Imagen: El País / Rivesaltes, 1941-05-07 |
Un memorial recuerda a los 60.000 españoles, judíos y harkis encerrados en el mayor campo de concentración de Occidente, construido en Rivesaltes.
Carlos Yárnoz | El País, 2015-10-16
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/15/actualidad/1444926569_136320.html
En Rivesaltes, a 30 kilómetros de la frontera oriental con España, ha dormido durante 70 años un vergonzante capítulo de la historia de Francia y Europa. En un páramo barrido por la Tramontana, aún son visibles los esqueletos de decenas de barracones y letrinas. Es el Campo de Concentración de Rivesaltes, el más grande de los construidos en Occidente. De 1939 a 2013, aquí malvivieron más de 60.000 “indeseables”. Los primeros, refugiados españoles. Luego, judíos, gitanos, alemanes, colaboracionistas y harkis argelinos. Los últimos, migrantes irregulares. Este viernes, el primer ministro, Manuel Valls, inaugura en el lugar un Memorial. Hora de asumir la historia.
La Cataluña francesa, en el Languedoc-Rosellón, fue en 1939 el refugio del medio millón de españoles de La Retirada, el éxodo que todo el mundo conoce en la región, pero no en España. Uno de ellos era el comandante Victoriano Gómez Díaz, de Torrejón el Rubio (Cáceres). Entró en julio de 1940 en el campo de 600 hectáreas de Rivesaltes en el que terminarían levantándose 650 barracones.
“Dormía en un camastro con mucha humedad. Había piojos, sarna… Comían poco y mal. Pasaban mucho frío. Los guardianes, muchos de ellos marroquíes, les daban palizas”. Lo cuenta su hija, Rosy Gómez, que hoy vive en Argelés-sur-Mer, al lado de la enorme playa en la que hacinaron a los españoles antes de enviarlos a otros campos.
Gómez preside la asociación ‘Hijos e hijas de republicanos españoles y niños exiliados’ y organiza todos los años ‘La Marcha de La Retirada’ para recorrer caminos que usaron los republicanos españoles en su entrada a Francia por los Pirineos. A sus 63 años, aún se emociona cuando enseña sobre el terreno por enésima vez tumbas, monolitos, fotos de la época. “Este anillo de hueso de animal, con las siglas V.G., lo hizo mi padre en Rivesaltes”.
Uno de los pocos supervivientes españoles que pasó por el Campo es Gilbert Susagna, de 80 años, que vive en Perpiñán. Lo encerraron con su madre en Rivesaltes en 1941. “Solo tenía cinco años. Como era un niño, no tengo recuerdos siniestros”. Vino de Almenar (Lleida). Su padre, comunista, era alguacil del pueblo. Perdió un pulmón en la batalla de Madrid y huyó a Francia en el 39. “Los judíos y los gitanos las pasaban muy negras, me contaba mi madre. Yo, como niño, no tanto, pero me marcó toda mi vida”. Este viernes estará en el Memorial.
Casi la mitad de los 20.000 españoles que pasaron por Rivesaltes fueron enviados a los campos de la muerte nazis. Murieron el 65%. También perdieron la vida 2.300 de los 7.000 judíos deportados de allí. “A mi padre lo enviaron a Mauthausen en 1941 y, en el último momento, una mano amiga lo apartó cuando ya lo metían en el tren”, narra Rosy Gómez.
En el campo, diseñado y gestionado por autoridades francesas, fueron recluidos después soldados alemanes presos tras la II Guerra Mundial, colaboracionistas y, a partir de 1960, harkis argelinos, las milicias que se unieron a los franceses contra de los partidarios de la liberación de Argelia. Para cerrar el círculo de la ignominia, en los ochenta, los noventa y hasta 2007, ahí se enviaba a los migrantes irregulares. Hasta 2013 permanecieron en un centro cercano.
El paseo entre barracones y letrinas estremece. Cada nave tiene 30 metros de largo, seis de ancho y cinco de alto. Las endebles paredes y portezuelas no protegían a los hacinados refugiados ni del helador viento en invierno frío ni del asfixiante calor en verano. “Era terrible. Las enfermedades, el frío… El viento, el viento…, me repiten supervivientes con los que he hablado. Los niños volaban”, dice durante un paseo entre los barracones el presidente del Comité Científico del Memorial, Denis Peschanski. Su padre luchó como brigadista en Albacete en la guerra civil y fue internado en campos franceses.
