Imagen: El Diario Vasco / Tarana Karim, Carolina Agirre, Olga Lopera y Margaret Bullen |
«Si se quiere, se puede», animan cuatro mujeres extranjeras que aprendieron el idioma al instalarse en Gipuzkoa. «Nos dicen que tenemos mucho mérito pero es algo normal, solo hemos aprendido la lengua del lugar en el que vivimos», hacen hincapié
Iraitz Vázquez | El Diario Vasco, 2017-12-03
http://www.diariovasco.com/gipuzkoa/euskera-servido-integremos-20171203003120-ntvo.html
«Bai, nor da?». Son las primeras palabras que se escuchan al otro lado del teléfono. Es una pregunta normal con la que miles de guipuzcoanos comienzan una conversación telefónica. En principio, no tiene nada de especial. Pero en este caso las interlocutoras son cuatro extranjeras residentes en Gipuzkoa, y que hablan euskera casi a la perfección. Las protagonistas de este reportaje tienen una cosa en común, en cuanto llegaron a Euskadi quisieron aprender euskera y no sienten que tengan especial mérito por ello. «Lo único que hemos hecho es aprender la lengua del lugar en el que vivimos. Es algo normal en cualquier lugar del mundo», remarcan.
La inglesa Margaret Bullen lleva más de veinte años residiendo en Gipuzkoa. Llegó después de conocer a su pareja en la Universidad de Liverpool mientras cursaba sus estudios de Filología Hispánica. «Siempre me ha gustado aprender idiomas pero el euskera me pilló de improviso, no sabía nada de esta lengua», reconoce en euskera con un vocabulario impecable y con el característico acento británico. Su pasión por las lenguas queda reflejado en que mientras realizó su doctorado en Antropología en Latinoamérica, Bullen aprendió quechua. Pero esta profesora de la UPV/EHU se quedó enamorada de Euskadi. «Este rinconcito del mundo es una joya porque en apenas unos kilómetros tenemos idiomas como el euskera, el castellano o el francés».
Al igual que miles de guipuzcoanos ella también dio sus primeros pasos para aprender euskera en los euskaltegis de HABE y AEK. «Hice cursos bastante intensivos durante varios años». Pero la prueba de fuego llegó cuando quiso lograr una plaza como profesora en la universidad. «Necesitaba saber euskera pero me impliqué a tope en los euskaltegis y también en la Escuela Oficial de Idiomas». Después de mucho trabajo y esfuerzo consiguió la plaza pero además también se presentó al Euskararen Gaitasun Agiria (EGA) la prueba que muchos temen. «Me costó un poco pero al final conseguí el título», recuerda.
Ahora imparte clases tanto en euskera como en inglés y francés en la UPV. Admite que para ella el mantra de que aprender euskera es complicado «es un mito. Al igual que todas las lenguas cuando se comienza se hace difícil pero me imagino que igual que el ruso o el chino», zanja. Casi de la misma opinión es la argentina Carolina Agirre que en la actualidad reside en Lazkao. «Puede que sea complicado pero si se quiere es posible», reconoce. Lleva casi una década en Gipuzkoa y tiene claro cuál es su siguiente objetivo. «Quiero conseguir el EGA».
La relación de Carolina Agirre con el euskera siempre ha sido muy estrecha. Sus abuelos tuvieron que emigrar hasta Argentina desde Bizkaia con sus cuatro hijos en busca de un futuro mejor. Su padre nació en el país sudamericano pero nunca perdieron el contacto con sus raíces. «Todos los sábados íbamos a la Euskal Etxea», recuerda con cierta añoranza. Su primer contacto con la cultura vasca fueron «los bailes que realizábamos de pequeños. Ahora cuando veo aquí a la gente bailar me resulta raro, me despierta muchos sentimientos», reconoce.
Pero a medida que se fue haciendo mayor, a Carolina Agirre también se le fue despertando el interés por el euskera. Gracias a los cursos que organiza el Gobierno Vasco en Argentina junto a HABE comenzó a dar sus primeras clases. En 2001 aterrizó en el euskaltegi Maizpide de Lazkao con una beca. «Pero tenía un nivel muy bajo». Y volvió a Argentina. Durante cinco años siguió estudiando en la Euskal Etxea, hasta que llegó el corralito a Argentina y regresó a Euskadi junto a dos de sus tías.
Relaciones sociales
Ahora reside en Lazkao y habla euskera con sus dos hijas. «Utilizar la lengua te sirve para conseguir relaciones sociales y seguir practicando que es como mejor se aprende una lengua», admite en un euskera que roza la perfección. Sobre el mérito que muchos les atribuyen por aprender euskera, al igual que las otras tres protagonistas de este reportaje, Carolina Agirre le quita importancia a esta cuestión. «No veo que haya mérito en que la gente vaya a Alemania y aprenda alemán. Creo que en mucho casos perjudica que la gente habla en castellano y ven que no tienen por qué aprender euskera», considera.
