Legazpi quiere ser santa |
El 26,9 % de la población se declara atea, las bodas civiles superan a las católicas desde 2007 y, además, es el territorio vasco donde más ha caído la ayuda a la Iglesia a través de la declaración de la renta . “En Gipuzkoa se ha producido un gigantesco” descenso de las prácticas socioreligiosas.
Ruth Gabilondo | Noticias de Gipuzkoa, 2018-04-01
http://www.noticiasdegipuzkoa.eus/2018/04/01/sociedad/gipuzkoa-pierde-la-fe
El territorio guipuzcoano vive un profundo descenso del sentimiento religioso en los últimos tiempos. A la falta de curas en las parroquias guipuzcoanas, se suma la caída en el número de fieles, el envejecimiento de la población creyente y la desafección que sienten los jóvenes hacia la religión, que hará muy difícil que se acerquen a la fe católica. Semana Santa ya no es lo que era en el territorio, se han perdido muchas tradiciones y este periodo se ha convertido más en “unas vacaciones de primavera”, que en una fecha marcada en el calendario cristiano.
Y es que en Gipuzkoa “es evidente que se ha producido un gigantesco descenso de las prácticas socioreligiosas”, según el sociólogo Javier Elzo, que no es el único que reconoce este fenómeno que vive el territorio.
La desconexión de los guipuzcoanos con respecto a la religión ya la puso de relieve la encuesta ‘Cultura política de la población guipuzcoana 2017’, realizada por la empresa Aztiker Soziologia Ikergunea, que fue presentada en diciembre en la Diputación Foral. En ella, se revelaba que el 26,9% de la población del territorio se consideraba atea. Y de este porcentaje, la mayor parte eran jóvenes de 16 a 29 años, un 52,3%, mientras que el 37% tenían entre 30 y 44 años. Además, un 16,6% de los encuestados se definieron como agnósticos o indiferentes a la religión.
Por el contrario, solo un 17,4% dijo ser católico practicante, el 46,2% de una edad mayor a 65 años, mientras que como católicos no practicantes se definieron el 26,6% de los encuestados, sobre todos los mayores de 45 años.
Además, según los datos hechos públicos recientemente por la Conferencia Episcopal, Gipuzkoa es el territorio vasco en el que más cae la aportación que se hace a la Iglesia marcando la X en la declaración de la renta. En concreto, la Iglesia católica recibió en 2016 un total de 85.357 asignaciones, frente a las 91.117 que logró en 2015. Esto supone que 5.760 guipuzcoanos menos marcaron esta opción, lo que en cifras significó una caída de 96.546 euros.
Bodas católicas
Otro dato que también atestigua esta pérdida de la fe cristiana es la impresionante caída del número de matrimonios católicos en los últimos diez años. Si bien es cierto que se celebran menos bodas, desde 2007 el territorio acoge más celebraciones matrimoniales civiles que católicas. En 2016 se celebraron 2.499 bodas en Gipuzkoa, de las cuales 2.022 fueron civiles y tan solo 474 por la Iglesia, según los datos del Instituto Vasco de Estadística (Eustat).
“En cuatro años en Legazpi, he tenido cuatro bodas, prácticamente una por año. Cuando estuve en Azpeitia teníamos unas 20 bodas al año. Recuerdo en la Basílica de Loiola, si querías un día concreto había que pedir con dos años de antelación”, explica el cura de Legazpi Iñigo Mitxelena, que se ordenó sacerdote hace 16 años y ha podido ser testigo de este cambio.
El sociólogo Javier Elzo explica que el primer y “fortísimo” proceso de secularización, es decir, de desaparición de los valores religiosos, ya se produjo en los años 60. En este mismo sentido se pronuncia Jesús Mari Mujika, exprofesor de Ética en Donostia, que asegura que “el poder de influencia y dominio que tuvo la Iglesia en Gipuzkoa fue tal que obligó a los habitantes de aquí a ser obedientes”. “Al final de la década de los 60 llegaron los aires de modernidad y secularización. De golpe, como un remolino, nos deslumbró. La juventud quiso ser más libre”, asegura. Y, desde entonces, la evolución empezó a ser muy rápida. “La Iglesia en Gipuzkoa ha perdido mucha fuerza en poco tiempo”, reconoce Mujika.
