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martes, 13 de noviembre de 2018

#hemeroteca #sexo | ‘Sextech’: en 2050 el sexo entre personas y robots superará al de los humanos

Imagen: El País / Alicia Vikander y Sonoya Mizuna en 'Ex machina'
‘Sextech’: en 2050 el sexo entre personas y robots superará al de los humanos.
La alta tecnología aplicada al sexo nos permitirá, en muy poco tiempo, experimentar casi cualquier práctica sexual que exista, aunque no suceda en nuestro cuerpo.
Rita Abundancia | SModa, El País, 2018-11-13
https://smoda.elpais.com/placeres/sextech-sexo-personas-robots/

“A partir de 2025, muchos de los hogares más ricos del mundo contarán con un robot sexual. En 2035, la mayoría tendrá un juguete sexual con el que interactuará en realidad virtual y en 2050, el sexo entre personas y robots superará a las relaciones entre humanos”. Así de contundente se mostraba el físico, matemático y futurólogo Ian Pearson en un informe sobre el futuro del sexo que elaboró para Bondara, una marca inglesa de tiendas eróticas online.

Desafortunadamente, la tecnología no parece haber cambiado nuestra vida laboral tan profundamente como había prometido. Sí, manejamos unos sofisticados aparatos (ordenadores) y podemos hablar con cualquiera al otro lado del mundo, pero seguimos atados a un escritorio, a un edificio y a jornadas maratonianas cuando la utopía y la ciencia ficción auguraban una civilización del ocio para el siglo XXI.

Nuestra vida sexual, sin embargo, sí parece vislumbrar futuros alucinantes y los robots son solo la punta del iceberg. “El uso de humanoides para las relaciones sexuales ha creado mucha controversia”, señala Ian Pearson a ‘S Moda’, “sin embargo, no es ni mucho menos lo más inquietante. Aunque también es cierto que las relaciones con ellos se volverán cada vez más complicadas, a medida que éstos se sofistiquen y desarrollen algo similar a las emociones”.

Lo que ya se conoce como ‘sextech’ (alta tecnología aplicada al sexo), trabaja sin descanso para proporcionarnos, en un futuro muy próximo, la posibilidad de acceder a un extenso menú de prácticas sexuales, en las que el cuerpo ya no será un límite. Como Pearson apunta, “la gente podrá hacerse un replicante, exactamente igual, y tener (literalmente) sexo consigo mismo. La realidad virtual nos permitirá tener relaciones a distancia y sentir besos, caricias y contactos, gracias a sensores conectados a pantallas táctiles que envían mensajes al cerebro. Será fácil materializar la fantasía que cualquiera imagine, o fabricar la réplica de alguien que ya haya muerto. Es ya factible suspender, temporalmente, la consciencia para percibir sensaciones de otros cuerpos. Por ejemplo, si se quiere experimentar el cambio de sexo. O podemos intercambiar cuerpos, tener relaciones íntimas y que cada uno sienta lo que siente el otro. La gente podrá experimentar tener otro sexo, otra edad. Y estas múltiples posibilidades traerán problemas morales y legales (nada impide a un pedófilo tener un niño robot para el sexo); porque la tecnología avanza mucho más rápido que la sociedad, la política o las leyes”.

Siguiendo con esta película de ciencia ficción en la que la imaginación no tiene límites, Pearson apunta también la “posibilidad de crear nuevos tipos de sexo, nuevos genitales. ¿Por qué no inventar más sexos, en vez de quedarnos solo con dos? Podemos crear 20 nuevos géneros. Fabricar genitales y dotarlos de sensibilidad erótica y capacidad de llegar al clímax.

Se podrán tener orgasmos con estimulación electrónica, activando las áreas del cerebro que se encienden durante el sexo. Tan solo hace falta un implante, muchos robots lo tienen, y cada vez que se presione un botón se generará un orgasmo de 15 a 17 segundos de duración”.

En este momento, Ian trabaja en lo que se llama ‘active skin’ o ‘electronic skin’, una invención suya de 2001, que permite grabar sensaciones para recrearlas después. “Por ejemplo, si tienes buen sexo con un excelente amante, puedes grabarlo y luego recrear esa sesión cuando él esté lejos, hablando por teléfono. O tener una relación con alguna celebrity, grabarla y luego venderla por Amazon para que otro la disfrute. Esta habilidad de registrar, guardar y luego recrear sensaciones permitirá abrir bibliotecas con experiencias de todo tipo, perpetradas por toda clase de gente, a las que cualquiera podrá acceder”, afirma este experto.

La pregunta es, ¿podremos asimilar todos estos cambios?

La posibilidad de acceder a un menú casi ilimitado de experiencias con, prácticamente, cualquier miembro de la humanidad o de la comunidad humanoide, genera un cierto vértigo. Especialmente, cuando el motivo por el que más personas acuden a la consulta de un sexólogo es la falta de deseo. No tenemos apetito y el futuro nos invita amablemente a una bacanal con cientos de platos que debemos, al menos, probar (so pena de convertirnos en unos cursis o unos casposos). La expresión ‘hacer el amor’ pronto caerá en desuso porque el amor o el sexo ya vendrá hecho, como cualquier plato precocinado. Tan solo habrá que accionar el dispositivo, ponerse los sensores y experimentar sensaciones de muchos decibelios.

“No soy psicólogo ni un experto en la mente humana”, comenta Pearson, “pero no es difícil imaginar que habrá muchas personas que no puedan asimilar todos estos cambios, que se vuelvan adictas o que tengan problemas de identidad de género, al existir todas estas posibilidades. Surgirán nuevas patologías sexuales y existe el riesgo de que la hostilidad entre los dos sexos (hombres y mujeres) se acentúe”, señala Ian.

