jueves, 26 de enero de 2017

#hemeroteca #libros #marginalidad | Ricardo Cavolo: "La homofobia se cura follando con hombres"

Imagen: El Español / Ricardo Cavolo
Ricardo Cavolo: "La homofobia se cura follando con hombres".
El ilustrador presenta 'Periferias', un libro que abraza a los olvidados y subraya la belleza de la 'cara b' del sistema: desde prostitutas a gitanos pasando por indigentes. Habla con El Español sobre cómo combatir la intolerancia.
Lorena G. Maldonado | El Español, 2017-01-26
http://www.elespanol.com/cultura/arte/20170126/188981795_0.html

Ricardo Cavolo (Salamanca, 1982) lleva en el iris una lente hechicera y transversal con la que escruta el mundo. Conserva esa sensibilidad pueril que ya perdieron los adultos ‘privilegiados’ del planeta, los tipos ‘normales’: el hombre blanco, occidental y heterosexual, caballo ganador en una sociedad capitalista, patriarcal y racista que se entretiene jugando con la pelusa de su ombligo. Al ilustrador no le interesan las piezas fuertes del sistema, sino los otros. Los olvidados. Los malditos. Los prisioneros, los albinos, las prostitutas, los bereberes, los ángeles del infierno, los siameses, los inmigrantes, las diosas kumari.

Los abraza a todos en su nuevo libro, ‘Periferias’ (Lunwerg), con prólogo de Santi Balmes. Ilustra sus rarezas. Sus ecosistemas hermosos y dolientes. Sus prismas valiosos y distintos. Su marginalidad. "No sé si soy de la periferia o no, pero sí quiero ser un embajador de ella. Quiero defenderla, honrarla y hacer que sea respetada", dice. A Cavolo le atrae lo extraordinario, aunque a muchos les chirríe. Fue un niño payo criado entre gitanos y ha sentido sobre sí mismo la bola curva del prejuicio. Ahora se ha hecho mayor y sus manos tienen ojos. Su cuello, tigres y montañas de sol naciente. Es un artista salvaje suelto por la Gran Vía.

¿Qué es la normalidad y quién decide lo que es normal?
Es algo que no tengo muy claro. En los preceptos sociales de hoy día es evidente que la normalidad es esta calle, Gran Vía, y todo lo que sucede aquí es como lo oficial, lo estándar y lo que nos gusta mirar. Y seguramente, lo que no es tan normal es lo que sucede en la Cañada Real, o en las Tres Mil Viviendas, o en cualquier poblado de este tipo. A mí, más que llamarlo "normal" o "anormal", prefiero llamarlo "cara a" o "cara b". La cara b siempre es más incómoda de mirar.

¿Cómo funciona lo de la incomodidad?
Es tan sencillo como que a nadie -incluyéndome a mí, que he vivido en circunstancias más complicadas- le gusta mirar una escombrera. Prefieres mirar un edificio bonito a una escombrera. Es verdad que a poquita experiencia que tengas sabes que en la escombrera puedes encontrar cosas muy interesantes y siempre digo que la luz en una escombrera brilla mucho más que la luz en un sitio oficial, como Gran Vía o Callao o lo que sea. Parece que la magia de una escombrera es más potente. Y es evidente que nos incomoda mirar hacia un sitio donde hay drogas, hay pobreza, hay dramas... pero si observas un poco más, que es lo que explico en el libro, ves cosas igual o más bonitas que las que encuentras en un sitio oficial.

¿Por qué tus ilustraciones tienen tantos ojos?
Hay dos explicaciones que se complementan. Mi padrastro fue -digo fue porque murió en un accidente de coche- gitano, y era analfabeto, pero el tío sabía mucho de la vida y a mí me daba muchos consejos cuando era niño. Alucinaba con que me contase esas cosas. Deduje que era una persona que, por su modo de vida, había visto mucho y, de ver tanto, se convirtió en alguien sabio. Entonces: a más ojos, más ves, más sabio eres. Era un homenaje a esto. Y, al mismo tiempo, yo trabajo mucho la simbología. Si ves a alguien con dos ojos dices ah, normal. Pero si ves a alguien con tres, cuatro o seis, te hace pararte. Es como una alarma de "párate", es como una llamada de atención para fijarte en alguien que no es estándar.

