Imagen: El País |
Killing Joke o Play Dead tocando para mil personas hasta las cejas, Bez de Happy Mondays viajando esde Ibiza solo para abastecerse de pastillas... Hablamos con Luis Costa, autor del libro.
Òscar Broc | El País, 2016-12-12
http://elpais.com/elpais/2016/12/11/tentaciones/1481489507_852039.html
Españoles, Valencia ha vuelto. Al menos, durante la segunda mitad de este agónico 2016. La publicación de la novela de Chimo Bayo y Emma Zafón, ‘No iba a salir y me líe’ (Roca), ha despertado un titán que llevaba casi treinta años aletargado: la mal llamada Ruta del Bakalao.
A rebufo de este curioso experimento literario, se ha practicado en los medios una autopsia colectiva del cadáver valenciano; una etapa musical que todavía hoy se nos revela como una anomalía de la España de los 80 y que para muchos entusiastas merecía ser explicada por sus propios hacedores, sin recurrir a anécdotas de farmacopea extrema distorsionadas por el paso del tiempo, viejas leyendas o rumores sobre rumores.
Y aquí es donde entra ‘¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995’ (Editorial Contra). Luis Costa –DJ, periodista y jefe de prensa de la sala barcelonesa Razzmatazz- vio claro que había que acudir a las fuentes originales para escribir la historia definitiva del fenómeno valenciano. “Había poca información sobre el tema. Toda me había llegado sesgada. Era una historia apenas documentada. Hay un ensayo de Joan Oleaque que se titula ‘En Éxtasi’ y algunos documentales, poco más. Así que hice unas primera entrevistas y enseguida vi que tenía algo muy gordo y desconocido”, explica Luis Costa.
En un esfuerzo admirable de coordinación, el autor ha encontrado y entrevistado a prácticamente todos los implicados en aquel ‘boom’ –empresarios, DJs, músicos, periodistas-, para que sean ellos quienes nos muestren, más allá de la nebulosa, las vísceras del monstruo que crearon. Aquí los que hablan son los tipos que oficiaban misas multitudinarias en ‘Barraca’, ‘Chocolate’, ‘Spook’ y otros santuarios de la fiesta. Los que ponían el dinero. Los que trajeron a Stone Roses por primera vez a España. Los maestros del sonido Valencia. Más de 20 entrevistados. Nunca se ha hecho un ejercicio periodístico sobre el asunto de esta envergadura.
Quizás, nombres como Juan Santamaría, Toni “El Gitano”, Kike Jaén, Fran Lenaers o Juanito “Torpedo” os suenan a personajes secundarios de una película de Eloy de la Iglesia. Un par de ellos, de hecho, habrían tumbado al Torete saliendo de fiesta. Sin embargo, se trata de visionarios que, a golpe de chaladura, tozudez y amor por la música de vanguardia, cambiaron por completo el concepto de ocio nocturno en España y alumbraron algo parecido a una cultura de clubs… cuando la cultura de clubs todavía ni se había inventado.
En ‘¡Bacalao!’ hablan ellos y solo ellos construyen el relato más fidedigno y cualificado que hasta ahora se ha volcado en papel sobre la edad dorada de este fenómeno. “En su momento no les hicieron caso, pero piensa que ellos sabían que tenían algo muy especial entre manos y lo protegieron celosamente. Tampoco se dieron mucha bola. Un DJ tan importante como Fran Lenaers no pinchaba fuera de Valencia ni falta que le hacía: no necesitaba salir de allí, tenía la mejor sala, el mejor equipo, el mejor público”, explica el autor.
‘¡Bacalao!’ se recrea en la etapa más efervescente de la ruta, más o menos desde principios de los 80 hasta los primeros compases de los 90. “Es una etapa de una variedad musical sin parangón. Se abarca un abanico de estilos amplísimo en muy poco tiempo”, comenta el autor. Efectivamente, es un periodo apasionante e injustamente maltratado por la historia, que solo parece interesada en el apocalipsis final de la movida: el de la coca, el ‘speed’ y el ‘pitch’ al máximo. En los últimos capítulos, el libro también intenta arrojar una luz sobre las causas de la debacle, pero donde reside su auténtico valor es en la radiografía de los años en los que Valencia le pintó la cara a Madrid y Barcelona.
