El fotógrafo Hal Fischer publica su guía práctica y clásico de culto de los fetichistas del cuero, los cachas y los 'cowboys' del barrio de Castro en San Francisco.
Verónica Maldonado | I-D Vice, 2015-11-09
https://i-d.vice.com/es_es/article/fotografia-gay-semiotics
¿Eres activo o pasivo? En los 70, en el distrito de San Francisco conocido como el Castro, la respuesta la llevabas literalmente pegada al culo en forma de un pañuelo rojo colgando del bolsillo trasero.
El código del pañuelo de la comunidad homosexual del San Francisco anterior a la amenaza del SIDA se encuentra bellamente documentado en ‘Gay Semiotics’, la obra seminal del fotógrafo Hal Fischer, publicada originalmente en 1977 y recién reeditada. La obra es una guía práctica y un clásico de culto del estilo y la comunicación homosexuales explorados a través de fotografías de hombres desnudos, artículos sadomasoquistas y técnicas para esnifar popper correctamente.
"Toda esta serie y mi trabajo posterior de esa época trataba sobre mí, el lugar donde me encontraba en ese momento y sobre la comunidad de la que formaba parte", explica Fischer. El libro fue escrito, fotografiado y expuesto durante unos meses y representa lo que Fischer llama: "la ambigüedad, la forma de poder codificar cosas y comunicarse sin lugar a malentendidos".
Fischer llegó a San Francisco en 1975 para hacer un máster en fotografía y pronto se zambulló en la floreciente escena artística local. Lo que empezó como un proyecto de documentación de la comunidad gay acabó convirtiéndose en una exposición artística y un libro (cuya primera tirada de 5.000 ejemplares se agotó), por el que recibió becas de la Fundación Nacional de las Artes de los EE UU y le llevó a realizar exposiciones fuera de su país.
Las fotografías de Fischer -aquí es donde se ve la parte "semiótica"- van acompañadas de un texto explicativo. La foto de cada uno de los personajes se disecciona elemento por elemento: "pañuelo de seda", "camiseta interior de tirantes" y "pantalones de franela grises". ‘Gay Semiotics’ decodifica el lenguaje visual de la comunidad gay del Castro remontándose a la antigüedad clásica, a ‘Salvaje’ -la película de Marlon Brando de 1953- y a ‘Hojas de hierba’ de Walt Whitman.
"El look gay básico estaba adoptando ciertas señas de masculinidad, como las camisas de franela y los tejanos", dice Fischer. "Fuera de contexto, quizás si te hubieras vestido así en Billings (Montana, EE.UU) no se habría interpretado necesariamente como algo gay, porque todos estos detalles se habían adoptado de la cultura popular".
Aunque añade: "El cuero, sin embargo, eso es otra historia".
‘Gay Semiotics’ es una lectura muy entretenida, donde la jerga académica es fácil de digerir. Por ejemplo, en una doble página vemos a un modelo cargado de elementos sadomasoquistas y la descripción dice: "El pecho peludo y negro del agresor es el complemento perfecto para el look de dominador".
Estos cambios de tono siguen presentes a lo largo de la obra para tratar la constante preocupación de Fischer: "¿Cómo puedes coger algo complejo y presentarlo ante la gente sin un tono demasiado didáctico, sino dejando que el público pueda sumergirse de una forma realmente positiva?".
Según Fischer, la reedición de ‘Gay Semiotics’ llega en el momento perfecto. "Al hablar con gente joven, vi que había mucho interés en el tema y creo que en gran parte se trata de recuperar esa historia. Dentro de la población gay, también ha habido mucha nostalgia hacia la era antes del SIDA, fue una época muy divertida en la comunidad de San Francisco".
Las generaciones más jóvenes no son las únicas interesadas en la obra; Fischer tiene la sensación de que existe una corriente más amplia. "Una de las cosas que han estado ocurriendo en el mundo del arte es el redescubrimiento del arte de los 70", explica. ‘Gay Semiotics’ es una obra firmemente establecida en su época, una reliquia de los tiempos idílicos antes de la plaga.
