Imagen: El País / Erika Lust (c) en un rodaje |
La directora Erika Lust habla sobre cómo va el cambio en un género que lleva décadas sosteniendo el machismo como base del sexo.
Isabel Valdés | El País, 2017-05-05
http://elpais.com/elpais/2017/05/03/mujeres/1493830623_161599.html
Hace algo más de una semana, entre la música que salía de algunos cascos, la conversación de una pareja, el sonido de un juego de móvil y la grabación que anunciaba que la próxima parada era Diego de León en el Metro de Madrid, se escuchó, nítida, la palabra porno. Dos señoras con permanente y labios fucsias reaccionaron como si acabara de aparecer el anticristo; de reojo miraron un par de chavales con mochilas y a aquellos adolescentes cogidos de la mano se les puso la cara de un gracioso bermellón. Porno sigue siendo un término incómodo en público, como si hubiese una especie de veto social implícito, por impío.
A las cifras de la industria del porno les importa más bien poco lo irreverente que pueda resultar. En 2016, solo Pornhub tuvo 23.000 millones de visitas, se vieron casi 92.000 millones de vídeos durante un tiempo equivalente a 5,2 siglos. Y todavía resulta un tabú, sobre todo entre las mujeres. Tal vez porque puede parecer sórdido, y la sordidez de cada uno parece menos sucia si está metida en un cajón y nadie la esculca. De ese panorama extendido desde los 80 de carne que parece plástico, uñas que podrían ser palas excavadoras y contorsiones imposibles nació Erika Lust (Estocolmo, 1977) como directora de porno acuñado como "ético", reflejado en uno de los capítulos de 'Hot Girls Wanted Turned On', la serie documental sobre porno amateur que la actriz Rashida Jones ha producido para Netflix.
La actriz asegura que no encontró nada que le "pusiera". "Todo lo encontraba horrible, tenía muy poco que ver con mis fantasías y siempre estaba enfocado al hombre y su placer. Las mujeres sirvientas de la sexualidad masculina, y me decepcioné mucho. En mí se despertó esa sensación de hacer algo diferente, más igualitario, donde las dos personas disfruten juntas, y no solo que ella sirva para que él eyacule". Amén de la retahíla de detalles cinematográficos que llevan años descuidados en las producciones comerciales. "Vi que había otra manera de hacer porno". Y empezó a hacerlo en 2004.
P. Cuando ya había comenzado su conversión a ‘mass media’.
R. El porno tiene más influencia en la sociedad de lo que queremos reconocer, en los últimos diez años la pornografía se ha vuelto efectivamente masiva. Antes era un género más periférico, más escondido, no estaba tan cerca de nosotros. Ahora es alrededor de un tercio de todo el tráfico de Internet.
P. En marzo de este año, más de 3.700 millones de personas se han conectado a la Red, somos 7.500 millones en el planeta. Estamos hablando de la mitad de la población mundial.
R. Sí. E igual que yo cuando era joven exploraba la sexualidad en la pornografía, los jóvenes hoy siguen haciéndolo, quieren saber más. Y la educación sexual en España sigue siendo bastante pobre, se habla poco y eso hace que acudan al porno a inspirarse e intentar entender de qué va todo esto. El tipo de imágenes que ven tienen unos valores que son terribles, muchas veces racistas, muy machistas, homófobos en el cine para adultos heterosexual y muestran bastantes situaciones de violencia contra la mujer, donde el sexo no es algo agradable y divertido, sino más bien donde un hombre está castigando a una mujer.
P. Eso es entonces el grueso de la educación sexual de los adultos del mañana.
R. Efectivamente. Una cosa es cuando una persona adulta lo ve, con pensamiento crítico, y sabe perfectamente que es ficción. Pero cuando lo ven los jóvenes, que puede ser que no hayan tenido tantas relaciones sexuales en su vida, quieren reproducir esas estructuras, ¿y cuáles son? Que la mujer está ahí para ayudar al hombre sexualmente, y que en el sexo son ellos los que le hacen todo a ellas y que ellas están ahí para ellos. Es de ellos y para ellos.