En el bando de los positivistas, los que ven la botella medio llena, figuran numerosas empresas que ven en el sextech un negocio con mucho potencial. Bryony Cole es CEO en Future of Sex, una plataforma creada en 2016 que engloba las nuevas tendencias en sexualidad que nos traerá la alta tecnología y las canaliza hacia el gran público o los diferentes mercados a través de charlas, eventos, investigación o formación. “Más que de cibersex nosotros hablamos de sextech; es decir, cualquier tecnología diseñada para mejorar la sexualidad”, apunta Cole a ‘S Moda’. “El sextech abarca un ámbito más amplio y su mercado está valorado en 30 mil millones de dólares. Su aportación tendrá un gran impacto en ciertas poblaciones como los mayores o las personas con discapacidades, que generalmente tienen un limitado acceso a la salud, al bienestar sexual y a productos y servicios íntimos. Lo que supone también una gran oportunidad para los inversores. En el futuro yo veo el sextech mejorando la sexualidad de la gente y la educación sexual de los jóvenes. La realidad virtual puede ser una excelente arma para la terapia sexual y la moderna tecnología una forma efectiva de atajar y reducir las agresiones sexuales”.

Si la revolución sexual de los años 70 supuso desligar el sexo de la reproducción (gracias a la píldora anticonceptiva) y del amor (sexo casual); la alta tecnología nos promete, a través de sensores, humanoides y realidad virtual, proporcionarnos el mejor sexo posible, fisiológicamente hablando. “Los robots y los modernos mecanismos tendrán acceso directo a las áreas erógenas del cerebro. Algo imposible, incluso para el amante más experto”, asegura Ian Pearson.

Pero el futuro también lo conforman los avances científicos en materia sexual y fisiológica. Y si, a día de hoy todavía no parece que acabemos de entender del todo cómo funciona nuestro organismo, nos queda aún mucho por descubrir en el misterioso y apasionante campo de la sexualidad humana. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “las investigaciones, se centran ahora en la parte orgánica de la sexualidad femenina; y eso se debe a que se han incorporado a la sexología médicos y no solo psicólogos, como era más habitual antes. ¿Qué neurotransmisores intervienen en la satisfacción o el deseo?, nos seguimos preguntando. Se sigue investigando, desde el punto de vista anatómico y fisiológico, el punto G y el clítoris, cuyo funcionamiento entraña todavía grandes lagunas y el complejo uretro-clitoridiano-vaginal. Curiosamente, la investigación está centrada ahora en el cuerpo y no tanto en el cerebro, como el cibersex”.

¿Es el fin del sexo la consecución del placer (el orgasmo), o el camino que hay que recorrer para llegar hasta él? “Yo en el futuro veo que habrá dos corrientes”, apunta Molero, “los que se vuelquen en estas nuevas tecnologías, que crearán sus adicciones, y los que vuelvan a una sexualidad más analógica, más natural. El sexo está ligado a tres elementos: placer, reproducción y comunicación erótica. Y es muy probable que ese placer aséptico, que podamos tener gracias a los nuevos mecanismos no nos sea suficiente. No nos sacie, porque nos falta el contacto con otro. ¿Dónde queda la conquista, el juego, la incertidumbre, la motivación personal, la aventura (con sus éxitos y fracasos) o la seducción cuando uno tiene un dispositivo que puede apretar y que le proporciona un orgasmo instantáneo?”.

miércoles, 6 de junio de 2018

#hemeroteca #sexofobia #feminismo | Follar con empatía: otra lección puritana que se disfraza de feminismo

Imagen: ctxt / Frresco en Pompeya
Follar con empatía: otra lección puritana que se disfraza de feminismo.
Hablar de “sexo patriarcal” para criminalizar las situaciones donde el varón tiene la iniciativa es un intento muy feo de condenar al hombre como eterno enemigo y crear la idea de que el sexo es territorio hostil para las mujeres.
Loola Pérez | ctxt, 2018-06-06
http://ctxt.es/es/20180606/Firmas/19986/follar-empatia-sexo-patriarcal-feminismo-Loola-Perez.htm

Las limitaciones del feminismo hegemónico en relación al sexo se han puesto sobre la mesa tras ese torbellino denominado #MeToo y más recientemente, en España, a través de la sentencia de la Manada o la puesta en libertad de ‘la Manada de Murcia’. La indignación, que comparto, ha dado paso a un panorama plagado de pánico moral e histeria colectiva del que trato de marcar distancia.

Lejos de abdicar aquí, las vacas sagradas del –ismo de moda echan más leña al fuego y colocan en el imaginario social eslóganes tan zafios como “es una guerra” o mensajes que afirman rotundamente que si no follas con empatía es violación, que sugieren que allí y donde no haya empatía es sexo patriarcal o que la iniciativa sexual masculina es un ejercicio de dominación. Al respecto, me pregunto sobre qué será lo siguiente: ¿sugerir que el coito sin contrato es violación? ¿Habilitar plataformas de consentimiento sexual para que todo quede registrado en una base de datos?

Mis dudas también afloran en cuanto a la expresión “sexo patriarcal” y al uso que se hace de la misma. No voy a negar que en las relaciones sexuales, en la seducción o en la coquetería se puedan dar actitudes machistas o misóginas. Sin embargo, hablar de “sexo patriarcal” para criminalizar aquellas situaciones donde el varón tiene la iniciativa sexual o donde el deseo no es correspondido me parece un intento feo, muy feo, de condenar, por un lado, al hombre como eterno enemigo y crear, por otro, la idea de que el sexo es territorio hostil para las mujeres.

El sexo patriarcal que yo conozco se llama violencia sexual y por tanto, esas situaciones incómodas en las que él se corre y yo no, que muestran la apetencia de él y mi particular desgana o que están sujetas a algún malentendido no tienen cabida aquí. ¿Tanto cuesta entender que cada persona es responsable de su placer? ¿Tan difícil es asumir que el hecho de que un tío tenga iniciativa sexual no es sinónimo de abuso, violación o actitud de dominio? ¿Por qué nos deberíamos sentir agredidas y ofendidas ante la evidencia de que hay amantes hábiles y otros sumamente torpes? ¿Tan débiles somos las mujeres que no podemos lidiar con una experiencia incómoda en nuestra intimidad? ¿Necesitamos protección hasta cuando no nos corremos?

Pretender, en el nombre del feminismo, que los tíos tengan un código de conducta adecuado en el terreno sexual para satisfacer el deseo de las mujeres es, bajo mi juicio, una forma más de control social de la sexualidad. Prefiero la libertad de expresión antes que cualquier autoritarismo bienintencionado, que bajo la promesa de darme seguridad física, quiera colarse en mi cama. Pienso que el camino que debe seguir el feminismo es otro, pues evitar que negociemos, que establezcamos límites, que tomemos decisiones y que expresemos lo que nos gusta y lo que no solo nos relega sólo a una actitud pasiva. Es decir, a la actitud que el patriarcado históricamente ha prescrito en el terreno sexual para las mujeres.

