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| Imagen: Cadena SER / Campaña por la despenalización de los anticonceptivos en 1977 |
La despenalización de los anticonceptivos no era un tema menor. Por primera vez en España se separaba la sexualidad de la procreación. Se otorgó a la mujer, o a la pareja, la libertad de decidir cuántos hijos querían tener y en qué momento.
Sonia Ballesteros | Cadena SER, 2017-06-09
http://cadenaser.com/ser/2017/06/09/sociedad/1497024329_714648.html
1978 empezó en domingo. Tal vez buena señal. Hubo otras, en febrero entró en la Real Academia Española la primera mujer, Carmen Conde. Fue un paso a favor de la igualdad en un año en el que se iban a dar algunos más. La sociedad española estaba cambiando y las mujeres se pusieron, en más de una ocasión, al frente de esas manifestaciones por el cambio. La presión del movimiento feminista y de las que militaban en los partidos políticos era cada vez mayor. La despenalización de los anticonceptivos era uno de sus caballos de batalla.
Aunque no todas pensaban lo mismo. Las décadas de franquismo y la influencia de la iglesia católica, que se había manifestado en contra de cualquier método anticonceptivo, seguía pesando mucho en la sociedad española. A pesar de esa fuerte reticencia en una parte importante de la sociedad española la píldora hacía años que había llegado a España. Se empezó a comercializar en 1964 pero sólo con receta médica y estaba oficialmente autorizaba en tratamientos ginecológicos para regular el ciclo menstrual.
Pero una cosa era la ley y otra la realidad. Se calcula que en 1975 ya tomaban la píldora medio millón de españolas, la mayoría como método anticonceptivo. En 1977, cuando aún era ilegal, se vendieron en nuestro país, según datos de la industria farmacéutica, 8 millones de píldoras. Que se utilizaba como método anticonceptivo lo demuestran los datos sobre natalidad. En 13 años el número de nacimientos en España pasó del 21,5 x 1000 al 19,4 x 1000.
Así las cosas, llegó el sentido común de un presidente del gobierno que pensó en legislar lo que la sociedad ya estaba haciendo. “Hay que dar cobertura y transparencia legal a lo que es normal y habitual a nivel de la calle”, estas palabras de Adolfo Suarez, se ajustaban plenamente a lo que estaba pasando con el uso de la píldora.
Dicho y hecho. En el mes de abril empezó el debate parlamentario para despenalizar el uso de los anticonceptivos. María Dolores Calvet del grupo comunista, una de las 21 mujeres que ocupaban escaño en el congreso, intervino para decir que le sabía a poco y recordaba que ese cambio legislativo era uno de los acordados en los Pactos de la Moncloa. Y es que esos pactos, además de los acuerdos económicos, incluían otras cuestiones de tipo social consideradas prioritarias. La despenalización de los anticonceptivos era una de ellas.
Tras la aprobación de la ley, la esterilización voluntaria siguió siendo un delito penado con cárcel para el médico que la practicara. Parece evidente que habían quedado cosas por hacer. Además, el gobierno anunció la creación de 74 centros de orientación familiar para atender a los matrimonios. La mayoría de los ginecólogos de la época decidieron no pedir el libro de familia y muchos protestaron por la palabra “orientación” que consideraban paternalista y poco apropiada.
El 7 de octubre de 1978 las Cortes Constituyentes despenalizaron la venta, divulgación y uso de los anticonceptivos. No era un tema menor. Por primera vez se separaba la sexualidad de la procreación. Se otorgó a la mujer, o a la pareja, la libertad de decidir cuántos hijos querían tener y en qué momento. Esa libertad abrió la puerta a otras libertades y a algunos de los cambios más importantes del último siglo.
Aunque no todas pensaban lo mismo. Las décadas de franquismo y la influencia de la iglesia católica, que se había manifestado en contra de cualquier método anticonceptivo, seguía pesando mucho en la sociedad española. A pesar de esa fuerte reticencia en una parte importante de la sociedad española la píldora hacía años que había llegado a España. Se empezó a comercializar en 1964 pero sólo con receta médica y estaba oficialmente autorizaba en tratamientos ginecológicos para regular el ciclo menstrual.
Pero una cosa era la ley y otra la realidad. Se calcula que en 1975 ya tomaban la píldora medio millón de españolas, la mayoría como método anticonceptivo. En 1977, cuando aún era ilegal, se vendieron en nuestro país, según datos de la industria farmacéutica, 8 millones de píldoras. Que se utilizaba como método anticonceptivo lo demuestran los datos sobre natalidad. En 13 años el número de nacimientos en España pasó del 21,5 x 1000 al 19,4 x 1000.
Así las cosas, llegó el sentido común de un presidente del gobierno que pensó en legislar lo que la sociedad ya estaba haciendo. “Hay que dar cobertura y transparencia legal a lo que es normal y habitual a nivel de la calle”, estas palabras de Adolfo Suarez, se ajustaban plenamente a lo que estaba pasando con el uso de la píldora.
Dicho y hecho. En el mes de abril empezó el debate parlamentario para despenalizar el uso de los anticonceptivos. María Dolores Calvet del grupo comunista, una de las 21 mujeres que ocupaban escaño en el congreso, intervino para decir que le sabía a poco y recordaba que ese cambio legislativo era uno de los acordados en los Pactos de la Moncloa. Y es que esos pactos, además de los acuerdos económicos, incluían otras cuestiones de tipo social consideradas prioritarias. La despenalización de los anticonceptivos era una de ellas.
Tras la aprobación de la ley, la esterilización voluntaria siguió siendo un delito penado con cárcel para el médico que la practicara. Parece evidente que habían quedado cosas por hacer. Además, el gobierno anunció la creación de 74 centros de orientación familiar para atender a los matrimonios. La mayoría de los ginecólogos de la época decidieron no pedir el libro de familia y muchos protestaron por la palabra “orientación” que consideraban paternalista y poco apropiada.
El 7 de octubre de 1978 las Cortes Constituyentes despenalizaron la venta, divulgación y uso de los anticonceptivos. No era un tema menor. Por primera vez se separaba la sexualidad de la procreación. Se otorgó a la mujer, o a la pareja, la libertad de decidir cuántos hijos querían tener y en qué momento. Esa libertad abrió la puerta a otras libertades y a algunos de los cambios más importantes del último siglo.
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