P. ¿Cómo encaja esa violencia sexual y ese machismo en las feministas de hoy?
R. Hay muchas mujeres jóvenes que me hablan y me escriben con dudas sobre su propia sexualidad, y me cuentan que a ellas les gusta ser dominadas, y dudan de si eso entra en contradicción con su forma de ver la vida. Ser dominada puede funcionar perfectamente para alguien feminista. La sumisión es algo que ocurre en una situación de poder, donde tú tienes control y pleno consentimiento. No tiene nada que ver la visión social con el rol sexual, y por lo general es gente que lo hace siempre en un ambiente muy seguro. Aquí sí es cierto que tenemos un problema con la imagen que ha dado ‘50 sombras de Grey’, que distorsiona totalmente lo que sienten y piensan y quieren las mujeres en el mundo de la dominación.
P. Hay distorsión también porque el contenido mayoritario es ese tipo de porno comercial.
R. También, y hay mujeres que me dicen que lo que más les gusta es el porno hetero y machista. Probablemente es porque han crecido pensando que eso es lo que les pone, ¡es eso lo que llevan viendo toda su vida! Ahí es cuando empieza esta otra visión, hablo con la gente, hombres y mujeres, y explico que hay otro porno, ético, que hay que fijarse en detalles como quién está detrás de las producciones, cómo de cuidadas están… Tiempo después me escriben otra vez y me comentan que después de ver este otro tipo de películas, vuelven a los ‘porntubes’ y ya no es lo mismo, ya no les gusta porque solo son capaces de fijarse en todo lo negativo que envuelve a la mujer.
P. ¿Conciencia, entonces?
R. Sí. Nos hemos acostumbrado a un porno cutre por definición, no nos hemos dado cuenta de que puede ser otra cosa, pero cuando lo hacemos, entonces empezamos a ver más y mejor. Es un tema de bienestar como consumidores, de demandar, de exigir un porno mejor, porque como interesados en ver ese producto, podemos elegir dónde poner nuestro tiempo y nuestro dinero.
P. Es cambiar un imaginario social bastante arraigado.
R. Ha sido, y sigue siendo, un gran tabú. Cuando dices porno en público, y a pesar de que todo el mundo haya visto alguna vez, la gente te mira. Lo primero es empezar a hablar de él con normalidad. El porno en sí no es lo malo, no hay que censurar a todo el género. Vamos a intentar conseguir que el género mejore, a evaluar las producciones, a cuidar de los actores y las actrices, que sepan con quién van a rodar, cuánto tiempo, con qué juguetes, cuánto van a cobrar, qué tipo de sexo van a tener, si van a usar preservativos o lubricantes… Son muchas las cosas que se pueden mejorar.
P. Sigue existiendo esa sordidez que envuelve los rodajes del género.
R. Bueno, yo todavía escucho a actores y actrices que me cuentan que van a grabar y el director o el productor han invitado a todos sus amigos, y están allí, bebiendo cervezas, o de repente entra alguien sin que hubiese estado acordado. Hay que dejar la estigmatización que hay, es trabajo, y hay que luchar porque tengan buenas condiciones, que estén seguros y se sientan bien. Si no, seguirá siendo una industria oscura.
Una periodista, totalmente en shock, no hace mucho me contaba como hombres directores y productores se habían acercado a ella intentando tocarla durante una sesión a la que asistió en un estudio de Barcelona. Hay cero respeto en el tratamiento y en la profesionalidad. Y solo se puede mejorar si directores y productores están también sensibilizados con esto.