Elzo recuerda que hubo una época en la que se decía que “lo más importante no era ir a misa, sino ser un buen cristiano”. Para este sociólogo, la no insistencia en acudir al culto provoca el “desenganche” de las prácticas religiosas. “La no práctica religiosa lleva a la descristianización”, insiste.
Así, señala que el primer “desenganche” que se produce es que la gente deja de ir a misa. Y, además, también ha ocurrido otro fenómeno “extremadamente llamativo” que es “la desaparición de la transmisión religiosa”. “El ‘cómo voy adoctrinar a mi hijo en la fe, cuando sea mayor ya decidirá’. Es muy curioso que este fenómeno no se aplica en el campo político”, afirma Elzo.
La realidad de hoy en día se traduce en que “no es tal la afectación del hecho religioso”, según apunta José Ignacio Iztueta, párroco de Alegia, que se encarga de otras once parroquias pequeñas ante la falta de curas. Y es que este es otro dato que ha caído en los últimos años. En la Diócesis de Donostia hay 227 sacerdotes, de los cuales 133 son mayores de 75 años, otros 22 llegarán a los 75 en cuatro años y sólo cinco son menores de 40.
“Hace 50 años en Gipuzkoa había unos 800 curas”, reconoce el párroco de Legazpi, que asegura que hay relevo pero “poco a poco”, por lo que no es “como antes” que en las iglesias grandes había “cuatro, cinco, seis o diez curas”. Además, actualmente hay once seminaristas que estudian en Pamplona y de esos once, este año han entrado solo cinco nuevos. “Igual Dios nos está hablando con esta escasez de vocación para el sacerdocio pues de una Iglesia distinta”, afirma el párroco de Alegia de 61 años.
Y no sólo no hay relevo generacional entre párrocos, sino que este reemplazo tampoco se produce entre los fieles. Las iglesias ya no están llenas, sino todo lo contrario, y en sus bancos prácticamente se sientan personas mayores. “Esto no es como hace 50 años, donde la iglesia un domingo cualquiera estaba a rebosar, prácticamente todo el pueblo iba a misa. Hoy en día viene la gente que viene”, afirma Mitxelena. “El problema no creo que sea que la gente no va a misa. Tenemos que plantearnos los procesos para ser uno creyente y posibilitarlos”, defiende Iztueta desde Alegia.
Futuro
Ante esta panorama, ¿recuperará la Iglesia el número de fieles o, por el contrario, seguirá perdiendo presencia en el territorio? “La tendencia actual a corto plazo no va a cambiar y mucho menos si la iglesia oficial sigue anclada en sus estructuras. Pero no pienso que el cristianismo esté llegando a su fin, ni siquiera entre nosotros. Sí creo que no volverá la sociedad que, por mera costumbre, haya de ser cristiana”, resume el exprofesor de Ética Jesús Mari Mujika.
En este mismo sentido se pronuncia el sociólogo Javier Elzo, que cree que “a corto plazo”, la desafección de los guipuzcoanos con respecto a la religión “no tiene arreglo”. “En estos momentos hay una visión de Euskadi secular. La Iglesia tiene muy mala fama, la fe religiosa es entendida como de otros tiempos ligada al franquismo y a la derecha. A corto plazo no creo que se haya tocado suelo”, insiste Elzo.
Pero a “largo plazo” la situación podría cambiar. La tesis de Elzo, tal y como escribió en su libro ‘Morir para renacer’, es que “si no muere una determinada Iglesia, no puede renacer”. “Si la Iglesia se transforma tiene una posibilidad de dar una respuesta válida a la demanda de espiritualidad que hay en la sociedad”, afirma Elzo, que asegura que habrá que esperar “una o dos generaciones” para que esta situación remonte. “Lo que hace falta es que esa Iglesia muera”, asevera.
