Imagen: Nueva Tribuna / 'Jóvenes espartanas', de Edgar Hilaire Degas, 1860 |
La sexualidad que practicaban los etruscos era de total libertad y muchos de los pueblos vecinos criticaban a los etruscos por su libertinaje.
Edmundo Fayanas Escuer | Nueva Tribuna, 2017-05-03
http://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/sexualidad-etrusca-espartana/20170503141736139377.html
Hasta ahora, hemos visto la sexualidad en la Grecia clásica, fundamentalmente la ciudad de Atenas, el Egipto de los faraones y por último Babilonia. Hoy vamos a explicar cómo era la sexualidad de los etruscos, que será el antecedente del mundo romano, mientras que veremos como la sexualidad que se practica en Esparta poco tiene que ver con la realizada en Atenas.
Los etruscos
Etruria es un territorio situado en el centro de Italia y comprende también la ciudad de Roma. La sexualidad que practicaban los etruscos era de total libertad y muchos de los pueblos vecinos criticaban a los etruscos por su libertinaje.
Siempre se ha pensado que el origen de la sexualidad romana provenía de Grecia y más en concreto de Atenas. Este pensamiento clásico es totalmente erróneo. Gran parte de la libertad y de la moral sexual del mundo romano proviene de los etruscos.
Uno de los aspectos más llamativos del mundo etrusco, era el papel de la mujer en la sociedad, la cual actuaba con total libertad y tenía una posición igualitaria a nivel económico y social a la del hombre. El mundo etrusco practicaba el lujo con la finalidad de disfrutar de los placeres de la vida. Para esto, era precisa la concentración de la propiedad económica, lo que generaba la existencia de una amplia población servil y en la práctica, la no existencia de una clase media. Los etruscos estaban dirigidos por una oligarquía, que tenía todos los derechos jurídicos, económicos y sociales.
Los etruscos eran muchísimo más liberales que los griegos atenienses. Nos encontraremos muchos textos griegos, donde se critican ampliamente la sexualidad de los etruscos.
Un texto griego critica de esta forma a la sociedad etrusca:”sumamente licenciosos e indecentes, amigo de todo tipo de placeres de los que se gozaba en exceso sin ningún sentido moral y adornada por el contrario con los vicios más reprobables”.
Los hombres etruscos eran presentados por los griegos como gordos, vagos y cuya única finalidad era lograr el máximo placer. Los consideraban afeminados.
¿Cuál era el papel de la mujer?
Si seguimos lo que dicen los griegos, estos definen a los etruscos como unas personas totalmente libres y las mujeres son presentadas como lascivas y desvergonzadas. Como estamos viendo, las mujeres tenían plena igualdad con el hombre. Disfrutaba de un status social equivalente al del hombre, participaran de todas las actividades y de las fiestas. No tenían ningún reparo en sentarse con otros hombres y viceversa, nada que ver, con lo que pasaba en la sociedad ateniense.
El comportamiento de las mujeres etruscas era prácticamente como el de las hetairas atenienses (cortesanas), pues como vemos, participaban en total libertad en los banquetes. Bebían vino y bebidas, cosa que para los griegos solo lo hacían los hombres. Además, asistían a todo tipo de juegos sin ninguna restricción.
Si seguimos a Teopomopo de Quíos, este consideraba que las mujeres etruscas eran poseídas por todos. Dichas mujeres dedicaban buena parte de su tiempo a mantener una buena presencia física y cuidar su cuerpo, haciendo gimnasia entre ellas, pero también entre hombres. Estas prácticas gimnasticas presuponían una mejor predisposición hacia la maternidad, mostrándose desnudas sin que supusiese una deshonra. Asistían a los banquetes con hombres, sentándose junto a los varones que no eran sus maridos.
Se decía que eran grandes bebedoras, lo que les llevaba a la embriaguez a menudo, igual que hacían los hombres. No era vergonzoso que las etruscas fornicaran en público y además con hombres que no fueran sus maridos, por lo que frecuentemente no se sabía quién era el padre, aunque el marido siempre aceptaba los hijos de su esposa.
Otro aspecto muy llamativo era la desnudez femenina. Las etruscas no tenían ningún problema en bañarse desnudas junto a otras mujeres, e incluso en la presencia del hombre. Las mujeres griegas sólo se bañaban desnudas siempre que estuvieran solas en los demás casos siempre lo hacían con ropas.
Las mujeres atenienses permanecían siempre en el gineceo, totalmente apartadas de los hombres y de su mirada, mientras que las etruscas se movían con total libertad y sin prejuicio alguno al qué dirán. Podemos afirmar que la moralidad etrusca era totalmente natural e igualitaria sin diferenciación de sexos, mientras que como vemos en el mundo ateniense la moralidad era muy restrictiva y segregadora entre los sexos.