P. ¿Y el compromiso con el enfoque?
R. Es muy importante cómo representamos los roles de género y la imagen de la mujer, cómo contamos nuestras historias, desde nuestra perspectiva. Cómo es vivir como mujer en este mundo, creo que ahí realmente podemos cambiar muchas cosas. Faltan y sobran mujeres. Faltan detrás y sobran delante. Cuando vas a cualquier site de porno online ves casi siempre lo mismo, mujeres jóvenes por todos los lados, cuerpos de mujeres, cuerpos plásticos, y casi nunca aparecen ellos, y cuando lo hacen, son una especie de máquinas del sexo.
P. La representación del sexo en el cine, sea del género que sea, está tan tamizada que suele ser irreal, para un lado o para el otro.
R. Eso me enfada y me entristece profundamente, para los seres humanos el sexo es muy importante, existimos gracias al sexo, y es algo bello, precioso e increíble. Es eso lo que los seres humanos tenemos que ver, ver como las personas interactúan, cómo se estimulan, se dan placer, sienten. A un lado tenemos lo que hace Hollywood, que es un ‘pim pam pum’ debajo de las sábanas y de repente ya es la mañana siguiente y están desayunando zumo de naranja. Al otro lado tenemos todas esas otras imágenes feas: tetas, culos, todo muy extremo, solo se ve penetración, y fluidos, con aura de asquerosidad tremenda.
P. Pues eso es lo que ocupa el 99,9% de las páginas.
R. Sí, este tipo de imágenes lo han invadido todo, anuncios en ventanas emergentes, adultas que parecen niñas… Lo único que podemos hacer es protestar, no callarnos. Decirlo, decirlo, hacer ruido, y despertar la duda en quienes visitan esos sites y que quizás nunca se lo hubiesen planteado. Yo intento dar una alternativa a aquellos que quieren ver sexo explícito, pero quieren ver algo cuidado. Creamos Erotic Films, un catálogo de directores seleccionados tras haberlos visto, sabiendo que lo han hecho con valores éticos y que me gustan. Estoy reuniendo un nuevo cine para adultos.
P. ¿Puede que uno de los problemas sea la falta de este tipo de contenidos de calidad en ese agujero negro que puede llegar a ser Internet?
R. Internet es lo mejor y lo peor, lo es todo. Yo nunca hubiese existido sin Internet, no hubiese habido la posibilidad de tener el público que tengo para lo que estoy haciendo ahora mismo. Lo único que podemos esperar es que el porno indie crezca, como lo ha hecho el cine o la música, que aunque todavía no son mayoritarios cada vez tienen más audiencia, más consciente y de mayor valor.
Yo lo noto con XConfessions (el proyecto web en el que los usuarios comparten sus historias y fantasías sexuales más íntimas y Lust elige dos cada mes para convertirlas en un cortometraje). Hemos crecido hasta ser una comunidad, la gente opina, recibo sensaciones e ideas, y te das cuenta de que conectas con la audiencia. Y también refleja la cantidad de dudas que hay alrededor de la sexualidad.
P. Dudas, preocupaciones, ¿y algo de frustración también? Para una generación que está creciendo o que ya ha crecido con este panorama, no poder ser de una manera determinada o llevar a cabo ciertas prácticas genera inseguridad y sensación de fracaso. Desde algo tan básico como la estética de las actrices porno, tan artificial, hasta el squirting (eyaculación femenina).
R. Ahí principalmente me preocupan las mujeres jóvenes. Yo tengo dos hijas de seis y nueve años, y me inquieta saber que van a crecer pensando que estos son cosas que una debe saber hacer, y que debe saber hacerlas por los hombres y para los hombres. Es horrible y triste, hay que llegar hasta ellas, informarlas, hablar. Pusimos en marcha The Porn Conversation, una guía destinada a padres y educadores para ver cómo pueden hablar sobre pornografía con sus hijos. Y sí, hay que hacerlo. Ellos tienen toda la tecnología a su alcance desde que son muy pequeños, y no podemos dejar que accedan a ese mundo sin que nosotros lo comentemos y ayudemos a hacer una reflexión sobre ese contenido. Es algo que educa en roles de género, y no son precisamente buenos. Este tipo de cine no va a acabar, es un mundo enorme. Así que lo único que podemos hacer es informar, educar, hablar. No podemos salvar a nuestros hijos de todo, pero podemos optar por la única estrategia posible: enseñarles a encontrarse con un problema, reflexionar sobre él, y manejarlo.