Los intentos de destruir las pruebas de este agujero negro han sido numerosos. En 1998, se encontraron en un basurero miles de archivos del campo. Gobierno y autoridades locales decidieron derribar las barracas. Lo impidieron las asociaciones civiles, los hijos de exiliados españoles y la sensibilidad de algunos altos cargos regionales.
Uno de los que se movilizó fue el alcalde socialista de Argelés, Pierre Aylagas, hijo de un agricultor republicano español encerrado en varios campos, entre ellos Rivesaltes. “He trabajado por este memorial porque recuerda los valores que yo defiendo”, dice en su despacho.
El Memorial, obra del reconocido arquitecto Rudy Ricciotti, es un enorme edificio de cemento sin ventanas, enterrado bajo el suelo, para no restar protagonismo a los barracones circundantes. Es un símbolo del encierro forzado. En su interior, en 4.000 metros cuadrados, una gran sala con fotos, vídeos, mapas, un auditorio y un gran espacio pedagógico para alumnos y profesores.
“Simboliza una etapa poco gloriosa de Francia, pero se reconoce por fin”, dice por teléfono Geneviève Dreyfus-Armand, prestigiosa historiadora del exilio. “Estaría bien que España reconociera también sus pasados negros. Un pueblo sin memoria no puede construir una verdadera democracia. No se puede confundir a víctimas y verdugos”.
Al acto de este viernes, asistirán Valls y otros tres ministros franceses, además de colectivos de afectados. Por España, se espera una baja representación. “Un escándalo” para los organizadores.
La Cataluña francesa, en el Languedoc-Rosellón, fue en 1939 el refugio del medio millón de españoles de La Retirada, el éxodo que todo el mundo conoce en la región, pero no en España. Uno de ellos era el comandante Victoriano Gómez Díaz, de Torrejón el Rubio (Cáceres). Entró en julio de 1940 en el campo de 600 hectáreas de Rivesaltes en el que terminarían levantándose 650 barracones.
“Dormía en un camastro con mucha humedad. Había piojos, sarna… Comían poco y mal. Pasaban mucho frío. Los guardianes, muchos de ellos marroquíes, les daban palizas”. Lo cuenta su hija, Rosy Gómez, que hoy vive en Argelés-sur-Mer, al lado de la enorme playa en la que hacinaron a los españoles antes de enviarlos a otros campos.
Gómez preside la asociación ‘Hijos e hijas de republicanos españoles y niños exiliados’ y organiza todos los años ‘La Marcha de La Retirada’ para recorrer caminos que usaron los republicanos españoles en su entrada a Francia por los Pirineos. A sus 63 años, aún se emociona cuando enseña sobre el terreno por enésima vez tumbas, monolitos, fotos de la época. “Este anillo de hueso de animal, con las siglas V.G., lo hizo mi padre en Rivesaltes”.
Uno de los pocos supervivientes españoles que pasó por el Campo es Gilbert Susagna, de 80 años, que vive en Perpiñán. Lo encerraron con su madre en Rivesaltes en 1941. “Solo tenía cinco años. Como era un niño, no tengo recuerdos siniestros”. Vino de Almenar (Lleida). Su padre, comunista, era alguacil del pueblo. Perdió un pulmón en la batalla de Madrid y huyó a Francia en el 39. “Los judíos y los gitanos las pasaban muy negras, me contaba mi madre. Yo, como niño, no tanto, pero me marcó toda mi vida”. Este viernes estará en el Memorial.
Casi la mitad de los 20.000 españoles que pasaron por Rivesaltes fueron enviados a los campos de la muerte nazis. Murieron el 65%. También perdieron la vida 2.300 de los 7.000 judíos deportados de allí. “A mi padre lo enviaron a Mauthausen en 1941 y, en el último momento, una mano amiga lo apartó cuando ya lo metían en el tren”, narra Rosy Gómez.