Otro aspecto muy llamativo dentro de la sexualidad etrusca es que elegían el matrimonio de forma libre y la mujer no pertenecía ni al marido ni al padre. Además siempre la mujer mantenía su apellido. Transmitían su rango social y la ciudadanía a sus hijos. Los hombres se sentían orgullosos de su linaje femenino y de los apellidos maternos.
Para algunos historiadores, esta estructuración social igualitaria en la cuestión de género, tiene su origen en los planteamientos religiosos, donde la Diosa Madre es fundamental en la religión etrusca y de ahí se derivaría el papel de la mujer.
Como vemos, la mujer etrusca tiene un papel social muy elevado. Disponía de sus propios bienes y los gestionaba como deseaba. Podía contraer matrimonio y elegir al marido que deseara, sin depender de la autorización paterna.
A pesar de esta libertad de la que disfrutaba la mujer, podemos decir que la sociedad etrusca era una sociedad totalmente patriarcal.
El historiador griego Theopompus de Chios, cuenta que las mujeres etruscas presumían de su sexualidad, acostándose con diferentes parejas, incluso frente a sus maridos. También afirma, que se disfrutaba del sexo homosexual y de la pederastia. Para Platón, las mujeres etruscas eran poco menos que prostitutas. Los romanos utilizaban la palabra “etrusci” como sinónimo de Inmoral.
La iconografía etrusca presenta unas características propias y personales a pesar de estar muy influencia por el mundo griego. Del arte etrusco nos quedan como restos principales la magnífica tumba de los toros de Tarquinio, año 530 a.C. y en su frontón aparecen toros, donde se pueden ver con claridad dos escenas de contenido erótico.
Era habitual encontrarnos en los objetos cotidianos con escenas eróticas y era muy frecuente ver en los espejos escenas de desnudez femenina y otras de carácter sexual.
En la Tumba de las Bigas en Tarquinia, se ve claramente como la homosexualidad también era practicada en el mundo etrusco. Presenta dicha tumba una composición escénica donde se ve a los espectadores incluida a las mujeres disfrutar de los juegos. En su parte posterior, hay dos escenas claramente homosexuales, donde un joven masturba a otro y la segunda escena se produce una copulación homosexual.
Hay un vaso del siglo VII a. C., llamado Oinochee de Tagliatella, en el que aparecen escenas claramente de contenido sexual explicito.
Sin embargo, en la Tumba denominada de los Fustigamientos, datada en el siglo V a. C, se ve a una mujer siendo penetrada por un hombre, mientras que al mismo tiempo es azotada con una vara, dando la sensación de que había prácticas sadomasoquista. También existían lápidas fálicas.
Mientras que las mujeres que vemos en la iconografía griega son las hetairas, las que aparecen en el mundo etrusco son mujeres totalmente libres, incluidas mujeres aristocráticas.
Es importante relatar la historia de “Sextus y Lucretia” que fue escrita por el historiador Titus Livius cinco siglos después. Esta historia sucede el final de la monarquía etrusca, para así iniciar el periodo republicano. Lucretia era una mujer romana de gran belleza y virtud que vivía en Collatia, un pueblo cercano a Roma. Estaba casada con Lucius Tarquinius Collatinus. En ese momento histórico, Roma era una monarquía bajo el dominio del rey etrusco Lucius Tarquinius Superbus, es decir eran parientes. Un día, su hijo Sextus hizo una visita a Lucretia en su casa de Collatinus.
Sextus quedó impresionado por la belleza de Lucretia y decide acostarse con ella. Siendo ya noche cerrada, entró en la habitación donde se encontraba Lucretia, lavándole la tripa de ella. Rápidamente se despierta y entonces Sextus le da dos opciones, o permitía acostarse con él y luego se convertía en su esposa y la segunda opción era matarla. Sextus terminó violándola.
Lucrecia informó a su marido de la violación y exigió que resarciera su honor. Ante estos hechos, los magistrados romanos decidieron acabar con la monarquía etrusca, para ello se redactó una especie de constitución para cambiar la forma de Estado y pasar a una república. Sería dirigida por dos cónsules, controlados por el Senado. Lucrecia acabó suicidándose usando una daga frente al marido. Esta historia es la que acaba con la monarquía etrusca y abre el periodo republicano en Roma.
Como vemos, nos encontramos con una moral sexual bien distinta de la clásica griega, cuyo apogeo llegará posteriormente a la sociedad romana.
La sexualidad espartana
La ciudad de Esparta es recordada como una sociedad militar, que reducía al mínimo las posibilidades del contacto físico entre hombres y mujeres. Los que leyeron mi artículo “la sexualidad en la Grecia Clásica” se darán cuenta inmediatamente de las diferencias evidentes entre los dos grandes focos culturales que representan Atenas y Esparta.
Debemos saber, que la moral espartana nos lleva al amor absoluto por la patria olvidándose de uno mismo. Esto indiscutiblemente tenía su grandeza, pero también significaba un freno a todo impulso civilizador y al desenvolvimiento armonioso de la personalidad.