Por supuesto, también tiene miga esto del “sexo con empatía”, como si acaso la empatía tuviera que ser una exigencia para no hacer “sexo patriarcal”. La empatía es una habilidad afectiva, cognitiva y emocional que puede poseer el individuo. Por tanto, no se inscribe como un proceso automático y requiere de cierta destreza para ponerla en práctica en las relaciones interpersonales. La empatía, como muchos sospecharán, mejora cuanto más conocemos a la otra persona. Así, follar con empatía requeriría de contacto, de conocimiento del otro y de cierto grado de compromiso.

En este sentido, yo no niego que se pueda follar con empatía (¡ojo!) del mismo modo que no niego que se pueda follar sin deseo (como hacen muchas trabajadoras sexuales) o que se pueda follar con compasión (¡hay parejas dispuestas a todo!). Considero que lo que diferencia el sexo de la violencia viene marcado por el consentimiento sexual. Lo demás, es un añadido. El peligro está cuando adquiere una pretensión de obligatoriedad o cuando subyace la intención de inscribirse como una ética, como un decálogo de buena conducta. Follar con empatía en el sexo casual es muy difícil e incluso cuando no se trata de un encuentro esporádico, la mayoría de los mortales no follamos para poner a prueba nuestras habilidades de empatía, comunicación y asertividad. ¿No suena esto sumamente ridículo? Quizá el debate sea otro: reconocer que somos sujetos sexuales, que somos seres deseantes y deseados, que nadie es víctima del deseo de nadie, que tu placer no es responsabilidad del otro o que concebir lo políticamente correcto en el sexo nos aburre y deserotiza.

Personalmente, contemplo como la estupidez convive, sin pudor, con el puritanismo en este renovado discurso feminista. Así, avistamos un escenario perturbador donde lo rancio ahora es progre y donde lo progre (o disidente) se condena al ostracismo a través de la manipulación, la difamación y el silencio. En esta tesitura no hay diálogo: Javier Marías es ya siempre el malo, 'Lolita' una peligrosa fantasía masculina, el porno es el máximo exponente de la “cultura de la violación” y ser una zorra, en el sentido que cantaban Las Vulpes, es una expresión machista, si sale de la boca de un tío. La retórica oficial de la élite feminista adquiere cotas de nuevo catecismo: pecados, pecadores y mujeres que solo admiten el calificativo de santas y víctimas protagonizan la ópera de la neurosis, el simplismo y la caliente emotividad.

En el otro lado, habitamos las malas, las malas feministas: las que creemos que Javier Marías, independientemente de las arrugas de su polla, puede tener razón cuando habla de feminismo y mojigatería, que 'Lolita' más allá de una ficción es la historia de una víctima astuta, que el porno es ese erotismo bruto que permite explorar las fantasías sexuales y hacer más interesante la masturbación; y que ser una zorra no pone en jaque nuestra respetabilidad sino que nombra nuestro poder, nuestra capacidad de agencia. Evidentemente hay más, mucho más: detrás de la crítica y la disidencia feminista prolifera una actitud constructiva y comprometida. Esto no es un espectáculo, es un ejercicio de resistencia: no se trata de cambiar de amo, sino de renunciar a ser ovejas. El deseo no cabe en ningún panfleto.

Loola Pérez es graduada en Filosofía e Integración Social. Estudia Sexología y Psicología.

martes, 6 de febrero de 2018

#hemeroteca #puritanismo | Paco Tomás: “Detrás de una campaña como el #MeToo hay puritanismo”

Imagen: El Asombrario / Paco Tomás
Paco Tomás: “Detrás de una campaña como el #MeToo hay puritanismo”.
Manuel Cuéllar | El Asombrario, 2018-02-06
http://elasombrario.com/paco-tomas-metoo-hay-puritanismo/

El periodista y escritor Paco Tomás acaba de recopilar en el libro ‘Algunas razones’ 90 de sus mejores columnas publicadas en medios en los últimos años, incluido ‘El Asombrario’. Un ejercicio impecable de saber escribir... y saber pensar. Y de no morderse la lengua. En esta entrevista lo demuestra a propósito de temas polémicos que necesitan puntos de vista poliédricos. Entre ellos, lo que él califica de invasión de puritanismo hipócrita procedente de EE UU, en redes y en campañas como la de #MeToo, que parece muy feminista pero en realidad, dice, “sigue victimizando e infantilizando a la mujer”.

Anda con una actividad frenética. No solo ha de ocuparse de su programa 'Wisteria Lane' en Radio 5 de Radio Nacional de España y de alimentar a esas fieras hambrientas de medios en los que colabora como columnista: ‘El Diario de Mallorca’ y esta misma revista. También ha de darle de comer a otros monstruos, sus seguidores de Twitter e Instagram, que demandan una atención continua y extenuante en la que, sin embargo, Paco se siente como pez en el agua. Sus disertaciones en la sección de stories de Instagram (es toda una estrella en esta red con más de 14.000 seguidores) empiezan a hacerse famosas, tanto que ha llegado a lanzar una campaña contra el puritanismo en las redes bajo la etiqueta de #SoyInmoral.

Prepara también una serie documental sobre los pioneros del movimiento LGTBI. Pero especialmente anda muy ocupado haciéndolo todo, absolutamente todo, para promocionar y distribuir su último libro, 'Algunas Razones', una ‘enciclopedia’ que resume las que para él han sido sus más interesantes columnas de opinión desde 2001 hasta hoy. Política, cultura, movimiento LGTBI, minorías, injusticias, fenómenos sociales y, sobre todo, la actualidad, vista desde el prisma de su inteligencia, su agudeza y sus lentes enmarcadas en unas gafas de pasta negra que, sin duda, son uno de sus signos de identidad.

Son a menudo artículos que no dejan indiferente, que examinan la realidad desde tantos puntos de vista diferentes que a menudo sorprenden por la lucidez y la claridad de sus reflexiones. Leer a Paco Tomás es una gozada, en esta revista ya lo pueden hacer; imaginaos lo delicioso que resulta si encima es en tinta impresa sobre papel.