En el campo, diseñado y gestionado por autoridades francesas, fueron recluidos después soldados alemanes presos tras la II Guerra Mundial, colaboracionistas y, a partir de 1960, harkis argelinos, las milicias que se unieron a los franceses contra de los partidarios de la liberación de Argelia. Para cerrar el círculo de la ignominia, en los ochenta, los noventa y hasta 2007, ahí se enviaba a los migrantes irregulares. Hasta 2013 permanecieron en un centro cercano.
El paseo entre barracones y letrinas estremece. Cada nave tiene 30 metros de largo, seis de ancho y cinco de alto. Las endebles paredes y portezuelas no protegían a los hacinados refugiados ni del helador viento en invierno frío ni del asfixiante calor en verano. “Era terrible. Las enfermedades, el frío… El viento, el viento…, me repiten supervivientes con los que he hablado. Los niños volaban”, dice durante un paseo entre los barracones el presidente del Comité Científico del Memorial, Denis Peschanski. Su padre luchó como brigadista en Albacete en la guerra civil y fue internado en campos franceses.
Los intentos de destruir las pruebas de este agujero negro han sido numerosos. En 1998, se encontraron en un basurero miles de archivos del campo. Gobierno y autoridades locales decidieron derribar las barracas. Lo impidieron las asociaciones civiles, los hijos de exiliados españoles y la sensibilidad de algunos altos cargos regionales.
Uno de los que se movilizó fue el alcalde socialista de Argelés, Pierre Aylagas, hijo de un agricultor republicano español encerrado en varios campos, entre ellos Rivesaltes. “He trabajado por este memorial porque recuerda los valores que yo defiendo”, dice en su despacho.
El Memorial, obra del reconocido arquitecto Rudy Ricciotti, es un enorme edificio de cemento sin ventanas, enterrado bajo el suelo, para no restar protagonismo a los barracones circundantes. Es un símbolo del encierro forzado. En su interior, en 4.000 metros cuadrados, una gran sala con fotos, vídeos, mapas, un auditorio y un gran espacio pedagógico para alumnos y profesores.
“Simboliza una etapa poco gloriosa de Francia, pero se reconoce por fin”, dice por teléfono Geneviève Dreyfus-Armand, prestigiosa historiadora del exilio. “Estaría bien que España reconociera también sus pasados negros. Un pueblo sin memoria no puede construir una verdadera democracia. No se puede confundir a víctimas y verdugos”.
Al acto de este viernes, asistirán Valls y otros tres ministros franceses, además de colectivos de afectados. Por España, se espera una baja representación. “Un escándalo” para los organizadores.
Las ignominias de Rivesaltes
1939: La Retirada: éxodo de medio millón de españoles. Miles de ellos construyen barracones. Hubo 650 en 600 hectáreas.
1941: 6.475 internos en el campo. La mitad, españoles. Un tercio, judíos.
1941-1942: 21.000 detenidos. Españoles, judíos y gitanos. Deportaciones de judíos (2.300) a Auschwitz. Y de españoles (entre 8.000 y 10.000) a varios otros campos de exterminio, sobre todo Mauthausen.
1944-1948: Prisioneros de guerra alemanes y colaboracionistas franceses.
1957-1962: Formación de tropas para la guerra de Argelia. Prisión para partidarios de la independencia de este país.
1962-1964: 22.000 harkis repatriados de Argelia.
1977: Salen las últimas familias de harkis.
1986-2007: Centro de retención de migrantes irregulares.
¿Por qué los españoles protagonizan la historia del campo de Rivesaltes?. Miles de refugiados republicanos construyeron el mayor campo de concentración de Occidente y 8.000 fueron enviados a campos nazis como "prisioneros de guerra". 1941: 6.475 internos en el campo. La mitad, españoles. Un tercio, judíos.
1941-1942: 21.000 detenidos. Españoles, judíos y gitanos. Deportaciones de judíos (2.300) a Auschwitz. Y de españoles (entre 8.000 y 10.000) a varios otros campos de exterminio, sobre todo Mauthausen.
1944-1948: Prisioneros de guerra alemanes y colaboracionistas franceses.
1957-1962: Formación de tropas para la guerra de Argelia. Prisión para partidarios de la independencia de este país.
1962-1964: 22.000 harkis repatriados de Argelia.
1977: Salen las últimas familias de harkis.
1986-2007: Centro de retención de migrantes irregulares.
