Imagen: Yorokobu / María Goyri con sus alumnas en la Residencia de Señoritas, 1916 |
La labor de María Goyri (mujer de Menéndez Pidal) y su hija Jimena, evocadas en una exposición.
Ángel Vivas | El Mundo, 2016-12-10
http://www.elmundo.es/cultura/2016/12/10/584b0aeb22601ddc568b4696.html
El informe de un delator entusiasta (el médico Enrique Suñer) en plena Guerra Civil definía a la pedagoga y filóloga María Goyri, cuyo marido fue Ramón Menéndez Pidal, como una "de las personas más peligrosas de España", que había "pervertido a su marido y a sus hijos". Su hija, Jimena Menéndez Pidal, según el mismo informante, tenía "todas las características de su madre". Con lo que María Goyri, y cabe suponer que Jimena, dada la similitud que les atribuía, eran "una de las raíces más robustas de la revolución" en aquella España en llamas.
Como suele pasar con tales informes, aquél podía tener una parte de verdad, aunque estuviera desfigurada por el odio (aparte de la verdad indiscutible que el mismo delator se veía obligado a reconocer: que María era "persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria"). María Goyri y Jimena Menéndez Pidal eran mujeres de carácter, con autoridad y "que imponían". Y eran, además (sobre todo la madre, lógicamente), y eso es lo que no les perdonaba aquella España negra (que -ay- aún tiene herederos), pioneras en la incorporación de la mujer a un mundo tradicionalmente reservado a los hombres.
María Goyri Goyri, que, como hija natural, llevaba duplicado el apellido materno, fue la primera mujer que estudió oficialmente Filosofía y Letras en la primera mitad de los años 90 del siglo XIX (en la exposición que ahora puede verse en la Fundación Menéndez Pidal está la orla de su promoción, en la que aparece el otro gran Menéndez -Pelayo- como catedrático de Literatura).
Y eso, que se dice pronto, fue toda una aventura y, efectivamente, una revolución. Para que la joven María pudiera pisar las aulas se requirió que todos los catedráticos con los que fuera a dar clase garantizaran por escrito que su presencia no iba a provocar ningún desorden. No contentas con eso, las autoridades académicas hacían que, según llegaba a la facultad, fuera conducida al decanato, donde esperaba la llegada del cátedro correspondiente que la acompañaba a clase.
Por los mismos años, María Goyri fue también pionera del excursionismo por la sierra madrileña, esa costumbre tan institucionista. A aquellas excursiones empezó a apuntarse un joven Menéndez Pidal que ya le había echado el ojo a la decidida María, prefiriéndola a otra posible novia con más dote, pero con menos dotes. Pocos años después, en 1900, se casaron. El viaje de novios -es sabido- lo hicieron a lomos de burro por las rutas del Cid, siguiendo las huellas de éste y de los romances antiguos.
Y, como cuenta su nieto, Diego Catalán, María Goyri, con una curiosidad infinita por todo problema intelectual, pero rehuyendo todo afán de renombre, se entregó a "una obra silenciosa y anónima sin espectacularidad ninguna; a la incesante aportación de materiales (unas veces pequeñas arenillas, otras sillares, a veces pilares) para que su marido, con visión genial, fuese levantando con ello el soberbio edificio de una obra que aún hoy espera coronación".
La obra de Menéndez Pidal es suficientemente conocida. La "silenciosa y anónima" de María Goyri y de su hija Jimena -dos feministas, en absoluto frustradas- quiere ser recuperada ahora por la Fundación Menéndez Pidal, coincidiendo con su, ya largo, trigésimo aniversario.
En 1985, en un acto al que asistió la reina Sofía, se creaba la Fundación para salvaguardar el legado del gran filólogo e historiador español en la misma casa en la que el sabio había residido gran parte de su vida, en lo que antaño era la Cuesta del Zarzal en el pueblo de Chamartín de la Rosa. Veinte años después, se presentó una obra fundamental de don Ramón (de catedral la calificó Diego Catalán), la ‘Historia de la lengua española’, y se pensó en hacer presidenta de honor de la Fundación a la recién nacida princesa Leonor, hoy princesa de Asturias, lo que parece que no cuajó.
