Imagen: Yorokobu / Jimena Menéndez-Pidal y su madre María Goyri |
La Fundación Ramón Menéndez-Pidal inaugura una exposición con motivo de la recuperación del Archivo Pedagógico de la esposa e hija de Ramón Menéndez Pidal.
Gema Lozano | Yorokobu, 2016-12-02
http://www.yorokobu.es/goyri-y-pidal/
Cerca de cumplirse el año del estallido de la Guerra Civil española, Enrique Suñer, presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza del Gobierno de Burgos, enviaba la siguiente información a la Junta Militar sobre algunos de los más «peligrosos» miembros de la familia Menéndez Pidal Goyri:
“Ramón Menéndez Pidal: Presidente de la Academia de la Lengua. Persona de gran cultura, esencialmente bueno, débil de carácter, totalmente dominado por su mujer. Al servicio del Gobierno de Valencia como propagandista en Cuba.
Menéndez Pidal, Señora de: Persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las raíces más robustas de la revolución.
Gimena Menéndez Pidal: Hija de los anteriores, con todas las características de su madre…”
Ni siquiera se refería a María Goyri por su nombre sino por su condición de «Señora de» Ramón Menéndez Pidal. Lo que sí dejaba claro era el fuerte carácter de María, así como el de su hija Jimena, «heredado» de su madre (no podía ser de otro modo dada la pusilanimidad de su padre). Algo impropio de una época en el que el rol femenino quedaba subyugado a la figura masculina, bien fuese la del padre o tutor o la del marido.
Pero para María Goyri eso nunca fue así. Hija y nieta de madre soltera, fue su progenitora, Amalia Goyri, la que desde pequeña le inculcó que el que hubiera nacido mujer no la condenaba a abandonar sus inquietudes. Ni las intelectuales ni las físicas, por eso la apuntó a un gimnasio donde María era de las pocas féminas en la clase.
«No frecuenté ninguna escuela. Me enseñó mi madre, que poseía una instrucción más que mediana.» Cuenta María, en la biografía escrita por Jesús Antonio Cid ‘María Goyri. Mujer y Pedagogía – Filología’ (publicada recientemente por la Fundación Ramón Menéndez Pidal), que su progenitora solía hablarle en francés, «y con un sentido pedagógico innato organizó mis estudios».
De su madre también heredó su afición por caminar al aire libre. «Es de advertir que en aquella época no paseaban los madrileños más que los domingos; sólo alguna vez que otra aparecía por los solitarios paseos una Miss hierática con un niño muy bien amaestradito».
Las excursiones a la sierra de Guadarrama eran uno de los pasatiempos favoritos de la familia Menéndez-Pidal Goyri tal y como lo atestiguan muchas de las fotos que recoge la exposición 'Archivo Pedagógico Maria Goyri / Jimena Menéndez-Pidal¡, que podrá visitarse a partir del próximo 28 de noviembre en la sede de la Fundación Ramón Menéndez-Pidal, la que fuera casa de la familia en Madrid.
«Sólo alguna vez encontraban a los otros solitarios apasionados del campo: Giner, Riaño, Cossío», escribía su nieto, Diego Catalán. Al igual que para aquellos, para María las salidas al campo no sólo suponían mero entretenimiento. La naturaleza era instrumento esencial para la educación.
Su inquietud intelectual y «su infinita curiosidad («nunca decaía, ni a los 80 y tantos años)» —en palabras de Catalán—, la llevaron a abandonar sus estudios en la Escuela Normal para matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue todo un escándalo en la comunidad universitaria. María no fue la primera mujer en estudiar en la universidad pero sí en matricularse y asistir a clase (hubo otras mujeres que con anterioridad estudiaron una carrera por enseñanza libre). Para ello, necesitó una autorización del Ministerio de Fomento y un informe por parte de los catedráticos, quienes debían asegurar «a la Superioridad» de que la presencia de la alumna (así como la de Carmen Gallardo, la otra intrépida universitaria compañera de María) no alteraría «el buen orden de la clase». La nueva alumna no consiguió el ‘aval’ de todos los catedráticos por lo que sólo podía acudir a clase escoltada por una figura masculina.