Imagen: El País / Rivesaltes, 1941 |
Carlos Yárnoz | El País, 2015-10-16
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/16/actualidad/1444989143_070668.html
En Perpiñán y sus alrededores, al sureste de Francia, más de la mitad de la población es descendiente o familiar indirecto del medio millón de refugiados republicanos españoles que en solo dos meses llegaron al país vecino al final de la guerra civil. Más de 21.000 de aquellas víctimas de la guerra –hombres, mujeres y niños- acabaron encerrados en el campo de concentración de Rivesaltes. Al menos 8.000 fueron deportados a campos de la muerte nazis. Por eso, los españoles, España, son los grandes protagonistas del campo, donde este viernes inaugura un Memorial el primer ministro Manuel Valls. España, sin embargo, vive de espaldas al acontecimiento que recupera la memoria de uno de los capítulos más negros de Francia, España y Europa en el siglo XX.
En ese campo de concentración, el mayor construido de Occidente, hubo también al menos 7.000 judíos, además de gitanos, harkis (milicianos) argelinos entre 1939 y finales de los sesenta. Eran los calificados oficialmente como “indeseables”. Pero para el presidente del comité científico del memorial, Denis Peschanski, no cabe duda de que “los protagonistas son los españoles”. ¿Por qué?
En primer lugar, fueron ellos, miles de aquellos refugiados españoles, los que construyeron las primeras decenas de barracones. Venían de la playa de Argelés-sur-Mer. Allí, a la intemperie, fueron hacinados, rodeados de alambradas, más de 100.000 derrotados españoles. Para protegerse del frío, hacían agujeros en la arena y se metían dentro en grupos, en familias. Rosy Gómez, hija del comandante Valeriano Gómez, muestra la zona y aún ahora se le escapan las lágrimas.
En Argelés, la única higiene posible era la procedente del agua del mar. La Retirada, la llegada del medio millón de españoles, se produjo entre enero y febrero de 1939. Aquel invierno fue especialmente duro. Casi 300 refugiados murieron en la playa. Se les enterró en un cementerio común, hoy situado en la avenida de La Retirada en Argelés. Los cuerpos fueron simplemente envueltos en telas. “La madera era muy valiosa para calentarse y cocinar en la playa”, cuenta Rosy Gómez, de 63 años. Meses después, una riada se llevó la mayoría de cadáveres. Un monolito en el lugar recuerda los nombres de los cientos de muertos.
En busca de una solución desesperada, las autoridades francesas optaron por construir un campo de concentración para los españoles. Eligieron Rivesaltes, a unos 40 kilómetros de Argelés. Allí fueron llevadas en el 39 las primeras cuadrillas de trabajadores forzados. A finales de 1941, ya había más de 20.000 españoles encerrados allí. En la Francia colaboracionista de la época, los republicanos españoles, muchos de ellos comunistas, eran considerados incluso culpables del hundimiento de Francia, de Europa.
La II Guerra Mundial, como recuerda Peschanski, había empezado en España. Y allí, en Rivesaltes, estaban los perdedores, “los indeseables” del sur. Tras los españoles, llegaron los judíos y los gitanos. Pero fueron siempre los españoles los pioneros, los mayoritarios. Y constituyeron también el único colectivo sumado a los judíos para ser exterminado. Entre 8.000 y 10.000 fueron enviados a campos de exterminio nazis, sobre todo Mathausen. Eran "prisioneros de guerra". 65 de cada 100 no regresaron jamás. La cifra de judíos que siguió el mismo destino en Auschwitz fue de 2.300.
Ante esos datos históricos, los responsables del memorial coinciden plenamente en que los protagonistas de ese oscuro agujero de la historia europea son los españoles. Fueron maltratados, vilipendiados, encerrados por las autoridades francesas. Fueron franceses –no había un solo alemán en esa parte de la “Francia libre” hasta finales de 1942- los que los enviaron a los campos de exterminio. Y fueron supervivientes españoles los que, a miles, salieron de allí para participar en La Resistencia, luchar contra los nazis en África, participar en la liberación de París e incluso ir a la guerra de Indochina tras la II Guerra Mundial.