Para el párroco de Alegia el futuro de la Iglesia estará conformado por “unas comunidades cristianas pequeñas, no como antes que todo el pueblo era creyente”. Por su parte, Mujika insiste en que se podrá ser cristiano de forma “más personal, en pequeñas comunidades convencidas”. “Creo que eso a la larga será positivo, porque cuando creer resulta más fácil que pensar, ahí hay que tener mucho cuidado”, señala.
Esta tesis la comparte el párroco de Legazpi, que asegura que el futuro de la religión “va a ser de una realidad muy reducida”. “Europa en general va a ser un continente a reevangelizar”, afirma Mitxelena.
Y es que en Gipuzkoa “es evidente que se ha producido un gigantesco descenso de las prácticas socioreligiosas”, según el sociólogo Javier Elzo, que no es el único que reconoce este fenómeno que vive el territorio.
La desconexión de los guipuzcoanos con respecto a la religión ya la puso de relieve la encuesta ‘Cultura política de la población guipuzcoana 2017’, realizada por la empresa Aztiker Soziologia Ikergunea, que fue presentada en diciembre en la Diputación Foral. En ella, se revelaba que el 26,9% de la población del territorio se consideraba atea. Y de este porcentaje, la mayor parte eran jóvenes de 16 a 29 años, un 52,3%, mientras que el 37% tenían entre 30 y 44 años. Además, un 16,6% de los encuestados se definieron como agnósticos o indiferentes a la religión.
Por el contrario, solo un 17,4% dijo ser católico practicante, el 46,2% de una edad mayor a 65 años, mientras que como católicos no practicantes se definieron el 26,6% de los encuestados, sobre todos los mayores de 45 años.
Además, según los datos hechos públicos recientemente por la Conferencia Episcopal, Gipuzkoa es el territorio vasco en el que más cae la aportación que se hace a la Iglesia marcando la X en la declaración de la renta. En concreto, la Iglesia católica recibió en 2016 un total de 85.357 asignaciones, frente a las 91.117 que logró en 2015. Esto supone que 5.760 guipuzcoanos menos marcaron esta opción, lo que en cifras significó una caída de 96.546 euros.
Bodas católicas
Otro dato que también atestigua esta pérdida de la fe cristiana es la impresionante caída del número de matrimonios católicos en los últimos diez años. Si bien es cierto que se celebran menos bodas, desde 2007 el territorio acoge más celebraciones matrimoniales civiles que católicas. En 2016 se celebraron 2.499 bodas en Gipuzkoa, de las cuales 2.022 fueron civiles y tan solo 474 por la Iglesia, según los datos del Instituto Vasco de Estadística (Eustat).
“En cuatro años en Legazpi, he tenido cuatro bodas, prácticamente una por año. Cuando estuve en Azpeitia teníamos unas 20 bodas al año. Recuerdo en la Basílica de Loiola, si querías un día concreto había que pedir con dos años de antelación”, explica el cura de Legazpi Iñigo Mitxelena, que se ordenó sacerdote hace 16 años y ha podido ser testigo de este cambio.
El sociólogo Javier Elzo explica que el primer y “fortísimo” proceso de secularización, es decir, de desaparición de los valores religiosos, ya se produjo en los años 60. En este mismo sentido se pronuncia Jesús Mari Mujika, exprofesor de Ética en Donostia, que asegura que “el poder de influencia y dominio que tuvo la Iglesia en Gipuzkoa fue tal que obligó a los habitantes de aquí a ser obedientes”. “Al final de la década de los 60 llegaron los aires de modernidad y secularización. De golpe, como un remolino, nos deslumbró. La juventud quiso ser más libre”, asegura. Y, desde entonces, la evolución empezó a ser muy rápida. “La Iglesia en Gipuzkoa ha perdido mucha fuerza en poco tiempo”, reconoce Mujika.
Elzo recuerda que hubo una época en la que se decía que “lo más importante no era ir a misa, sino ser un buen cristiano”. Para este sociólogo, la no insistencia en acudir al culto provoca el “desenganche” de las prácticas religiosas. “La no práctica religiosa lleva a la descristianización”, insiste.
