Imagen: El País / Luis González de Alba |
Uno de los símbolos del movimiento estudiantil que marcó México, se suicida en su casa a los 72 años.
Elena Reina | El País, 2016-10-04
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/03/actualidad/1475449298_803121.html
Tenía en su mano antes de morir una foto del hombre de su vida. Luis González de Alba, uno de los escritores e intelectuales que marcó a toda una generación, se ha suicidado este domingo en su casa de Guadalajara a los 72 años. Líder del movimiento estudiantil del 68 en México, autor de una de las crónicas más representativas de aquella época, ‘Los días y los años’ (1971) , se ha quitado la vida el mismo día en el que se cumplían 48 años de aquel negro 2 de octubre de 1968, grabado a fuego en la memoria de los mexicanos por una de las matanzas estudiantiles más sangrientas que se recuerdan, la de Tlatelolco.
"Su muerte consolida la coherencia de su vida y de su obra. Fue uno de los hombres más libres de México. Este ha sido el acto último de su salvaje libertad", cuenta vía telefónica el escritor Héctor Aguilar Camín y amigo del fallecido. Aguilar Camín explica que no hay nada "ni remotamente parecido a él en toda la literatura latinoamericana". La libertad con la que habló sin miramientos de su vida privada, de sus relaciones sexuales con otros hombres, como férreo activista de los derechos de los homosexuales; y de su vida pública, como el intelectual más representativo del movimiento del 68, lo consolidó como uno de los escritores más transgresores de México.
"Él fue actor, crítico y disidente de una izquierda mexicana a la que tachó de partidocrática, corrupta y sin programa de izquierdas", añade el escritor. Sobre su participación en el movimiento del 68, Aguilar Camín precisa que fue de los pocos que "rehusó beneficiarse del martirologio construido después y dedicó su vida a detallar con rigor lo que había pasado, en contra de la mitología posterior".
Su libro ‘Los días y los años’ fue para las generaciones siguientes una lectura obligatoria sobre aquellos años convulsos, en los que las protestas estudiantiles a favor de la democracia se sofocaban a punta de metralleta. González de Alba fue detenido por su participación en estos actos y encarcelado durante dos años. Desde la prisión escribió esta obra, considerada una de las mejores crónicas y más rigurosas del 68. "Mi generación leyó casi todo lo que se escribió en aquella época y ese libro nos marcó a todos. Era fundamental leer su descripción de los hechos para entender lo que había pasado realmente", explica Marisol Schulz, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Su actitud irreverente quedó plasmada en sus columnas de opinión, en las que sus críticas sobre los temas de actualidad y algunos de los personajes de la plana mayor de la intelectualidad mexicana, como la Premio Cervantes, Elena Poniatowska, iban acompañadas siempre de polémica. Su obra como divulgador científico fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo en 1997. Y su libro acerca de la historia de México, ‘Las mentiras de mis maestros’, es considerada como una de las obras clave de la literatura contemporánea nacional.
Atormentado por una enfermedad de vértigos que le había cortado parte de su libertad identitaria y una relación imposible con un hombre al que le gustaban los menores de edad, dio varias pistas de su destino poco antes de quitarse la vida. Arregló todo sobre sus derechos en la editorial Cal y Arena, para la que había escrito la mayoría de sus obras y le dejó a su hermana un recado: que le llamara el domingo a las 10 de la mañana. En su entorno circula una anécdota de que después de su muerte su hermana comentó: "Yo le dije que lo que fuera hacer, no lo hiciera en domingo, que es una lata". El humor y el descaro eran una cuestión genética.
"Su muerte consolida la coherencia de su vida y de su obra. Fue uno de los hombres más libres de México. Este ha sido el acto último de su salvaje libertad", cuenta vía telefónica el escritor Héctor Aguilar Camín y amigo del fallecido. Aguilar Camín explica que no hay nada "ni remotamente parecido a él en toda la literatura latinoamericana". La libertad con la que habló sin miramientos de su vida privada, de sus relaciones sexuales con otros hombres, como férreo activista de los derechos de los homosexuales; y de su vida pública, como el intelectual más representativo del movimiento del 68, lo consolidó como uno de los escritores más transgresores de México.
"Él fue actor, crítico y disidente de una izquierda mexicana a la que tachó de partidocrática, corrupta y sin programa de izquierdas", añade el escritor. Sobre su participación en el movimiento del 68, Aguilar Camín precisa que fue de los pocos que "rehusó beneficiarse del martirologio construido después y dedicó su vida a detallar con rigor lo que había pasado, en contra de la mitología posterior".
Su libro ‘Los días y los años’ fue para las generaciones siguientes una lectura obligatoria sobre aquellos años convulsos, en los que las protestas estudiantiles a favor de la democracia se sofocaban a punta de metralleta. González de Alba fue detenido por su participación en estos actos y encarcelado durante dos años. Desde la prisión escribió esta obra, considerada una de las mejores crónicas y más rigurosas del 68. "Mi generación leyó casi todo lo que se escribió en aquella época y ese libro nos marcó a todos. Era fundamental leer su descripción de los hechos para entender lo que había pasado realmente", explica Marisol Schulz, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Su actitud irreverente quedó plasmada en sus columnas de opinión, en las que sus críticas sobre los temas de actualidad y algunos de los personajes de la plana mayor de la intelectualidad mexicana, como la Premio Cervantes, Elena Poniatowska, iban acompañadas siempre de polémica. Su obra como divulgador científico fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo en 1997. Y su libro acerca de la historia de México, ‘Las mentiras de mis maestros’, es considerada como una de las obras clave de la literatura contemporánea nacional.
Atormentado por una enfermedad de vértigos que le había cortado parte de su libertad identitaria y una relación imposible con un hombre al que le gustaban los menores de edad, dio varias pistas de su destino poco antes de quitarse la vida. Arregló todo sobre sus derechos en la editorial Cal y Arena, para la que había escrito la mayoría de sus obras y le dejó a su hermana un recado: que le llamara el domingo a las 10 de la mañana. En su entorno circula una anécdota de que después de su muerte su hermana comentó: "Yo le dije que lo que fuera hacer, no lo hiciera en domingo, que es una lata". El humor y el descaro eran una cuestión genética.
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