Y, sin embargo, España ha estado ausente de todo lo que ha ocurrido en esa zona en torno a esos tristes capítulos de la historia. En el lugar, en el Languedoc-Rosellón, se conmemoran todos los años eventos, debates, foros… Calles, plazas, monolitos, placas recuerdan lo ocurrido con los españoles. En las escuelas, a todos los niños se les cuenta lo que pasó. En España, en cambio, las autoridades han vivido de espaldas a todo ello. La Memoria histórica también aquí una asignatura pendiente, un vacío total.
Pese a todo, son hijos de aquellos refugiados que viven en la Cataluña francesa los que hoy protagonizan la Memoria que sí ha ido recuperando Francia y que este viernes ha culminado con el memorial de Rivesaltes. Las asociaciones de descendientes de esos refugiados organizan anualmente La Marcha de La Retirada. Cientos de personas recorren parte de los caminos que tuvieron que cubrir los 500.000 republicanos para caer en los agujeros de Argelés, Rivesaltes y otros campos más pequeños en la zona.
Uno de los más activos es Pierre Aylagas. Es el alcalde socialista de Argelés e hijo de un pobre agricultor castellano, uno de aquellos refugiados derrotados. “Ocurrió como ahora. La población se dividió a favor y en contra de los refugiados. He promovido que, en su recuerdo, Argelés acoja ahora a refugiados sirios".
Aylagas asiste este viernes a la inauguración del memorial de Rivesaltes. Como Gilbert Susagna, que estuvo encerrado en Rivesaltes con solo 5 años, junto con su madre, Manuela.
España, los españoles, los refugiados de la guerra civil… “Es una parte importante de España la que está aquí”. Lo dice, emocionado, el Peschanski. Sabe muy bien de qué habla. No solo es un gran historiador que preside el comité científico de Rivesaltes, y también el de Normandía. Su padre, ruso, luchó en Albacete como brigadista en la guerra civil. Y fue uno de esos 500.000 que en el invierno de 1939 cruzó los Pirineos para llegar hasta el agujero inmundo de Argelés.
Meses después, logró salir y sumarse a La Resistencia. En su grupo había “decenas de españoles”, dice Peschanski. En efecto, unos 10.000 españoles de Argelés, Rivesaltes y otros campos del sur se unieron a La Resistencia. Otro motivo para ese evidente protagonismo español del mayor campo de concentración de Occidente.
“Un pueblo sin memoria no puede construir una verdadera democracia”, asegura la historiadora Geneviève Dreyfus-Armand, prestigiosa estudiosa del éxodo español invitada ahora al memorial. En el sureste francés, todos, grandes y pequeños, conocen buena parte de esta historia. ¿Saben algo de todo esto los escolares españoles?
En ese campo de concentración, el mayor construido de Occidente, hubo también al menos 7.000 judíos, además de gitanos, harkis (milicianos) argelinos entre 1939 y finales de los sesenta. Eran los calificados oficialmente como “indeseables”. Pero para el presidente del comité científico del memorial, Denis Peschanski, no cabe duda de que “los protagonistas son los españoles”. ¿Por qué?
En primer lugar, fueron ellos, miles de aquellos refugiados españoles, los que construyeron las primeras decenas de barracones. Venían de la playa de Argelés-sur-Mer. Allí, a la intemperie, fueron hacinados, rodeados de alambradas, más de 100.000 derrotados españoles. Para protegerse del frío, hacían agujeros en la arena y se metían dentro en grupos, en familias. Rosy Gómez, hija del comandante Valeriano Gómez, muestra la zona y aún ahora se le escapan las lágrimas.
En Argelés, la única higiene posible era la procedente del agua del mar. La Retirada, la llegada del medio millón de españoles, se produjo entre enero y febrero de 1939. Aquel invierno fue especialmente duro. Casi 300 refugiados murieron en la playa. Se les enterró en un cementerio común, hoy situado en la avenida de La Retirada en Argelés. Los cuerpos fueron simplemente envueltos en telas. “La madera era muy valiosa para calentarse y cocinar en la playa”, cuenta Rosy Gómez, de 63 años. Meses después, una riada se llevó la mayoría de cadáveres. Un monolito en el lugar recuerda los nombres de los cientos de muertos.