Así, señala que el primer “desenganche” que se produce es que la gente deja de ir a misa. Y, además, también ha ocurrido otro fenómeno “extremadamente llamativo” que es “la desaparición de la transmisión religiosa”. “El ‘cómo voy adoctrinar a mi hijo en la fe, cuando sea mayor ya decidirá’. Es muy curioso que este fenómeno no se aplica en el campo político”, afirma Elzo.
La realidad de hoy en día se traduce en que “no es tal la afectación del hecho religioso”, según apunta José Ignacio Iztueta, párroco de Alegia, que se encarga de otras once parroquias pequeñas ante la falta de curas. Y es que este es otro dato que ha caído en los últimos años. En la Diócesis de Donostia hay 227 sacerdotes, de los cuales 133 son mayores de 75 años, otros 22 llegarán a los 75 en cuatro años y sólo cinco son menores de 40.
“Hace 50 años en Gipuzkoa había unos 800 curas”, reconoce el párroco de Legazpi, que asegura que hay relevo pero “poco a poco”, por lo que no es “como antes” que en las iglesias grandes había “cuatro, cinco, seis o diez curas”. Además, actualmente hay once seminaristas que estudian en Pamplona y de esos once, este año han entrado solo cinco nuevos. “Igual Dios nos está hablando con esta escasez de vocación para el sacerdocio pues de una Iglesia distinta”, afirma el párroco de Alegia de 61 años.
Y no sólo no hay relevo generacional entre párrocos, sino que este reemplazo tampoco se produce entre los fieles. Las iglesias ya no están llenas, sino todo lo contrario, y en sus bancos prácticamente se sientan personas mayores. “Esto no es como hace 50 años, donde la iglesia un domingo cualquiera estaba a rebosar, prácticamente todo el pueblo iba a misa. Hoy en día viene la gente que viene”, afirma Mitxelena. “El problema no creo que sea que la gente no va a misa. Tenemos que plantearnos los procesos para ser uno creyente y posibilitarlos”, defiende Iztueta desde Alegia.
Futuro
Ante esta panorama, ¿recuperará la Iglesia el número de fieles o, por el contrario, seguirá perdiendo presencia en el territorio? “La tendencia actual a corto plazo no va a cambiar y mucho menos si la iglesia oficial sigue anclada en sus estructuras. Pero no pienso que el cristianismo esté llegando a su fin, ni siquiera entre nosotros. Sí creo que no volverá la sociedad que, por mera costumbre, haya de ser cristiana”, resume el exprofesor de Ética Jesús Mari Mujika.
En este mismo sentido se pronuncia el sociólogo Javier Elzo, que cree que “a corto plazo”, la desafección de los guipuzcoanos con respecto a la religión “no tiene arreglo”. “En estos momentos hay una visión de Euskadi secular. La Iglesia tiene muy mala fama, la fe religiosa es entendida como de otros tiempos ligada al franquismo y a la derecha. A corto plazo no creo que se haya tocado suelo”, insiste Elzo.
Pero a “largo plazo” la situación podría cambiar. La tesis de Elzo, tal y como escribió en su libro ‘Morir para renacer’, es que “si no muere una determinada Iglesia, no puede renacer”. “Si la Iglesia se transforma tiene una posibilidad de dar una respuesta válida a la demanda de espiritualidad que hay en la sociedad”, afirma Elzo, que asegura que habrá que esperar “una o dos generaciones” para que esta situación remonte. “Lo que hace falta es que esa Iglesia muera”, asevera.
Para el párroco de Alegia el futuro de la Iglesia estará conformado por “unas comunidades cristianas pequeñas, no como antes que todo el pueblo era creyente”. Por su parte, Mujika insiste en que se podrá ser cristiano de forma “más personal, en pequeñas comunidades convencidas”. “Creo que eso a la larga será positivo, porque cuando creer resulta más fácil que pensar, ahí hay que tener mucho cuidado”, señala.
Esta tesis la comparte el párroco de Legazpi, que asegura que el futuro de la religión “va a ser de una realidad muy reducida”. “Europa en general va a ser un continente a reevangelizar”, afirma Mitxelena.