«Figúrese usted —me dice la señora de Menéndez-Pidal, riendo al recordar tan pintoresco oficio— que consideraban al estudiante español insuficientemente civilizado para permanecer correcto ante una muchacha, profetizando multitud de escándalos y desmanes.»
La entrevista de María Goyri en la revista ‘Estampa’ de la que se extrae esta última declaración se completaba con dos fotografías de María. La primera mostraba a María trabajando en su biblioteca. La segunda, a María con una aspiradora de la época. Le acompañaba el siguiente pie de foto: «El trabajo intelectual no quita, sin embargo, para que la señora de Menéndez-Pidal sepa ser una excelente ama de casa».
No corrían buenos tiempos precisamente para ello pero, como reconoció posteriormente su nieto, Goyri fue una «valiente pionera en la Universidad, la montaña y en la concepción toda del papel humano de la mujer». Célebre fue el discurso que leyó en el Congreso pedagógico de 1892 en defensa de Concepción Arenal, atacada por los sectores más conservadores por su ponencia en pro de la educación de la mujer. Con sólo 18 años, Goyri obtuvo el reconocimiento de los allí presentes. Una muestra de ello fue el efusivo abrazo que la joven recibió de Emilia Pardo Bazán.
De tal palo…
Que como viaje de luna de miel se decida recorrer los pueblos de la Ruta del Cid para estudiar la topografía del ‘Cantar del Mío Cid’ dice mucho de las inquietudes intelectuales del flamante matrimonio Menéndez Pidal-Goyri. Era 1900 y aquel viaje suponía para María el comienzo de una incesante labor que se alargó durante toda su vida. La localización, identificación y recopilación de versos del Romancero (que hoy forman parte del ‘Archivo Menéndez Pidal-Goyri’) aglutinó gran parte de su trabajo. Su otra ‘pasión’ como filóloga fue la vida y obra de Lope de Vega (con motivo de la exposición del Archivo, la Fundación ha publicado la obra de Goyri ‘La juventud de Lope de Vega. Amor y Literatura’, con originales inéditos).
Con unos padres así no es de extrañar que Jimena Menéndez Pidal tampoco llegara a encajar nunca con el modelo de mujer que la sociedad imponía. Su vocación pedagógica afloró siendo aún una niña, como explicaba hace sólo unos años su hijo, Diego Catalán:
«Había heredado de su madre, pese a sus diferencias de carácter y aficiones, el firme convencimiento (que hermanaba a las instituciones con muchos y diversos miembros de la izquierda social) de que sólo mediante una enseñanza primaria y secundaria profundamente transformada podría sacarse a España de su secular retraso; y de que esa misión era una tarea a la cual se debían los que en ella creían en todo momento y circunstancia.»
Fue alumna de la Institución Libre de Enseñanza, discípula de Giner de los Ríos y pasó largas temporadas en la casa de la familia Cossío. Al igual que su madre, también Jimena recibió clases de su progenitora, en este caso, en el Instituto Internacional for Girls in Spain. No era muy habitual en aquel momento pero, al igual que Amalia Goyri hizo con ella, María Goyri inculcó a su hija el interés por aprender idiomas.
Con 19 años, Jimena realiza un viaje a Granada con su padre para recopilar romances tradicionales. Allí les acompañará un joven que, además de ayudarles en aquella labor, les enseña la ciudad. Se llamaba Federico García Lorca.
Poco después de obtener la licenciatura en Filosofía y Letras se casa con el científico Miguel Catalán y entra a trabajar en el Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza de Madrid. Menéndez Pidal se inicia en el mundo de la enseñanza (que nunca abandonaría) como profesora de deportes y juegos, asignaturas inexistentes en el resto de institutos.
En ‘Crear escuela: Jimena Menéndez-Pidal’ (editado también por Fundación Ramón Menéndez Pidal y publicado con motivo de la exposición), Elena Gallego Valcarce explica la relación que la educadora estableció entre «educación física, educación social y educación moral. En todo él se aprecia una fuerte influencia de la concepción anglosajona sobre los juegos de equipo y la práctica del deporte en los centros escolares y universitarios».