¿Qué pasaría si todos los periféricos se sublevaran?
Pues... que daría la vuelta la tortilla bastante a todo esto. Aunque soy muy optimista, me parece que va a ser algo que no va a suceder. Al menos, no en estos años. Está todo muy bien atadito en cada nivel para que el de abajo del todo tenga que dejarse la vida para subir a lo mejor dos niveles más y poder tener voz. Es complicado. Hay un tipo que veo a veces en las noticias, que creo que es rumano, un activista...

Lagarder, ¿no?
Sí. Sale boicoteando actos políticos y demás. Me gusta mucho. Eso tendría que ser, pero todos a la vez. Y lo veo muy complicado. Ojalá, ¿eh? Hace ruido por lo menos. Sabemos que no va a conseguir nada ni va a cambiar nada, pero hay alguien que está luchando por ello.

¿Por qué en los artistas la rareza es una virtud, pero sólo en ellos?
Porque entre la gente normal se valora que todos seamos iguales, que todos compremos la ropa en el mismo sitio... no sé, parece que existe un miedo a no sentirse incluido en la sociedad. Lo tenemos todos, ¿eh?, yo también. Así que hacemos ciertas cosas, ciertas liturgias, para sentirnos un poco abrigados. Al artista se le valora justamente la diferencia con los demás, lo particular.

¿Y por qué no podemos considerar arte las diferencias de la gente normal?
Ya, es lo que yo defiendo en el libro. Es que esto es un poco de Oswell, pero creo que durante muchas décadas se ha trabajado desde unos niveles más altos para que todos nos igualemos bastante y además queramos igualarnos. Es decir, que hagamos un trabajo proactivo por no diferenciarnos demasiado. Es la mejor manera de mantener controlada a la gente. Si todos son iguales...

¿En España aún hay gitanofobia?
Sí, sí, por supuesto. Desde luego, en mi experiencia, cuando yo viví con ellos... era evidente. Empecé a convivir con ellos con tres años, y ahí no sabía no que era payo, ni gitano, ni nada. Empecé a ir al colegio, y mi colegio estaba en el barrio chino -que se llama allí en Salamanca-. Es el barrio de las prostitutas, viven gitanos, yonkis, etc., pero también estaba al lado de la universidad, entonces estaban todos los hijos de los profesores de las universidades junto con los gitanos que iban al colegio y los que vivíamos por allí.

Y muy pronto me empezaron a decir "ah, mira, el niño que va con los gitanos...". En el recreo iba con ellos, claro, porque eran como primos míos, eran sobrinos de mi padrastro. Y me señalaban y notaba de qué manera me señalaban. Era un "uh, esto... no". Lo cuento en el libro, creo. Alguna vez que iba a jugar a casa de uno de mis amigos, de los otros, no de los gitanos...

Decías que te aburrías más.
Sí, y además de que me aburría más, había alguna madre que escondía cosas. Daba a entender que no fuese a ser que me llevase yo un candelabro o algo. Eso me hizo ver desde muy niño que había una diferencia, y no sé si un odio, pero sí un señalar. También hay que decir que desde el lado de los gitanos ellos son muy proactivos en no mezclarse demasiado, la mayoría de ellos.

¿Es sólo una consecuencia del rechazo de la sociedad o una forma de reafirmar una identidad muy fuerte?
Fundamentalmente, es que ellos son muy celosos de su cultura. No tienen una cultura escrita, sólo verbal. Entonces son muy celosos de que eso se pierda y entienden que la manera de mantenerlo es permanecer unidos y cerrados. Si se empieza a mezclar la cosa, se diluyen. Es un poquito eso y luego, que el rechazo o el señalar de la sociedad los violenta un poco. Y eso hace que este doble rechazo por parte de los gitanos sea a veces un poco virulento o un poco radical.

