lunes, 30 de enero de 2017

#hemeroteca #cine #marginalidad | El regreso del cine quinqui: la cruda vida marginal

Imagen: El Mundo / Carlos Salado
El regreso del cine quinqui: la cruda vida marginal.
Carlos Salado recupera en 'Criando ratas' el legado, más actual que nunca, de Carlos Saura, De la Loma y Eloy de la Iglesia.
Luis Martínez | El Mundo, 2017-01-30
http://www.elmundo.es/cultura/2017/01/30/588e2f2b22601d41208b45b1.html

«Hay un mimetismo en lo escabroso. Poco a poco vas entrando en unas áreas de sordidez alucinante. Es un miedo incontrolado que no deja de atraerte. Yo descubrí en mí mismo eso de lo que tantas veces te permites hablar y opinar: lo marginal». La declaración pertenece a Eloy de la Iglesia en una de las últimas entrevistas que concedió poco antes de morir en marzo de 2006. Por entonces, el director de ‘Navajeros’ o ‘El pico’ era quizá no tanto una figura olvidada como apartada. El matiz importa. Su cine, con la cámara siempre pendiente de lo escrito en los márgenes, encajaba mal (y aún sigue dando problemas) con la caligrafía pulcra y perfecta de lo que el tiempo ha dado en llamar la historia de la Transición. La oficial. Él se mantuvo siempre a medio camino entre la necesidad de mostrar la verdad y hacerla explotar. El matiz vuelve a ser relevante. Por esa misma época, Carlos Salado, natural de Alicante, empezaba a interesarse por el cine y hasta daba sus primeros pasos en el oficio como estudiante de «audiovisual». «Fue más tarde, cuando acabé la carrera, cuando sentí la necesidad de salir a la calle y rodar. De alguna manera, sentí que la misma urgencia que impulsaba al trabajo de Eloy o De la Loma o del mismo Saura, era la que me empujaba a mí», dice. A su lado, el compañero, vecino, cómplice y productor Rubén Ferrández le da la razón. «Llevamos en este proyecto seis años. Ha sido un tiempo peleando con todo, pero siempre comprometido con contar la realidad», afirma este último.

Los dos hablan de ‘Criando ratas’, una película que ha costado seis años de accidentado trabajo y que por fin ve la luz. Se trata de una producción extraña, por ello nada convencional y, sin embargo, tan cercana y familiar que abruma. Si se quiere, la cinta resulta tan directamente heredera del cine de Eloy de la Iglesia, José Antonio de la Loma y del mismo Carlos Saura de ‘Deprisa, deprisa’ que ya tiene una etiqueta: cine neoquinqui. «Me gusta el rótulo. He crecido con su cine y me declaro fan de José Luis Manzano», dice Salado. Tras adquirir en el boca a oreja de internet el rango de fenómeno, ahora se muestra en su totalidad. Lo hace en YouTube. Tal cual. Libre y al acceso de cualquiera que quiera ver y verse incluso. Nada de salas convencionales. «Queríamos que la película la viera todo el mundo. Nunca nos planteamos este trabajo para ganar dinero. Ya habrá tiempo», dice Ferrández y asiente Salado. Los dos de acuerdo pues.

‘Criando ratas’, para situarnos, relata la historia de Cristo. Y lo hace como antes el cine aquel de las barriadas de heroína y coches ‘supermiriafioris’ de los 80 nos contaba las de El Torete o El Jaro. Estamos en Alicante, no en Madrid o Barcelona. Más concretamente, nuestros héroes arrastran sus prisas, sus odios y miserias por los barrios de Colonia Requena, Virgen del Remedio o Mil Viviendas. La idea es retratar la agonía de la urgencia, la verdad de la desesperación, «lo marginal», que decía y hasta sentía en sus propias carnes De la Iglesia.

Y aquí conviene detenerse y puntualizar lo puntualizable. «Es importante dejar claro», empieza Salado, «que no contamos la historia de esos barrios, sino de una parte, de aquella que tiene que ver con la delincuencia, con la subcultura de la delincuencia. Por supuesto, que allí hay gente honrada que nada tiene que ver con lo que sale en la película». «Pero», y el que toma la palabra ahora es Ferrández, «las heridas de la crisis son las mismas. Aquel cine, el de la Transición, nació de la necesidad de contar lo que pasaba con todos aquellos que se estaban quedando fuera. Pues bien, esta película hace lo mismo». Y les creemos. Los dos se esfuerzan en señalar las diferencias. «Aquél se detenía en los extrarradios de Madrid y Barcelona. Nuestra película habla de Alicante, de una ciudad que nadie imaginaría que lo es, y de unos barrios que, con el crecimiento, ya no están en la periferia sino en el centro mismo», insiste Salado. Y, de momento, ahí lo dejan.