Durante su etapa como formadora y directiva en Instituto-Escuela, Jimena realizó una importante labor para incorporar del teatro como recurso educativo. Célebres son las representaciones realizadas con alumnos de primaria como la del texto de ‘La Pájara Pinta’, escrito por Rafael Alberti, quien participó incluso en el montaje de algunas escenas.
El estallido de la Guerra Civil pilló a Jimena y a su familia en Segovia. Allí, quedarían ‘desterrados’ el resto de la contienda. Diego Catalán, hijo de Jimena, se convertiría según sus propias palabras en el «conejillo de indias» con el que su madre, pero también sus abuelos maternos, canalizaron sus inquietudes pedagógicas.
Aunque a Jimena, además, le sirvió para acabar de convencerse en su idea de crear una escuela inspirada en los ideales del Instituto-Escuela, clausurado durante la guerra. Al terminar esta, Jimena regresa a Madrid con su familia y allí pone en marcha el Colegio Estudio, junto a Ángeles Gasset y Carmen García del Diestro. La idea de todas ellas era la de recuperar un estilo de pedagogía que había sido perseguida durante la guerra y que propugnaba, entre otras, la coeducación, la formación integral del alumno y la neutralidad filosófica, política y religiosa.
Allí se inculca a los maestros el uso de ficheros y cuadernos propios como «herramienta de trabajo y materialización de una pedagogía», como explica Gallego Valcarce. Nada de libros de texto. Son los alumnos los que crean sus propios contenidos. Y al igual que ocurría en el Instituto, en el Colegio Estudio las excursiones y salidas a la naturaleza son un recurso educativo más. También las representaciones teatrales.
El ‘Auto de Navidad’, recopilación de textos clásicos castellanos realizada por Jimena Menéndez-Pidal, se representa todas las Navidades en Estudio. La tradición teatral que instituciones y colectivos como la Residencia de Estudiantes, las Misiones Pedagógicas o la Barraca se mantiene viva en el colegio de Jimena.
La introducción del sistema de tutorías en el que los alumnos mayores son los que asesoran a los más pequeños en las actividades escolares y en las excursiones, o la figura del hafiz, alumno que colabora en distintos aspectos organizativos de la vida escolar asumiendo distintas responsabilidades, son algunas otras de las innovaciones introducidas por Jimena en Estudio. En aquella institución seguiría ejerciendo como directora hasta su fallecimiento, en 1990.
“Ramón Menéndez Pidal: Presidente de la Academia de la Lengua. Persona de gran cultura, esencialmente bueno, débil de carácter, totalmente dominado por su mujer. Al servicio del Gobierno de Valencia como propagandista en Cuba.
Menéndez Pidal, Señora de: Persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las raíces más robustas de la revolución.
Gimena Menéndez Pidal: Hija de los anteriores, con todas las características de su madre…”
Ni siquiera se refería a María Goyri por su nombre sino por su condición de «Señora de» Ramón Menéndez Pidal. Lo que sí dejaba claro era el fuerte carácter de María, así como el de su hija Jimena, «heredado» de su madre (no podía ser de otro modo dada la pusilanimidad de su padre). Algo impropio de una época en el que el rol femenino quedaba subyugado a la figura masculina, bien fuese la del padre o tutor o la del marido.
Pero para María Goyri eso nunca fue así. Hija y nieta de madre soltera, fue su progenitora, Amalia Goyri, la que desde pequeña le inculcó que el que hubiera nacido mujer no la condenaba a abandonar sus inquietudes. Ni las intelectuales ni las físicas, por eso la apuntó a un gimnasio donde María era de las pocas féminas en la clase.
«No frecuenté ninguna escuela. Me enseñó mi madre, que poseía una instrucción más que mediana.» Cuenta María, en la biografía escrita por Jesús Antonio Cid ‘María Goyri. Mujer y Pedagogía – Filología’ (publicada recientemente por la Fundación Ramón Menéndez Pidal), que su progenitora solía hablarle en francés, «y con un sentido pedagógico innato organizó mis estudios».