Veremos cómo son completamente diferentes las concepciones sexuales en estas dos ciudades. El sistema de gobierno espartano puede clasificarse como totalitario, ya que regulaba todos los aspectos de la vida de las personas.
El Estado determinaba si el niño debía vivir, en función de que tuviera algún defecto físico o necesitara cuidados especiales. Para determinar si estaban sanos y fuertes, los bebes eran sometidos a una inmersión en vino.
Los padres tampoco decidían la educación de sus hijos, pues era el Estado el encargado de ejercerlas. Los niños abandonaban la familia a los siete años y eran incluidos en un grupo, donde aprenderían a obedecer ciegamente. Se fomentaba la máxima competitividad y se endurecía el cuerpo y la mente. Así, por ejemplo, se les obligaba a andar descalzos. Se ejercitaban físicamente siempre desnudos y se les castigaba con el látigo. Se buscaba fortalecer su moral y el compañerismo.
Cuando cumplían catorce años iniciaban el servicio militar preliminar, que duraba hasta los veinte años. El servicio militar propiamente dicho comenzaba a los veinte años y duraba hasta los treinta. Con treinta años obtenían todos los derechos ciudadanos. Ya con esa edad había pasado veintitrés años durmiendo en compañía de hombres, por lo que era habitual que surgieran fuertes vínculos homosexuales entre ellos.
Entre los treinta y sesenta años estaban como en una reserva militar, no obstante eran llamados frecuentemente a las armas. Estaban obligados a comer diariamente junto a su grupo militar en este periodo, que se denominaba ‘syssitia’, lo que pretendían era fomentar la solidaridad y el espíritu de colaboración, lo que hacía era confirmar la consolidación de las prácticas homosexuales.
Cuando cumplían los sesenta años quedaban libres de todas sus obligaciones militares y podían vivir como quisieran. Era el periodo del reconocimiento y en algún caso la de ejercer los grandes cargos en el aparato del Estado de Esparta.
Este sistema social totalmente militarizado hacía, que la demografía fuera uno de los grandes problemas, porque la mayoría de los hombres no se casaban antes de los treinta años. También comprobaremos, que en otras culturas la mujer se casaba a los quince o dieciséis años, mientras que la mujer espartana lo hace más tarde, alrededor de los veinte años. Esto provocaba que la población espartana, que fueran ciudadanos, no sea muy numerosa.
Se tomaron medidas para solucionar la escasez de varones, pues muchos morían en las guerras. Se plantea como aumentar la tasa de natalidad, ya que en determinados momentos históricos, se puso en peligro la propia supervivencia de Esparta. La ciudad se sostenía por la existencia de un gran número de personas que no eran ciudadanos. La mayor parte eran ‘periecos’ que eran hombres libres, pero sin derechos y después estaban los ‘hilotas’ (esclavos, extranjeros…), mientras que la clase dominante disminuía en número.
Tanto ‘periecos’ como ‘hilotas’ vivían para garantizar la subsistencia y libre disponibilidad de los espartanos. Estos, jamás se manchaban las manos con otra cosa que no fuera la sangre, vino o la resma de las palestras. Es decir, los espartanos vivían para atender las necesidades del Estado en lo relativo al ejército, la administración y sobre todo la educación.
La inmensa mayoría de los matrimonios eran tardíos, y provocaba que muchos espartanos fueran reacios al matrimonio. El Estado ofrecía fuertes incentivos para casarse y gravaban con elevados impuestos a los solteros. Premiaba fiscalmente aquellos que tuvieran más de tres hijos.
Los espartanos tenían una moral sexual que llama la atención aún hoy en día. No había prejuicios ni escándalos en Esparta. Las jóvenes se exhibían desnudas ante los varones. La mayoría de los ciudadanos tanto hombre como mujeres eran bisexuales porque, si bien la homosexualidad era normal, el matrimonio era prácticamente obligatorio.
A los que no se casaban se les humillaba públicamente haciéndolos dar vuelta a la plaza por no dar hijos a la patria. Conceptos tan actuales en el mundo moderno como celos y adulterio no existían en esta sociedad. No estaba mal visto que ambos cónyuges mantuvieran otras relaciones, e incluso convivieran con sus maridos y amantes en el mismo hogar.
Uno de los aspectos que más llamaba la atención de los otros helenos cuando visitaban Esparta, era la conducta de las mujeres y su igualdad social con los hombres.
Las mujeres jóvenes disponían de mucho tiempo, por lo cual también se entrenaban para participar en los juegos deportivos. De ahí que las mujeres espartanas fueran famosas por la esbeltez de su figura. Esto era debido a las prácticas deportivas que realizaban que favorecían además su papel de madres.
