El museo visibiliza el arte homoerótico en un itinerario por su colección permanente que obliga a mirar y normaliza la representación de las relaciones homosexuales.
Prado Campos | El Confidencial, 2017-06-14
http://www.elconfidencial.com/cultura/2017-06-14/museo-del-prado-arte-homoerotico-gay-orgullo-world-pride-madrid_1399428/
Goya se fijó en los márgenes. En esos en los que quedaban fuera de lo establecido como 'normal' y había que ocultar. Locos, pobres, tullidos u homosexuales. Todos eliminados de la foto costumbrista, escondidos y ocultos pero no para sus ojos. Subiéndose la falda, con atuendo ridículo y sosteniendo una mirada grotesca nos desafía 'El Maricón de la tía Gila'. Así, escrito en mayúsculas porque de este modo el pintor quiso quitarle el peso peyorativo. Igual que Goya le dio visibilidad a este personaje con este grabado perteneciente al 'Álbum C', el Museo del Prado saca ahora del armario al arte homoerótico significándolo en un itinerario por su colección permanente que obliga a mirar con otros ojos y a normalizar la representación de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y de las identidades sexuales menos convencionales.
A escasos metros, Zeus convertido en águila se abalanza y penetra a Gamínedes con deseo y asiéndole con fuerza con sus garras en el rapto que pintó Rubens. En frente, observan sus 'Diana y Calisto' en una cariñosa reunión de ninfas desnudas. O su 'Aquiles descubierto por Ulises y Diómenes' travestido de mujer. Cerca también esperan los bustos de Safo de Lesbos, la poetisa griega a la que le debemos el término lesbiana, o una escultura de la pareja formada por Orestes y Pílades, príncipes de Micenas y Fócide. 'La mirada del otro. Escenarios para la diferencia' (hasta el 10 de septiembre) saca a la luz 30 obras de la colección permanente del Prado, la gran mayoría expuestas en sus salas porque "no podíamos 'desarmarizar', perdón por la expresión, para después 'armarizar", acompañadas de unas cartelas que revelan esos significados que la Historia del Arte ha querido ocultar.
Sin decir la palabra homosexual porque "sería un anacronismo" ya que el concepto surge en el siglo XIX, explican los comisarios Carlos Navarro y Álvaro Perdices, que es cuando acaban las colecciones de la pinacoteca, esta nueva mirada, coincidente con la celebración del World Pride en Madrid, pretende visibilizar las tendencias LGTB en el arte y lo hace por primera vez en un museo clásico. "Somos un museo nacional público para todos que tiene la obligación de dar cabida a todo tipos de mensajes", precisa el director del Prado, Miguel Falomir. "Este museo es incluyente y no excluyente. Hoy es más nacional que nunca, un término que nunca suelo utilizar. Y lo hacemos desde la más absoluta normalidad mostrando artistas que no siguieron la sexualidad normativa". ¿No teme las críticas? "Si nos critican, lo llevamos en el sueldo", pero "no hacerlo sería faltar a la realidad".
"No queríamos hacer un relato homoerótico, la intención es señalar hechos históricos incontestables. No es un recorrido por obras complacientes con el amor homosexual sino preguntar a las colecciones del museo qué imágenes históricas nos devuelven de lo que no era la identidad explícitamente normativa" , explica Navarro. Por eso, este itinerario pretende "abrir pequeñas ventanas" que se articulan en torno a cuatro ideas. Con las 'Amistades Inmortales' en el mundo clásico, donde las relaciones entre hombres eran comunes y se mitificaron, comienza este recorrido en pos de la diversidad y la libertad sexual. El viaje LGTB del Prado arranca con esculturas de parejas como Orestes y Pílades, Adriano y Antínoo, Aristogitón (al que junto a su amante Harmodio se le considera autor del tiranicidio que dio lugar a la democracia en Atenas) o, llegada del almacén del museo, la de Safo de Lesbos.
Les siguen Botticcelli, Leonardo y Caravaggio, es decir los perseguidos y sentados ante los tribunales acusados de sodomía. 'Perseguir los deseos' abarca a las víctimas, los acusadores y las obras que sufrieron la censura de la moral establecida. Botticcelli, con sus 'Escenas de la historia de Nastagio degli Onesti', fue sometido a un juicio público junto a otras 500 personas en la plaza pública de Florencia acusado de acostarse con un joven de 17 años. Aunque fue declarado inocente, explica Navarro, su vida cambia y abraza "la religiosidad y el oscurantistmo" hasta el punto de autocensurarse y quemar muchas de esas obras de corte clásico con las que creía que podía recuperar ese mundo de diversidad.