De su madre también heredó su afición por caminar al aire libre. «Es de advertir que en aquella época no paseaban los madrileños más que los domingos; sólo alguna vez que otra aparecía por los solitarios paseos una Miss hierática con un niño muy bien amaestradito».
Las excursiones a la sierra de Guadarrama eran uno de los pasatiempos favoritos de la familia Menéndez-Pidal Goyri tal y como lo atestiguan muchas de las fotos que recoge la exposición 'Archivo Pedagógico Maria Goyri / Jimena Menéndez-Pidal¡, que podrá visitarse a partir del próximo 28 de noviembre en la sede de la Fundación Ramón Menéndez-Pidal, la que fuera casa de la familia en Madrid.
«Sólo alguna vez encontraban a los otros solitarios apasionados del campo: Giner, Riaño, Cossío», escribía su nieto, Diego Catalán. Al igual que para aquellos, para María las salidas al campo no sólo suponían mero entretenimiento. La naturaleza era instrumento esencial para la educación.
Su inquietud intelectual y «su infinita curiosidad («nunca decaía, ni a los 80 y tantos años)» —en palabras de Catalán—, la llevaron a abandonar sus estudios en la Escuela Normal para matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue todo un escándalo en la comunidad universitaria. María no fue la primera mujer en estudiar en la universidad pero sí en matricularse y asistir a clase (hubo otras mujeres que con anterioridad estudiaron una carrera por enseñanza libre). Para ello, necesitó una autorización del Ministerio de Fomento y un informe por parte de los catedráticos, quienes debían asegurar «a la Superioridad» de que la presencia de la alumna (así como la de Carmen Gallardo, la otra intrépida universitaria compañera de María) no alteraría «el buen orden de la clase». La nueva alumna no consiguió el ‘aval’ de todos los catedráticos por lo que sólo podía acudir a clase escoltada por una figura masculina.
«Figúrese usted —me dice la señora de Menéndez-Pidal, riendo al recordar tan pintoresco oficio— que consideraban al estudiante español insuficientemente civilizado para permanecer correcto ante una muchacha, profetizando multitud de escándalos y desmanes.»
La entrevista de María Goyri en la revista ‘Estampa’ de la que se extrae esta última declaración se completaba con dos fotografías de María. La primera mostraba a María trabajando en su biblioteca. La segunda, a María con una aspiradora de la época. Le acompañaba el siguiente pie de foto: «El trabajo intelectual no quita, sin embargo, para que la señora de Menéndez-Pidal sepa ser una excelente ama de casa».
No corrían buenos tiempos precisamente para ello pero, como reconoció posteriormente su nieto, Goyri fue una «valiente pionera en la Universidad, la montaña y en la concepción toda del papel humano de la mujer». Célebre fue el discurso que leyó en el Congreso pedagógico de 1892 en defensa de Concepción Arenal, atacada por los sectores más conservadores por su ponencia en pro de la educación de la mujer. Con sólo 18 años, Goyri obtuvo el reconocimiento de los allí presentes. Una muestra de ello fue el efusivo abrazo que la joven recibió de Emilia Pardo Bazán.
De tal palo…
Que como viaje de luna de miel se decida recorrer los pueblos de la Ruta del Cid para estudiar la topografía del ‘Cantar del Mío Cid’ dice mucho de las inquietudes intelectuales del flamante matrimonio Menéndez Pidal-Goyri. Era 1900 y aquel viaje suponía para María el comienzo de una incesante labor que se alargó durante toda su vida. La localización, identificación y recopilación de versos del Romancero (que hoy forman parte del ‘Archivo Menéndez Pidal-Goyri’) aglutinó gran parte de su trabajo. Su otra ‘pasión’ como filóloga fue la vida y obra de Lope de Vega (con motivo de la exposición del Archivo, la Fundación ha publicado la obra de Goyri ‘La juventud de Lope de Vega. Amor y Literatura’, con originales inéditos).
