a la que admiras te señale como homófoba.
Me gusta revisarme a mí misma, mudar de piel, incluso de exoesqueleto.
Los trastornos sociales deben estar en constante vigilancia: el machismo, el sexismo, el androcentrismo, el racismo, el etnocentrismo, la homofobia, la misoginia, la transfobia, la lesbofobia, la bifobia. La proliferación de términos persigue concretar, afinar en lo muy sutil.
Todos estos que he enumerado son trastornos sociales crónicos, de modo que no debemos bajar la guardia. No nacemos con ellos, pero son parte de la primera indumentaria con que el patriarcado nos viste para protegerse a sí mismo. Para abrigarse. De modo que cuando llega ese punto de la vida en que empezamos a vestirnos a nuestro gusto, desproveerse de ellos es más doloroso que pelar una cebolla.
Estos trastornos crónicos exhiben una amplia graduación: desde el odio y agresión a quienes practican sexualidades diversas hasta quienes, como yo, somos receptivas cuando conversamos con personas que se han saltado la heteronormatividad y el binarismo, pero podemos dar por sentado que, como la mayoría de la ciudadanía es hetero, presumimos ese pensamiento hasta que nos lo niegan.
Es en ese punto en el que llega la reflexión que me plantea June Fernández, y es el inicio de este artículo.
"Yo soy yo y mis circunstancias", dejó escrito Ortega y Gasset. Probablemente, incluso, seamos mucho más nuestras circunstancias que nosotras o nosotros mismos. Hablamos de lo que somos y, mientras lo hacemos, elaboramos un relato preciso y certero. También hablamos de lo que vemos, pero vemos en la medida que sabemos, es decir, que somos.
Hace tiempo que vengo pensando que participar en el colectivo de Pikara me ha expuesto, en sentido estricto, pero sin riesgo, a convivir y compartir experiencias absolutamente ajenas a mujeres de mi edad, a mujeres heterosexuales de mi edad. No digo ya a varones heteros de mi edad. Me ha permitido acercarme a muy distintas formas de vivir las identidades sexuales, las relaciones afectivas, las muy plurales expresiones de género. Me ha permitido poner caras y nombres propios a conceptos como intersexualidad, transgénero, pansexualidad, poliamor, géneros fluidos. El elixir de la juventud es participar como igual en colectivos de jóvenes. Si no hubiera frecuentado a mujeres como June Fernández, Andrea Momoitio, Itziar Abad, si no hubiera compartido con ellas abrazos y risas, sería un poco más vieja y obtusa de lo que soy.
En definitiva, el contacto con ellas, compartir sus preocupaciones y acceder a sus cábalas me ha ayudado a ser mejor persona. Gracias, amigas. Celebremos el 17 de mayo con la expresión de distintas formas de vivir y gozar la sexualidad.
Puse cara de interrogación. ¡Mi homofobia!
Es indigesto que una persona a la que admiras te señale como homófoba.
Me gusta revisarme a mí misma, mudar de piel, incluso de exoesqueleto.
Los trastornos sociales deben estar en constante vigilancia: el machismo, el sexismo, el androcentrismo, el racismo, el etnocentrismo, la homofobia, la misoginia, la transfobia, la lesbofobia, la bifobia. La proliferación de términos persigue concretar, afinar en lo muy sutil.
Todos estos que he enumerado son trastornos sociales crónicos, de modo que no debemos bajar la guardia. No nacemos con ellos, pero son parte de la primera indumentaria con que el patriarcado nos viste para protegerse a sí mismo. Para abrigarse. De modo que cuando llega ese punto de la vida en que empezamos a vestirnos a nuestro gusto, desproveerse de ellos es más doloroso que pelar una cebolla.
Estos trastornos crónicos exhiben una amplia graduación: desde el odio y agresión a quienes practican sexualidades diversas hasta quienes, como yo, somos receptivas cuando conversamos con personas que se han saltado la heteronormatividad y el binarismo, pero podemos dar por sentado que, como la mayoría de la ciudadanía es hetero, presumimos ese pensamiento hasta que nos lo niegan.
Es en ese punto en el que llega la reflexión que me plantea June Fernández, y es el inicio de este artículo.
"Yo soy yo y mis circunstancias", dejó escrito Ortega y Gasset. Probablemente, incluso, seamos mucho más nuestras circunstancias que nosotras o nosotros mismos. Hablamos de lo que somos y, mientras lo hacemos, elaboramos un relato preciso y certero. También hablamos de lo que vemos, pero vemos en la medida que sabemos, es decir, que somos.
Hace tiempo que vengo pensando que participar en el colectivo de Pikara me ha expuesto, en sentido estricto, pero sin riesgo, a convivir y compartir experiencias absolutamente ajenas a mujeres de mi edad, a mujeres heterosexuales de mi edad. No digo ya a varones heteros de mi edad. Me ha permitido acercarme a muy distintas formas de vivir las identidades sexuales, las relaciones afectivas, las muy plurales expresiones de género. Me ha permitido poner caras y nombres propios a conceptos como intersexualidad, transgénero, pansexualidad, poliamor, géneros fluidos. El elixir de la juventud es participar como igual en colectivos de jóvenes. Si no hubiera frecuentado a mujeres como June Fernández, Andrea Momoitio, Itziar Abad, si no hubiera compartido con ellas abrazos y risas, sería un poco más vieja y obtusa de lo que soy.
En definitiva, el contacto con ellas, compartir sus preocupaciones y acceder a sus cábalas me ha ayudado a ser mejor persona. Gracias, amigas. Celebremos el 17 de mayo con la expresión de distintas formas de vivir y gozar la sexualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.