Imagen: El Confidencial / Ilustración de Ricardo Cavolo |
Ricardo Cavolo presenta su nuevo libro, 'Periferias', un recorrido por las esquinas marginales del mundo que nos obliga a mirar al extrarradio y descubrir su poética magia.
Prado Campos | El Confidencial, 2017-01-28
http://www.elconfidencial.com/cultura/2017-01-28/ricardo-cavolo-periferias-libro-ilustracion_1320492/
Bienvenidos a las orillas escondidas del mundo. Pasen al extrarradio y relájense en el rincón que queda fuera de foco. En la vuelta de la esquina tapiada para el 'mainstream' universal y de la que todos apartan la mirada. O casi todos. Ricardo Cavolo nos obliga a mirar más allá de los márgenes en 'Periferias' (Lunwerg), un libro en el que da voz ilustrada a todos eses seres periféricos que pueblan, injustamente invisibles, nuestra sociedad. Un recorrido a golpe de pasión y tintas de vivos colores repletas de ojos que se posan y recrean en los parias, las prostitutas, los vagabundos, los desahuciados y olvidados, pero también en los rincones degradados y en los nombres —anónimos o famosos pero, sobre todo, ajenos— que resisten en un mundo clonado por la centralidad.
"Nadie quiere entrar en las periferias. No se sabe qué sucede exactamente ahí, y, ya lo dijo Yoda, la ignorancia y el desconocimiento llevan al odio (y el odio a la venganza)", escribe uno de los ilustradores españoles más reconocidos a nivel nacional e internacional. "Como no entienden qué sucede en las periferias, las rechazan. Pues ellos se lo pierden". ¿Por qué? Porque en estos seres suburbiales hay magia... y poesía, que es la que hace brotar de sus entrañas Cavolo. Magia como la de los albinos, tan blancos porque en su interior colapsan y rebotan las estrellas fugaces, o de los gitanos, los dueños y señores del fuego. O la que irradian lugares como Siberia o el Tíbet, animales como el armadillo rosa o el pangolín y artistas como Lovecraft o Charlie Patton.
Cavolo, el embajador de los seres periféricos, consigue que las miradas se posen ansiosas en esta colección de extraterrestres apátridas gracias a las decenas de ojos abiertos que les tatúan. Esos ojos extraordinarios, tan característicos de sus dibujos, recalcan lo magnífico y son, a su vez, poesía y una llamada de atención para pararse y observar. Igual que sus vivas llamaradas y las coronas con las que devuelve a estos seres a su lugar. "Las periferias me obsesionan porque, de alguna manera, soy parte de ellas", explica el ilustrador a El Confidencial. Se crió entre los 3 y los 15 años en un poblado gitano "de una manera muy natural". "Soy payo, pero cuando mis padres se separaron pude conocer las dos facetas, y me parece que he tenido un regalo porque he visto cosas muy bonitas que no se encuentran con facilidad".
Este libro, subraya, "es un ejercicio de amor que quiero que sirva de protesta para levantar la voz y hacer ver a la gente que tiene que cambiar la mirada, pero evidentemente es un ejercicio para darles cariño". De esta selección destaca esas periferias humanas con las que arranca el libro como las más personales. Especialmente los gitanos, pero también la comunidad trap —"en Estados Unidos los negros son como los gitanos para lo bueno y para lo malo. Es un colectivo en el que me fijo e inspiro"— o las mujeres soldados kurdas — "una nueva versión de aquellos 300 espartanos que se hicieron valer con coraje y honor por un fin superior"—.
Junto a ellas, la poética mirada de Cavolo inunda esas periferias geográficas con nombre propio como Transnistria, un lugar invisible a ojos internacionales que convierte en "el único territorio del mundo donde los ángeles pasean tranquilamente, donde las hadas y los gnomos campan a sus anchas y en el que habita la principal comunidad de vampiros", elefantes sobrevolando las minas de diamantes y ranas peludas en charcas rosas; las islas Feroe "donde nacen todos los dragones"; Tristán de Acuña, "los fareros del siglo XXI", es decir, el lugar donde se aloja internet; o los espacios neutrales de los aeropuertos, el lugar donde cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Tampoco faltan animales, plantas y artistas como William Thomas Thompson, Alexander Lobanov, Daniel Johnston, Electro Chaabi o Guy de Maupassant. Aun así, son las periferias urbanas las que nos avergüenzan más directamente. Construidas a base de las favelas de Brasil, el Chiraq de Chicago, la jungla de Calais, los campos de refugiados de Aqrah, las estaciones de metro y alcantarillas abandonadas y habitadas o la Cañada Real madrileña. "Hay una población muy notable de niños. Estos habrán aprendido a lidiar de una manera tan inverosímil con la pobreza que serán elegidos para constituir la célula de gobierno de una nueva era (...) Estos niños serán los mandatarios del país y lo conducirán hacia una situación social increíblemente igualitaria, poniendo el foco en los problemas sociales y solucionándolos en su totalidad. Que nadie pierda de vista a estos niños, por favor", escribe sobre el poblado chabolista de la capital.