Participaban libremente en los torneos atléticos, a la par que el hombre y en muchos casos competían con ellos. Peleaban por ejemplo completamente desnudas, de esta forma se facilitaba la libertad de movimientos del cuerpo. Hubo muchas mujeres atletas que se lamentaban de no poder participar en los Juegos Olímpicos con los hombres.
Las espartanas no dependían del hombre como hemos visto. Una mujer extranjera preguntó a la mujer del famoso Leónidas: “¿Por qué entre todas las mujeres, sólo las espartanas dominaban a sus hombres?” La respuesta de la esposa de Leónidas fue contundente “será porque sólo nosotras parimos verdaderos hombres”.
Las espartanas no se casaban de acuerdo con la voluntad de sus padres, sino con la suya propia. Los padres no tenían nada que opinar respecto al hombre que ellas elegían.
Como hemos visto anteriormente, lo hacían a los veinte años, es decir, muy posterior a la edad de las mujeres de otras culturas. En otras culturas lo habitual era que el matrimonio fuera impuesto y se les casaba inmediatamente desde el mismo momento que pudieran concebir.
Las espartanas se dejaban raptar por el hombre que elegían y, después de eso, las relaciones entre ellos se alargaban una larga temporada, durante la cual cada uno vivía en su casa. Los encuentros eran secretos, breves y en completa oscuridad, sin mediar tiempo de convivencia, para mantener sus cuerpos siempre deseosos. Plutarco decía de las relaciones espartanas “recientes en el amor, por dejar siempre en ambos la llama del deseo y de la complacencia”.
Aunque la pareja tuviera hijos, la consagración del matrimonio ocurría bastante más tarde, es decir cinco años después del inicio de la convivencia, etapa ésta en la cual estaba prohibido a las parejas pasar la noche juntos. Como vemos, los encuentros se efectuaban en la más completa oscuridad.
Licurgo, que fue el que diseñó la forma de Estado espartana, pensaba que éstas eran las normas más adecuadas para mantener vivo el deseo de una pareja. Los hombres no podían comer con sus esposas, que de este modo hubieran podido seducirlos por el paladar. Los espartanos comían siempre con sus compañeros de armas.
Esa relación amorosa a veces duraba tanto, que había hombres que eran padres sin haber visto jamás a su mujer a la luz del sol. No se les exigía dote y la ley reconocía su igualdad, hasta el punto de que les estaba permitido legalmente tener amantes.
Una mujer joven, casada con un hombre mayor, podía llevar a su casa a su amante joven si lo deseaba para lograr una mayor reproducción. Si una mujer casada se interesaba por otro, por considerarlo mejor dotado que su marido, podía solicitar la autorización del marido para concretar una relación con propósitos reproductivos. Como compensación las esposas aceptaban, que sus maridos tuvieran amantes de un sexo u otro, incluso dentro del hogar.
Un hombre mayor, enamorado de una mujer casada, podía obtener, si ella lo aceptaba, el permiso de su marido para visitarla con una asiduidad convenida.
Las espartanas tenían voz en las Asambleas políticas y podían recibir la herencia de sus padres cuando ellos morían, de manera que existían en Esparta muchas mujeres acomodadas, que vivían su vida con plena libertad.
El papel de la mujer espartana estaba definido por la costumbre de la matrilinealidad, es decir, transmitían el linaje y los bienes por vía materna. Esto hizo que la mujer espartana fuera la administradora de los recursos económicos de cada familia. Por eso, la vida de la mujer espartana tenía unas características únicas que, para el resto de los griegos era una abominación.
Mientras en Atenas la mujer era analfabeta, salvo las hijas de las familias aristocráticas y las hetairas, en Esparta existía la educación tanto para niños como para niñas hasta la edad de los catorce años a cargo del Estado. La mujer espartana sabía leer y estaban obligadas a conocer las leyes por las que se regían.
La pederastia en Esparta era vista como una forma de adiestramiento militar e incluso se ha planteado que la relación entre alumno y maestro era del tipo casto, aunque también tuviera un componente erótico. La pederastia estaba aceptada como una práctica habitual entre los aristócratas, la homosexualidad entre hombres adultos despertaba en muchas ocasiones comportamientos homófobos.
El mundo espartano era muy criticado desde la perspectiva ateniense. Jenofonte describió estas prácticas espartanas con gran repugnancia, pues consideraba a la esposa como una de las posesiones masculinas, carente de voluntad propia, que debía permanecer relegada entre las cuatro paredes del gineceo durante la mayor parte de su vida.
La posibilidad de establecer una igualdad entre los sexos, era visto por los atenienses como un signo de debilidad de los hombres. Si seguimos a Aristóteles, los pueblos guerreros tendían a dejarse dominar por las mujeres.
Hay una leyenda que dice, que cuando la duración de un conflicto duraba más tiempo del esperado, se mandaba a los guerreros más jóvenes que regresaran a la ciudad, mientras el resto seguía luchando. A los hijos nacidos el año siguiente se les llamaba “hijos de la guerra”. Esto nos da una idea del pensamiento espartano.