A las cifras de la industria del porno les importa más bien poco lo irreverente que pueda resultar. En 2016, solo Pornhub tuvo 23.000 millones de visitas, se vieron casi 92.000 millones de vídeos durante un tiempo equivalente a 5,2 siglos. Y todavía resulta un tabú, sobre todo entre las mujeres. Tal vez porque puede parecer sórdido, y la sordidez de cada uno parece menos sucia si está metida en un cajón y nadie la esculca. De ese panorama extendido desde los 80 de carne que parece plástico, uñas que podrían ser palas excavadoras y contorsiones imposibles nació Erika Lust (Estocolmo, 1977) como directora de porno acuñado como "ético", reflejado en uno de los capítulos de 'Hot Girls Wanted Turned On', la serie documental sobre porno amateur que la actriz Rashida Jones ha producido para Netflix.
La actriz asegura que no encontró nada que le "pusiera". "Todo lo encontraba horrible, tenía muy poco que ver con mis fantasías y siempre estaba enfocado al hombre y su placer. Las mujeres sirvientas de la sexualidad masculina, y me decepcioné mucho. En mí se despertó esa sensación de hacer algo diferente, más igualitario, donde las dos personas disfruten juntas, y no solo que ella sirva para que él eyacule". Amén de la retahíla de detalles cinematográficos que llevan años descuidados en las producciones comerciales. "Vi que había otra manera de hacer porno". Y empezó a hacerlo en 2004.
P. Cuando ya había comenzado su conversión a ‘mass media’.
R. El porno tiene más influencia en la sociedad de lo que queremos reconocer, en los últimos diez años la pornografía se ha vuelto efectivamente masiva. Antes era un género más periférico, más escondido, no estaba tan cerca de nosotros. Ahora es alrededor de un tercio de todo el tráfico de Internet.
P. En marzo de este año, más de 3.700 millones de personas se han conectado a la Red, somos 7.500 millones en el planeta. Estamos hablando de la mitad de la población mundial.
R. Sí. E igual que yo cuando era joven exploraba la sexualidad en la pornografía, los jóvenes hoy siguen haciéndolo, quieren saber más. Y la educación sexual en España sigue siendo bastante pobre, se habla poco y eso hace que acudan al porno a inspirarse e intentar entender de qué va todo esto. El tipo de imágenes que ven tienen unos valores que son terribles, muchas veces racistas, muy machistas, homófobos en el cine para adultos heterosexual y muestran bastantes situaciones de violencia contra la mujer, donde el sexo no es algo agradable y divertido, sino más bien donde un hombre está castigando a una mujer.
P. Eso es entonces el grueso de la educación sexual de los adultos del mañana.
R. Efectivamente. Una cosa es cuando una persona adulta lo ve, con pensamiento crítico, y sabe perfectamente que es ficción. Pero cuando lo ven los jóvenes, que puede ser que no hayan tenido tantas relaciones sexuales en su vida, quieren reproducir esas estructuras, ¿y cuáles son? Que la mujer está ahí para ayudar al hombre sexualmente, y que en el sexo son ellos los que le hacen todo a ellas y que ellas están ahí para ellos. Es de ellos y para ellos.