Precisamente con esta guía de lo marginal Ricardo Cavolo nos insta a detenernos en los márgenes, a apreciarlos y apela a nuestra responsabilidad. "Directamente no miramos. Parece que se nos mancha la mirada y el alma si miramos, por ejemplo, a la Cañada Real. Es como que te entra un sudor frío por la espalda, no quieres que tenga nada que ver con nuestra vida y, por eso, la rechazamos y hacemos como si no existiera. Y así están como están. Si escarbamos un poquito y miramos más allá de la basura inicial, encontramos cosas súper interesantes y preciosas", reflexiona el ilustrador, que en primavera publicará un nuevo libro en Estados Unidos y Reino Unido con sus 101 películas imprescindibles y después del verano lanzará su línea de ropa.
Esa es la parte ruda y descarnada que ofrece este trabajo. La que nos compromete y señala directamente como sociedad culpable de agrandar la brecha de la marginación. La que nos pregunta por qué desviamos la mirada, por qué no observamos, por qué dejamos que se escupan declaraciones como las de Esperanza Aguirre queriendo limpiar a los sin techo porque afectan al turismo, por qué no actuamos. "Nosotros los ciudadanos españoles hemos ampliado esa brecha o diferencia, pero la sociedad en general no ha tratado bien a las periferias. Creo que hay un sentimiento de culpa —añade— . La gente no quiere mirar a un sin techo porque, instintivamente, no lo quiere en su cerebro y no se da cuenta de que la magia estándar de Callao puede ser maravillosa, pero en una escombrera es mucho más maravillosa y tiene más luz solo por el contraste".
Porque, como escribe en el prólogo Santi Balmes (líder de 'Love of Lesbian'), transmutado por momentos en Jean Dubuffet, "en la periferia siguen intactos el germen, la esperanza y el vivero de todo lo que un día debemos volver a aprehender". "En los extrarradios de lo comúnmente aceptado es donde acaso se encuentra la verdadera esencia espiritual del hombre, ahora que el deteriorado, enfermizo y decadente hombre occidental dejó languidecer la llama inmemorial del instinto". Ese ADN olvidado está aquí al lado, seductor y asombroso para, como sostiene Cavolo, salvarnos
"Nadie quiere entrar en las periferias. No se sabe qué sucede exactamente ahí, y, ya lo dijo Yoda, la ignorancia y el desconocimiento llevan al odio (y el odio a la venganza)", escribe uno de los ilustradores españoles más reconocidos a nivel nacional e internacional. "Como no entienden qué sucede en las periferias, las rechazan. Pues ellos se lo pierden". ¿Por qué? Porque en estos seres suburbiales hay magia... y poesía, que es la que hace brotar de sus entrañas Cavolo. Magia como la de los albinos, tan blancos porque en su interior colapsan y rebotan las estrellas fugaces, o de los gitanos, los dueños y señores del fuego. O la que irradian lugares como Siberia o el Tíbet, animales como el armadillo rosa o el pangolín y artistas como Lovecraft o Charlie Patton.
Cavolo, el embajador de los seres periféricos, consigue que las miradas se posen ansiosas en esta colección de extraterrestres apátridas gracias a las decenas de ojos abiertos que les tatúan. Esos ojos extraordinarios, tan característicos de sus dibujos, recalcan lo magnífico y son, a su vez, poesía y una llamada de atención para pararse y observar. Igual que sus vivas llamaradas y las coronas con las que devuelve a estos seres a su lugar. "Las periferias me obsesionan porque, de alguna manera, soy parte de ellas", explica el ilustrador a El Confidencial. Se crió entre los 3 y los 15 años en un poblado gitano "de una manera muy natural". "Soy payo, pero cuando mis padres se separaron pude conocer las dos facetas, y me parece que he tenido un regalo porque he visto cosas muy bonitas que no se encuentran con facilidad".