P. ¿Eres un romántico del papel?
R. Absolutamente. La mayoría de mis libros han sobrevivido a mis mudanzas. Empiezo ahora a jubilar algunos -el espacio de las casas actuales es reducido-, pero solo los jubilo cuando encuentro un lugar en el que sé que van a estar bien.

P. ¿Como por ejemplo?
R. Una librería de segunda mano que he encontrado en el barrio. Se los bajo a cambio de nada, claro. No quiero hacer negocio con ello. Simplemente necesito saber que van a tener una segunda o tercera oportunidad. Algunos de mis libros favoritos han llegado a mí porque otra persona decidió darles también una segunda o tercera oportunidad, y se han quedado para siempre.

P. Con todo lo que se edita en España, que en muchas ocasiones es sorprendente no solo por lo estrambótico de las propuestas sino por lo dudoso de su calidad, ¿cómo te has decidido por la autoedición?
R. Pensé autoeditarme la primera novela –‘Los lugares pequeños’, publicada en mayo de 2015 por la editorial Punto en Boca- y me disuadieron. Me alegro de que fuera así. Pero con este libro, un compendio de artículos, pensé que desde un punto de vista editorial podía interesar poco. Hubo una editorial que se interesó, pero por circunstancias no entró en su proyecto. Pero sobre todo quise autoeditarme para saber cuántos lectores reales puedo tener, así por encima. Aunque también pesó, desde luego, que estaba muy desencantado de la industria editorial.

P. ¿Por qué?
R. Me parece que el reparto es muy injusto. El autor se lleva un 10% -¡en el mejor de los casos!- y el resto se pierde por el camino. Muy injusto que una persona que ha podido estar año o año y medio escribiendo una novela… Paso toda la vida escribiendo, pero me cuesta escribir. Escribir es bajar a la mina, también. Es un curro, es un trabajo, necesita disciplina y esfuerzo y dedicación… Que eso sea un 10%. Es que no puedes vivir si te dedicas a escribir. Cada vez hay más gente que pide que le hagas artículos gratis, que colabores en sus publicaciones gratis y al final te preguntas de qué vas a vivir.

Hice 500 ejemplares. Así que la autoedición me aseguraba que si vendía un libro a 18€, los 18€ serían para mí. Aunque parezca muy pueril, ese fue un verdadero motor a la hora de pensar en autoeditarme. No arriesgué con una novela, porque pensé que eso podía tener una lectura más frustrante al final, así que me lancé a ver qué pasaba con los artículos.

P. ¿Y cómo va?
R. De momento, bien. Si pensamos que el libro salió a mitad de diciembre, la verdad es que bien. Tendría que contar, pero creo que voy por la mitad. Todavía tengo cajas en casa que a veces miro y pienso: Como no venda 500, qué vergüenza. (Ríe).

P. Eso sí, el libro se está leyendo en un montón de lugares diferentes del mundo.
R. Eso es gracias a las redes sociales. Creo que tiene que ver con Instagram y con Twitter. Porque en mi opinión Facebook ha muerto.

P. Estás muy cabreado con Facebook últimamente.
R. Sí. Sobre todo estoy muy cabreado con sus normas, que censuran de forma muy puritana. Es cierto que Facebook e Instagram son la misma empresa, pero la famosa norma de los desnudos es un poco más laxa en Instagram que en Facebook. Las normas comunitarias de las redes sociales tienen la moral de Estados Unidos. Un alemán, francés o español no sabe bien de qué le están hablando cuando le dicen que no puede subir una foto en pelotas con sus amigos o amigas en una playa nudista. Tiene que ver con la moral muy conservadora en el aspecto sexual de los estadounidenses. Es una moral muy hipócrita que no tiene ningún conflicto con retratar a una familia con armas, pero sí con un pezón femenino. No podemos hacer que esa moral sea la que marque la lucha feminista en Europa.

P. ¿Sabes que se sospecha que esa norma se ha hecho más laxa en Instagram porque varias famosas decidieron subir fotografías desnudas?
R. Lo gracioso es que a esas fotos las llamen desnudos artísticos. Creo que el contenido pornográfico está tan claro y tan definido que me parece una chorrada. Mira, el gran peligro del siglo XXI es esa justificación cada vez más utilizada de “la protección del menor”. Eso se está utilizando para imponer una serie de filtros en las redes sociales, pero también es el mismo argumento con el que Rusia ha creado toda su ley de propaganda antigay. Siempre es la protección del menor. No deja de ser una hipocresía mayúscula, cuando hoy los menores saben perfectamente dónde tienen que ir a buscar pornografía en la red. No la buscan en Instagram ni en Facebook, saben perfectamente adónde tiene que ir. Y evidentemente, bajo esa presunta protección del menor, se enmascaran los prejuicios del adulto que utiliza a los menores de edad como escudos humanos con los que justificarse. Y es mezquino e indignante, porque esa protección no es verdad. No era verdad con la famosa cabalgata de las reinas y tampoco es verdad con los pezones y los desnudos de Instagram.

P. Ya que hablas de Rusia, ¿cómo valoras el hecho de que ese país vaya a celebrar un Mundial de fútbol sin mayor contestación de la comunidad internacional?
R. Si te das cuenta, todo lo que tiene que ver con los Derechos Humanos de la población gay, lésbica, transexual o bisexual, siempre tiene una reacción de la comunidad internacional ‘muuuuuy’ relajada. Mucho. ¿Cuánto tiempo llevamos hablando de campos de concentración gais en Chechenia? ¿Cuánto tiempo llevamos hablando de que hay personas asesinadas y torturadas simplemente por su orientación sexual, no solo en países del Este sino en muchos lugares de Latinoamérica? ¿Pasa algo? La repuesta es: nada. ¿Cuántas noticias hemos visto en el telediario que abran un informativo con eso? Ese es el matiz. Si mañana hay un holocausto de la población kurda, por poner un ejemplo, abrirían los informativos con eso. Pero si a quien se mata es a personas por su orientación sexual, en las reuniones de redacción parece que el planteamiento es este: ‘ya, pero no los matan porque son maricones, los matarán por otras cosas’.