Porque mientras que en España, la Movida copaba los focos de la modernidad, en Valencia se pirraban por el ‘post punk’, la ‘new wave’ y los sonidos más alternativos anglosajones. Como se cuenta en la obra, hasta en el bar más cochambroso de cualquier pueblecito podías escuchar a Cabaret Voltaire o Suicide. Parece que en los 80, los auténticos modernos no estaban ni en Madrid ni en Barcelona, sino en Valencia. “Escribiendo este libro me he dado cuenta de que Valencia es un enclave muy musical. Es cierto, en cualquier bar de pueblo tenían dos platos y compraban vinilos en las tiendas especializadas, que colocaban miles de copias. Siempre hubo una cultura musical muy avanzada”, explica Luis Costa.
Y la primera etapa de la ruta valenciana adquiere en el libro tintes épicos en lo que se refiere a vanguardia y osadez. Grupos como Killing Joke o Play Dead, adscritos al ‘underground’ en sus país de origen, tocaban en salas con mil personas hasta las cejas de mescalina, que cantaban sus canciones como si fueran himnos. Las bandas anglosajonas alucinaban, especialmente cuando comprobaban que tenían que tocar en dos sesiones imposibles: un concierto a las 2 de la madrugada y otro a las 7 de la mañana. Parece una broma, pero esto ocurría en Chocolate. “Andy Jarman cuenta que cuando leyeron el contrato pensaban que se habían equivocado con los horarios, pero se quedaron a cuadros cuando les dijeron que no”, asegura el autor. “Por eso, muchos grupos acababan como acaban. Había grupos que decían que no sabían quién estaba peor: si ellos o el público.”
Evidentemente, ‘¡Bacalao!’ aborda también el asunto de la química. El capítulo de la mescalina, la cápsula verde que marcó los años dorados de la Ruta y desapareció sin previo aviso en los 90, tiene hasta tintes de ‘Breaking Bad’, pues se habla de un misterioso químico de Barcelona que la fabricaba, y se puede deducir también que el cambio de la mescalina a la zarpa fue cosa las mafias. De todos modos, el libro evita acertadamente el empacho de anécdotas lisérgicas (Nando Dixkontrol escalando las cañerías de A.C.T.V. en busca de la Virgen, Bez de Happy Mondays viajando de Ibiza a Valencia solo para abastecerse de mescalinas) e intenta darle a esta sustancia legendaria la importancia relativa que tuvo. “La mescalina se ha mitificado un poco. No fue tan decisiva. Coincide en un momento en que la juventud empieza a disfrutar de unas libertades inexistentes hasta entonces en España. Y todo era intenso. Se divertían de verdad. Muchísimo. Dicen que era de una calidad superior, que no daba bajón, bueno, todo se mitifica mucho, pero lo atribuyo más al momento que a esa droga en concreto”, comenta Luis Costa.
Ante todo, ‘¡Bacalao!’ evidencia la enorme brecha que hasta ahora había entre el conocimiento popular de los que fuimos ajenos al fenómeno y lo que realmente ocurría en el corazón de la tormenta. Es un libro dignificante, aunque todavía hoy se percibe cierto resentimiento por parte de algunos entrevistados. “Están quemados con la prensa, porque se hizo un uso muy sensacionalista del fenómeno que contribuyó a la masificación y a la proliferación de controles policiales, con la Ley Corcuera que permitía registros exprés”, apunta el autor. Los implicados no quieren ni oír hablar del concepto Bakalao; odian esa K degradante. Y reniegan del concepto Ruta del Bakalao, una expresión excretada por los medios sensacionalistas que los ‘ruteros’ y DJs jamás emplearon.
Es una reluctancia comprensible: el libro, a través de sus protagonistas, constata que Valencia estuvo a un paso de convertirse en una de las primeras capitales de la música electrónica de Europa, pero los medios solo se interesaron por la degradación del movimiento. El documental de ‘Hasta que el cuerpo aguante’, (Canal Plus, 1993) dejó en el imaginario español imágenes aterradoras de críos enzarpados con las mandíbulas fuera de órbita. Los mascachapas como estigma. Y así hasta hoy.
En este sentido, ‘¡Bacalao!’ es la historia de un subidón cósmico y un bajón letal. Es una historia oral trepidante que sería perfecta si Chimo Bayo hubiera accedido a participar en ella. “Contacté con él en marzo. Y durante el tiempo que lo intenté, me dijo que no podía, porque estaba liado. También me explicó que estaba escribiendo su novela. Todo parecía ir bien hasta el momento en que le dije que necesitaba hacer la entrevista ya, porque había que entregar el texto, y entonces me dijo que no. Es una pena, me hubiera encantado tenerle”, asegura Luis Costa. Lo cierto es que en el libro, no hay buenas palabras de los entrevistados hacia Chimo Bayo. Muchos le identifican como el comienzo de la gangrena, el showman que dio sentido a la odiada 'K' de Bakalao. Definitivamente, después de esta lectura, es la hora de ponerle la C que le corresponde.
