Imagen: El País / Per Wästberg |
El presidente del comité del Nobel acudió a Estambul para apoyar a los 151 periodistas y escritores encarcelados.
Andrés Mourenza | El País, 2017-02-03
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/02/03/actualidad/1486138273_012659.html
Al veterano escritor sueco y actual presidente del comité del Premio Nobel de Literatura, Per Wästberg, no le tiembla la pluma ni las palabras a la hora de describir la situación que viven sus colegas de las letras en Turquía, adonde acudió la pasada semana para solidarizarse con los 151 periodistas y escritores turcos que actualmente se hallan entre rejas. Lo hizo en compañía de una nutrida delegación del Club Pen Internacional —institución que presidió entre 1979 y 1986— que durante varios días se entrevistó con representantes políticos, literarios y de los medios de comunicación.
Pregunta: ¿Qué impresión saca de la actual situación en Turquía?
Respuesta: Turquía es hoy la mayor cárcel de intelectuales y periodistas del mundo. Y teníamos que mostrar nuestra inquietud por la inexplicable manía del Gobierno turco de etiquetar como terroristas a tantas personas que no han cometido ningún crimen, sino que simplemente han expresados puntos de vistas opuestos [al Gobierno], lo cual es algo común en una democracia.
P. Se ha entrevistado con el Premio Nobel Orhan Pamuk y con otros escritores turcos. ¿Cómo se encuentran?
R. Aquellos con los que me he reunido están deprimidos y, por primera vez, algunos de ellos dicen que no ven la luz al final del túnel. Pamuk, por ejemplo, se siente aislado y [el compositor y escritor] Zülfü Livaneli está muy preocupado. Hay quienes se debaten entre la idea de exiliarse y la de quedarse en Turquía y defender sus posturas intelectuales, aunque no están seguros de que ello vaya a servir de algo.
P. La mayoría de los periodistas y escritores detenidos llevan largo tiempo en prisión de forma preventiva sin haber sido condenados por un tribunal.
R. Parece que se trata de una política deliberada del gobierno destinada a amedrentarlos, arruinarlos –porque, mientras tanto, no pueden trabajar ni ganar dinero y porque, cuando salgan, será difícil que alguien los contrate- y destrozar sus vidas.
P. También se han reunido con miembros del Gobierno, ¿cómo justifica la detención de tantos periodistas?
R. Alegan que no están en la cárcel por su labor como periodistas sino por actos de terrorismo, pero no me convence la postura oficial. Turquía se ha convertido en un país kafkiano. Es absolutamente absurdo tachar a tanta gente de terrorista. Los periodistas están muy asustados y me dicen que no saben qué puede ocurrirles el día de mañana. El sistema judicial no funciona, la constitución no se respeta y no hay nadie en quien confiar. Y el problema es que no sabemos qué ocurrirá porque en todo el mundo vivimos un periodo convulso.
P. Usted, que se involucró durante largos años en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y la antigua Rodesia, ¿cómo ve el resurgir de políticas racistas? Incluso en Escandinavia, que ha sido tradicionalmente tierra de acogida para los perseguidos, está incrementándose el apoyo a la derecha nacionalista.
R. La misma propaganda populista está presente en todo el mundo, también en Suecia. Es la línea de la ultraderecha de siempre: los inmigrantes nos quitan los puestos de trabajo y vienen a nuestros países a no trabajar, lo cual es una contradicción. Sólo puede ser una cosa o la otra.
Pregunta: ¿Qué impresión saca de la actual situación en Turquía?
Respuesta: Turquía es hoy la mayor cárcel de intelectuales y periodistas del mundo. Y teníamos que mostrar nuestra inquietud por la inexplicable manía del Gobierno turco de etiquetar como terroristas a tantas personas que no han cometido ningún crimen, sino que simplemente han expresados puntos de vistas opuestos [al Gobierno], lo cual es algo común en una democracia.
P. Se ha entrevistado con el Premio Nobel Orhan Pamuk y con otros escritores turcos. ¿Cómo se encuentran?
R. Aquellos con los que me he reunido están deprimidos y, por primera vez, algunos de ellos dicen que no ven la luz al final del túnel. Pamuk, por ejemplo, se siente aislado y [el compositor y escritor] Zülfü Livaneli está muy preocupado. Hay quienes se debaten entre la idea de exiliarse y la de quedarse en Turquía y defender sus posturas intelectuales, aunque no están seguros de que ello vaya a servir de algo.
