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Zach Verwey | Huffpost, 2017-05-10
http://www.huffingtonpost.com.mx/zach-verwey/el-cuerpo-ideal-de-los-hombres-gays-la-travesia-del-closet-al-g/
El restaurante había estado particularmente lleno esa noche y yo moría de hambre. En ese entonces, para pagar mi posgrado, trabajaba como mesero en un restaurantito en el que en son de broma decíamos: "para que te contraten tienes que ser un poco curioso". A medida que el ritmo se tranquilizó esa noche bajé a la cocina por un monchis y, parado en el pasillo, mientras me echaba unas papitas, uno de mis compañeros pasó a mi lado, puso su mano de forma seductora en mi cintura, y me recordó que "está bien ser hetero y delgado, pero en un gay delgado es gordo", en referencia a mi grasosa botana.
Así es de fijado en el cuerpo el mundo de los hombres gay. Nuestra subcultura vibra con dichos como este que declara nuestra alianza con los dioses de la juventud, la psique y el sexo: "Está bien ser buga y delgado, pero en un gay delgado es gordo". "Ni gordos ni afeminados". "25 son los nuevos 45". Estas frases representan el penetrante trasfondo de las normas corporales irreales y las expectativas que pululan sin control en la comunidad gay, brotando cada vez que un ‘bartender’ de pectorales de acero se quita la playera, o con cada abdomen "de lavadero" que surge en Grindr, o de cada vez que a un gay es visto por los medios como el Adonis moderno.
Las apariencias físicas son un factor central en torno a la conciencia que los gais contemporáneos tienen de sí mismos y apenas hemos comenzado a entender la carga de todas estas expectativas.
De acuerdo a diversos estudios, los hombres gais expresan tasas muy elevadas de descontento corporal, perturbaciones en torno a su imagen corporal, y desórdenes alimenticios a niveles que casi igualan los de las mujeres heterosexuales. Los hombres gays son más propensos a hacer dieta, ayunar, vomitar y sobreejercitarse para alterar su físico. Asimismo, la orientación sexual de los gais es vista como un factor de riesgo en los desórdenes alimenticios.
Siendo honestos, la preocupación por el físico es algo que se dio de manera natural.
Históricamente, la apariencia es algo que los gais típicos han utilizado para identificarse uno al otro y, como miembros de una minoría, los gais se enfrentan al reto de integrarse socialmente a la cultura de la mayoría masculina del músculo, al tiempo que tienen que integrar eso con la idea de ser delgados dentro de su propia subcultura. Los individuos que tienen relaciones sexuales con otros hombres, además, tienen a enfocarse en la apariencia debido a la creencia popular de que los hombres dan más prioridad a la forma física de su pareja que las mujeres.
Esto parece haberse convertido en una cultura híper enfocada en lo físico que organiza y define a cada uno de sus miembros en función de su tipo de cuerpo y posición sexual preferida.
Como terapeuta, he escuchado incontables historias sobre la forma en que las presiones de la imagen corporal en la cultura gay influyen en la relación de los hombres con sus cuerpos.
Yo mismo he padecido el peso de estas presiones. La percepción de que uno debe lucir en una forma específica a fin de ser aceptado en la comunidad gay lleva a algunos al extremo de salir del clóset hasta que estén en la mejor forma posible. Y, para otros, esto es más catastrófico si continúan solteros ya fuera del clóset.
En un estudio reciente se analizó la relación entre las percepciones de los gais en torno a las preferencias del físico de sus parejas y los síntomas de desórdenes alimenticios al comparar las discrepancias entre los cuerpos actuales de los participantes y los tipos de cuerpo que ellos creen es necesario para atraer a una pareja.
Para los gais en el estudio, las diferencias entre sus cuerpos reales y el cuerpo que creen necesario para atraer una pareja eran mucho mayores que las diferencias entre su cuerpo real y el cuerpo ideal. Además, tales percepciones en torno a las preferencias de imagen corporal de las parejas se relacionan con varios tipos de desórdenes alimenticios. Al parecer, nosotros, como grupo, creemos que la manera en que nuestros cuerpos deben lucir para atraer a una pareja excede por mucho los cuerpos que quisiéramos para nosotros mismos y, más allá de eso, podríamos correr grandes riesgos con tal de obtenerlos.