Como podemos comprobar, tanto la sexualidad de los etruscos como la de los espartanos nada tienen que ver con la de otros pueblos antiguos. Hoy todavía nos siguen asombrando estas dos concepciones sexuales tan poco conocidas en los libros de historia.
Los etruscos
Etruria es un territorio situado en el centro de Italia y comprende también la ciudad de Roma. La sexualidad que practicaban los etruscos era de total libertad y muchos de los pueblos vecinos criticaban a los etruscos por su libertinaje.
Siempre se ha pensado que el origen de la sexualidad romana provenía de Grecia y más en concreto de Atenas. Este pensamiento clásico es totalmente erróneo. Gran parte de la libertad y de la moral sexual del mundo romano proviene de los etruscos.
Uno de los aspectos más llamativos del mundo etrusco, era el papel de la mujer en la sociedad, la cual actuaba con total libertad y tenía una posición igualitaria a nivel económico y social a la del hombre. El mundo etrusco practicaba el lujo con la finalidad de disfrutar de los placeres de la vida. Para esto, era precisa la concentración de la propiedad económica, lo que generaba la existencia de una amplia población servil y en la práctica, la no existencia de una clase media. Los etruscos estaban dirigidos por una oligarquía, que tenía todos los derechos jurídicos, económicos y sociales.
Los etruscos eran muchísimo más liberales que los griegos atenienses. Nos encontraremos muchos textos griegos, donde se critican ampliamente la sexualidad de los etruscos.
Un texto griego critica de esta forma a la sociedad etrusca:”sumamente licenciosos e indecentes, amigo de todo tipo de placeres de los que se gozaba en exceso sin ningún sentido moral y adornada por el contrario con los vicios más reprobables”.
Los hombres etruscos eran presentados por los griegos como gordos, vagos y cuya única finalidad era lograr el máximo placer. Los consideraban afeminados.
¿Cuál era el papel de la mujer?
Si seguimos lo que dicen los griegos, estos definen a los etruscos como unas personas totalmente libres y las mujeres son presentadas como lascivas y desvergonzadas. Como estamos viendo, las mujeres tenían plena igualdad con el hombre. Disfrutaba de un status social equivalente al del hombre, participaran de todas las actividades y de las fiestas. No tenían ningún reparo en sentarse con otros hombres y viceversa, nada que ver, con lo que pasaba en la sociedad ateniense.
El comportamiento de las mujeres etruscas era prácticamente como el de las hetairas atenienses (cortesanas), pues como vemos, participaban en total libertad en los banquetes. Bebían vino y bebidas, cosa que para los griegos solo lo hacían los hombres. Además, asistían a todo tipo de juegos sin ninguna restricción.
Si seguimos a Teopomopo de Quíos, este consideraba que las mujeres etruscas eran poseídas por todos. Dichas mujeres dedicaban buena parte de su tiempo a mantener una buena presencia física y cuidar su cuerpo, haciendo gimnasia entre ellas, pero también entre hombres. Estas prácticas gimnasticas presuponían una mejor predisposición hacia la maternidad, mostrándose desnudas sin que supusiese una deshonra. Asistían a los banquetes con hombres, sentándose junto a los varones que no eran sus maridos.
Se decía que eran grandes bebedoras, lo que les llevaba a la embriaguez a menudo, igual que hacían los hombres. No era vergonzoso que las etruscas fornicaran en público y además con hombres que no fueran sus maridos, por lo que frecuentemente no se sabía quién era el padre, aunque el marido siempre aceptaba los hijos de su esposa.
Otro aspecto muy llamativo era la desnudez femenina. Las etruscas no tenían ningún problema en bañarse desnudas junto a otras mujeres, e incluso en la presencia del hombre. Las mujeres griegas sólo se bañaban desnudas siempre que estuvieran solas en los demás casos siempre lo hacían con ropas.
Las mujeres atenienses permanecían siempre en el gineceo, totalmente apartadas de los hombres y de su mirada, mientras que las etruscas se movían con total libertad y sin prejuicio alguno al qué dirán. Podemos afirmar que la moralidad etrusca era totalmente natural e igualitaria sin diferenciación de sexos, mientras que como vemos en el mundo ateniense la moralidad era muy restrictiva y segregadora entre los sexos.
Otro aspecto muy llamativo dentro de la sexualidad etrusca es que elegían el matrimonio de forma libre y la mujer no pertenecía ni al marido ni al padre. Además siempre la mujer mantenía su apellido. Transmitían su rango social y la ciudadanía a sus hijos. Los hombres se sentían orgullosos de su linaje femenino y de los apellidos maternos.