Ahora, la Fundación presenta el Archivo Pedagógico María Goyri-Jimena Menéndez Pidal, una pequeña exposición dedicada al citado archivo y los primeros títulos de la colección de libros Renuevos del Olivar de Chamartín. Esos volúmenes son ‘La juventud de Lope de Vega’ de María Goyri, ‘María Goyri: Mujer y Pedagogía-Filología’, de Jesús Antonio Cid (presidente de la Fundación; hay apellidos que predestinan) y ‘Crear escuela: Jimena Menéndez Pidal’, en edición de Elena Gallego.
El interés de María Goyri por Lope lo expresó su nieto Diego Catalán como una "pasión extramarital" por un Lope "capaz de seducir a una mujer a tres siglos de distancia". Y ella misma ya había reconocido haber sido "la última conquista de Lope". En el libro, María Goyri relaciona vida y obra del Fénix y sostiene, contra la crítica oficial, que donde hay que buscar la huella de sus amores reales no es en La Dorotea, sino en sus romances. "María Goyri desentraña esos poemas autobiográficos en clave y aporta datos novedosos. Escribió el libro entre 1930-36, pero siguió trabajando en él hasta su muerte; le dio mucha importancia. El libro estaba perdido, aunque había referencias a él", dice Jesús Antonio Cid.
"Cambia la cronología de los amores de Lope", sigue diciendo Cid, "Lo que sirve para fechar las comedias. Eso generó rechazo en la crítica canónica de su época, pero yo creo que María Goyri tenía razón. En su biblioteca se encuentran todos los libros de Lope anotados, si alguien ha leído su obra con atención es ella".
El Archivo Pedagógico María Goyri-Jimena Menéndez Pidal -explican Jesús Antonio Cid y Sara Catalán, bisnieta y nieta respectivamente de las dos mujeres- trata fundamentalmente de ellas, pero con aportaciones de otros miembros de la familia, se entrecruza todo. Irene Catalán, otra bisnieta y nieta -que, entre otras cosas, era considerada por Herbert Marcuse su alumna más brillante, cuando ella estudiaba en California-, empezó a reunirlo y a recopilar papeles; dedicándose casi ocho años, hasta su fallecimiento.
En total, el Archivo, organizado por temas, comprende 30.000 documentos, entre libros, cuadernos escolares de alumnos, correspondencia familiar, materiales de trabajo de los no hay casi nada publicado o autógrafos de todos los grandes de la Institución Libre de Enseñanza. "La mayor documentación sobre María Goyri está ahí, donde tiene que estar", dicen los responsables de la Fundación. El propósito es que este Archivo Pedagógico sea un laboratorio abierto que puedan consultar futuros maestros.
De Jimena, la fundadora del Colegio Estudio, que plasmaría la pedagogía institucionista, hay correspondencia sobre todo del periodo de la guerra, cuando escribía una carta casi a diario, con claves para eludir la censura, preguntando por la suerte de amigos como Américo Castro y otros, o -pregunta obligada, dadas las circunstancias- por quién había muerto "Es un tesoro", dicen en la Fundación. En la guerra, precisamente, al hermano de Jimena, Gonzalo Menéndez Pidal, le casó el jefe de su regimiento, que era nada menos que Enrique Líster. Luego Gonzalo se pasaría a la zona llamada nacional.
Entre los proyectos de la Fundación está el de continuar la colección de libros. Y los que tienen en mente no pueden ser más apetecibles. Uno, sobre el rodaje de ‘El Cid’, la superproducción de Samuel Bronston con Charlton Heston y Sofia Loren, para cuyo rodaje fue preceptivo un dictamen de la Academia de la Historia, dictamen que realizó Menéndez Pidal (vid. el capítulo correspondiente de ‘El ministerio del tiempo’). El otro es más apetitoso si cabe: el romancero que recogieron en 1920 Menéndez Pidal y unos jóvenes García Lorca y Jimena por la ciudad de Granada. En el Albaicín granadino, los gitanos no se mostraban muy abiertos con aquel extraño grupo que se les acercaba inquiriendo por viejas tradiciones. Hasta que la simpatía de un Federico que aún no había escrito su ‘Romancero gitano’ derribaba cualquier muralla y conseguía que las gitanas y alguna paya se pusieran a recitar romances olvidados y guardados allí como fósiles o reliquias.
