Málaga : Atenea Estudios de Género, 2018 [07-01].
477 p.
ISBN 9788417449001 / 15 €
/ ES / ENS
/ Explotación laboral / Franquismo / Mujeres – Historia / Mujeres – Trabajo / Sindicatos / Trabajo doméstico / Transición
Durante la II República se dieron mejoras legales en el servicio doméstico. A pesar de que dichas reformas disfrutaron de una corta vida, sindicatos como la CNT y la UGT prestaron atención a las trabajadoras del servicio doméstico, crearon secciones específicas para ellas y llevaron a cabo varias movilizaciones. Las movilizaciones más significativas tuvieron lugar en Andalucía y, cuando concluyó la Guerra Civil, estas mujeres sufrieron la represión del régimen franquista. Las "chachas sindicalistas" eran el mejor ejemplo del desorden social y, por ello, el régimen quería establecer un tipo de servicio doméstico que consideraban tradicional: una especie de semiadopción en régimen de internado. Al servicio doméstico se le excluyó de toda normativa legal.
Había dejado de ser un trabajo, se trataba de un acto de buena voluntad ejercido por ambas partes: una familia humilde depositaba a su joven hija al servicio de otra familia de posición desahogada y esta debía brindar a la muchacha, aparte de la manutención, ciertos conocimientos. Sin embargo, el servicio doméstico durante el primer franquismo no sólo funcionó como una estrategia de supervivencia para las clases populares vinculadas con los/las perdedores/as de la guerra, también era un medio de reeducación de estas clases sociales. Las chicas que desde finales de la década de los cincuenta entraron en el servicio doméstico ya no lo hicieron como estrategia de huída de la represión y de la miseria sino como una forma para emigrar y mejorar sus expectativas de juventud. Su actitud había cambiado al igual que lo había hecho la relación con sus patrones.
El cambio se simbolizaba en la empleada de hogar, un nuevo agente histórico que iba en relación al nuevo modelo de mujer, la mujer trabajadora. El servicio doméstico dejó de ser un servicio de buena voluntad para convertirse en algo cada vez más parecido a un trabajo. Los medios de comunicación fueron conscientes de estas modificaciones y, por ello, durante las décadas de los sesenta y setenta se hicieron una gran cantidad de películas con la temática del servicio doméstico cuyo máximo exponente fue Gracita Morales. Antes de la llegada de la Transición las empleadas de hogar ya se habían movilizado a través de la JOC, y habían conseguido que su mensaje sobre el agotamiento del régimen de internado calara en la sociedad.
Durante la transición, varios sindicatos de clase formaron grupos de empleadas de hogar. No obstante, se demostró su ineficiencia para agrupar a sectores masivamente feminizados como el servicio doméstico. La lucha parecía que debía encauzarse desde el feminismo y de esta manera se formaron las primeras Asociaciones de Trabajadoras de Hogar. La lucha de las trabajadoras de hogar muestra los límites de la transición porque precisamente la empatía que habían generado en la sociedad se quebró cuando pretendieron ser igualadas al resto de sectores laborales. Sin embargo, en lugar de visibilizar a este colectivo como víctimas, tenemos que apreciar su gran capacidad para cuestionar la estructura social o la conciliación y solo podremos hacerlo a través de sus propias palabras.
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