Noah Michelson, editor de ‘Gay Voices’ del Huffington Post, explica que "era demasiado joven para entender ‘Gay Semiotics’ en su momento -y quizás de algún modo lo estoy romantizando-, pero que hay algo que resulta increíblemente satisfactorio en el hecho de tener un código secreto que solo tú y los otros miembros de tu sociedad secreta conocen".
El libro destaca una cultura gay en desarrollo, donde los códigos de la calle han sido intercambiados por aplicaciones para el móvil como Grindr y Scruff. "Puedo reconocer a otros homosexuales como yo y puedo encontrar y pedir lo que quiero en la habitación (o en la cocina o el asiento de atrás de un taxi) sin tener que recurrir al código del pañuelo", explica Michelson, "pero no puedo evitar sentir que se ha perdido una especie de compañerismo y quizás la reedición de ‘Gay Semiotics’ sea la forma perfecta de recordárnoslo y de que empecemos a pensar en lo que hemos perdido".
Fischer ve la obra tanto como una imagen de esa comunidad como un texto que inmortaliza un lenguaje perdido, un vocabulario que ya no se habla en nuestros días y un código que nació fruto de la necesidad. "Por aquel entonces, en los 70, entrarle a un hetero, dependiendo de las circunstancias y de quién fueras, podía no ser una buena idea", explica Fischer. "Había una gran legitimidad en el código".
El "look gay" ahora ya es algo muy común. "La gente que ves en la calle ni siquiera sabe que muchas de las cosas que lleva tienen su origen en la cultura gay", dice Fischer.
Hoy, ‘Gay Semiotics’ tiene las mismas posibilidades de servir como un manual de referencia de estilo como de acabar en las paredes de una biblioteca. Quizásel libro debería expandirse del mismo modo en que lo hicieron los estilos que documenta, de lo contrario, muchos seguirán ignorando que sus tejanos con cierre de botones son muy gay. Y lo que es más importante, ¿qué otra forma tenemos de recordar una generación que podríamos haber perdido?
A pesar de la dispersión del estilo de calle, ¿sigue la semiótica gay sobreviviendo en el Castro? "Ha desaparecido por completo. Ya no tengo forma de identificar quién es gay", señala Fischer. "Todo esto ocurrió mucho antes de que pudiéramos hacer fotos y tenerlas circulando con facilidad. No se trata solo del hecho que una subcultura existía de forma diferente por aquel entonces, sino que también había un modo de comunicación diferente. Ahora es muy distinto".
El código del pañuelo de la comunidad homosexual del San Francisco anterior a la amenaza del SIDA se encuentra bellamente documentado en ‘Gay Semiotics’, la obra seminal del fotógrafo Hal Fischer, publicada originalmente en 1977 y recién reeditada. La obra es una guía práctica y un clásico de culto del estilo y la comunicación homosexuales explorados a través de fotografías de hombres desnudos, artículos sadomasoquistas y técnicas para esnifar popper correctamente.
"Toda esta serie y mi trabajo posterior de esa época trataba sobre mí, el lugar donde me encontraba en ese momento y sobre la comunidad de la que formaba parte", explica Fischer. El libro fue escrito, fotografiado y expuesto durante unos meses y representa lo que Fischer llama: "la ambigüedad, la forma de poder codificar cosas y comunicarse sin lugar a malentendidos".
Fischer llegó a San Francisco en 1975 para hacer un máster en fotografía y pronto se zambulló en la floreciente escena artística local. Lo que empezó como un proyecto de documentación de la comunidad gay acabó convirtiéndose en una exposición artística y un libro (cuya primera tirada de 5.000 ejemplares se agotó), por el que recibió becas de la Fundación Nacional de las Artes de los EE UU y le llevó a realizar exposiciones fuera de su país.
Las fotografías de Fischer -aquí es donde se ve la parte "semiótica"- van acompañadas de un texto explicativo. La foto de cada uno de los personajes se disecciona elemento por elemento: "pañuelo de seda", "camiseta interior de tirantes" y "pantalones de franela grises". ‘Gay Semiotics’ decodifica el lenguaje visual de la comunidad gay del Castro remontándose a la antigüedad clásica, a ‘Salvaje’ -la película de Marlon Brando de 1953- y a ‘Hojas de hierba’ de Walt Whitman.