Como suele pasar con tales informes, aquél podía tener una parte de verdad, aunque estuviera desfigurada por el odio (aparte de la verdad indiscutible que el mismo delator se veía obligado a reconocer: que María era "persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria"). María Goyri y Jimena Menéndez Pidal eran mujeres de carácter, con autoridad y "que imponían". Y eran, además (sobre todo la madre, lógicamente), y eso es lo que no les perdonaba aquella España negra (que -ay- aún tiene herederos), pioneras en la incorporación de la mujer a un mundo tradicionalmente reservado a los hombres.
María Goyri Goyri, que, como hija natural, llevaba duplicado el apellido materno, fue la primera mujer que estudió oficialmente Filosofía y Letras en la primera mitad de los años 90 del siglo XIX (en la exposición que ahora puede verse en la Fundación Menéndez Pidal está la orla de su promoción, en la que aparece el otro gran Menéndez -Pelayo- como catedrático de Literatura).
Y eso, que se dice pronto, fue toda una aventura y, efectivamente, una revolución. Para que la joven María pudiera pisar las aulas se requirió que todos los catedráticos con los que fuera a dar clase garantizaran por escrito que su presencia no iba a provocar ningún desorden. No contentas con eso, las autoridades académicas hacían que, según llegaba a la facultad, fuera conducida al decanato, donde esperaba la llegada del cátedro correspondiente que la acompañaba a clase.
Por los mismos años, María Goyri fue también pionera del excursionismo por la sierra madrileña, esa costumbre tan institucionista. A aquellas excursiones empezó a apuntarse un joven Menéndez Pidal que ya le había echado el ojo a la decidida María, prefiriéndola a otra posible novia con más dote, pero con menos dotes. Pocos años después, en 1900, se casaron. El viaje de novios -es sabido- lo hicieron a lomos de burro por las rutas del Cid, siguiendo las huellas de éste y de los romances antiguos.
Y, como cuenta su nieto, Diego Catalán, María Goyri, con una curiosidad infinita por todo problema intelectual, pero rehuyendo todo afán de renombre, se entregó a "una obra silenciosa y anónima sin espectacularidad ninguna; a la incesante aportación de materiales (unas veces pequeñas arenillas, otras sillares, a veces pilares) para que su marido, con visión genial, fuese levantando con ello el soberbio edificio de una obra que aún hoy espera coronación".
La obra de Menéndez Pidal es suficientemente conocida. La "silenciosa y anónima" de María Goyri y de su hija Jimena -dos feministas, en absoluto frustradas- quiere ser recuperada ahora por la Fundación Menéndez Pidal, coincidiendo con su, ya largo, trigésimo aniversario.
En 1985, en un acto al que asistió la reina Sofía, se creaba la Fundación para salvaguardar el legado del gran filólogo e historiador español en la misma casa en la que el sabio había residido gran parte de su vida, en lo que antaño era la Cuesta del Zarzal en el pueblo de Chamartín de la Rosa. Veinte años después, se presentó una obra fundamental de don Ramón (de catedral la calificó Diego Catalán), la ‘Historia de la lengua española’, y se pensó en hacer presidenta de honor de la Fundación a la recién nacida princesa Leonor, hoy princesa de Asturias, lo que parece que no cuajó.
Ahora, la Fundación presenta el Archivo Pedagógico María Goyri-Jimena Menéndez Pidal, una pequeña exposición dedicada al citado archivo y los primeros títulos de la colección de libros Renuevos del Olivar de Chamartín. Esos volúmenes son ‘La juventud de Lope de Vega’ de María Goyri, ‘María Goyri: Mujer y Pedagogía-Filología’, de Jesús Antonio Cid (presidente de la Fundación; hay apellidos que predestinan) y ‘Crear escuela: Jimena Menéndez Pidal’, en edición de Elena Gallego.