Este libro, subraya, "es un ejercicio de amor que quiero que sirva de protesta para levantar la voz y hacer ver a la gente que tiene que cambiar la mirada, pero evidentemente es un ejercicio para darles cariño". De esta selección destaca esas periferias humanas con las que arranca el libro como las más personales. Especialmente los gitanos, pero también la comunidad trap —"en Estados Unidos los negros son como los gitanos para lo bueno y para lo malo. Es un colectivo en el que me fijo e inspiro"— o las mujeres soldados kurdas — "una nueva versión de aquellos 300 espartanos que se hicieron valer con coraje y honor por un fin superior"—.
Junto a ellas, la poética mirada de Cavolo inunda esas periferias geográficas con nombre propio como Transnistria, un lugar invisible a ojos internacionales que convierte en "el único territorio del mundo donde los ángeles pasean tranquilamente, donde las hadas y los gnomos campan a sus anchas y en el que habita la principal comunidad de vampiros", elefantes sobrevolando las minas de diamantes y ranas peludas en charcas rosas; las islas Feroe "donde nacen todos los dragones"; Tristán de Acuña, "los fareros del siglo XXI", es decir, el lugar donde se aloja internet; o los espacios neutrales de los aeropuertos, el lugar donde cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Tampoco faltan animales, plantas y artistas como William Thomas Thompson, Alexander Lobanov, Daniel Johnston, Electro Chaabi o Guy de Maupassant. Aun así, son las periferias urbanas las que nos avergüenzan más directamente. Construidas a base de las favelas de Brasil, el Chiraq de Chicago, la jungla de Calais, los campos de refugiados de Aqrah, las estaciones de metro y alcantarillas abandonadas y habitadas o la Cañada Real madrileña. "Hay una población muy notable de niños. Estos habrán aprendido a lidiar de una manera tan inverosímil con la pobreza que serán elegidos para constituir la célula de gobierno de una nueva era (...) Estos niños serán los mandatarios del país y lo conducirán hacia una situación social increíblemente igualitaria, poniendo el foco en los problemas sociales y solucionándolos en su totalidad. Que nadie pierda de vista a estos niños, por favor", escribe sobre el poblado chabolista de la capital.
Precisamente con esta guía de lo marginal Ricardo Cavolo nos insta a detenernos en los márgenes, a apreciarlos y apela a nuestra responsabilidad. "Directamente no miramos. Parece que se nos mancha la mirada y el alma si miramos, por ejemplo, a la Cañada Real. Es como que te entra un sudor frío por la espalda, no quieres que tenga nada que ver con nuestra vida y, por eso, la rechazamos y hacemos como si no existiera. Y así están como están. Si escarbamos un poquito y miramos más allá de la basura inicial, encontramos cosas súper interesantes y preciosas", reflexiona el ilustrador, que en primavera publicará un nuevo libro en Estados Unidos y Reino Unido con sus 101 películas imprescindibles y después del verano lanzará su línea de ropa.
Esa es la parte ruda y descarnada que ofrece este trabajo. La que nos compromete y señala directamente como sociedad culpable de agrandar la brecha de la marginación. La que nos pregunta por qué desviamos la mirada, por qué no observamos, por qué dejamos que se escupan declaraciones como las de Esperanza Aguirre queriendo limpiar a los sin techo porque afectan al turismo, por qué no actuamos. "Nosotros los ciudadanos españoles hemos ampliado esa brecha o diferencia, pero la sociedad en general no ha tratado bien a las periferias. Creo que hay un sentimiento de culpa —añade— . La gente no quiere mirar a un sin techo porque, instintivamente, no lo quiere en su cerebro y no se da cuenta de que la magia estándar de Callao puede ser maravillosa, pero en una escombrera es mucho más maravillosa y tiene más luz solo por el contraste".
Porque, como escribe en el prólogo Santi Balmes (líder de 'Love of Lesbian'), transmutado por momentos en Jean Dubuffet, "en la periferia siguen intactos el germen, la esperanza y el vivero de todo lo que un día debemos volver a aprehender". "En los extrarradios de lo comúnmente aceptado es donde acaso se encuentra la verdadera esencia espiritual del hombre, ahora que el deteriorado, enfermizo y decadente hombre occidental dejó languidecer la llama inmemorial del instinto". Ese ADN olvidado está aquí al lado, seductor y asombroso para, como sostiene Cavolo, salvarnos
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.