A rebufo de este curioso experimento literario, se ha practicado en los medios una autopsia colectiva del cadáver valenciano; una etapa musical que todavía hoy se nos revela como una anomalía de la España de los 80 y que para muchos entusiastas merecía ser explicada por sus propios hacedores, sin recurrir a anécdotas de farmacopea extrema distorsionadas por el paso del tiempo, viejas leyendas o rumores sobre rumores.
Y aquí es donde entra ‘¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995’ (Editorial Contra). Luis Costa –DJ, periodista y jefe de prensa de la sala barcelonesa Razzmatazz- vio claro que había que acudir a las fuentes originales para escribir la historia definitiva del fenómeno valenciano. “Había poca información sobre el tema. Toda me había llegado sesgada. Era una historia apenas documentada. Hay un ensayo de Joan Oleaque que se titula ‘En Éxtasi’ y algunos documentales, poco más. Así que hice unas primera entrevistas y enseguida vi que tenía algo muy gordo y desconocido”, explica Luis Costa.
En un esfuerzo admirable de coordinación, el autor ha encontrado y entrevistado a prácticamente todos los implicados en aquel ‘boom’ –empresarios, DJs, músicos, periodistas-, para que sean ellos quienes nos muestren, más allá de la nebulosa, las vísceras del monstruo que crearon. Aquí los que hablan son los tipos que oficiaban misas multitudinarias en ‘Barraca’, ‘Chocolate’, ‘Spook’ y otros santuarios de la fiesta. Los que ponían el dinero. Los que trajeron a Stone Roses por primera vez a España. Los maestros del sonido Valencia. Más de 20 entrevistados. Nunca se ha hecho un ejercicio periodístico sobre el asunto de esta envergadura.
Quizás, nombres como Juan Santamaría, Toni “El Gitano”, Kike Jaén, Fran Lenaers o Juanito “Torpedo” os suenan a personajes secundarios de una película de Eloy de la Iglesia. Un par de ellos, de hecho, habrían tumbado al Torete saliendo de fiesta. Sin embargo, se trata de visionarios que, a golpe de chaladura, tozudez y amor por la música de vanguardia, cambiaron por completo el concepto de ocio nocturno en España y alumbraron algo parecido a una cultura de clubs… cuando la cultura de clubs todavía ni se había inventado.
En ‘¡Bacalao!’ hablan ellos y solo ellos construyen el relato más fidedigno y cualificado que hasta ahora se ha volcado en papel sobre la edad dorada de este fenómeno. “En su momento no les hicieron caso, pero piensa que ellos sabían que tenían algo muy especial entre manos y lo protegieron celosamente. Tampoco se dieron mucha bola. Un DJ tan importante como Fran Lenaers no pinchaba fuera de Valencia ni falta que le hacía: no necesitaba salir de allí, tenía la mejor sala, el mejor equipo, el mejor público”, explica el autor.
‘¡Bacalao!’ se recrea en la etapa más efervescente de la ruta, más o menos desde principios de los 80 hasta los primeros compases de los 90. “Es una etapa de una variedad musical sin parangón. Se abarca un abanico de estilos amplísimo en muy poco tiempo”, comenta el autor. Efectivamente, es un periodo apasionante e injustamente maltratado por la historia, que solo parece interesada en el apocalipsis final de la movida: el de la coca, el ‘speed’ y el ‘pitch’ al máximo. En los últimos capítulos, el libro también intenta arrojar una luz sobre las causas de la debacle, pero donde reside su auténtico valor es en la radiografía de los años en los que Valencia le pintó la cara a Madrid y Barcelona.
Porque mientras que en España, la Movida copaba los focos de la modernidad, en Valencia se pirraban por el ‘post punk’, la ‘new wave’ y los sonidos más alternativos anglosajones. Como se cuenta en la obra, hasta en el bar más cochambroso de cualquier pueblecito podías escuchar a Cabaret Voltaire o Suicide. Parece que en los 80, los auténticos modernos no estaban ni en Madrid ni en Barcelona, sino en Valencia. “Escribiendo este libro me he dado cuenta de que Valencia es un enclave muy musical. Es cierto, en cualquier bar de pueblo tenían dos platos y compraban vinilos en las tiendas especializadas, que colocaban miles de copias. Siempre hubo una cultura musical muy avanzada”, explica Luis Costa.