Sea como sea, el aliento de un tiempo y otro es el mismo. España es la misma. España es lo que es porque fue lo que fue. Y, apurando, hasta las circunstancias y el contexto del propio relato se parecen. De otro modo, lo que entonces podía y debía ser leído como la imagen de las consecuencias más evidentes de una crisis, la del petróleo de los 70, ahora también lo que se ve tiene mucho de las heridas de la otra crisis en marcha, la de Lehman Brothers y ‘cía’. Por otro lado, si desde el principio, el cine «innecesariamente grosero», como se tildó en la crítica oficial a ‘Perros callejeros’ y sus seguidores, fue rápidamente desterrado del relato intacto de una Transición que sólo quería escucharse a sí misma hablar de Expos, Aves en marcha y europeísmo, mucho europeísmo, ahora, con el correr del tiempo, cuesta igualmente encajar lo que exhibe ‘Criando ratas’. ¿Quién es toda esta gente que vive fuera de las estadísticas? ¿De dónde vienen todos éstos que no conocen más oficio que el del agobio?

«Quizá sea ingenuo por nuestra parte, pero lo que notamos es que la gente está con ganas de que le cuenten lo que ve, lo que pasa. Que no le engañen. Y por eso, la recepción que está teniendo nuestra película», reflexiona Ferrández. «Por otro lado», le corrige Salado, «nosotros no queremos decirle a la gente lo que tiene que pensar. Nos basta con que, después de ver la película, piense. Aquellas películas de De la Iglesia y de De la Loma eran más morales que la nuestra. Había un posicionamiento, una manera de victimizar al quinqui o convertirle en un antihéroe. No queremos eso. Queremos que sea el público el que se pronuncie».

La película, como apuntaban al principio sus creadores, ha sido básicamente una lucha de años contra todo. Y contra todos. Cuentan que todo nació en el gesto y talento de Ramón Guerrero. Él es el que da vida a Cristo, que es como se conoce en la ficción al hombre condenado a vagar por las alcantarillas de su propio frenesí. Está vivo y tiene que pagar por ello. «Conocía a Ramón del barrio. Es un tipo que ya desde pequeño, desde que tenía 12 o 13 años, tenía algo especial. Iba con gente mucho mayor y al único que conseguías escuchar era a él. Enseguida le propuse que trabajara conmigo y no se lo creía», dice Salado. Como quiera que la ficción a veces se da de bruces con la realidad, el rodaje se tuvo que amoldar al ritmo de salidas y entradas en la cárcel de su protagonista. Le cayeron dos años y un día («por sus cosillas», dicen) y tras cumplir un año... «Es de los pocos que conozco a los que la prisión le ha sentado bien. Está más gordo, más centrado», comenta Ferrández.

Y así, todos los demás. Mauricio Manzano (Mauri), la réplica cómica (que la hay), acierta a combinar con precisión delirante el dramatismo con la más irrefrenable carcajada. Tan cerca de lo patético que se diría una encarnación del Chaplin más descarnado. No lejos, Antonio Amador (‘Pistolica’ en la película) compone la más salvaje encarnación de lo crudo que puede estar un chaval de 12 años. Y todo tan real que entusiasma tanto como duele.

Por ‘Criando ratas’, en definitiva, se mueve esa fauna nocturna que no queremos ver: la noche que soporta cada uno de nuestros días. En ‘Criando ratas’ se atisba con toda nitidez el fracaso más íntimo de una sociedad (la nuestra) que se niega a reconocerse como es. Lo contrario a un ‘selfie’. ‘Criando ratas’ se acuesta del lado de las víctimas. ‘Criando ratas’ pelea por tocar siquiera la piel magnética de lo escabroso, lo turbio, lo marginal... Quizá, en su más paradójica crueldad, lo que se ve en ‘Criando ratas’ es lo que hace que seamos lo que somos. «Un miedo incontrolado que no deja de atraerte», decía De la Iglesia.

El necesario reclamo de la 'hiperrealidad'
La heroína, la ‘madera’, el Fiat Supermiriafiori y el mono configuraron el paisaje de un cine por el que pasó desde ‘El vaquilla’ a ‘El Jaro’ pasando por la simple desesperación de ‘Deprisa, deprisa’. Y siempre el juego consistía en borrar los límites que separan la realidad de la ficción. ‘Perros callejeros II’, de hecho, empezaba con una escena en la que los propios protagonistas de la película original (‘El Torete’ y compañía) veían sus hazañas convertidas en cine. Si nos asomamos a la vida de muchos aquellos que compusieron el 'star-quinqui' es inevitable asistir a un proceloso parte de bajas. José Luis Manzano, ‘El Pirri’ o el propio Antonio Flores (con papel en ‘Colegas’), todos acabaron en la vida real como si se tratara de una escena más de sus películas. El propio director Eloy de la Iglesia acabó seducido por los precipicios de su cine.

No era tanto la realidad, como la hiperrealidad. De hecho, la cámara nunca se ahorró nada: una castración, una vena atravesada por la aguja, la muerte de cerca... Todo tan 'grosero' que no podía ser nada más que verdad. Por ello quizá, ahora, es tiempo de hacerlo nuestro. De mirar de frente a lo que durante tanto tiempo se quiso evitar. En 2009, el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona dedicó una exposición al fenómeno. El año pasado se editó 'Fuera de la Ley' (Comares) y, ahora, 'Criando ratas'. No es sólo ficción. Somos nosotros.

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