En años pasados hemos podido ver un cambio en nuestra cultura rumbo a movimientos más positivos en torno al cuerpo y una mayor resistencia a las expectativas sociales de cómo deberían ser los cuerpos de las mujeres. En ejemplos como el anuncio Real Beauty, de Dove, así como en el documental Embrace, de Taryn Brumfitt, vemos que las mujeres están luchando en contra de las irreales expectativas de cómo deberían ser sus cuerpos y han comenzado a redefinir los estándares sociales de lo que es la belleza y la salud.
Los dañinos ejemplos de los estándares sociales de la belleza de las mujeres han funcionado como un detonante para que los activistas salgan a pelear porque el cuerpo debe ser amado y festejado sin importar su talla. Sin embargo, en la comunidad gay parece que no ha penetrado esta conversación en cuanto a las presiones sobre la imagen del cuerpo. Y a pesar de que hay incipientes llamadas de atención sobre los efectos adversos, las críticas dentro de la comunidad han sido muy duras.
Ya hemos visto cuáles son los devastadores efectos que muchas de nuestras hermanas han padecido a manos de los irreales estándares de belleza, por lo que es hora de reconocer que los gais también hemos quedado atrapados bajo el peso de nuestros propios estándares. Como comunidad, debemos comenzar a reconocer nuestro propio valor como algo más profundo que la forma de nuestros abdominales, y debemos dejar de ser rehenes de nuestras miradas sentenciosas y comentarios hirientes.
De por sí ya enfrentamos una existencia en la que mucha gente está dispuesta a decirnos que no nos vemos bien, por lo que urge que dejemos de reforzar esos mensajes en el trato que damos a nuestros cuerpos. Nosotros también podemos expandir la definición de lo que es saludable y también podemos rechazar las imágenes que nos impulsan a llevar a dietas más estrictas y a levantar pesas con más kilos. El primer paso a seguir es hablar de todo esto.
Queridos hermanos, muchos de nosotros hemos pasado mucho tiempo de nuestras vidas atrapados en el clóset. Ojalá que no pasemos el resto de nuestras vidas atrapados en el gym.
Así es de fijado en el cuerpo el mundo de los hombres gay. Nuestra subcultura vibra con dichos como este que declara nuestra alianza con los dioses de la juventud, la psique y el sexo: "Está bien ser buga y delgado, pero en un gay delgado es gordo". "Ni gordos ni afeminados". "25 son los nuevos 45". Estas frases representan el penetrante trasfondo de las normas corporales irreales y las expectativas que pululan sin control en la comunidad gay, brotando cada vez que un ‘bartender’ de pectorales de acero se quita la playera, o con cada abdomen "de lavadero" que surge en Grindr, o de cada vez que a un gay es visto por los medios como el Adonis moderno.
Las apariencias físicas son un factor central en torno a la conciencia que los gais contemporáneos tienen de sí mismos y apenas hemos comenzado a entender la carga de todas estas expectativas.
De acuerdo a diversos estudios, los hombres gais expresan tasas muy elevadas de descontento corporal, perturbaciones en torno a su imagen corporal, y desórdenes alimenticios a niveles que casi igualan los de las mujeres heterosexuales. Los hombres gays son más propensos a hacer dieta, ayunar, vomitar y sobreejercitarse para alterar su físico. Asimismo, la orientación sexual de los gais es vista como un factor de riesgo en los desórdenes alimenticios.
Siendo honestos, la preocupación por el físico es algo que se dio de manera natural.
Históricamente, la apariencia es algo que los gais típicos han utilizado para identificarse uno al otro y, como miembros de una minoría, los gais se enfrentan al reto de integrarse socialmente a la cultura de la mayoría masculina del músculo, al tiempo que tienen que integrar eso con la idea de ser delgados dentro de su propia subcultura. Los individuos que tienen relaciones sexuales con otros hombres, además, tienen a enfocarse en la apariencia debido a la creencia popular de que los hombres dan más prioridad a la forma física de su pareja que las mujeres.