P. ¿Cómo encaja esa violencia sexual y ese machismo en las feministas de hoy?
R. Hay muchas mujeres jóvenes que me hablan y me escriben con dudas sobre su propia sexualidad, y me cuentan que a ellas les gusta ser dominadas, y dudan de si eso entra en contradicción con su forma de ver la vida. Ser dominada puede funcionar perfectamente para alguien feminista. La sumisión es algo que ocurre en una situación de poder, donde tú tienes control y pleno consentimiento. No tiene nada que ver la visión social con el rol sexual, y por lo general es gente que lo hace siempre en un ambiente muy seguro. Aquí sí es cierto que tenemos un problema con la imagen que ha dado ‘50 sombras de Grey’, que distorsiona totalmente lo que sienten y piensan y quieren las mujeres en el mundo de la dominación.
P. Hay distorsión también porque el contenido mayoritario es ese tipo de porno comercial.
R. También, y hay mujeres que me dicen que lo que más les gusta es el porno hetero y machista. Probablemente es porque han crecido pensando que eso es lo que les pone, ¡es eso lo que llevan viendo toda su vida! Ahí es cuando empieza esta otra visión, hablo con la gente, hombres y mujeres, y explico que hay otro porno, ético, que hay que fijarse en detalles como quién está detrás de las producciones, cómo de cuidadas están… Tiempo después me escriben otra vez y me comentan que después de ver este otro tipo de películas, vuelven a los ‘porntubes’ y ya no es lo mismo, ya no les gusta porque solo son capaces de fijarse en todo lo negativo que envuelve a la mujer.
P. ¿Conciencia, entonces?
R. Sí. Nos hemos acostumbrado a un porno cutre por definición, no nos hemos dado cuenta de que puede ser otra cosa, pero cuando lo hacemos, entonces empezamos a ver más y mejor. Es un tema de bienestar como consumidores, de demandar, de exigir un porno mejor, porque como interesados en ver ese producto, podemos elegir dónde poner nuestro tiempo y nuestro dinero.
P. Es cambiar un imaginario social bastante arraigado.
R. Ha sido, y sigue siendo, un gran tabú. Cuando dices porno en público, y a pesar de que todo el mundo haya visto alguna vez, la gente te mira. Lo primero es empezar a hablar de él con normalidad. El porno en sí no es lo malo, no hay que censurar a todo el género. Vamos a intentar conseguir que el género mejore, a evaluar las producciones, a cuidar de los actores y las actrices, que sepan con quién van a rodar, cuánto tiempo, con qué juguetes, cuánto van a cobrar, qué tipo de sexo van a tener, si van a usar preservativos o lubricantes… Son muchas las cosas que se pueden mejorar.
P. Sigue existiendo esa sordidez que envuelve los rodajes del género.
R. Bueno, yo todavía escucho a actores y actrices que me cuentan que van a grabar y el director o el productor han invitado a todos sus amigos, y están allí, bebiendo cervezas, o de repente entra alguien sin que hubiese estado acordado. Hay que dejar la estigmatización que hay, es trabajo, y hay que luchar porque tengan buenas condiciones, que estén seguros y se sientan bien. Si no, seguirá siendo una industria oscura.
Una periodista, totalmente en shock, no hace mucho me contaba como hombres directores y productores se habían acercado a ella intentando tocarla durante una sesión a la que asistió en un estudio de Barcelona. Hay cero respeto en el tratamiento y en la profesionalidad. Y solo se puede mejorar si directores y productores están también sensibilizados con esto.
P. ¿Y el compromiso con el enfoque?
R. Es muy importante cómo representamos los roles de género y la imagen de la mujer, cómo contamos nuestras historias, desde nuestra perspectiva. Cómo es vivir como mujer en este mundo, creo que ahí realmente podemos cambiar muchas cosas. Faltan y sobran mujeres. Faltan detrás y sobran delante. Cuando vas a cualquier site de porno online ves casi siempre lo mismo, mujeres jóvenes por todos los lados, cuerpos de mujeres, cuerpos plásticos, y casi nunca aparecen ellos, y cuando lo hacen, son una especie de máquinas del sexo.