Cuando nos enteremos de verdad de lo que está pasando en Chechenia -ya se están asegurando ellos de que ninguna ONG ni observadores internacionales entren allí a ver qué está pasando- cuando nos enteremos, entonces igual sí abrirá los telediarios.

P. A raíz de un artículo publicado recientemente en esta revista, un lector comentó lo preocupante que le resultaba que los medios tradicionales en España, en general, hayan pasado a ser puras plataformas de marketing en vez de lugares en los que ejercer la crítica.
R. Cuando los principios de la economía neoliberal han entrado en nuestra manera de relacionarnos y en nuestra vida, todo se ha alterado. Los medios de comunicación siempre han tenido un capital detrás, siempre han tenido una ideología, pero ahora solo se mueven por factores de rentabilidad y en muchos momentos ese factor es incompatible con la verdad. Ahora, por ejemplo, es más importante que coloques un titular que haga que la gente pinche en el enlace, aunque ese titular no se ajuste del todo a la verdad. Lo importante es que contabilice el número de visitas. Al final, eso que parecía que solo ocurría en los pequeños medios de comunicación no es verdad. Sucede en los grandes también. Así que vivimos uno de los momentos de mayor desinformación de la historia.

P. Es paradójico que tengamos tantos canales de información, pero estemos peor informados que nunca.
R. Tenemos tantos canales que ha llegado un momento en el que no sabemos si estamos bien informados o no. Ha llegado un momento en el que, por ejemplo, no sé qué tengo que retuitear. He retuiteado cosas que a los dos días o se han desmentido o incluso el propio devenir de la propia información les ha dado un giro de guión. Retuiteé a la mujer aquella a la que le habían roto los dedos el 1-O y luego resultó que no le habían roto los dedos. Y retuiteé al chaval que lloraba porque era acosado en el colegio y resulta que era de una familia supremacista que pegaba a los negros.

Creo que se ha perdido la profesionalidad. Al principio de las redes, esa inmediatez suponía, frente al papel, algo muy bueno, y era que cualquiera podía informar. Pero cuando abres esa puerta, entra todo. Y la profesionalidad que tienes y defiendes con tu cara y tu nombre.

P. ¿Qué te parece esa cruzada del PP en contra del anonimato en las redes?
R. A mí no me gusta el anonimato. Solo lo entiendo si tienes que proteger tu integridad física. Si vas a declarar contra la mafia siciliana, es comprensible que lo puedas hacer anónimamente. Si soy garganta profunda y te voy a contar la trama Gurtel, quiero que me asegures que podré sobrevivir y que no va a haber un accidente por casualidad. Eso lo entiendo. Pero para intercambiar información, por qué debes ser anónimo.

P. Pero también hay que tener en cuenta que con las nuevas leyes aprobadas en el Parlamento no puedes hacer, por ejemplo, un chiste de Carrero Blanco sin jugártela.
R. Que haya habido este tipo de tijeretazos a la libertad me parece fatal. Se podría argumentar que ese sentido del humor es de muy mal gusto, pero no se puede prohibir que alguien gestione su sentido del humor como quiera, aunque a otro no le haga ni puta gracia. Pero otra cosa distinta es el anonimato. En los comentarios a los artículos y noticias, por ejemplo. Me gustaría que la gente que comenta apareciera con nombre y apellidos y su foto, como aparece la del autor de la noticia o del artículo. Igual que a mí o a cualquier otro colaborador de ‘El Asombrario’ nos pueden partir la cara por la calle por haber escrito esto o lo otro, yo quiero ver la cara y el nombre de quien escribe un comentario. Porque si alguien dice “eres un maricón de mierda, hijo de puta, y te vamos a matar”, yo quiero saber quién lo está escribiendo.

P. Hablemos de la actualidad, que es de lo que se nutren fundamentalmente tus columnas. En el caso de la campaña del #MeToo de Estados Unidos contra el acoso, ¿estás con las norteamericanas o con las francesas, que han publicado un manifiesto tratando de matizar?
R. Detrás de una campaña como el #MeToo hay puritanismo. Estoy con la corriente francesa absolutamente. Creo que detrás del #MeToo se esconde todo el puritanismo y conservadurismo que están asolando el planeta. Detrás del #MeToo hay una necesidad de seguir victimizando e infantilizando a la mujer como una persona que no es capaz de decidir dónde, cuándo y cómo se enfrenta a la seducción o a las relaciones con el otro sexo o con su mismo sexo. Me parece que es una manera más de convertir a la mujer en un ser ingenuo e inocente para así poder seguir diciéndole cuándo tiene que amar, de qué manera tiene que amar, de qué manera se tiene que vestir, de qué manera tiene que relacionarse.

Obviamente esto no significa, en ningún momento, que haya que asumir nada de lo que ha sucedido. Es decir: Harvey Weinstein es un hijo de la gran puta, se mire como se mire. Eso está claro. Pero pienso: ¿qué puede hacer ahora una mujer a la que le guste que la seduzcan? ¿Cómo se enfrenta esa mujer a un hombre supuestamente acobardado que piensa ‘no vaya a ser que me digan que estoy acosando a esta señora’? Ha llegado un momento en el que confundimos al pesado con el acosador. No. El pesado es el pesado y el acosador es otra cosa muchísimo más seria que no tiene nada que ver. No creo que ninguna de esas mujeres, como quieren hacernos ver algunas mujeres españolas, estén equivocadas.

P. ¿A qué te refieres?
R. Hay muchas actrices y tuiteras que han encontrado en este asunto un filón donde agarrarse, pero me parece que hay que ser un poquito más consecuentes y realistas. Evidentemente, nadie está a favor del acoso, de que una persona te obligue a hacer algo que no quieras hacer, pero, a partir de ahí, habría que elevar el debate.

P. ¿Y qué te parece el caso de Kevin Spacey?
R. Si lo de Kevin Spacey es delito, yo he podido estar delinquiendo gran parte de mi vida. He intentado robar besos muchas veces, y me he llevado cobras como catedrales. Pero ¿eso es acoso? No. Es un pesado que ha intentado darme un beso.