Leí ayer un informe de discriminación de 2013 que detallaba que, además de dificultades laborales, también sufren desigualdad en el acceso a la vivienda.
¡Claro! Les dicen por teléfono que les van a enseñar un piso para alquilárselo y en cuanto los ven... mi padrastro, por ejemplo, nunca consiguió un trabajo estable. Él trabajaba normalmente de temporero o pintando casas, porque en ningún otro trabajo les cogían, a él y a su familia y demás. Para una obra, o para pintar una casa... van en cuadrillas -lo hacen en Almería y Jaén... en los invernaderos, los subsaharianos van en cuadrillas-. Nunca hubo manera de coger otro tipo de trabajo. Y eso que mi padrastro decía que él era un gitano al que le gustaban los Rolling Stones. Es decir, era gitano pero era bastante moderno y abierto, y no hubo manera.

¿Cuál es nuestro problema como sociedad? ¿Es por los estereotipos?
Lógicamente son estereotipos, porque en cuanto empiezas a hablar con mucha gente que pertenece a la etnia gitana, ves que hay de todo. También las circunstancias en las que se han visto envueltos te obligan muchas veces a vivir de una manera que no es legal. Vendiendo droga y cosas así. No lo defendiendo en absoluto, pero creo que es contextualizable.

¿En España hay fobia al pobre?
Sí... ¡y eso que es un país de pobres! (Ríe). Somos pobres todos. Claramente.

Nos creemos clase media, ¿no?
Como poco. Es lo que decía antes. El tema de encajar. No queremos encajar en la clase obrera, que durante un tiempo fue un orgullo. No, no. Que no te reconozcan en ese estatus. Tú quieres pertenecer a una cosa un poquito más alta... a lo que nos han enseñado en televisión, básicamente.

¿Cuándo dejamos de sentir orgullo de clase obrera, cuándo cambió eso?
Pf... igual desde la última República, seguramente (ríe). No lo sé. Pero desde que yo nací, tengo esta percepción. La gente aspira a ser famosa, rica y, si puede, estar por encima de los demás. Es un país que amo, pero tenemos ciertas cosas... como el tema de la envidia, o esto.

¿Cómo le explicarías a Esperanza Aguirre que los indigentes son los guardianes de la noche, si ella quería apartarlos porque 'espantaban el turismo'?
Hay gente a la que es difícil hacerle entender ciertas cosas, y yo no estoy por encima de ella, tampoco considero que ella esté por encima de mí en ese aspecto... pero hay gente que es ciega a la magia. Vamos a decirlo así. Esta señora, Esperanza Aguirre, es ciega a la magia. No la ve. No mira bonito. Se trata de mirar quitándonos ciertas capas que nos han impuesto y, con todos los respetos, no creo que ella mire muy bonito.

¿Se nace sin esa capacidad o se va erosionando?
No... todos nacemos con esa capacidad. No nacemos resabiados, ni malos, ni con el colmillo retorcido. Esto es todo circunstancial y social. Son capas que te van añadiendo según la cultura en la que estés. Este verano estuve en Mongolia y es otro tipo de país, es diferente, más allá de que hay poca gente, la mayoría son nómadas y budistas. Tienen otra mentalidad, hay otra mirada. Entiendo que es una cosa cultural. Nosotros estamos en el primer mundo y aquí se nos añaden desde niños ciertos filtros en la cara y en los ojos. No vemos el guardián de la noche. Trato de hacer un alegato a mirar como niños. Apelar a una inocencia que todos tenemos todavía.

¿No crees que habla mal de nosotros el haber normalizado la pobreza o la indigencia? El pasar por el lado y ni inmutarnos.
Totalmente. Se nos ha normalizado en la retina todo eso.Yo intento no hacerlo, y sería fácil, porque llevo ocho años viviendo en Madrid y ves a mucha gente en la calle. Está por todos lados. Y desde la crisis... yo llegué a ver a un chico al que conocí como arquitecto y, tres años después, estaba viviendo en la calle. Le dio una vergüenza terrible que lo reconociéramos. Trato de hacer el ejercicio fuerte y diario de no acostumbrarme a ello.

