Imagen: Público |
IIS-Fundación Jiménez Díaz / Hospital Universitario Rey Juan Carlos | Público, 2018-06-06
http://temas.publico.es/bienestar-es-vida/2018/06/06/vih-latente-el-gran-reto-actual-en-la-investigacion-contra-el-sida/
En marzo de 2013, la comunidad científica mundial asistió esperanzada al anuncio de que la llamada “niña de Misisipi” se había curado de la infección del VIH. Un agresivo tratamiento de antirretrovirales a las 30 horas de su nacimiento y que mantuvieron por 18 meses parecía haber obrado el milagro. Tras dos años sin medicación y ninguna señal de que el virus estuviese presente, la buena nueva se desvanecía tras la reaparición de carga viral en la pequeña. La causa de esta frustración radicó en una de las mayores insidias de un virus de por sí insidioso: los denominados reservorios de VIH latente.
Como es ampliamente conocido, el VIH ataca las células del sistema inmunitario y las usa para multiplicarse. Después de la infección, inserta su material genético en el ADN de esas células, fundamentalmente en los linfocitos T CD4, que empiezan a producir proteínas del VIH que actúan como elementos constitutivos de nuevos virus. Sin embargo, algunas células infectadas entran en un estado de reposo (latente), durante el que no producen nuevos virus y de esta forma el VIH puede permanecer escondido durante años: es lo que llamamos el reservorio del VIH latente. Pero, como una espada de Damocles, estas células dormidas se pueden reactivar y empezar a producir nuevas partículas de virus en cualquier momento, sin que sepamos cómo y por qué. Y lo que es peor: tampoco sabemos cómo acabar con ellas.
Tras décadas de titánico esfuerzo investigador por parte de la comunidad médico-científica internacional (y la loable participación de miles de pacientes en ensayos clínicos), la infección por VIH ha pasado de ser una segura sentencia de muerte, más o menos próxima, a algo muy parecido a una enfermedad crónica. Los tratamientos antirretrovirales han demostrado ser capaces de mantener a raya la replicación del VIH hasta llevarlos a niveles indetectables. Pero esta lucha está muy lejos de haber terminado. El principal obstáculo para la erradicación del VIH es, precisamente, la existencia de ese reservorio persistente de VIH a largo plazo, lo que constituye y debe constituir por tanto la principal diana de las investigaciones presentes y futuras.
Hasta ahora se han desarrollado varios enfoques terapéuticos para reducir y, finalmente, eliminar el reservorio del virus. Usar la genoterapia para cortar ciertos genes del VIH e inactivar el virus en las células inmunitarias infectadas por el VIH; desarrollar medicamentos u otros métodos que reactiven los reservorios del VIH latente para que el sistema inmunitario o las nuevas terapias los puedan eliminar de manera eficaz; o reforzar la capacidad del sistema inmunitario de reconocer y eliminar los reservorios del VIH latente reactivados son algunos de los ejes de estas investigaciones. Desafortunadamente, solo unas pocas han logrado resultados prometedores.
Así lo hemos podido comprobar en un amplio trabajo de revisión sistemática que acabamos de publicar en la revista ‘Reviews in Medical Virology’ y que hemos desarrollado en el Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz y el Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles, ambos de Madrid, en colaboración con el Instituto de Investigación Vall d’Hebron de Barcelona en el marco de la Red Española de Investigación en SIDA-RIS.
El estudio nos ha permitido revisar las diferentes poblaciones celulares donde se oculta el VIH, con especial atención a los distintos subtipos dentro de las células T CD4, fundamentales en la respuesta inmune y las más susceptibles a la infección, además de ser básicas en la persistencia a largo plazo del VIH. También hemos puesto el foco en otros tipos celulares derivados de la línea mieloide (células diferentes de las células T), que igualmente parecen ser un refugio importante para este virus.
Cada nuevo conocimiento que vamos adquiriendo sobre los reservorios de VIH latente no hace sino apuntalar la importancia de redoblar los esfuerzos investigadores para su neutralización. Hoy sabemos, por ejemplo, que la cantidad de VIH latente es hasta 70 veces superior a lo que suponíamos inicialmente; o que las células latentes infectadas pueden proliferar sin producir virus, pero generando células descendientes clonadas que sí pueden liberar VIH con capacidad de infección. El VIH nunca deja de sorprendernos.