"El look gay básico estaba adoptando ciertas señas de masculinidad, como las camisas de franela y los tejanos", dice Fischer. "Fuera de contexto, quizás si te hubieras vestido así en Billings (Montana, EE.UU) no se habría interpretado necesariamente como algo gay, porque todos estos detalles se habían adoptado de la cultura popular".
Aunque añade: "El cuero, sin embargo, eso es otra historia".
‘Gay Semiotics’ es una lectura muy entretenida, donde la jerga académica es fácil de digerir. Por ejemplo, en una doble página vemos a un modelo cargado de elementos sadomasoquistas y la descripción dice: "El pecho peludo y negro del agresor es el complemento perfecto para el look de dominador".
Estos cambios de tono siguen presentes a lo largo de la obra para tratar la constante preocupación de Fischer: "¿Cómo puedes coger algo complejo y presentarlo ante la gente sin un tono demasiado didáctico, sino dejando que el público pueda sumergirse de una forma realmente positiva?".
Según Fischer, la reedición de ‘Gay Semiotics’ llega en el momento perfecto. "Al hablar con gente joven, vi que había mucho interés en el tema y creo que en gran parte se trata de recuperar esa historia. Dentro de la población gay, también ha habido mucha nostalgia hacia la era antes del SIDA, fue una época muy divertida en la comunidad de San Francisco".
Las generaciones más jóvenes no son las únicas interesadas en la obra; Fischer tiene la sensación de que existe una corriente más amplia. "Una de las cosas que han estado ocurriendo en el mundo del arte es el redescubrimiento del arte de los 70", explica. ‘Gay Semiotics’ es una obra firmemente establecida en su época, una reliquia de los tiempos idílicos antes de la plaga.
Noah Michelson, editor de ‘Gay Voices’ del Huffington Post, explica que "era demasiado joven para entender ‘Gay Semiotics’ en su momento -y quizás de algún modo lo estoy romantizando-, pero que hay algo que resulta increíblemente satisfactorio en el hecho de tener un código secreto que solo tú y los otros miembros de tu sociedad secreta conocen".
El libro destaca una cultura gay en desarrollo, donde los códigos de la calle han sido intercambiados por aplicaciones para el móvil como Grindr y Scruff. "Puedo reconocer a otros homosexuales como yo y puedo encontrar y pedir lo que quiero en la habitación (o en la cocina o el asiento de atrás de un taxi) sin tener que recurrir al código del pañuelo", explica Michelson, "pero no puedo evitar sentir que se ha perdido una especie de compañerismo y quizás la reedición de ‘Gay Semiotics’ sea la forma perfecta de recordárnoslo y de que empecemos a pensar en lo que hemos perdido".
Fischer ve la obra tanto como una imagen de esa comunidad como un texto que inmortaliza un lenguaje perdido, un vocabulario que ya no se habla en nuestros días y un código que nació fruto de la necesidad. "Por aquel entonces, en los 70, entrarle a un hetero, dependiendo de las circunstancias y de quién fueras, podía no ser una buena idea", explica Fischer. "Había una gran legitimidad en el código".
El "look gay" ahora ya es algo muy común. "La gente que ves en la calle ni siquiera sabe que muchas de las cosas que lleva tienen su origen en la cultura gay", dice Fischer.
Hoy, ‘Gay Semiotics’ tiene las mismas posibilidades de servir como un manual de referencia de estilo como de acabar en las paredes de una biblioteca. Quizásel libro debería expandirse del mismo modo en que lo hicieron los estilos que documenta, de lo contrario, muchos seguirán ignorando que sus tejanos con cierre de botones son muy gay. Y lo que es más importante, ¿qué otra forma tenemos de recordar una generación que podríamos haber perdido?
A pesar de la dispersión del estilo de calle, ¿sigue la semiótica gay sobreviviendo en el Castro? "Ha desaparecido por completo. Ya no tengo forma de identificar quién es gay", señala Fischer. "Todo esto ocurrió mucho antes de que pudiéramos hacer fotos y tenerlas circulando con facilidad. No se trata solo del hecho que una subcultura existía de forma diferente por aquel entonces, sino que también había un modo de comunicación diferente. Ahora es muy distinto".
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