Para algunos historiadores, esta estructuración social igualitaria en la cuestión de género, tiene su origen en los planteamientos religiosos, donde la Diosa Madre es fundamental en la religión etrusca y de ahí se derivaría el papel de la mujer.
Como vemos, la mujer etrusca tiene un papel social muy elevado. Disponía de sus propios bienes y los gestionaba como deseaba. Podía contraer matrimonio y elegir al marido que deseara, sin depender de la autorización paterna.
A pesar de esta libertad de la que disfrutaba la mujer, podemos decir que la sociedad etrusca era una sociedad totalmente patriarcal.
El historiador griego Theopompus de Chios, cuenta que las mujeres etruscas presumían de su sexualidad, acostándose con diferentes parejas, incluso frente a sus maridos. También afirma, que se disfrutaba del sexo homosexual y de la pederastia. Para Platón, las mujeres etruscas eran poco menos que prostitutas. Los romanos utilizaban la palabra “etrusci” como sinónimo de Inmoral.
La iconografía etrusca presenta unas características propias y personales a pesar de estar muy influencia por el mundo griego. Del arte etrusco nos quedan como restos principales la magnífica tumba de los toros de Tarquinio, año 530 a.C. y en su frontón aparecen toros, donde se pueden ver con claridad dos escenas de contenido erótico.
Era habitual encontrarnos en los objetos cotidianos con escenas eróticas y era muy frecuente ver en los espejos escenas de desnudez femenina y otras de carácter sexual.
En la Tumba de las Bigas en Tarquinia, se ve claramente como la homosexualidad también era practicada en el mundo etrusco. Presenta dicha tumba una composición escénica donde se ve a los espectadores incluida a las mujeres disfrutar de los juegos. En su parte posterior, hay dos escenas claramente homosexuales, donde un joven masturba a otro y la segunda escena se produce una copulación homosexual.
Hay un vaso del siglo VII a. C., llamado Oinochee de Tagliatella, en el que aparecen escenas claramente de contenido sexual explicito.
Sin embargo, en la Tumba denominada de los Fustigamientos, datada en el siglo V a. C, se ve a una mujer siendo penetrada por un hombre, mientras que al mismo tiempo es azotada con una vara, dando la sensación de que había prácticas sadomasoquista. También existían lápidas fálicas.
Mientras que las mujeres que vemos en la iconografía griega son las hetairas, las que aparecen en el mundo etrusco son mujeres totalmente libres, incluidas mujeres aristocráticas.
Es importante relatar la historia de “Sextus y Lucretia” que fue escrita por el historiador Titus Livius cinco siglos después. Esta historia sucede el final de la monarquía etrusca, para así iniciar el periodo republicano. Lucretia era una mujer romana de gran belleza y virtud que vivía en Collatia, un pueblo cercano a Roma. Estaba casada con Lucius Tarquinius Collatinus. En ese momento histórico, Roma era una monarquía bajo el dominio del rey etrusco Lucius Tarquinius Superbus, es decir eran parientes. Un día, su hijo Sextus hizo una visita a Lucretia en su casa de Collatinus.
Sextus quedó impresionado por la belleza de Lucretia y decide acostarse con ella. Siendo ya noche cerrada, entró en la habitación donde se encontraba Lucretia, lavándole la tripa de ella. Rápidamente se despierta y entonces Sextus le da dos opciones, o permitía acostarse con él y luego se convertía en su esposa y la segunda opción era matarla. Sextus terminó violándola.
Lucrecia informó a su marido de la violación y exigió que resarciera su honor. Ante estos hechos, los magistrados romanos decidieron acabar con la monarquía etrusca, para ello se redactó una especie de constitución para cambiar la forma de Estado y pasar a una república. Sería dirigida por dos cónsules, controlados por el Senado. Lucrecia acabó suicidándose usando una daga frente al marido. Esta historia es la que acaba con la monarquía etrusca y abre el periodo republicano en Roma.
Como vemos, nos encontramos con una moral sexual bien distinta de la clásica griega, cuyo apogeo llegará posteriormente a la sociedad romana.
La sexualidad espartana
La ciudad de Esparta es recordada como una sociedad militar, que reducía al mínimo las posibilidades del contacto físico entre hombres y mujeres. Los que leyeron mi artículo “la sexualidad en la Grecia Clásica” se darán cuenta inmediatamente de las diferencias evidentes entre los dos grandes focos culturales que representan Atenas y Esparta.
Debemos saber, que la moral espartana nos lleva al amor absoluto por la patria olvidándose de uno mismo. Esto indiscutiblemente tenía su grandeza, pero también significaba un freno a todo impulso civilizador y al desenvolvimiento armonioso de la personalidad.
Veremos cómo son completamente diferentes las concepciones sexuales en estas dos ciudades. El sistema de gobierno espartano puede clasificarse como totalitario, ya que regulaba todos los aspectos de la vida de las personas.