P. La mayoría de los periodistas y escritores detenidos llevan largo tiempo en prisión de forma preventiva sin haber sido condenados por un tribunal.
R. Parece que se trata de una política deliberada del gobierno destinada a amedrentarlos, arruinarlos –porque, mientras tanto, no pueden trabajar ni ganar dinero y porque, cuando salgan, será difícil que alguien los contrate- y destrozar sus vidas.
P. También se han reunido con miembros del Gobierno, ¿cómo justifica la detención de tantos periodistas?
R. Alegan que no están en la cárcel por su labor como periodistas sino por actos de terrorismo, pero no me convence la postura oficial. Turquía se ha convertido en un país kafkiano. Es absolutamente absurdo tachar a tanta gente de terrorista. Los periodistas están muy asustados y me dicen que no saben qué puede ocurrirles el día de mañana. El sistema judicial no funciona, la constitución no se respeta y no hay nadie en quien confiar. Y el problema es que no sabemos qué ocurrirá porque en todo el mundo vivimos un periodo convulso.
P. Usted, que se involucró durante largos años en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica y la antigua Rodesia, ¿cómo ve el resurgir de políticas racistas? Incluso en Escandinavia, que ha sido tradicionalmente tierra de acogida para los perseguidos, está incrementándose el apoyo a la derecha nacionalista.
R. La misma propaganda populista está presente en todo el mundo, también en Suecia. Es la línea de la ultraderecha de siempre: los inmigrantes nos quitan los puestos de trabajo y vienen a nuestros países a no trabajar, lo cual es una contradicción. Sólo puede ser una cosa o la otra.
Suecia ha recibido en los últimos años más refugiados per cápita que el resto de Europa, más que Alemania, y eso ha producida cierta reacción en contra. Es cierto que el apoyo a la llegada de refugiados ha descendido, pero sigue siendo mayoritario, según las encuestas.
P. ¿Cómo puede ayudar el mundo de la literatura a luchar contra el racismo y la intolerancia?
R. Es algo que debemos hacer todos y cada uno, esforzándonos por no generalizar, por tratar a cada persona como el ser concreto e individual que es. Y fijarnos en lo que realmente ocurre sobre el terreno, para evitar las falsas noticias. Y, por supuesto, leer la literatura de otros lugares. Las traducciones son indispensables.
P. En la última edición hubo cierta polémica por la concesión del Nobel de Literatura a Bob Dylan.
R. El testamento de Alfred Nobel no prescribe a qué género se debe entregar el premio. Así que hemos ampliado los géneros, por ejemplo al dárselo a una periodista como Svetlana Aleksiévich (2015) o a Bob Dylan. A Dylan no le dimos el premio como músico, sino como poeta. Si lees sus cientos de poemas, puedes encontrar algunos que están en la cumbre de la poesía. Y es uno de los mejores de la poesía moderna estadounidense tras Robert Frost y Wallace Stevens.
Nuestras decisiones siempre son controvertidas o debatidas porque hay muchos escritores muy buenos en todo el planeta, pero en este caso hemos recibido más reacciones positivas que negativas. No improvisamos nuestras decisiones. Los nombres de Dylan o Aleksiévich los habíamos estudiado para el Nobel en anteriores ocasiones.
P. ¿Cómo puede ayudar el mundo de la literatura a luchar contra el racismo y la intolerancia?
R. Es algo que debemos hacer todos y cada uno, esforzándonos por no generalizar, por tratar a cada persona como el ser concreto e individual que es. Y fijarnos en lo que realmente ocurre sobre el terreno, para evitar las falsas noticias. Y, por supuesto, leer la literatura de otros lugares. Las traducciones son indispensables.
P. En la última edición hubo cierta polémica por la concesión del Nobel de Literatura a Bob Dylan.
R. El testamento de Alfred Nobel no prescribe a qué género se debe entregar el premio. Así que hemos ampliado los géneros, por ejemplo al dárselo a una periodista como Svetlana Aleksiévich (2015) o a Bob Dylan. A Dylan no le dimos el premio como músico, sino como poeta. Si lees sus cientos de poemas, puedes encontrar algunos que están en la cumbre de la poesía. Y es uno de los mejores de la poesía moderna estadounidense tras Robert Frost y Wallace Stevens.
Nuestras decisiones siempre son controvertidas o debatidas porque hay muchos escritores muy buenos en todo el planeta, pero en este caso hemos recibido más reacciones positivas que negativas. No improvisamos nuestras decisiones. Los nombres de Dylan o Aleksiévich los habíamos estudiado para el Nobel en anteriores ocasiones.
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