En busca de una solución desesperada, las autoridades francesas optaron por construir un campo de concentración para los españoles. Eligieron Rivesaltes, a unos 40 kilómetros de Argelés. Allí fueron llevadas en el 39 las primeras cuadrillas de trabajadores forzados. A finales de 1941, ya había más de 20.000 españoles encerrados allí. En la Francia colaboracionista de la época, los republicanos españoles, muchos de ellos comunistas, eran considerados incluso culpables del hundimiento de Francia, de Europa.
La II Guerra Mundial, como recuerda Peschanski, había empezado en España. Y allí, en Rivesaltes, estaban los perdedores, “los indeseables” del sur. Tras los españoles, llegaron los judíos y los gitanos. Pero fueron siempre los españoles los pioneros, los mayoritarios. Y constituyeron también el único colectivo sumado a los judíos para ser exterminado. Entre 8.000 y 10.000 fueron enviados a campos de exterminio nazis, sobre todo Mathausen. Eran "prisioneros de guerra". 65 de cada 100 no regresaron jamás. La cifra de judíos que siguió el mismo destino en Auschwitz fue de 2.300.
Ante esos datos históricos, los responsables del memorial coinciden plenamente en que los protagonistas de ese oscuro agujero de la historia europea son los españoles. Fueron maltratados, vilipendiados, encerrados por las autoridades francesas. Fueron franceses –no había un solo alemán en esa parte de la “Francia libre” hasta finales de 1942- los que los enviaron a los campos de exterminio. Y fueron supervivientes españoles los que, a miles, salieron de allí para participar en La Resistencia, luchar contra los nazis en África, participar en la liberación de París e incluso ir a la guerra de Indochina tras la II Guerra Mundial.
Y, sin embargo, España ha estado ausente de todo lo que ha ocurrido en esa zona en torno a esos tristes capítulos de la historia. En el lugar, en el Languedoc-Rosellón, se conmemoran todos los años eventos, debates, foros… Calles, plazas, monolitos, placas recuerdan lo ocurrido con los españoles. En las escuelas, a todos los niños se les cuenta lo que pasó. En España, en cambio, las autoridades han vivido de espaldas a todo ello. La Memoria histórica también aquí una asignatura pendiente, un vacío total.
Pese a todo, son hijos de aquellos refugiados que viven en la Cataluña francesa los que hoy protagonizan la Memoria que sí ha ido recuperando Francia y que este viernes ha culminado con el memorial de Rivesaltes. Las asociaciones de descendientes de esos refugiados organizan anualmente La Marcha de La Retirada. Cientos de personas recorren parte de los caminos que tuvieron que cubrir los 500.000 republicanos para caer en los agujeros de Argelés, Rivesaltes y otros campos más pequeños en la zona.
Uno de los más activos es Pierre Aylagas. Es el alcalde socialista de Argelés e hijo de un pobre agricultor castellano, uno de aquellos refugiados derrotados. “Ocurrió como ahora. La población se dividió a favor y en contra de los refugiados. He promovido que, en su recuerdo, Argelés acoja ahora a refugiados sirios".
Aylagas asiste este viernes a la inauguración del memorial de Rivesaltes. Como Gilbert Susagna, que estuvo encerrado en Rivesaltes con solo 5 años, junto con su madre, Manuela.
España, los españoles, los refugiados de la guerra civil… “Es una parte importante de España la que está aquí”. Lo dice, emocionado, el Peschanski. Sabe muy bien de qué habla. No solo es un gran historiador que preside el comité científico de Rivesaltes, y también el de Normandía. Su padre, ruso, luchó en Albacete como brigadista en la guerra civil. Y fue uno de esos 500.000 que en el invierno de 1939 cruzó los Pirineos para llegar hasta el agujero inmundo de Argelés.
Meses después, logró salir y sumarse a La Resistencia. En su grupo había “decenas de españoles”, dice Peschanski. En efecto, unos 10.000 españoles de Argelés, Rivesaltes y otros campos del sur se unieron a La Resistencia. Otro motivo para ese evidente protagonismo español del mayor campo de concentración de Occidente.
“Un pueblo sin memoria no puede construir una verdadera democracia”, asegura la historiadora Geneviève Dreyfus-Armand, prestigiosa estudiosa del éxodo español invitada ahora al memorial. En el sureste francés, todos, grandes y pequeños, conocen buena parte de esta historia. ¿Saben algo de todo esto los escolares españoles?
