Imagen: El Mundo / Lahore, Pakistán |
La masacre de Lahore con 72 muertos, 29 de ellos niños, confirma que el país asiático es uno de los más golpeados por el terrorismo del mundo. En 2015 se registraron 625 ataques que dejaron 1.069 muertos, aunque 2014 se saldó con 1.206, en una escalada violenta que se inició en 2007.
Víctor M. Olazábal | El Mundo, 2016-03-29
http://www.elmundo.es/internacional/2016/03/29/56f98649ca474182108b460d.html
El año 2016 comenzó con un presagio esperanzador para los paquistaníes. El general del Ejército, Raheel Sharif, anunció que este año acabaría con el terrorismo. Esa promesa, hoy, es pura ilusión. Poco después de sus palabras tuvo lugar un ataque a la universidad de Bacha Khan. 25 muertos. Volvía un terror que, en realidad, nunca se había ido. A ese atentado le siguieron otros, como el asalto suicida a un tribunal en Shabqadar (14 muertos), la explosión en un autobús en Peshawar (15 muertos) o los continuos choques con puestos de las fuerzas de seguridad. Una rutina demencial.
El ataque a un parque infantil en la ciudad de Lahore el domingo, el mayor suceso en el país en lo que va de año con 72 muertos, es el último de una lista que no terminará aquí. Entre los fallecidos hay 29 niños que acudieron a Gulshan-e-Iqbal con sus padres en lo que pensaban que iba a ser una agradable tarde de Pascua.
Un total de 360 heridos intentan recuperarse en los hospitales de la segunda ciudad más poblada de Pakistán mientras los familiares de las víctimas han comenzado a despedirse de sus seres queridos cristianos y, sobre todo, musulmanes. Los primeros entierros se celebraron en distintos barrios el lunes, el primero de los tres días de luto oficial. Lahore vive estos días entre el dolor y la militarización de sus calles.
El primer ministro, Nawaz Sharif, ha visitado a las víctimas en los hospitales de la capital de Punjab. "Vengaremos hasta la última gota de sangre de nuestros compatriotas", ha dicho en un discurso televisado en el que ha insistido en su "determinación para luchar contra la amenaza del terrorismo hasta que sea arrancado de raíz de nuestra sociedad", una condena enérgica que, pese a ser lógica, los paquistaníes están cansados de ver.
En 2015 se produjeron 625 ataques terroristas que causaron 1.069 muertos, según el Instituto Paquistaní de Estudios para la Paz (PIPS). Casi dos atentados diarios, una realidad que la población ha asumido a la fuerza desde que empezó la escalada de violencia en 2007.
Pero esas cifras se pueden ver con buenos ojos si se tiene en cuenta que en 2014 hubo 1.206 ataques y 1.723 muertos, y que un año antes fueron 1.717 y 2.451, respectivamente. Cifras todas ellas lejos de las de 2009, con 3.800 ataques y 12.600 víctimas. 2015 fue, de hecho, el mejor de los últimos ocho años. El consuelo de los optimistas es que los atentados han pasado de ser diarios a ser semanales. Pero ese descenso no ha mermado el miedo de la población porque hoy día cualquier escenario y fecha son propicios para detonar un chaleco lleno de explosivos.
Aún está muy presente el ataque sanguinario a una escuela de Peshawar a finales de 2014, cuando fueron asesinadas 151 personas, la mayoría niños. Según la Base de Datos de Terrorismo Global (GTD) de la universidad de Maryland, Pakistán tiene la deshonra de ser el país con más muertos en centros educativos: 450 fallecidos en 850 incidentes en las últimas cuatro décadas.
Las zonas tribales pegadas a Afganistán, donde el Ejército lleva a cabo operaciones antitalibán, aglutinan la mayor cantidad de muertos, seguidas de Baluchistán, Sindh y Khyber Pakhtunkhwa, con más de 200 víctimas cada región.
Punjab, provincia oriental vecina de India, no se encuentra al mismo nivel pero sus habitantes también han sufrido atentados en los últimos años, como el suceso en la frontera Wagah y sus 57 muertos o los ataques a las iglesias de Lahore, capital cultural del país.
Tras la última masacre, el Ejército se ha desplegado en Punjab junto a los Rangers. Según el director general de los servicios de relaciones públicas del Ejército, Asim Bajwa, decenas de "sospechosos de terrorismo" han sido detenidos y se ha incautado "un gran alijo de armas y munición" en varias operaciones. La policía afirma que el suicida del parque es un joven del sur de Punjab, feudo de grupos islamistas.
En los últimos dos años, el grupo insurgente Jamaat ul Ahrar, que se escindió de Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP) en 2013, ha reivindicado numerosos atentados. Entre ellos, el del parque. Su portavoz Ehsanullah Ehsan ha afirmado que el objetivo era la comunidad cristiana y que seguirá habiendo más ataques contra civiles y militares. Los analistas sostienen que fue además una advertencia al primer ministro, que tiene en Punjab su mayor apoyo, y una protesta por la ejecución de Mumtaz Qadri, asesino de un gobernador, que cuenta con miles de seguidores acampados frente al Parlamento en Islamabad.