Y la primera etapa de la ruta valenciana adquiere en el libro tintes épicos en lo que se refiere a vanguardia y osadez. Grupos como Killing Joke o Play Dead, adscritos al ‘underground’ en sus país de origen, tocaban en salas con mil personas hasta las cejas de mescalina, que cantaban sus canciones como si fueran himnos. Las bandas anglosajonas alucinaban, especialmente cuando comprobaban que tenían que tocar en dos sesiones imposibles: un concierto a las 2 de la madrugada y otro a las 7 de la mañana. Parece una broma, pero esto ocurría en Chocolate. “Andy Jarman cuenta que cuando leyeron el contrato pensaban que se habían equivocado con los horarios, pero se quedaron a cuadros cuando les dijeron que no”, asegura el autor. “Por eso, muchos grupos acababan como acaban. Había grupos que decían que no sabían quién estaba peor: si ellos o el público.”
Evidentemente, ‘¡Bacalao!’ aborda también el asunto de la química. El capítulo de la mescalina, la cápsula verde que marcó los años dorados de la Ruta y desapareció sin previo aviso en los 90, tiene hasta tintes de ‘Breaking Bad’, pues se habla de un misterioso químico de Barcelona que la fabricaba, y se puede deducir también que el cambio de la mescalina a la zarpa fue cosa las mafias. De todos modos, el libro evita acertadamente el empacho de anécdotas lisérgicas (Nando Dixkontrol escalando las cañerías de A.C.T.V. en busca de la Virgen, Bez de Happy Mondays viajando de Ibiza a Valencia solo para abastecerse de mescalinas) e intenta darle a esta sustancia legendaria la importancia relativa que tuvo. “La mescalina se ha mitificado un poco. No fue tan decisiva. Coincide en un momento en que la juventud empieza a disfrutar de unas libertades inexistentes hasta entonces en España. Y todo era intenso. Se divertían de verdad. Muchísimo. Dicen que era de una calidad superior, que no daba bajón, bueno, todo se mitifica mucho, pero lo atribuyo más al momento que a esa droga en concreto”, comenta Luis Costa.
Ante todo, ‘¡Bacalao!’ evidencia la enorme brecha que hasta ahora había entre el conocimiento popular de los que fuimos ajenos al fenómeno y lo que realmente ocurría en el corazón de la tormenta. Es un libro dignificante, aunque todavía hoy se percibe cierto resentimiento por parte de algunos entrevistados. “Están quemados con la prensa, porque se hizo un uso muy sensacionalista del fenómeno que contribuyó a la masificación y a la proliferación de controles policiales, con la Ley Corcuera que permitía registros exprés”, apunta el autor. Los implicados no quieren ni oír hablar del concepto Bakalao; odian esa K degradante. Y reniegan del concepto Ruta del Bakalao, una expresión excretada por los medios sensacionalistas que los ‘ruteros’ y DJs jamás emplearon.
Es una reluctancia comprensible: el libro, a través de sus protagonistas, constata que Valencia estuvo a un paso de convertirse en una de las primeras capitales de la música electrónica de Europa, pero los medios solo se interesaron por la degradación del movimiento. El documental de ‘Hasta que el cuerpo aguante’, (Canal Plus, 1993) dejó en el imaginario español imágenes aterradoras de críos enzarpados con las mandíbulas fuera de órbita. Los mascachapas como estigma. Y así hasta hoy.
En este sentido, ‘¡Bacalao!’ es la historia de un subidón cósmico y un bajón letal. Es una historia oral trepidante que sería perfecta si Chimo Bayo hubiera accedido a participar en ella. “Contacté con él en marzo. Y durante el tiempo que lo intenté, me dijo que no podía, porque estaba liado. También me explicó que estaba escribiendo su novela. Todo parecía ir bien hasta el momento en que le dije que necesitaba hacer la entrevista ya, porque había que entregar el texto, y entonces me dijo que no. Es una pena, me hubiera encantado tenerle”, asegura Luis Costa. Lo cierto es que en el libro, no hay buenas palabras de los entrevistados hacia Chimo Bayo. Muchos le identifican como el comienzo de la gangrena, el showman que dio sentido a la odiada 'K' de Bakalao. Definitivamente, después de esta lectura, es la hora de ponerle la C que le corresponde.
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