De la misma opinión es la colombiana Olga Lopera. «Muchos de mis compatriotas hablan con la gente en castellano y no ven la necesidad de aprender euskera. Me parece que es un punto de vista demasiado simple porque aprender un idioma enriquece a las personas», hace hincapié. Sus antepasados por parte de madre también son de origen vasco y siempre tuvo «interés por el euskera». Hace 16 años llegó a Gipuzkoa y estuvo estudiando durante cinco años en un euskaltegi de Arrasate y también pasó por centros de AEK en San Sebastián pero lo tuvo que dejar por falta de dinero. «Hay muchas oportunidades para aprender euskera pero debería haber más posibilidad para aprender de manera gratuita», reclama Olga Lopera. «Sé que hay cursos gratuitos pero creo que podría ser un estímulo para que la gente estudie».
Este año se ha apuntado a la Escuela Oficial de Idiomas de San Sebastián para profundizar en sus conocimientos. Pero ha conseguido una profesora de excepción en la mujer de 86 años a la que cuida. «Ella también es euskaldunberri y es una oportunidad para las dos de hacer mintzapraktika», sonríe. A Olga Lopera sobre todo le ha llamado la atención «lo rico que es el euskera con todos los euskalkis que tiene. En menos de una hora puedes tener cuatro formas diferentes de decir una misma palabra. Es muy enriquecedor».
Tarana Karim aterrizó hace quince años en Euskadi desde su Azerbaiyán natal. «No tenía ni idea de que aquí había una segunda lengua», explica en euskera. Pero enseguida se puso manos a la obra y se apuntó en un euskaltegi de Donostia, tres meses después de llegar a Gipuzkoa. «Me pareció una oportunidad muy enriquecedora desde el punto de vista cultural».
En su casa de Tolosa ahora se hablan sobre todo dos idiomas, euskera y azerí. «Para mis hijos es lo más normal del mundo. Además, también hablan otros idiomas», reconoce. Tarana Karim subraya que sobre todo consiguió mejorar «practicando y sin tener miedo a meter la pata. No hay que avergonzarse porque estemos aprendiendo un idioma y podamos confundirnos porque la gente lo entiende y he encontrado mucha comprensión». Eso sí, reconoce que en muchas ocasiones es «muy perfeccionista. Al menos es lo que me dicen muchos de mis amigos».
Tarana Karim trabaja en SOS Racismo y se encarga de una exposición sobre refugiados. Realiza visitas guiadas con alumnos de segundo de bachiller y de la ESO en euskera. «Me siento muy cómoda cuando hablo con ellos». La radio o la televisión han sido sus grandes aliados en el proceso de aprendizaje pero aún no se ha atrevido a leer libros. «Es el siguiente paso que tengo que dar», se marca como reto.
A Tarana le sigue llamando la atención que adultos nacidos en Gipuzkoa no hayan dado del mismo paso de aprender el idioma vasco. «Es una lengua como otra cualquiera, no lo entiendo. Es algo que me sorprende mucho». Además, anima a quienes saben euskera a que lo practiquen porque «un idioma no se pierde si los que lo saben lo hablan», zanja.
La inglesa Margaret Bullen lleva más de veinte años residiendo en Gipuzkoa. Llegó después de conocer a su pareja en la Universidad de Liverpool mientras cursaba sus estudios de Filología Hispánica. «Siempre me ha gustado aprender idiomas pero el euskera me pilló de improviso, no sabía nada de esta lengua», reconoce en euskera con un vocabulario impecable y con el característico acento británico. Su pasión por las lenguas queda reflejado en que mientras realizó su doctorado en Antropología en Latinoamérica, Bullen aprendió quechua. Pero esta profesora de la UPV/EHU se quedó enamorada de Euskadi. «Este rinconcito del mundo es una joya porque en apenas unos kilómetros tenemos idiomas como el euskera, el castellano o el francés».
Al igual que miles de guipuzcoanos ella también dio sus primeros pasos para aprender euskera en los euskaltegis de HABE y AEK. «Hice cursos bastante intensivos durante varios años». Pero la prueba de fuego llegó cuando quiso lograr una plaza como profesora en la universidad. «Necesitaba saber euskera pero me impliqué a tope en los euskaltegis y también en la Escuela Oficial de Idiomas». Después de mucho trabajo y esfuerzo consiguió la plaza pero además también se presentó al Euskararen Gaitasun Agiria (EGA) la prueba que muchos temen. «Me costó un poco pero al final conseguí el título», recuerda.
Ahora imparte clases tanto en euskera como en inglés y francés en la UPV. Admite que para ella el mantra de que aprender euskera es complicado «es un mito. Al igual que todas las lenguas cuando se comienza se hace difícil pero me imagino que igual que el ruso o el chino», zanja. Casi de la misma opinión es la argentina Carolina Agirre que en la actualidad reside en Lazkao. «Puede que sea complicado pero si se quiere es posible», reconoce. Lleva casi una década en Gipuzkoa y tiene claro cuál es su siguiente objetivo. «Quiero conseguir el EGA».