Caravaggio aquí exhibe su 'David vencedor de Goliat'. También fue acusado de sodomita en un proceso orquestado por Giovanni Baglione, un pintor rival. Fue a la cárcel y después exonerado, pero tras su muerte Baglione escribió un libelo biográfico donde se construyó la imagen de pervertida y mitificada que durante siglos ha acompañado al pintor italiano. "Esta obra habla de la construcción deformada de la biografía sobre ese dato referido a su sexualidad", añade Navarro. Pero, además, este cuadro llegó a las Colecciones Reales gracias a Juan de Tasis, II conde de Villamediana, que también fue acusado de sodomía y a quien, para rizar el rizo, Gregorio Marañón señaló como el auténtico Don Juan. Cierra ese triángulo de significado sexual la figura de David, protagonista de la literatura homoerótica, especialmente anglosajona.
Guido Reni, "un artista muy queer", no fue perseguido en vida pero sus obras, que tenían un alto contenido homoerótico, sí lo fueron a su muerte. O, al menos, censuradas. Su imagen ambigua, virginal y apocada de 'San Sebastián' hizo que la reina Isabel de Farnesio mandara que repintaran su torso para tapar su incómoda sensualidad. Luego Wilde, Williams o Mishima alabaron el erotismo de este joven. En el caso de 'Hipómenes y Atalanta' fue Carlos III el que pidió que lo retiraran del Alcázar ante ese gesto de rechazo y el amaneramiento del mancebo que rechaza a la joven, hecho gracias al cual se salvó del incendio. Algo similar pasó con 'Júpiter y los demás dioses urgen a Apolo a retomar las riendas del carro del Día', de Cornelisz van Haarlem. El lienzo ha salido del almacén del Prado para exhibir esta colección de traseros masculinos que el rey pidió que quitaran de las Colecciones Reales y llevaran a la Sala Reservada de la Academia de San Fernando, esa a la que solo podían entrar los hombres "con el paradójico -y posiblemente involuntario- resultado homoerótico".
"Soy varón, soy mujer, soy un tercero"
"Soy varón, soy mujer, soy un tercero / que no es uno, ni otro, ni está claro [...]. Me tienen por siniestro y mal agüero / advierta cada cual que me ha mirado / que es otro yo, si vive afeminado". Estos versos de Covarrubias acompañaban a la 'Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda', que pintó Juan Sánchez Cotán y abren el viaje por las 'Engañosas apariencias'. Frente a ella, 'Maddalena Ventura', más conocida como la barbuda de Ribera, dirige los focos a las identidades sexuales más variadas mientras amamanta a su bebé. También lo hacen el Aquiles travestido de Rubens o la escultura del 'Hermafrodito dormido', de Bonuccelli, del que Velázquez, atraído por su sensual apariencia femenina, trajo a España una copia en bronce que ahora se puede ver frente a 'Las Meninas'.
Cierra este itinerario 'Amar como los dioses' con esas imágenes de Rubens de dioses clásicos en actitudes homosexuales que se hicieron para los palacios de reyes o cardenales, pero siempre dentro de la esfera privada mientras en la pública eran perseguidas. Hasta que llegó Goya con 'El Maricón de la tía Gila' y dirigió su mirada a la calle. Y le puso nombre y empezó a normalizarlo con letras capitales. "La mayúscula se refiere no tanto a la condición de homosexual del susodicho, que también, como a su apodo, obtenido por serlo. Y la imagen del personaje es suficientemente reveladora. La corrección política ha relegado en nuestros días esta palabra al uso grosero y homófobo. Quizás por ello este dibujo es incómodo en la biografía de Goya, donde solo encuentra un pequeño lugar como expresión de la marginalidad", asegura José Manuel Matilla en el catálogo.
En 'La mirada del otro. Escenarios para la diferencia' faltan mujeres. Si la historia en general, y la del arte en particular, las ha invisibilizado, mucho más si el tema es su sexualidad y sus relaciones homosexuales. Hay mujeres en las obras de Rubens, por ejemplo, o en la escultura de Safo, pero sigue siendo una anécdota frente a la presencia masculina. No en vano, en la Grecia clásica las relaciones gais entre un adulto y un joven (el erasté y el erómeno) no solo estaban aceptadas sino que tenían un papel formativo hacia la madurez y el ascenso social, pero las lésbicas eran repudiadas y hasta consideradas irracionales porque para griegos y romanos el placer sexual residía única y exclusivamente en el falo.