P. ¿Qué te pareció el vídeo de los Reyes?
R. Creo que lo mejor es verlo sin sonido. (Ríe a carcajadas) Porque si lo ves con sonido, pues da miedo. Hay que verlo sin sonido o doblado por alguien.

P. ¿Qué banda sonora le pondrías?
R. Una sesión de Sofía Cristo. Yo siempre he sido mucho más de una primera dama que de una Reina, la verdad. Siempre me ha interesado más Jackie Kennedy, Carla Bruni o Michelle Obama que una Reina. Me fascina ese interés de la monarquía por intentar aparentar naturalidad cuando no hay nada más ficticio que su propia esencia.

Pero es que todo, hasta la monarquía, se gestiona con criterios de rentabilidad. Ya saben que ese vídeo no va a cambiar la opinión de un republicano o de una persona de izquierdas. Ellos lo que quieren es satisfacer al monárquico y este tipo de vídeos al monárquico le vienen muy bien. Es como el PP en Cataluña: la da por perdida y le da igual perder en Cataluña si se asegura que va a ganar en el resto de España.

P. ¿Cómo es posible que hayamos llegado al punto de ser el país de ‘nunca pasa nada’? Por mayúsculo que sea el escándalo, nunca pasa nada. M punto Rajoy, Urdangarín, Lezo, Gurtel, 3%, Eres… y ‘nunca pasa nada’. Salimos casi a caso de corrupción por semana, pero ‘nunca pasa nada’.
R. Yo no sé si es que somos el país con más paciencia del mundo… Me preocupa mucho un país al que todo le da igual. Por eso me da más miedo la gente que se abstiene que la que vota al PP o a VOX. Porque la gente que realiza el acto de acudir a votar está participando. Está siendo fiel a sus ideas, que para mí pueden ser espantosas, pero está participando. La abstención es algo que no soporto. Y creo que ese es el problema de España. Cada vez nos hemos creído más que no participar, que la no acción, también es una manera de rebelarse. Y no. Eso es la nada.

P. Algunas encuestas dan a Ciudadanos arrasando en las próximas elecciones.
R. Me parece lógico. El PP ha vivido durante muchas décadas de aglutinar desde el fascista hasta una derecha moderada mucho más europeísta. Les viene muy bien que esa fragmentación que la izquierda lleva viviendo décadas la empiecen a probar un poquito. Ciudadanos me da mucho miedo, pues los del PP ya sé, más o menos, hasta dónde son capaces de llegar, pero Ciudadanos todavía es una incógnita.

P. ¿Cuáles son los nuevos retos del colectivo LGTBI en España?
R. Primero hay que conseguir la igualdad y la no discriminación reales. Están ahí, pero no son reales. Y creo que se tienen que sentar los activistas y replantearse hacia dónde hay que ir. Creo que hay un problema de concepto. Hay que pensar si seguir incorporando letras es bueno o no. Ya la i me parece un poco metida con calzador, porque no todas las personas intersexuales se consideran representadas por la lucha LGTB, por ejemplo. Y luego creo que hay que volver al pensamiento teórico. Toda la lucha se ha hecho a golpe de necesidades. Necesidades de lucha inmediata, contra algo que nos agredía o para conseguir algo que no teníamos. Pero no ha habido mucha reflexión. Lo que se necesita es que, una vez que se apruebe la ley de igualdad LGTBI, hay que sentarse a darle un contenido teórico al pensamiento. Parece que ser gay, o lesbiana o la lucha trans, parece que estuviera todo hecho. Y claro que hay que luchar. Mira, ha llegado Trump, un presidente claramente homófobo.

lunes, 22 de enero de 2018

#hemeroteca #acososexual #feminismo | Deneuve y el feminismo de las francesas

Deneuve y el feminismo de las francesas.
A Simone de Beauvoir le sorprendieron, ya en 1947, las profundas diferencias que existen entre Estados Unidos y Francia en las relaciones de hombres y mujeres. La cultura francesa considera que la seducción es un juego inocuo y agradable.
Agnès Poirier / Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia | El País, 2018-01-22
https://elpais.com/elpais/2018/01/19/opinion/1516380216_568037.html

Igual que los estadounidenses sienten desde hace mucho tiempo cierta fascinación por las francesas y sus actitudes respecto al amor y el sexo, los franceses se han sentido siempre intrigados por las opiniones de los estadounidenses sobre el sexo, las normas sexuales y las relaciones entre hombres y mujeres. Un ejemplo fue Simone de Beauvoir.

En ‘América día a día’, que escribió cuando vivió en Estados Unidos en 1947, la autora observaba a sus homólogas estadounidenses con una perplejidad que todavía hoy caracteriza las relaciones entre las mujeres de los dos países. “La mujer americana es un mito”, escribió. “Se la suele considerar una mantis religiosa que devora al varón. La comparación es acertada, pero incompleta”.

En Estados Unidos, Beauvoir tuvo la sensación de que existía una especie de muro invisible entre hombres y mujeres que, en su opinión, no existía en Francia. La forma de vestirse de las estadounidenses, escribió, era “violentamente femenina, casi sexual”. Hablaban de los hombres sin ocultar su animosidad: “Una noche me invitaron a una cena solo de chicas: por primera vez en mi vida no sentí que era una cena de mujeres, sino una cena ‘sin hombres’”. Las estadounidenses “no sienten sino desprecio por las francesas, siempre demasiado dispuestas a agradar a sus hombres y demasiado complacientes con sus caprichos, y muchas veces tienen razón, pero la ansiedad con la que se aferran a su pedestal moral es una debilidad”.

Simone de Beauvoir escribiría posteriormente la biblia del feminismo del siglo XX, ‘El segundo sexo’, y sus textos, junto con su rica vida amorosa (que incluyó relaciones con alumnos suyos, tanto hombres como mujeres), siguen inspirando hoy las opiniones de las feministas francesas.

Se han sentido ecos de Beauvoir estos días, en la carta abierta publicada en ‘Le Monde’ y firmada por un centenar de mujeres francesas muy conocidas, entre ellas la actriz Catherine Deneuve y la escritora Catherine Millet, que reclama una actitud más matizada ante el acoso sexual que la que propone la campaña de #MeToo.