Por todo ello, desentrañar las características especiales de estos compartimentos celulares donde se esconde el virus, al igual que descubrir los mecanismos involucrados en el establecimiento y mantenimiento del reservorio de VIH es de la mayor relevancia para el diseño de nuevas estrategias terapéuticas destinadas a purgarlo con el objetivo final de lograr la erradicación del VIH o, alternativamente, una cura funcional. La meta es superar la -por ahora- última gran barrera que nos separa de la curación definitiva del SIDA.
Como es ampliamente conocido, el VIH ataca las células del sistema inmunitario y las usa para multiplicarse. Después de la infección, inserta su material genético en el ADN de esas células, fundamentalmente en los linfocitos T CD4, que empiezan a producir proteínas del VIH que actúan como elementos constitutivos de nuevos virus. Sin embargo, algunas células infectadas entran en un estado de reposo (latente), durante el que no producen nuevos virus y de esta forma el VIH puede permanecer escondido durante años: es lo que llamamos el reservorio del VIH latente. Pero, como una espada de Damocles, estas células dormidas se pueden reactivar y empezar a producir nuevas partículas de virus en cualquier momento, sin que sepamos cómo y por qué. Y lo que es peor: tampoco sabemos cómo acabar con ellas.
Tras décadas de titánico esfuerzo investigador por parte de la comunidad médico-científica internacional (y la loable participación de miles de pacientes en ensayos clínicos), la infección por VIH ha pasado de ser una segura sentencia de muerte, más o menos próxima, a algo muy parecido a una enfermedad crónica. Los tratamientos antirretrovirales han demostrado ser capaces de mantener a raya la replicación del VIH hasta llevarlos a niveles indetectables. Pero esta lucha está muy lejos de haber terminado. El principal obstáculo para la erradicación del VIH es, precisamente, la existencia de ese reservorio persistente de VIH a largo plazo, lo que constituye y debe constituir por tanto la principal diana de las investigaciones presentes y futuras.
Hasta ahora se han desarrollado varios enfoques terapéuticos para reducir y, finalmente, eliminar el reservorio del virus. Usar la genoterapia para cortar ciertos genes del VIH e inactivar el virus en las células inmunitarias infectadas por el VIH; desarrollar medicamentos u otros métodos que reactiven los reservorios del VIH latente para que el sistema inmunitario o las nuevas terapias los puedan eliminar de manera eficaz; o reforzar la capacidad del sistema inmunitario de reconocer y eliminar los reservorios del VIH latente reactivados son algunos de los ejes de estas investigaciones. Desafortunadamente, solo unas pocas han logrado resultados prometedores.
Así lo hemos podido comprobar en un amplio trabajo de revisión sistemática que acabamos de publicar en la revista ‘Reviews in Medical Virology’ y que hemos desarrollado en el Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz y el Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles, ambos de Madrid, en colaboración con el Instituto de Investigación Vall d’Hebron de Barcelona en el marco de la Red Española de Investigación en SIDA-RIS.
El estudio nos ha permitido revisar las diferentes poblaciones celulares donde se oculta el VIH, con especial atención a los distintos subtipos dentro de las células T CD4, fundamentales en la respuesta inmune y las más susceptibles a la infección, además de ser básicas en la persistencia a largo plazo del VIH. También hemos puesto el foco en otros tipos celulares derivados de la línea mieloide (células diferentes de las células T), que igualmente parecen ser un refugio importante para este virus.
Cada nuevo conocimiento que vamos adquiriendo sobre los reservorios de VIH latente no hace sino apuntalar la importancia de redoblar los esfuerzos investigadores para su neutralización. Hoy sabemos, por ejemplo, que la cantidad de VIH latente es hasta 70 veces superior a lo que suponíamos inicialmente; o que las células latentes infectadas pueden proliferar sin producir virus, pero generando células descendientes clonadas que sí pueden liberar VIH con capacidad de infección. El VIH nunca deja de sorprendernos.
Por todo ello, desentrañar las características especiales de estos compartimentos celulares donde se esconde el virus, al igual que descubrir los mecanismos involucrados en el establecimiento y mantenimiento del reservorio de VIH es de la mayor relevancia para el diseño de nuevas estrategias terapéuticas destinadas a purgarlo con el objetivo final de lograr la erradicación del VIH o, alternativamente, una cura funcional. La meta es superar la -por ahora- última gran barrera que nos separa de la curación definitiva del SIDA.
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