¿Crees que la prostitución debería legalizarse o habría que hacer como en Suecia, regularla a base de multar al cliente? ¿Es la prostitución una forma de violencia contra las mujeres o una profesión como cualquier otra?
Creo que no tengo una opinión muy formada sobre esto, puede ser un mix de ambas. La prostitución, desde luego, como está planteada hoy día, es un puteo, nunca mejor dicho, extremo para las mujeres. Al menos habría que empezar por legalizarla de alguna manera, como en Holanda. Se puede empezar por ahí, ver cómo va... lo interesante es que sólo estuviese ahí quien quisiese estar por gusto, que creo que son las muchas menos. Hay muy pocas. En realidad la mayoría están en la calle porque no hay un trabajo para ellas de otro tipo.

Entiendo que esas señoras preferirían trabajar en otra cosa, estoy seguro. Más allá de legalizarlo y crear un respaldo de seguridad social y demás, habría que pensar cómo plantearlo después. Ofrecerles otro trabajo o como se dicen ahora en las nuevas teorías, no crear trabajo, sino repartir el que tenemos entre todos los que somos. Menos horas trabajando, menos dinero, pero todos más iguales. La idea es combinar: cuidar el tema laboral para que no haya que dedicarse a la prostitución, y dentro de la prostitución, buscar la legalización.

¿Y la legalización de las drogas? Pienso en tus ilustraciones de los niños del Bazuco...
La legalización sería genial, pero no interesa. Existe esta opinión de que tanto los gobiernos como los narcotraficantes... esto es un negocio enorme, que es ilegal pero interesa a muchísima gente. Se mueve tal cantidad de dinero que es una presión. Si en México se legaliza ahora mismo la droga, sabemos que el narcotráfico va a atacar al gobierno, como si fuera la guerra, porque les ha quitado el sustento.

¿Aquí pasaría?
Es verdad que no es como si estuviésemos en Colombia o en México, pero creo que no interesa. Sería buenísimo, yo estoy muy a favor de ello, y eso que no consumo ninguna droga, no bebo ni café. Yo he visto las miserias que trae el no legalizar la droga. Todas las muertes que hay... y toda la mierda que hay alrededor del narcotráfico es porque no está legalizado, porque no está normalizado. Y porque al no haber una ley ni una norma, cada uno hace su ley.

Decía Unamuno que el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando. ¿Y la homofobia?
Pues follando con hombres. No lo sé, es justamente lo que decíamos antes: quitarte capas, filtros de la vista que nos han ido poniendo. Yo soy heterosexual y muy feliz de serlo. Parece esta cosa manida de "tengo muchos amigos gays", pero es verdad, tengo muchísimos. Y tengo la suerte de que mi trabajo tiene mucho éxito dentro de la comunidad gay, lo que me hace conectar con gente que valoro mucho por diferentes razones. Pero es complicado, porque es un país católico, muy católico. No somos Italia pero ahí andamos. Incluso la gente joven que ya no cree, que ya no va a misa ni nada, tiene esa cosa cultural. Es un pecado social, ya no es tanto un pecado ante Dios para ellos. No lo sé. Va a ir mejorando, pero bueno, con todos los ataques homófobos y todas las palizas que se están dando aquí en Madrid en los últimos meses...

Es curioso lo que dices, porque ayer pensaba ¿cómo curar la homofobia?, y al principio dije "teniendo un hijo gay", pero en realidad tampoco.
Tampoco, no tiene por qué.

Quizá tener relaciones con personas del mismo sexo sea la respuesta a la enfermedad de la homofobia.
Claro, por quitarle esa cosa demoníaca que parece que hay, o ese estigma de "qué buen chico, pero... es que es gay". ¡No! Yo es que es algo que ni me he planteado. A mí nadie me pregunta "¿qué, follas con tías?". No es un tema de hablar. Si quieres hablarlo con amigos y contar algo, guay, pero que sea un tema de conversación es un problema.

¿Cuántos años le das a España para que asuma la diversidad sexual?
Con los tíos poco a poco, con las tías está pasando ahora lo que con los gays hace diez años. Se empiezan a abrir las puertas. "Hostia, es que hay tías a las que les gustan las tías".

Da la sensación de que muchos hombres no se toman en serio el lesbianismo. Parece que lo ven como una broma entre amigas. Ni siquiera lo cuentan como infidelidad (en el caso de la bisexualidad).
"¡Eso es porque no ha estado con un tío en condiciones...!". Esas cosas que dicen, que son terribles. No se valora. Está en un estrato más bajo todavía.

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