“Se quiere acabar con toda la ambigüedad y todo el encanto de las relaciones entre hombres y mujeres”, explicó en la BBC una de las firmantes, la escritora Anne-Elisabeth Moutet. “Nosotras somos francesas y creemos en las zonas grises. Estados Unidos es distinto. Para ellos, todo es blanco y negro, y hacen ordenadores estupendos. Nosotras creemos que las relaciones humanas no se pueden abordar así”. Moutet dice cosas parecidas a las que decía Beauvoir: “En Estados Unidos, el amor se menciona casi exclusivamente en términos higiénicos. La sensualidad solo se acepta de forma racional, que es otra manera de rechazarla”.

En Francia, el escándalo de Harvey Weinstein ha causado tanta impresión como en Estados Unidos, pero de distinta forma. Al principio, muchas actrices francesas —Léa Seydoux, por ejemplo— empezaron a contar públicamente sus historias personales. Poco después de que naciera la campaña de #MeToo surgió un equivalente francés, #BalanceTonPorc (Denuncia a tu cerdo), que se hizo muy popular. Mujeres de todos los orígenes y todos los ámbitos profesionales empezaron a denunciar en Twitter a los depredadores sexuales, a publicar los nombres de antiguos jefes o colegas que presuntamente las habían acosado. El resultado fue una ola de suspensiones y despidos.

Hasta que, unas semanas después, la actitud de Francia empezó a cambiar. Los intelectuales empezaron a expresar su preocupación porque las denuncias estaban yendo demasiado lejos. Catherine Deneuve, en una entrevista televisada, declaró: “No voy a defender a Harvey Weinstein, desde luego. Nunca me gustó. Siempre me pareció que tenía algo inquietante”. Sin embargo, dijo que le parecía estremecedor “lo que está pasando en las redes sociales. Es excesivo”. Y no era la única.

Las recientes exhibiciones de solidaridad entre las mujeres estadounidenses, en la portada de ‘Time’ y en la ceremonia de los Globos de Oro —donde aparecieron vestidas de negro y con los broches de Time’s Up—, tenían algo que pareció provocar la irritación en Francia. En la carta de hace unos días, las firmantes dicen que les preocupa que se haya puesto en marcha la “policía del pensamiento” y que cualquiera que exprese su desacuerdo sea tachado de cómplice y traidor. Señalan que las mujeres no son niñas a las que se deba proteger. Y añaden algo más: “No nos reconocemos en este feminismo que incluye el odio a los hombres y a la sexualidad”.

Aunque sea un cliché, nuestra cultura, para bien o para mal, considera que la seducción es un juego inocuo y agradable, que se remonta a los tiempos del “amor cortés” medieval. Por eso siempre ha habido una especie de armonía entre los sexos que es particularmente francesa. Eso no significa que en Francia no haya sexismo; por supuesto que sí. Tampoco significa que no critiquemos las acciones de hombres como Weinstein. Lo que pasa es que desconfiamos de cualquier cosa que pueda alterar esa armonía.

En los últimos 20 años, aproximadamente, ha surgido un nuevo feminismo francés, importado de Estados Unidos, que ha adoptado esa paranoia antimasculina que describía Beauvoir y que nos es bastante ajena. Se ha apoderado de #MeToo en Francia y se ha manifestado ruidosamente contra la carta encabezada por Deneuve. Hoy, las mujeres francesas también tienen las cenas “de chicas” que le resultaban tan extrañas a Simone de Beauvoir.

Cuando se publicó ‘América día a día’, las estadounidenses se indignaron. La novelista Mary McCarthy no soportó el libro. “’Mademoiselle’ Gulliver en América”, escribió, “que baja del avión como si fuera una nave espacial, dotada de unos anteojos metafóricos, deseosa, como una niña, de probar los deliciosos caramelos de esta civilización lunar tan materialista”.

En muchos aspectos, era fácil reírse de Simone de Beauvoir: tenía un estilo directo, autoritario, confiado, que quizá parecía arrogante a los lectores poco acostumbrados. Pero la reacción epidérmica en Estados Unidos, entonces y ahora, pone quizá de relieve lo acertado de la crítica francesa. Para muchas de nosotras, las palabras de Simone de Beauvoir podrían haberse escrito ayer mismo: “En Estados Unidos, las relaciones entre los hombres y las mujeres son de guerra permanente. Es como si, en realidad, no se gustaran. Como si fuera imposible la amistad entre ellos. Se nota la desconfianza mutua, la falta de generosidad. Su relación, muchas veces, consiste en pequeños agravios, pequeñas disputas, breves victorias”.

Agnès Poirier, escritora y comentarista política, es autora del libro ‘Left Bank, Arts, Passion and the Rebirth of Paris 1940-1950’, de próxima publicación.

sábado, 20 de enero de 2018

#hemeroteca #queer #sexualidad | Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual

Imagen: Parole de Queer / Paul B. Preciado
Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual.
Paul B. Preciado / Traducción de Mayte Cantero-Sánchez | Parole de Queer, 2018-01-20
https://paroledequeer.blogspot.com.es/2018/01/paul-preciado-carta-hombre-trans.html
Publicación original:
Lettre d’un homme trans à l’ancien régime sexual.
Paul B. Preciado | Libération, 2018-01-15

http://www.liberation.fr/debats/2018/01/15/lettre-d-un-homme-trans-a-l-ancien-regime-sexuel_1622570


En reacción al polémico artículo por “le Monde” Paul B. Preciado denuncia la estética grotesca de la heterosexualidad que mantiene a los hombres en la posición de agresores y a las mujeres en la de víctimas.

Señoras, señores, y les otres,

En medio del fuego cruzado que rodea el tema del acoso sexual, querría tomar la palabra como contrabandista entre dos mundos, el de "los hombres" y el de "las mujeres" (estos dos mundos podrían perfectamente no existir pero hay quien se esfuerza en mantenerlos separados por una especie de muro de Berlín del género) para traeros noticias desde la posición de “objeto encontrado” [1] o más bien de “sujeto perdido” durante el trayecto.

