domingo, 29 de enero de 2017

#hemeroteca #gloriafuertes | Phyllis: el gran amor de Gloria Fuertes

Imagen: XLSemanal / Phyllis Turnbull
Phyllis: el gran amor de Gloria Fuertes.
Sus poemas infantiles, acompañan a toda su generación. Pero Gloria Fuertes fue mucho más que “Un globo, dos globos, tres globos”. Solitaria, feminista, lesbiana, comprometida… Las herederas de su legado desvelan su lado íntimo.
Fátima Uribarri | XLSemanal, 2017-01-29
http://www.xlsemanal.com/personajes/20170129/gloria-fuertes.html

Cuando sus amigos la visitaban en su piso, cerca de la Castellana, en Madrid, a menudo le llevaban una botella de whisky (que le encantaba) o un jugoso lenguado, para que ella no gastara. Estos mismos amigos se quedaron atónitos cuando Gloria Fuertes murió, en 1998, y supieron que tenía cien millones de pesetas en el banco, un dineral que legó en su testamento a La Ciudad de los Muchachos. Devolvía así a los niños la fortuna que consiguió gracias a ellos.

En España, Gloria Fuertes era la declamadora de poemas para niños que aparecía en ‘Un globo, dos globos, tres globos’ (la letra de la sintonía del programa era uno de sus poemas) o ‘La mansión de los Plaff’. Gloria fue una superestrella de la tele y la radio. «Era difícil andar con ella por la calle, la paraba todo el mundo», cuenta Paloma Porpetta, presidenta de la Fundación Gloria Fuertes y heredera, con su hermana Marta, de los derechos de autor de la escritora.

En el extranjero, sin embargo, Gloria Fuertes es una poeta fundamental de la posguerra española. En Estados Unidos hay hasta 12 estudiosos especializados en ella y docenas de tesis doctorales. También la aprecian en Noruega: su foto ha adornado la cola de aviones de la flota de Norwegian Airlines. Hay sesudos estudios sobre su poesía social, su etapa de militancia en el movimiento literario del postismo o sobre su especial estilo que mezcla lo real y lo ficticio, en su lenguaje coloquial y desenfadado, tan rompedor.

Su obra es mucho más que ‘La gata chundarata’ y ‘La oca loca’. Fue una figura de la literatura de primer orden. «Ella y Gabriela Mistral son las únicas mujeres incluidas en la antología Norton que agrupa a cien poetas en lengua castellana», cuenta Paloma Porpetta. También Jaime Gil de Biedma seleccionó sus versos en importantes colecciones en las que compartió protagonismo con Gabriel Celaya (amigo suyo), José Agustín Goytisolo o José Hierro. Francisco Nieva (otro gran amigo) alabó su «invención de imágenes, de giros y sonoridades llenos de calidad y de sorpresa».

Poemas autobiográficos
Solitaria, religiosa, lesbiana, enamoradiza, soltera, feminista, fumadora empedernida (murió de cáncer de pulmón), motera (iba en Vespa en los años cincuenta), pacifista, castiza, poeta (no ‘poetisa’, que no le gustaba esa palabra, cuenta Paloma Porpetta), todo eso era Gloria Fuertes. Lo contó ella misma en sus poemas, muy autobiográficos, aunque también metía ‘morcillas’ que le divertían.

En muchos versos desnudó sus verdades: sus amores, por ejemplo. El primero fue Manolo, su novio que se fue voluntario a la guerra y no volvió. De él habla en ‘Carta de la eme’: «Manolo mío: mi madrileño marchoso, maduro melocotón maleable…». Importante fue Carlos Edmundo de Ory, compañero literario en el postismo. Se cruzaron poemas. A él le dice en ‘Los brazos desiertos’. «¡Te quiero, aunque la vida no lo quiera!». Pero su gran amor fue una mujer, Phyllis Turnbull, hispanista que conoció en la sede madrileña del Instituto Internacional. Allí acudió Gloria en 1953 a estudiar inglés y biblioteconomía.

Phyllis y Gloria estuvieron juntas 15 años. «No ocultó su lesbianismo, lo conocían sus amigos y, aunque en su obra habla del amor en general, a veces lo menciona, como cuando dice ‘me nombraron patrona de los amores prohibidos’», explica Paloma Porpetta. Phyllis le descubrió las becas Fullbright. Gracias a una de ellas, Gloria -que no había estudiado en la universidad- se convirtió en profesora universitaria de español en Estados Unidos de 1961 a 1963. La relación con Phyllis terminó en 1970, un año después murió la norteamericana. Gloria quedó devastada. Adelgazó y plasmó en sus poemas un dolor desgarrador. Era otra pérdida. «Todos los míos han muerto hace años / y estoy más sola que yo misma», lamenta en ‘Nota autobiográfica’.

Los perdió a todos. A Angelín, el pequeño de los cinco hermanos (Gloria era la cuarta), lo atropellaron cuando ella tenía 17 años; al año siguiente murió la madre, que era modista. Todo lo cuenta Gloria en forma de verso. «Soy tan pobre tan pobre que no tengo ni madre». La infancia fue modesta. El padre era conserje de una institución de beneficencia. Después, portero en un hermoso palacete de la calle Zurbano. Gloria estudió mecanografía y empezó a trabajar de jovencita. «Me salió una oficina», relata. Devoraba libros y escribía versos, en papelitos, servilletas, cuadernos… «Veía poesía por todas partes», dice Pablo González Roda, editor de ‘Historia de Gloria. Amor, humor y desamor’ (Cátedra). «No son poemas, son palomas, lo que saco de mi sombrero asombrado», decía ella.

Su obra la presiden la soledad y el amor: «Pienso mesa y digo silla, / compro pan y me lo dejo, / lo que aprendo se me olvida, lo que pasa es que te quiero». Pero también fue una poeta social que habló del arrabal, el suburbio y de la guerra. Le importaba Dios. «Dame la mano / Dios, dame la mano / que me escurro en la cuesta / con la llovizna esta». Le inquietaba la muerte. Escribió su epitafio: «Cargada de espaldas / de amores / de años / y de gloria / ahí queda la Fuertes». Y, por supuesto, le gustaba el humor. «Nos decía que ella quería ser el Charlot de la poesía española», explica Pablo González Rodas.

Una auténtica ‘best seller’
Fue mucho más que hacedora de rimas con chispa. En literatura infantil lo ganó todo, incluido el Premio Hans Cristian Andersen, el ‘Nobel’ de la literatura infantil. «Llegó a los niños porque les hablaba de modo que la entendieran», dice Paloma Porpetta. «Es la única poeta española, hombre o mujer, que ha entrado en todos los hogares españoles», añade. Se coló por la tele y la radio. Empezó a colaborar en los Chiripitifláuticos porque era amiga de Valentina y fue tan popular que incluso la imitaron Martes y Trece. «A ella le hacía mucha gracia esa imitación», cuenta Marta Porpetta.

En los años setenta y ochenta arrasaba en la Feria del Libro, llenaba todo tipo de auditorios por los pueblos de España (le encantaba recitar)… Era todo un personaje con su voz ronca, aferrada a un pitillo, vestida de hombre, muchas veces con corbata, pero también coqueta: se maquillaba. Pasó la fama arrolladora, pero Gloria seguía vendiendo miles de libros para niños. Escribía todos los días, daba recitales, recibía amigos en casa, viajaba… Supo que iba a morir y se fue a despedir del mar. Y siempre austera, sin gastar apenas, «quizás fue por su infancia pobre», cavilan las hermanas Porpetta. Por eso sorprendieron sus millones.

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