Imagen: El País / Denis Peschanski |
El hijo de un preso en el campo de concentración de Rivesaltes defiende la memoria histórica.
Carlos Yárnoz | El País, 2015-10-16
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/16/actualidad/1444984160_735428.html
El prestigioso historiador Denis Peschanski (París, 1954), presidente del Comité Científico del Memorial de Rivesaltes, recordaba en esta entrevista el pasado miércoles en el Campo de Internamiento que su padre, ruso, fue brigadista en la guerra civil española. “Parte de mi corazón está en España”.
Pregunta. ¿Qué importancia tiene este campo para los españoles?
Respuesta. Es el principal lugar de la memoria de España de la II Guerra Mundial. Esa guerra empieza en España con la victoria de Franco y con La Retirada, el paso a Francia de 450.000 refugiados españoles. Entre 1941 y 1942, había 17.000 encerrados en Rivesaltes, de los que 9.000 eran españoles.
P. ¿En qué condiciones?
R. Terribles. Todos los testigos recuerdan con horror el viento, la Tramontana, la malnutrición, la catastrófica higiene. El invierno era helador. Y el verano, asfixiante. En unos barracones de paredes muy endebles y delgados. Y aún estaban contentos, porque venían de Argelés. Mi padre, brigadista con 30 años, estuvo en Argelés. Pasó durante La Retirada tras luchar en Albacete. Era chófer. Luchó luego en la Resistencia y había españoles en su grupo. Una parte de mi corazón está en España. Por ese combate por la República en España, contra el franquismo, que ha sido también mi combate.
P. Y para Francia, ¿qué significa este campo?
R. Aquí están las trazas de dos grandes traumatismos que Francia sufrió en el siglo XX: la II Guerra Mundial y la guerra de Argelia. En enero de 1941, en Rivesaltes hay españoles, judíos y gitanos. O sea, Los Indeseables. Para el régimen de Vichy, eran los responsables del hundimiento de Francia: los judíos, los comunistas y los francmasones. Había que excluirlos y el Campo de Rivesaltes es una pieza decisiva en la política de exclusión.
P. ¿Cuántos judíos había?
R. Más de 7.000. Y aquí se aplicaba la lógica de la deportación para la exterminación. Vichy aceptó cogestionar con Alemania la solución final. Entre 1941 y octubre de 1942, cuando no había ni un solo soldado alemán en el sur de Francia, las autoridades francesas enviaron a campos de exterminio nazis 2.300 judíos desde Rivesaltes.
P. ¿Y cuántos españoles?
R. Los españoles fueron los únicos que, siendo excombatientes, fueron encerrados en el campo por los franceses y, luego, considerados prisioneros de guerra por los alemanes después de 1942. Y como tales fueron los únicos, juntos con los judíos, enviados a campos de exterminio. Entre 8.000 y 10.000 fueron enviados a Maunthausen y otros. Murieron el 65%. Por eso, la Memoria española está muy marcada por esta historia.
P. Aunque con tardanza, Francia al menos empieza a recuperar la Memoria.
R. Hace años que sí, que se mira de cara a la historia. Y es curioso, porque la sensibilidad, la movilización, ha partido de la sociedad civil. También asociaciones españolas de descendientes de refugiados. El Estado se sumó después. Había ya un proyecto para destruir el campo de Rivesaltes, pero ese movimiento y el apoyo de algunas autoridades forzó este Memorial. Yo entré en el proyecto en 2000.
P. ¿Contactaron con el Gobierno español o pidieron su participación?
R. Hubo contactos al comienzo, pero luego se desvaneció la colaboración. Para los españoles, es “su” lugar…a pocos kilómetros de la frontera. Es una importante parte de la historia de España que está aquí. No hay nada equiparable. Yo espero a España, al Gobierno español, a la Generalitat de Cataluña… Tienen que venir. Y tienen que venir los escolares, los profesores…
P. Usted conoce el problema con la Memoria en España.
R. Habrá que construirla. La transición se basó en parte en el olvido de la fractura de la guerra, pero está ahí. La condición para que la España democrática se desarrolle es que asuma su historia, su pasado. Es una condición para construir la democracia del presente.