Sin embargo, esta nueva mirada del Prado subsana el rodillo antifeminista del arte con Rosa Bonheur y 'El Cid', un imponente león del Atlas. Esta artista, la primera pintora que recibió la Legión de Honor francesa y la Gran Cruz de Isabel la Católica por sus méritos artísticos y "la primera gran artista que vive independiente, rica y dirige su vida", saca a relucir el papel de la mujer empoderada. Frente a esas pintoras del XIX más centradas en paisajes, bodegones y animales domésticos y el monopolio masculino, ella pidió a la policía un permiso de travestismo para poder vestir con pantalones e ir a ferias de ganado, granjas y trabajar con animales salvajes. Este león, como explicó en una monografía su última pareja, Anna Klumpke, es el símbolo de la conciencia individual contra el servilismo y la opresión masculina. Una alegoría todavía necesaria de la mujer y la feminidad reivindicada desde la fuerza de su propia identidad y no como un anhelo masculino.
A escasos metros, Zeus convertido en águila se abalanza y penetra a Gamínedes con deseo y asiéndole con fuerza con sus garras en el rapto que pintó Rubens. En frente, observan sus 'Diana y Calisto' en una cariñosa reunión de ninfas desnudas. O su 'Aquiles descubierto por Ulises y Diómenes' travestido de mujer. Cerca también esperan los bustos de Safo de Lesbos, la poetisa griega a la que le debemos el término lesbiana, o una escultura de la pareja formada por Orestes y Pílades, príncipes de Micenas y Fócide. 'La mirada del otro. Escenarios para la diferencia' (hasta el 10 de septiembre) saca a la luz 30 obras de la colección permanente del Prado, la gran mayoría expuestas en sus salas porque "no podíamos 'desarmarizar', perdón por la expresión, para después 'armarizar", acompañadas de unas cartelas que revelan esos significados que la Historia del Arte ha querido ocultar.
Sin decir la palabra homosexual porque "sería un anacronismo" ya que el concepto surge en el siglo XIX, explican los comisarios Carlos Navarro y Álvaro Perdices, que es cuando acaban las colecciones de la pinacoteca, esta nueva mirada, coincidente con la celebración del World Pride en Madrid, pretende visibilizar las tendencias LGTB en el arte y lo hace por primera vez en un museo clásico. "Somos un museo nacional público para todos que tiene la obligación de dar cabida a todo tipos de mensajes", precisa el director del Prado, Miguel Falomir. "Este museo es incluyente y no excluyente. Hoy es más nacional que nunca, un término que nunca suelo utilizar. Y lo hacemos desde la más absoluta normalidad mostrando artistas que no siguieron la sexualidad normativa". ¿No teme las críticas? "Si nos critican, lo llevamos en el sueldo", pero "no hacerlo sería faltar a la realidad".
"No queríamos hacer un relato homoerótico, la intención es señalar hechos históricos incontestables. No es un recorrido por obras complacientes con el amor homosexual sino preguntar a las colecciones del museo qué imágenes históricas nos devuelven de lo que no era la identidad explícitamente normativa" , explica Navarro. Por eso, este itinerario pretende "abrir pequeñas ventanas" que se articulan en torno a cuatro ideas. Con las 'Amistades Inmortales' en el mundo clásico, donde las relaciones entre hombres eran comunes y se mitificaron, comienza este recorrido en pos de la diversidad y la libertad sexual. El viaje LGTB del Prado arranca con esculturas de parejas como Orestes y Pílades, Adriano y Antínoo, Aristogitón (al que junto a su amante Harmodio se le considera autor del tiranicidio que dio lugar a la democracia en Atenas) o, llegada del almacén del museo, la de Safo de Lesbos.
Les siguen Botticcelli, Leonardo y Caravaggio, es decir los perseguidos y sentados ante los tribunales acusados de sodomía. 'Perseguir los deseos' abarca a las víctimas, los acusadores y las obras que sufrieron la censura de la moral establecida. Botticcelli, con sus 'Escenas de la historia de Nastagio degli Onesti', fue sometido a un juicio público junto a otras 500 personas en la plaza pública de Florencia acusado de acostarse con un joven de 17 años. Aunque fue declarado inocente, explica Navarro, su vida cambia y abraza "la religiosidad y el oscurantistmo" hasta el punto de autocensurarse y quemar muchas de esas obras de corte clásico con las que creía que podía recuperar ese mundo de diversidad.
Caravaggio aquí exhibe su 'David vencedor de Goliat'. También fue acusado de sodomita en un proceso orquestado por Giovanni Baglione, un pintor rival. Fue a la cárcel y después exonerado, pero tras su muerte Baglione escribió un libelo biográfico donde se construyó la imagen de pervertida y mitificada que durante siglos ha acompañado al pintor italiano. "Esta obra habla de la construcción deformada de la biografía sobre ese dato referido a su sexualidad", añade Navarro. Pero, además, este cuadro llegó a las Colecciones Reales gracias a Juan de Tasis, II conde de Villamediana, que también fue acusado de sodomía y a quien, para rizar el rizo, Gregorio Marañón señaló como el auténtico Don Juan. Cierra ese triángulo de significado sexual la figura de David, protagonista de la literatura homoerótica, especialmente anglosajona.