La relación de Carolina Agirre con el euskera siempre ha sido muy estrecha. Sus abuelos tuvieron que emigrar hasta Argentina desde Bizkaia con sus cuatro hijos en busca de un futuro mejor. Su padre nació en el país sudamericano pero nunca perdieron el contacto con sus raíces. «Todos los sábados íbamos a la Euskal Etxea», recuerda con cierta añoranza. Su primer contacto con la cultura vasca fueron «los bailes que realizábamos de pequeños. Ahora cuando veo aquí a la gente bailar me resulta raro, me despierta muchos sentimientos», reconoce.
Pero a medida que se fue haciendo mayor, a Carolina Agirre también se le fue despertando el interés por el euskera. Gracias a los cursos que organiza el Gobierno Vasco en Argentina junto a HABE comenzó a dar sus primeras clases. En 2001 aterrizó en el euskaltegi Maizpide de Lazkao con una beca. «Pero tenía un nivel muy bajo». Y volvió a Argentina. Durante cinco años siguió estudiando en la Euskal Etxea, hasta que llegó el corralito a Argentina y regresó a Euskadi junto a dos de sus tías.
Relaciones sociales
Ahora reside en Lazkao y habla euskera con sus dos hijas. «Utilizar la lengua te sirve para conseguir relaciones sociales y seguir practicando que es como mejor se aprende una lengua», admite en un euskera que roza la perfección. Sobre el mérito que muchos les atribuyen por aprender euskera, al igual que las otras tres protagonistas de este reportaje, Carolina Agirre le quita importancia a esta cuestión. «No veo que haya mérito en que la gente vaya a Alemania y aprenda alemán. Creo que en mucho casos perjudica que la gente habla en castellano y ven que no tienen por qué aprender euskera», considera.
De la misma opinión es la colombiana Olga Lopera. «Muchos de mis compatriotas hablan con la gente en castellano y no ven la necesidad de aprender euskera. Me parece que es un punto de vista demasiado simple porque aprender un idioma enriquece a las personas», hace hincapié. Sus antepasados por parte de madre también son de origen vasco y siempre tuvo «interés por el euskera». Hace 16 años llegó a Gipuzkoa y estuvo estudiando durante cinco años en un euskaltegi de Arrasate y también pasó por centros de AEK en San Sebastián pero lo tuvo que dejar por falta de dinero. «Hay muchas oportunidades para aprender euskera pero debería haber más posibilidad para aprender de manera gratuita», reclama Olga Lopera. «Sé que hay cursos gratuitos pero creo que podría ser un estímulo para que la gente estudie».
Este año se ha apuntado a la Escuela Oficial de Idiomas de San Sebastián para profundizar en sus conocimientos. Pero ha conseguido una profesora de excepción en la mujer de 86 años a la que cuida. «Ella también es euskaldunberri y es una oportunidad para las dos de hacer mintzapraktika», sonríe. A Olga Lopera sobre todo le ha llamado la atención «lo rico que es el euskera con todos los euskalkis que tiene. En menos de una hora puedes tener cuatro formas diferentes de decir una misma palabra. Es muy enriquecedor».
Tarana Karim aterrizó hace quince años en Euskadi desde su Azerbaiyán natal. «No tenía ni idea de que aquí había una segunda lengua», explica en euskera. Pero enseguida se puso manos a la obra y se apuntó en un euskaltegi de Donostia, tres meses después de llegar a Gipuzkoa. «Me pareció una oportunidad muy enriquecedora desde el punto de vista cultural».
En su casa de Tolosa ahora se hablan sobre todo dos idiomas, euskera y azerí. «Para mis hijos es lo más normal del mundo. Además, también hablan otros idiomas», reconoce. Tarana Karim subraya que sobre todo consiguió mejorar «practicando y sin tener miedo a meter la pata. No hay que avergonzarse porque estemos aprendiendo un idioma y podamos confundirnos porque la gente lo entiende y he encontrado mucha comprensión». Eso sí, reconoce que en muchas ocasiones es «muy perfeccionista. Al menos es lo que me dicen muchos de mis amigos».
Tarana Karim trabaja en SOS Racismo y se encarga de una exposición sobre refugiados. Realiza visitas guiadas con alumnos de segundo de bachiller y de la ESO en euskera. «Me siento muy cómoda cuando hablo con ellos». La radio o la televisión han sido sus grandes aliados en el proceso de aprendizaje pero aún no se ha atrevido a leer libros. «Es el siguiente paso que tengo que dar», se marca como reto.
A Tarana le sigue llamando la atención que adultos nacidos en Gipuzkoa no hayan dado del mismo paso de aprender el idioma vasco. «Es una lengua como otra cualquiera, no lo entiendo. Es algo que me sorprende mucho». Además, anima a quienes saben euskera a que lo practiquen porque «un idioma no se pierde si los que lo saben lo hablan», zanja.
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