P. ¿Este Memorial puede aportar algo en ese objetivo?
R. Sí. Este Memorial es el recuerdo de historias negras, pero también un espacio de esperanza. Porque por aquí pasaron muchos que lucharon primero por unos ideales y luego otros para que fuera un lugar libre.
Pregunta. ¿Qué importancia tiene este campo para los españoles?
Respuesta. Es el principal lugar de la memoria de España de la II Guerra Mundial. Esa guerra empieza en España con la victoria de Franco y con La Retirada, el paso a Francia de 450.000 refugiados españoles. Entre 1941 y 1942, había 17.000 encerrados en Rivesaltes, de los que 9.000 eran españoles.
P. ¿En qué condiciones?
R. Terribles. Todos los testigos recuerdan con horror el viento, la Tramontana, la malnutrición, la catastrófica higiene. El invierno era helador. Y el verano, asfixiante. En unos barracones de paredes muy endebles y delgados. Y aún estaban contentos, porque venían de Argelés. Mi padre, brigadista con 30 años, estuvo en Argelés. Pasó durante La Retirada tras luchar en Albacete. Era chófer. Luchó luego en la Resistencia y había españoles en su grupo. Una parte de mi corazón está en España. Por ese combate por la República en España, contra el franquismo, que ha sido también mi combate.
P. Y para Francia, ¿qué significa este campo?
R. Aquí están las trazas de dos grandes traumatismos que Francia sufrió en el siglo XX: la II Guerra Mundial y la guerra de Argelia. En enero de 1941, en Rivesaltes hay españoles, judíos y gitanos. O sea, Los Indeseables. Para el régimen de Vichy, eran los responsables del hundimiento de Francia: los judíos, los comunistas y los francmasones. Había que excluirlos y el Campo de Rivesaltes es una pieza decisiva en la política de exclusión.
P. ¿Cuántos judíos había?
R. Más de 7.000. Y aquí se aplicaba la lógica de la deportación para la exterminación. Vichy aceptó cogestionar con Alemania la solución final. Entre 1941 y octubre de 1942, cuando no había ni un solo soldado alemán en el sur de Francia, las autoridades francesas enviaron a campos de exterminio nazis 2.300 judíos desde Rivesaltes.
P. ¿Y cuántos españoles?
R. Los españoles fueron los únicos que, siendo excombatientes, fueron encerrados en el campo por los franceses y, luego, considerados prisioneros de guerra por los alemanes después de 1942. Y como tales fueron los únicos, juntos con los judíos, enviados a campos de exterminio. Entre 8.000 y 10.000 fueron enviados a Maunthausen y otros. Murieron el 65%. Por eso, la Memoria española está muy marcada por esta historia.
P. Aunque con tardanza, Francia al menos empieza a recuperar la Memoria.
R. Hace años que sí, que se mira de cara a la historia. Y es curioso, porque la sensibilidad, la movilización, ha partido de la sociedad civil. También asociaciones españolas de descendientes de refugiados. El Estado se sumó después. Había ya un proyecto para destruir el campo de Rivesaltes, pero ese movimiento y el apoyo de algunas autoridades forzó este Memorial. Yo entré en el proyecto en 2000.
P. ¿Contactaron con el Gobierno español o pidieron su participación?
R. Hubo contactos al comienzo, pero luego se desvaneció la colaboración. Para los españoles, es “su” lugar…a pocos kilómetros de la frontera. Es una importante parte de la historia de España que está aquí. No hay nada equiparable. Yo espero a España, al Gobierno español, a la Generalitat de Cataluña… Tienen que venir. Y tienen que venir los escolares, los profesores…
P. Usted conoce el problema con la Memoria en España.
R. Habrá que construirla. La transición se basó en parte en el olvido de la fractura de la guerra, pero está ahí. La condición para que la España democrática se desarrolle es que asuma su historia, su pasado. Es una condición para construir la democracia del presente.
P. ¿Este Memorial puede aportar algo en ese objetivo?
R. Sí. Este Memorial es el recuerdo de historias negras, pero también un espacio de esperanza. Porque por aquí pasaron muchos que lucharon primero por unos ideales y luego otros para que fuera un lugar libre.
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