Con unos padres así no es de extrañar que Jimena Menéndez Pidal tampoco llegara a encajar nunca con el modelo de mujer que la sociedad imponía. Su vocación pedagógica afloró siendo aún una niña, como explicaba hace sólo unos años su hijo, Diego Catalán:
«Había heredado de su madre, pese a sus diferencias de carácter y aficiones, el firme convencimiento (que hermanaba a las instituciones con muchos y diversos miembros de la izquierda social) de que sólo mediante una enseñanza primaria y secundaria profundamente transformada podría sacarse a España de su secular retraso; y de que esa misión era una tarea a la cual se debían los que en ella creían en todo momento y circunstancia.»
Fue alumna de la Institución Libre de Enseñanza, discípula de Giner de los Ríos y pasó largas temporadas en la casa de la familia Cossío. Al igual que su madre, también Jimena recibió clases de su progenitora, en este caso, en el Instituto Internacional for Girls in Spain. No era muy habitual en aquel momento pero, al igual que Amalia Goyri hizo con ella, María Goyri inculcó a su hija el interés por aprender idiomas.
Con 19 años, Jimena realiza un viaje a Granada con su padre para recopilar romances tradicionales. Allí les acompañará un joven que, además de ayudarles en aquella labor, les enseña la ciudad. Se llamaba Federico García Lorca.
Poco después de obtener la licenciatura en Filosofía y Letras se casa con el científico Miguel Catalán y entra a trabajar en el Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza de Madrid. Menéndez Pidal se inicia en el mundo de la enseñanza (que nunca abandonaría) como profesora de deportes y juegos, asignaturas inexistentes en el resto de institutos.
En ‘Crear escuela: Jimena Menéndez-Pidal’ (editado también por Fundación Ramón Menéndez Pidal y publicado con motivo de la exposición), Elena Gallego Valcarce explica la relación que la educadora estableció entre «educación física, educación social y educación moral. En todo él se aprecia una fuerte influencia de la concepción anglosajona sobre los juegos de equipo y la práctica del deporte en los centros escolares y universitarios».
Durante su etapa como formadora y directiva en Instituto-Escuela, Jimena realizó una importante labor para incorporar del teatro como recurso educativo. Célebres son las representaciones realizadas con alumnos de primaria como la del texto de ‘La Pájara Pinta’, escrito por Rafael Alberti, quien participó incluso en el montaje de algunas escenas.
El estallido de la Guerra Civil pilló a Jimena y a su familia en Segovia. Allí, quedarían ‘desterrados’ el resto de la contienda. Diego Catalán, hijo de Jimena, se convertiría según sus propias palabras en el «conejillo de indias» con el que su madre, pero también sus abuelos maternos, canalizaron sus inquietudes pedagógicas.
Aunque a Jimena, además, le sirvió para acabar de convencerse en su idea de crear una escuela inspirada en los ideales del Instituto-Escuela, clausurado durante la guerra. Al terminar esta, Jimena regresa a Madrid con su familia y allí pone en marcha el Colegio Estudio, junto a Ángeles Gasset y Carmen García del Diestro. La idea de todas ellas era la de recuperar un estilo de pedagogía que había sido perseguida durante la guerra y que propugnaba, entre otras, la coeducación, la formación integral del alumno y la neutralidad filosófica, política y religiosa.
Allí se inculca a los maestros el uso de ficheros y cuadernos propios como «herramienta de trabajo y materialización de una pedagogía», como explica Gallego Valcarce. Nada de libros de texto. Son los alumnos los que crean sus propios contenidos. Y al igual que ocurría en el Instituto, en el Colegio Estudio las excursiones y salidas a la naturaleza son un recurso educativo más. También las representaciones teatrales.
El ‘Auto de Navidad’, recopilación de textos clásicos castellanos realizada por Jimena Menéndez-Pidal, se representa todas las Navidades en Estudio. La tradición teatral que instituciones y colectivos como la Residencia de Estudiantes, las Misiones Pedagógicas o la Barraca se mantiene viva en el colegio de Jimena.
La introducción del sistema de tutorías en el que los alumnos mayores son los que asesoran a los más pequeños en las actividades escolares y en las excursiones, o la figura del hafiz, alumno que colabora en distintos aspectos organizativos de la vida escolar asumiendo distintas responsabilidades, son algunas otras de las innovaciones introducidas por Jimena en Estudio. En aquella institución seguiría ejerciendo como directora hasta su fallecimiento, en 1990.
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