P. La representación del sexo en el cine, sea del género que sea, está tan tamizada que suele ser irreal, para un lado o para el otro.
R. Eso me enfada y me entristece profundamente, para los seres humanos el sexo es muy importante, existimos gracias al sexo, y es algo bello, precioso e increíble. Es eso lo que los seres humanos tenemos que ver, ver como las personas interactúan, cómo se estimulan, se dan placer, sienten. A un lado tenemos lo que hace Hollywood, que es un ‘pim pam pum’ debajo de las sábanas y de repente ya es la mañana siguiente y están desayunando zumo de naranja. Al otro lado tenemos todas esas otras imágenes feas: tetas, culos, todo muy extremo, solo se ve penetración, y fluidos, con aura de asquerosidad tremenda.
P. Pues eso es lo que ocupa el 99,9% de las páginas.
R. Sí, este tipo de imágenes lo han invadido todo, anuncios en ventanas emergentes, adultas que parecen niñas… Lo único que podemos hacer es protestar, no callarnos. Decirlo, decirlo, hacer ruido, y despertar la duda en quienes visitan esos sites y que quizás nunca se lo hubiesen planteado. Yo intento dar una alternativa a aquellos que quieren ver sexo explícito, pero quieren ver algo cuidado. Creamos Erotic Films, un catálogo de directores seleccionados tras haberlos visto, sabiendo que lo han hecho con valores éticos y que me gustan. Estoy reuniendo un nuevo cine para adultos.
P. ¿Puede que uno de los problemas sea la falta de este tipo de contenidos de calidad en ese agujero negro que puede llegar a ser Internet?
R. Internet es lo mejor y lo peor, lo es todo. Yo nunca hubiese existido sin Internet, no hubiese habido la posibilidad de tener el público que tengo para lo que estoy haciendo ahora mismo. Lo único que podemos esperar es que el porno indie crezca, como lo ha hecho el cine o la música, que aunque todavía no son mayoritarios cada vez tienen más audiencia, más consciente y de mayor valor.
Yo lo noto con XConfessions (el proyecto web en el que los usuarios comparten sus historias y fantasías sexuales más íntimas y Lust elige dos cada mes para convertirlas en un cortometraje). Hemos crecido hasta ser una comunidad, la gente opina, recibo sensaciones e ideas, y te das cuenta de que conectas con la audiencia. Y también refleja la cantidad de dudas que hay alrededor de la sexualidad.
P. Dudas, preocupaciones, ¿y algo de frustración también? Para una generación que está creciendo o que ya ha crecido con este panorama, no poder ser de una manera determinada o llevar a cabo ciertas prácticas genera inseguridad y sensación de fracaso. Desde algo tan básico como la estética de las actrices porno, tan artificial, hasta el squirting (eyaculación femenina).
R. Ahí principalmente me preocupan las mujeres jóvenes. Yo tengo dos hijas de seis y nueve años, y me inquieta saber que van a crecer pensando que estos son cosas que una debe saber hacer, y que debe saber hacerlas por los hombres y para los hombres. Es horrible y triste, hay que llegar hasta ellas, informarlas, hablar. Pusimos en marcha The Porn Conversation, una guía destinada a padres y educadores para ver cómo pueden hablar sobre pornografía con sus hijos. Y sí, hay que hacerlo. Ellos tienen toda la tecnología a su alcance desde que son muy pequeños, y no podemos dejar que accedan a ese mundo sin que nosotros lo comentemos y ayudemos a hacer una reflexión sobre ese contenido. Es algo que educa en roles de género, y no son precisamente buenos. Este tipo de cine no va a acabar, es un mundo enorme. Así que lo único que podemos hacer es informar, educar, hablar. No podemos salvar a nuestros hijos de todo, pero podemos optar por la única estrategia posible: enseñarles a encontrarse con un problema, reflexionar sobre él, y manejarlo.
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