Guido Reni, "un artista muy queer", no fue perseguido en vida pero sus obras, que tenían un alto contenido homoerótico, sí lo fueron a su muerte. O, al menos, censuradas. Su imagen ambigua, virginal y apocada de 'San Sebastián' hizo que la reina Isabel de Farnesio mandara que repintaran su torso para tapar su incómoda sensualidad. Luego Wilde, Williams o Mishima alabaron el erotismo de este joven. En el caso de 'Hipómenes y Atalanta' fue Carlos III el que pidió que lo retiraran del Alcázar ante ese gesto de rechazo y el amaneramiento del mancebo que rechaza a la joven, hecho gracias al cual se salvó del incendio. Algo similar pasó con 'Júpiter y los demás dioses urgen a Apolo a retomar las riendas del carro del Día', de Cornelisz van Haarlem. El lienzo ha salido del almacén del Prado para exhibir esta colección de traseros masculinos que el rey pidió que quitaran de las Colecciones Reales y llevaran a la Sala Reservada de la Academia de San Fernando, esa a la que solo podían entrar los hombres "con el paradójico -y posiblemente involuntario- resultado homoerótico".
"Soy varón, soy mujer, soy un tercero"
"Soy varón, soy mujer, soy un tercero / que no es uno, ni otro, ni está claro [...]. Me tienen por siniestro y mal agüero / advierta cada cual que me ha mirado / que es otro yo, si vive afeminado". Estos versos de Covarrubias acompañaban a la 'Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda', que pintó Juan Sánchez Cotán y abren el viaje por las 'Engañosas apariencias'. Frente a ella, 'Maddalena Ventura', más conocida como la barbuda de Ribera, dirige los focos a las identidades sexuales más variadas mientras amamanta a su bebé. También lo hacen el Aquiles travestido de Rubens o la escultura del 'Hermafrodito dormido', de Bonuccelli, del que Velázquez, atraído por su sensual apariencia femenina, trajo a España una copia en bronce que ahora se puede ver frente a 'Las Meninas'.
Cierra este itinerario 'Amar como los dioses' con esas imágenes de Rubens de dioses clásicos en actitudes homosexuales que se hicieron para los palacios de reyes o cardenales, pero siempre dentro de la esfera privada mientras en la pública eran perseguidas. Hasta que llegó Goya con 'El Maricón de la tía Gila' y dirigió su mirada a la calle. Y le puso nombre y empezó a normalizarlo con letras capitales. "La mayúscula se refiere no tanto a la condición de homosexual del susodicho, que también, como a su apodo, obtenido por serlo. Y la imagen del personaje es suficientemente reveladora. La corrección política ha relegado en nuestros días esta palabra al uso grosero y homófobo. Quizás por ello este dibujo es incómodo en la biografía de Goya, donde solo encuentra un pequeño lugar como expresión de la marginalidad", asegura José Manuel Matilla en el catálogo.
En 'La mirada del otro. Escenarios para la diferencia' faltan mujeres. Si la historia en general, y la del arte en particular, las ha invisibilizado, mucho más si el tema es su sexualidad y sus relaciones homosexuales. Hay mujeres en las obras de Rubens, por ejemplo, o en la escultura de Safo, pero sigue siendo una anécdota frente a la presencia masculina. No en vano, en la Grecia clásica las relaciones gais entre un adulto y un joven (el erasté y el erómeno) no solo estaban aceptadas sino que tenían un papel formativo hacia la madurez y el ascenso social, pero las lésbicas eran repudiadas y hasta consideradas irracionales porque para griegos y romanos el placer sexual residía única y exclusivamente en el falo.
Sin embargo, esta nueva mirada del Prado subsana el rodillo antifeminista del arte con Rosa Bonheur y 'El Cid', un imponente león del Atlas. Esta artista, la primera pintora que recibió la Legión de Honor francesa y la Gran Cruz de Isabel la Católica por sus méritos artísticos y "la primera gran artista que vive independiente, rica y dirige su vida", saca a relucir el papel de la mujer empoderada. Frente a esas pintoras del XIX más centradas en paisajes, bodegones y animales domésticos y el monopolio masculino, ella pidió a la policía un permiso de travestismo para poder vestir con pantalones e ir a ferias de ganado, granjas y trabajar con animales salvajes. Este león, como explicó en una monografía su última pareja, Anna Klumpke, es el símbolo de la conciencia individual contra el servilismo y la opresión masculina. Una alegoría todavía necesaria de la mujer y la feminidad reivindicada desde la fuerza de su propia identidad y no como un anhelo masculino.
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