El Estado determinaba si el niño debía vivir, en función de que tuviera algún defecto físico o necesitara cuidados especiales. Para determinar si estaban sanos y fuertes, los bebes eran sometidos a una inmersión en vino.
Los padres tampoco decidían la educación de sus hijos, pues era el Estado el encargado de ejercerlas. Los niños abandonaban la familia a los siete años y eran incluidos en un grupo, donde aprenderían a obedecer ciegamente. Se fomentaba la máxima competitividad y se endurecía el cuerpo y la mente. Así, por ejemplo, se les obligaba a andar descalzos. Se ejercitaban físicamente siempre desnudos y se les castigaba con el látigo. Se buscaba fortalecer su moral y el compañerismo.
Cuando cumplían catorce años iniciaban el servicio militar preliminar, que duraba hasta los veinte años. El servicio militar propiamente dicho comenzaba a los veinte años y duraba hasta los treinta. Con treinta años obtenían todos los derechos ciudadanos. Ya con esa edad había pasado veintitrés años durmiendo en compañía de hombres, por lo que era habitual que surgieran fuertes vínculos homosexuales entre ellos.
Entre los treinta y sesenta años estaban como en una reserva militar, no obstante eran llamados frecuentemente a las armas. Estaban obligados a comer diariamente junto a su grupo militar en este periodo, que se denominaba ‘syssitia’, lo que pretendían era fomentar la solidaridad y el espíritu de colaboración, lo que hacía era confirmar la consolidación de las prácticas homosexuales.
Cuando cumplían los sesenta años quedaban libres de todas sus obligaciones militares y podían vivir como quisieran. Era el periodo del reconocimiento y en algún caso la de ejercer los grandes cargos en el aparato del Estado de Esparta.
Este sistema social totalmente militarizado hacía, que la demografía fuera uno de los grandes problemas, porque la mayoría de los hombres no se casaban antes de los treinta años. También comprobaremos, que en otras culturas la mujer se casaba a los quince o dieciséis años, mientras que la mujer espartana lo hace más tarde, alrededor de los veinte años. Esto provocaba que la población espartana, que fueran ciudadanos, no sea muy numerosa.
Se tomaron medidas para solucionar la escasez de varones, pues muchos morían en las guerras. Se plantea como aumentar la tasa de natalidad, ya que en determinados momentos históricos, se puso en peligro la propia supervivencia de Esparta. La ciudad se sostenía por la existencia de un gran número de personas que no eran ciudadanos. La mayor parte eran ‘periecos’ que eran hombres libres, pero sin derechos y después estaban los ‘hilotas’ (esclavos, extranjeros…), mientras que la clase dominante disminuía en número.
Tanto ‘periecos’ como ‘hilotas’ vivían para garantizar la subsistencia y libre disponibilidad de los espartanos. Estos, jamás se manchaban las manos con otra cosa que no fuera la sangre, vino o la resma de las palestras. Es decir, los espartanos vivían para atender las necesidades del Estado en lo relativo al ejército, la administración y sobre todo la educación.
La inmensa mayoría de los matrimonios eran tardíos, y provocaba que muchos espartanos fueran reacios al matrimonio. El Estado ofrecía fuertes incentivos para casarse y gravaban con elevados impuestos a los solteros. Premiaba fiscalmente aquellos que tuvieran más de tres hijos.
Los espartanos tenían una moral sexual que llama la atención aún hoy en día. No había prejuicios ni escándalos en Esparta. Las jóvenes se exhibían desnudas ante los varones. La mayoría de los ciudadanos tanto hombre como mujeres eran bisexuales porque, si bien la homosexualidad era normal, el matrimonio era prácticamente obligatorio.
A los que no se casaban se les humillaba públicamente haciéndolos dar vuelta a la plaza por no dar hijos a la patria. Conceptos tan actuales en el mundo moderno como celos y adulterio no existían en esta sociedad. No estaba mal visto que ambos cónyuges mantuvieran otras relaciones, e incluso convivieran con sus maridos y amantes en el mismo hogar.
Uno de los aspectos que más llamaba la atención de los otros helenos cuando visitaban Esparta, era la conducta de las mujeres y su igualdad social con los hombres.
Las mujeres jóvenes disponían de mucho tiempo, por lo cual también se entrenaban para participar en los juegos deportivos. De ahí que las mujeres espartanas fueran famosas por la esbeltez de su figura. Esto era debido a las prácticas deportivas que realizaban que favorecían además su papel de madres.
Participaban libremente en los torneos atléticos, a la par que el hombre y en muchos casos competían con ellos. Peleaban por ejemplo completamente desnudas, de esta forma se facilitaba la libertad de movimientos del cuerpo. Hubo muchas mujeres atletas que se lamentaban de no poder participar en los Juegos Olímpicos con los hombres.