Las minorías religiosas, como la cristiana o la chií, los empleados del Gobierno, las fuerzas de seguridad y los civiles son el blanco en un conflicto en el que los radicales se aprovechan de un Estado débil que en su día, cuando crecían los islamistas, miró hacia otro lado (Afganistán) y que ahora paga esa deuda con mano dura: ha restaurado la pena de muerte y lleva más de 350 ahorcados, ha dado luz verde a tribunales militares y ha redoblado sus operaciones antiterroristas con un plan nacional bajo el que han muerto más de 3.500 insurgentes y se han cerrado centenares de escuelas coránicas en las que se propagan mensajes extremistas.
El ataque a un parque infantil en la ciudad de Lahore el domingo, el mayor suceso en el país en lo que va de año con 72 muertos, es el último de una lista que no terminará aquí. Entre los fallecidos hay 29 niños que acudieron a Gulshan-e-Iqbal con sus padres en lo que pensaban que iba a ser una agradable tarde de Pascua.
Un total de 360 heridos intentan recuperarse en los hospitales de la segunda ciudad más poblada de Pakistán mientras los familiares de las víctimas han comenzado a despedirse de sus seres queridos cristianos y, sobre todo, musulmanes. Los primeros entierros se celebraron en distintos barrios el lunes, el primero de los tres días de luto oficial. Lahore vive estos días entre el dolor y la militarización de sus calles.
El primer ministro, Nawaz Sharif, ha visitado a las víctimas en los hospitales de la capital de Punjab. "Vengaremos hasta la última gota de sangre de nuestros compatriotas", ha dicho en un discurso televisado en el que ha insistido en su "determinación para luchar contra la amenaza del terrorismo hasta que sea arrancado de raíz de nuestra sociedad", una condena enérgica que, pese a ser lógica, los paquistaníes están cansados de ver.
En 2015 se produjeron 625 ataques terroristas que causaron 1.069 muertos, según el Instituto Paquistaní de Estudios para la Paz (PIPS). Casi dos atentados diarios, una realidad que la población ha asumido a la fuerza desde que empezó la escalada de violencia en 2007.
Pero esas cifras se pueden ver con buenos ojos si se tiene en cuenta que en 2014 hubo 1.206 ataques y 1.723 muertos, y que un año antes fueron 1.717 y 2.451, respectivamente. Cifras todas ellas lejos de las de 2009, con 3.800 ataques y 12.600 víctimas. 2015 fue, de hecho, el mejor de los últimos ocho años. El consuelo de los optimistas es que los atentados han pasado de ser diarios a ser semanales. Pero ese descenso no ha mermado el miedo de la población porque hoy día cualquier escenario y fecha son propicios para detonar un chaleco lleno de explosivos.
Aún está muy presente el ataque sanguinario a una escuela de Peshawar a finales de 2014, cuando fueron asesinadas 151 personas, la mayoría niños. Según la Base de Datos de Terrorismo Global (GTD) de la universidad de Maryland, Pakistán tiene la deshonra de ser el país con más muertos en centros educativos: 450 fallecidos en 850 incidentes en las últimas cuatro décadas.
Las zonas tribales pegadas a Afganistán, donde el Ejército lleva a cabo operaciones antitalibán, aglutinan la mayor cantidad de muertos, seguidas de Baluchistán, Sindh y Khyber Pakhtunkhwa, con más de 200 víctimas cada región.
Punjab, provincia oriental vecina de India, no se encuentra al mismo nivel pero sus habitantes también han sufrido atentados en los últimos años, como el suceso en la frontera Wagah y sus 57 muertos o los ataques a las iglesias de Lahore, capital cultural del país.
Tras la última masacre, el Ejército se ha desplegado en Punjab junto a los Rangers. Según el director general de los servicios de relaciones públicas del Ejército, Asim Bajwa, decenas de "sospechosos de terrorismo" han sido detenidos y se ha incautado "un gran alijo de armas y munición" en varias operaciones. La policía afirma que el suicida del parque es un joven del sur de Punjab, feudo de grupos islamistas.
En los últimos dos años, el grupo insurgente Jamaat ul Ahrar, que se escindió de Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP) en 2013, ha reivindicado numerosos atentados. Entre ellos, el del parque. Su portavoz Ehsanullah Ehsan ha afirmado que el objetivo era la comunidad cristiana y que seguirá habiendo más ataques contra civiles y militares. Los analistas sostienen que fue además una advertencia al primer ministro, que tiene en Punjab su mayor apoyo, y una protesta por la ejecución de Mumtaz Qadri, asesino de un gobernador, que cuenta con miles de seguidores acampados frente al Parlamento en Islamabad.
Las minorías religiosas, como la cristiana o la chií, los empleados del Gobierno, las fuerzas de seguridad y los civiles son el blanco en un conflicto en el que los radicales se aprovechan de un Estado débil que en su día, cuando crecían los islamistas, miró hacia otro lado (Afganistán) y que ahora paga esa deuda con mano dura: ha restaurado la pena de muerte y lleva más de 350 ahorcados, ha dado luz verde a tribunales militares y ha redoblado sus operaciones antiterroristas con un plan nacional bajo el que han muerto más de 3.500 insurgentes y se han cerrado centenares de escuelas coránicas en las que se propagan mensajes extremistas.