Esto parece haberse convertido en una cultura híper enfocada en lo físico que organiza y define a cada uno de sus miembros en función de su tipo de cuerpo y posición sexual preferida.
Como terapeuta, he escuchado incontables historias sobre la forma en que las presiones de la imagen corporal en la cultura gay influyen en la relación de los hombres con sus cuerpos.
Yo mismo he padecido el peso de estas presiones. La percepción de que uno debe lucir en una forma específica a fin de ser aceptado en la comunidad gay lleva a algunos al extremo de salir del clóset hasta que estén en la mejor forma posible. Y, para otros, esto es más catastrófico si continúan solteros ya fuera del clóset.
En un estudio reciente se analizó la relación entre las percepciones de los gais en torno a las preferencias del físico de sus parejas y los síntomas de desórdenes alimenticios al comparar las discrepancias entre los cuerpos actuales de los participantes y los tipos de cuerpo que ellos creen es necesario para atraer a una pareja.
Para los gais en el estudio, las diferencias entre sus cuerpos reales y el cuerpo que creen necesario para atraer una pareja eran mucho mayores que las diferencias entre su cuerpo real y el cuerpo ideal. Además, tales percepciones en torno a las preferencias de imagen corporal de las parejas se relacionan con varios tipos de desórdenes alimenticios. Al parecer, nosotros, como grupo, creemos que la manera en que nuestros cuerpos deben lucir para atraer a una pareja excede por mucho los cuerpos que quisiéramos para nosotros mismos y, más allá de eso, podríamos correr grandes riesgos con tal de obtenerlos.
En años pasados hemos podido ver un cambio en nuestra cultura rumbo a movimientos más positivos en torno al cuerpo y una mayor resistencia a las expectativas sociales de cómo deberían ser los cuerpos de las mujeres. En ejemplos como el anuncio Real Beauty, de Dove, así como en el documental Embrace, de Taryn Brumfitt, vemos que las mujeres están luchando en contra de las irreales expectativas de cómo deberían ser sus cuerpos y han comenzado a redefinir los estándares sociales de lo que es la belleza y la salud.
Los dañinos ejemplos de los estándares sociales de la belleza de las mujeres han funcionado como un detonante para que los activistas salgan a pelear porque el cuerpo debe ser amado y festejado sin importar su talla. Sin embargo, en la comunidad gay parece que no ha penetrado esta conversación en cuanto a las presiones sobre la imagen del cuerpo. Y a pesar de que hay incipientes llamadas de atención sobre los efectos adversos, las críticas dentro de la comunidad han sido muy duras.
Ya hemos visto cuáles son los devastadores efectos que muchas de nuestras hermanas han padecido a manos de los irreales estándares de belleza, por lo que es hora de reconocer que los gais también hemos quedado atrapados bajo el peso de nuestros propios estándares. Como comunidad, debemos comenzar a reconocer nuestro propio valor como algo más profundo que la forma de nuestros abdominales, y debemos dejar de ser rehenes de nuestras miradas sentenciosas y comentarios hirientes.
De por sí ya enfrentamos una existencia en la que mucha gente está dispuesta a decirnos que no nos vemos bien, por lo que urge que dejemos de reforzar esos mensajes en el trato que damos a nuestros cuerpos. Nosotros también podemos expandir la definición de lo que es saludable y también podemos rechazar las imágenes que nos impulsan a llevar a dietas más estrictas y a levantar pesas con más kilos. El primer paso a seguir es hablar de todo esto.
Queridos hermanos, muchos de nosotros hemos pasado mucho tiempo de nuestras vidas atrapados en el clóset. Ojalá que no pasemos el resto de nuestras vidas atrapados en el gym.
Zach Verwey es consejero en salud mental, activista por la fe progresista, escritor y conferencista
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