Las espartanas no dependían del hombre como hemos visto. Una mujer extranjera preguntó a la mujer del famoso Leónidas: “¿Por qué entre todas las mujeres, sólo las espartanas dominaban a sus hombres?” La respuesta de la esposa de Leónidas fue contundente “será porque sólo nosotras parimos verdaderos hombres”.
Las espartanas no se casaban de acuerdo con la voluntad de sus padres, sino con la suya propia. Los padres no tenían nada que opinar respecto al hombre que ellas elegían.
Como hemos visto anteriormente, lo hacían a los veinte años, es decir, muy posterior a la edad de las mujeres de otras culturas. En otras culturas lo habitual era que el matrimonio fuera impuesto y se les casaba inmediatamente desde el mismo momento que pudieran concebir.
Las espartanas se dejaban raptar por el hombre que elegían y, después de eso, las relaciones entre ellos se alargaban una larga temporada, durante la cual cada uno vivía en su casa. Los encuentros eran secretos, breves y en completa oscuridad, sin mediar tiempo de convivencia, para mantener sus cuerpos siempre deseosos. Plutarco decía de las relaciones espartanas “recientes en el amor, por dejar siempre en ambos la llama del deseo y de la complacencia”.
Aunque la pareja tuviera hijos, la consagración del matrimonio ocurría bastante más tarde, es decir cinco años después del inicio de la convivencia, etapa ésta en la cual estaba prohibido a las parejas pasar la noche juntos. Como vemos, los encuentros se efectuaban en la más completa oscuridad.
Licurgo, que fue el que diseñó la forma de Estado espartana, pensaba que éstas eran las normas más adecuadas para mantener vivo el deseo de una pareja. Los hombres no podían comer con sus esposas, que de este modo hubieran podido seducirlos por el paladar. Los espartanos comían siempre con sus compañeros de armas.
Esa relación amorosa a veces duraba tanto, que había hombres que eran padres sin haber visto jamás a su mujer a la luz del sol. No se les exigía dote y la ley reconocía su igualdad, hasta el punto de que les estaba permitido legalmente tener amantes.
Una mujer joven, casada con un hombre mayor, podía llevar a su casa a su amante joven si lo deseaba para lograr una mayor reproducción. Si una mujer casada se interesaba por otro, por considerarlo mejor dotado que su marido, podía solicitar la autorización del marido para concretar una relación con propósitos reproductivos. Como compensación las esposas aceptaban, que sus maridos tuvieran amantes de un sexo u otro, incluso dentro del hogar.
Un hombre mayor, enamorado de una mujer casada, podía obtener, si ella lo aceptaba, el permiso de su marido para visitarla con una asiduidad convenida.
Las espartanas tenían voz en las Asambleas políticas y podían recibir la herencia de sus padres cuando ellos morían, de manera que existían en Esparta muchas mujeres acomodadas, que vivían su vida con plena libertad.
El papel de la mujer espartana estaba definido por la costumbre de la matrilinealidad, es decir, transmitían el linaje y los bienes por vía materna. Esto hizo que la mujer espartana fuera la administradora de los recursos económicos de cada familia. Por eso, la vida de la mujer espartana tenía unas características únicas que, para el resto de los griegos era una abominación.
Mientras en Atenas la mujer era analfabeta, salvo las hijas de las familias aristocráticas y las hetairas, en Esparta existía la educación tanto para niños como para niñas hasta la edad de los catorce años a cargo del Estado. La mujer espartana sabía leer y estaban obligadas a conocer las leyes por las que se regían.
La pederastia en Esparta era vista como una forma de adiestramiento militar e incluso se ha planteado que la relación entre alumno y maestro era del tipo casto, aunque también tuviera un componente erótico. La pederastia estaba aceptada como una práctica habitual entre los aristócratas, la homosexualidad entre hombres adultos despertaba en muchas ocasiones comportamientos homófobos.
El mundo espartano era muy criticado desde la perspectiva ateniense. Jenofonte describió estas prácticas espartanas con gran repugnancia, pues consideraba a la esposa como una de las posesiones masculinas, carente de voluntad propia, que debía permanecer relegada entre las cuatro paredes del gineceo durante la mayor parte de su vida.
La posibilidad de establecer una igualdad entre los sexos, era visto por los atenienses como un signo de debilidad de los hombres. Si seguimos a Aristóteles, los pueblos guerreros tendían a dejarse dominar por las mujeres.
Hay una leyenda que dice, que cuando la duración de un conflicto duraba más tiempo del esperado, se mandaba a los guerreros más jóvenes que regresaran a la ciudad, mientras el resto seguía luchando. A los hijos nacidos el año siguiente se les llamaba “hijos de la guerra”. Esto nos da una idea del pensamiento espartano.
Como podemos comprobar, tanto la sexualidad de los etruscos como la de los espartanos nada tienen que ver con la de otros pueblos antiguos. Hoy todavía nos siguen asombrando estas dos concepciones sexuales tan poco conocidas en los libros de historia.
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