El interés de María Goyri por Lope lo expresó su nieto Diego Catalán como una "pasión extramarital" por un Lope "capaz de seducir a una mujer a tres siglos de distancia". Y ella misma ya había reconocido haber sido "la última conquista de Lope". En el libro, María Goyri relaciona vida y obra del Fénix y sostiene, contra la crítica oficial, que donde hay que buscar la huella de sus amores reales no es en La Dorotea, sino en sus romances. "María Goyri desentraña esos poemas autobiográficos en clave y aporta datos novedosos. Escribió el libro entre 1930-36, pero siguió trabajando en él hasta su muerte; le dio mucha importancia. El libro estaba perdido, aunque había referencias a él", dice Jesús Antonio Cid.
"Cambia la cronología de los amores de Lope", sigue diciendo Cid, "Lo que sirve para fechar las comedias. Eso generó rechazo en la crítica canónica de su época, pero yo creo que María Goyri tenía razón. En su biblioteca se encuentran todos los libros de Lope anotados, si alguien ha leído su obra con atención es ella".
El Archivo Pedagógico María Goyri-Jimena Menéndez Pidal -explican Jesús Antonio Cid y Sara Catalán, bisnieta y nieta respectivamente de las dos mujeres- trata fundamentalmente de ellas, pero con aportaciones de otros miembros de la familia, se entrecruza todo. Irene Catalán, otra bisnieta y nieta -que, entre otras cosas, era considerada por Herbert Marcuse su alumna más brillante, cuando ella estudiaba en California-, empezó a reunirlo y a recopilar papeles; dedicándose casi ocho años, hasta su fallecimiento.
En total, el Archivo, organizado por temas, comprende 30.000 documentos, entre libros, cuadernos escolares de alumnos, correspondencia familiar, materiales de trabajo de los no hay casi nada publicado o autógrafos de todos los grandes de la Institución Libre de Enseñanza. "La mayor documentación sobre María Goyri está ahí, donde tiene que estar", dicen los responsables de la Fundación. El propósito es que este Archivo Pedagógico sea un laboratorio abierto que puedan consultar futuros maestros.
De Jimena, la fundadora del Colegio Estudio, que plasmaría la pedagogía institucionista, hay correspondencia sobre todo del periodo de la guerra, cuando escribía una carta casi a diario, con claves para eludir la censura, preguntando por la suerte de amigos como Américo Castro y otros, o -pregunta obligada, dadas las circunstancias- por quién había muerto "Es un tesoro", dicen en la Fundación. En la guerra, precisamente, al hermano de Jimena, Gonzalo Menéndez Pidal, le casó el jefe de su regimiento, que era nada menos que Enrique Líster. Luego Gonzalo se pasaría a la zona llamada nacional.
Entre los proyectos de la Fundación está el de continuar la colección de libros. Y los que tienen en mente no pueden ser más apetecibles. Uno, sobre el rodaje de ‘El Cid’, la superproducción de Samuel Bronston con Charlton Heston y Sofia Loren, para cuyo rodaje fue preceptivo un dictamen de la Academia de la Historia, dictamen que realizó Menéndez Pidal (vid. el capítulo correspondiente de ‘El ministerio del tiempo’). El otro es más apetitoso si cabe: el romancero que recogieron en 1920 Menéndez Pidal y unos jóvenes García Lorca y Jimena por la ciudad de Granada. En el Albaicín granadino, los gitanos no se mostraban muy abiertos con aquel extraño grupo que se les acercaba inquiriendo por viejas tradiciones. Hasta que la simpatía de un Federico que aún no había escrito su ‘Romancero gitano’ derribaba cualquier muralla y conseguía que las gitanas y alguna paya se pusieran a recitar romances olvidados y guardados allí como fósiles o reliquias.
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