Legazpi recupera su procesión tras 40 años de ausencia.
El párroco asegura que la “imaginería” de Semana Santa llega “al corazón” de las personas. “Toca a nivel emocional”, insiste.
R.G. | Noticias de Gipuzkoa, 2018-04-01
http://www.noticiasdegipuzkoa.eus/2018/04/01/sociedad/legazpi-recupera-su-procesion-tras-40-anos-de-ausencia
Pese a la caída de la religión católica que se ha producido en el territorio guipuzcoano en los últimos años, hay lugares que van contracorriente y que están consiguiendo rescatar tradiciones que ya parecían extinguidas. Es el caso de Legazpi, que este año ha recuperado su procesión, que llevaba sin salir desde 1979.
El año pasado, varias personas del pueblo le pidieron al párroco, Iñigo Mitxelena, que intentara recuperar este acto para que saliera durante la Semana Santa de 2018. “Yo les dije que sin problema, porque todo estaba guardado, pero que se necesitaba gente”, explica el cura.
Por eso, crearon un grupo de WhatsApp en el que participaron 60 personas y se pusieron manos a la obra para conseguir financiación y rescatar así la procesión. “Ha habido todo tipo de colaboración, no sólo de la gente que llevó las imágenes, sino de personas que han hecho distintos trabajos para recuperarlas, porque llevaban 40 años guardadas y estaban sucias, con mucho polvo y algunas tenían golpes”, señala Mitxelena. Así, un grupo de mujeres ha vendido durante los últimos meses repostería al terminar la misa de los domingos, mientras que varias costureras han arreglado las túnicas para que todo estuviera listo el pasado Domingo de Ramos.
La procesión recuperó lo que era el recorrido tradicional, es decir, salir por la puerta principal de la parroquia hacia la que se conoce como calle Vieja y dar una vuelta por kale Nagusia para terminar volviendo a la iglesia.
Mitxelena cree que esta “imaginería” de Semana Santa llega “al corazón” de las personas, pese a la desafección religiosa que existe en Gipuzkoa. “El tema de Semana Santa toca a mucha gente a nivel emocional”, insiste, por eso se muestra muy contento al haber podido recuperar esta tradición.
Mitxelena reconoce que “igual el sermón de un cura no toca tanto el corazón” de la gente como sí lo hace “el poder observar una imagen de devoción”, como pudieron comprobar los vecinos de Legazpi el pasado Domingo de Ramos.
El año pasado, varias personas del pueblo le pidieron al párroco, Iñigo Mitxelena, que intentara recuperar este acto para que saliera durante la Semana Santa de 2018. “Yo les dije que sin problema, porque todo estaba guardado, pero que se necesitaba gente”, explica el cura.
Por eso, crearon un grupo de WhatsApp en el que participaron 60 personas y se pusieron manos a la obra para conseguir financiación y rescatar así la procesión. “Ha habido todo tipo de colaboración, no sólo de la gente que llevó las imágenes, sino de personas que han hecho distintos trabajos para recuperarlas, porque llevaban 40 años guardadas y estaban sucias, con mucho polvo y algunas tenían golpes”, señala Mitxelena. Así, un grupo de mujeres ha vendido durante los últimos meses repostería al terminar la misa de los domingos, mientras que varias costureras han arreglado las túnicas para que todo estuviera listo el pasado Domingo de Ramos.
La procesión recuperó lo que era el recorrido tradicional, es decir, salir por la puerta principal de la parroquia hacia la que se conoce como calle Vieja y dar una vuelta por kale Nagusia para terminar volviendo a la iglesia.
Mitxelena cree que esta “imaginería” de Semana Santa llega “al corazón” de las personas, pese a la desafección religiosa que existe en Gipuzkoa. “El tema de Semana Santa toca a mucha gente a nivel emocional”, insiste, por eso se muestra muy contento al haber podido recuperar esta tradición.
Mitxelena reconoce que “igual el sermón de un cura no toca tanto el corazón” de la gente como sí lo hace “el poder observar una imagen de devoción”, como pudieron comprobar los vecinos de Legazpi el pasado Domingo de Ramos.