En: Dossiers feministes (ISNN 1139-1219), n. 6 (2002). Dedicado a: Masculinats : mites, de/construccions i mascarades, p. 143-160
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TEXTO COMPLETO | UJI · Dossiers feministes
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Las relaciones que se establecen en España entre cine y homosexualidad, tomando en conjunto la producción de largometrajes, casi nunca han pasado de ser tibias. El cine español de mayor difusión, el denominado cine comercial, aquél que podría tener alguna influencia en la construcción del imaginario colectivo sobre la homosexualidad -si es que tal influencia es apreciable en comparación con, por ejemplo, la televisiva- parece resistirse históricamente, salvo honrosas excepciones que iremos comentando, a apostar por una representación verdaderamente centrada en el alma de la cuestión homosexual. A lo largo de las próximas páginas, trataré de argumentar esta impresión que es compartida por muchas de las voces comprometidas con la «visibilización» social de la cuestión homosexual en nuestro país.
¿Pero cuál ha sido la razón de esta tibieza? Las razones son de índole diversa, y han ido variando con los años, desde las últimas décadas de la dictadura franquista hasta el momento actual.
Durante el tardofranquismo la razón primordial es evidente: el complejo aparato censor del Régimen y el entramado de leyes destinado al control social de sus ciudadanos non gratos, generaban un estado de cosas en el que estaba claro que nada, o casi nada, se podía decir sobre una realidad que chocaba de frente con la estrecha concepción moral del Nacional-Catolicismo franquista, a menos -eso sí- que fuera denigrante para los ciudadanos homosexuales -aún sería inexacto emplear el término «colectivo»- al tiempo que ejemplarizante para el resto de la sociedad.
En 1961, en el cuadrilátero delimitado por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, la ley de Vagos y Maleantes, la figura de “Escándalo Público” -versátil herramienta contemplada en el Código Civil de la época- y la Junta de Clasificación y Censura se produce “Diferente” (Luis María Delgado, 1961), un melodrama que, sin apartarse un ápice de las pautas establecidas, es capaz de subir a la pantalla cinematográfica la expresión, por la vía de la alegoría, de la metáfora o de la alusión a veladas referencias culturales, del espinoso tema del deseo -por supuesto, no correspondido- de un hombre hacia otro hombre.
¿Pero cuál ha sido la razón de esta tibieza? Las razones son de índole diversa, y han ido variando con los años, desde las últimas décadas de la dictadura franquista hasta el momento actual.
Durante el tardofranquismo la razón primordial es evidente: el complejo aparato censor del Régimen y el entramado de leyes destinado al control social de sus ciudadanos non gratos, generaban un estado de cosas en el que estaba claro que nada, o casi nada, se podía decir sobre una realidad que chocaba de frente con la estrecha concepción moral del Nacional-Catolicismo franquista, a menos -eso sí- que fuera denigrante para los ciudadanos homosexuales -aún sería inexacto emplear el término «colectivo»- al tiempo que ejemplarizante para el resto de la sociedad.
En 1961, en el cuadrilátero delimitado por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, la ley de Vagos y Maleantes, la figura de “Escándalo Público” -versátil herramienta contemplada en el Código Civil de la época- y la Junta de Clasificación y Censura se produce “Diferente” (Luis María Delgado, 1961), un melodrama que, sin apartarse un ápice de las pautas establecidas, es capaz de subir a la pantalla cinematográfica la expresión, por la vía de la alegoría, de la metáfora o de la alusión a veladas referencias culturales, del espinoso tema del deseo -por supuesto, no correspondido- de un hombre hacia otro hombre.
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