No hablo aquí en tanto que hombre perteneciente a la clase dominante, esos a los que se les ha asignado el género masculino al nacer, y que por tanto han sido educados como miembros de la clase gobernante, esos a quienes se les ha concedido el derecho o más bien que exigen (y esta es una clave de análisis interesante) ejercer la soberanía masculina. Tampoco hablo ya como mujer, puesto que he decidido voluntaria e intencionadamente abandonar esta forma de encarnación política y social. Me expreso aquí como hombre trans. Asimismo no pretendo, de ninguna manera, representar ningún colectivo. No hablo ni puedo hablar como heterosexual, ni como homosexual, si bien conozco y habito ambas posiciones, ya que cuando alguien es trans estas categorías se vuelven obsoletas. Hablo como tránsfuga de género, como fugitivo de la sexualidad, como disidente (a veces torpe, puesto que me faltan códigos preestablecidos) del régimen de la diferencia sexual. Como autocobaya de la política sexual que realiza la experiencia, aún no tematizada, de vivir de cada lado del muro y quien, a fuerza de tener que pasarlo cada día comienza a estar harto, señores y señoras, de la rigidez recalcitrante de los códigos y de los deseos que impone el régimen heteropatriarcal. Déjenme decirles que, desde el otro lado del muro, la cosa es bastante peor de lo que mi experiencia como mujer lesbiana me permitía imaginar. Desde que vivo como-si-fuera-un-hombre en el mundo de los hombres (consciente de encarnar una ficción política), he podido verificar que la clase dominante (masculina y heterosexual) no abandonará sus privilegios porque enviemos un montón de tweets o provoquemos algunos gritos. Debido a la conmoción causada por la revolución sexual y anticolonial del siglo pasado, los heteropatriarcas se han embarcado en un proyecto de contrarreforma, al cual se suman ahora las voces femeninas que anhelan continuar siendo “importunadas-molestadas”. Esta será la guerra de los mil años, la guerra más larga, sabiendo que afecta a las políticas de reproducción y a los procesos a través de los cuales un cuerpo humano se constituye en tanto que sujeto soberano. De hecho, será la guerra más importante, puesto que lo que está en juego no es el territorio o la ciudad sino el cuerpo, el placer y la vida.

Lo que caracteriza la posición de hombres en nuestras sociedades tecnopatriarcales y heterocentradas es que la soberanía masculina se define por el uso legítimo de técnicas de violencia (contra las mujeres, contra los niños, contra los hombres no blancos, contra los animales, contra el planeta en su conjunto). Podríamos decir, leyendo a Weber con Butler, que la masculinidad es a la sociedad lo que el Estado es a la nación: el detentor y el usuario legítimo de la violencia. Esta violencia se expresa socialmente bajo la forma de la dominación, económicamente bajo la forma de los privilegios, sexualmente bajo la forma de la agresión y de la violación. En contraposición, la soberanía femenina está relacionada con la capacidad engendradora de las mujeres. Las mujeres están sexual y socialmente sometidas. Únicamente las madres son soberanas. En el seno de este régimen, la masculinidad se define necropolíticamente (por el derecho de los hombres a dar la muerte) mientras que la feminidad se define biopolíticamente (por la obligación de las mujeres a dar la vida). Se podría decir que la heterosexualidad necropolítica es algo así como la utopía de la erotización del apareamiento entre Robocop y Alien, diciéndose que, con un poco de suerte, uno de los dos gozará.

La heterosexualidad, tal y como Wittig lo demuestra, no es únicamente un régimen de gobierno: es también una política del deseo. La especificidad de este régimen es que se da como un proceso de seducción y de dependencia romántica entre agentes sexuales “libres”. Las posiciones de Robocop y de Alien no se escogen individualmente ni son conscientes. La heterosexualidad necropolítica es una práctica de gobierno que no es impuesta por los que gobiernan (los hombres) a las que gobiernan (las mujeres) sino más bien una epistemología que fija las definiciones y las posiciones respectivas a los hombres y las mujeres mediante una regulación interna. Esta práctica de gobierno no adquiere la forma de una ley, sino de una norma no escrita, una transacción de gestos y de códigos que surte el efecto de establecer una división de lo que se puede y no se puede hacer en la práctica de la sexualidad. Esta forma de servidumbre sexual se apoya en una estética de la seducción, una estilización del deseo y una dominación históricamente construida y codificada erotizando la diferencia del poder y perpetuándola. Esta política del deseo es la que mantiene el antiguo régimen sexo/género con vida, pese a todos los procesos legales de democratización y de empoderamiento de las mujeres. Este régimen heterosexual necropolítico es tan degradante y destructor como lo era el vasallaje y la esclavitud en la época de la Ilustración.

El proceso de denuncia y visibilización de la violencia que vivimos forma parte de una revolución sexual tan imparable como lenta y sinuosa. El feminismo ‘queer’ ha situado la transformación epistemológica como la condición de posibilidad del cambio social. Se trata de cuestionar la epistemología binaria y la naturalización de los géneros al afirmar que existe una multiplicidad irreductible de sexos, de género y de sexualidades. En la actualidad comprendemos que la transformación libidinal es tan importante como la transformación epistemológica: hay que modificar el deseo. Hay que aprender a desear la libertad sexual.

Durante años, la cultura ‘queer’ ha sido un laboratorio de creación de nuevas estéticas de sexualidades disidentes, frente a las técnicas de subjetivación y a los deseos de heterosexualidad necropolítica hegemónica. Somos muches les que hemos abandonado hace tiempo la estética de la sexualidad Robocop-Alien. Hemos aprendido de las culturas butch-fems y BDSM, con Joan Nestle, Pat Califia y Gayle Rubin, con Annie Sprinkle y Beth Stephens, con Guillaume Dustan y Virginie Despentes, que la sexualidad es un teatro político en el que el deseo, y no la anatomía, escribe el guion. En esta ficción teatral de la sexualidad es posible desear lamer suelas del zapato, ser penetrade por todos los orificios o cazar a le amante en un bosque como si fuera una presa sexual. Sin embargo, dos elementos diferenciales separan la estética ‘queer’ de la heteronorma del antiguo régimen: el consentimiento y la no-naturalización de las posiciones sexuales y la equivalencia de los cuerpos y la redistribución del poder.

Como hombre trans, me desidentifico de la masculinidad dominante y de su definición necropolítica. Lo más urgente no es defender lo que somos (hombres o mujeres) sino rechazarlo, no identificarnos con la coerción política que nos fuerza a desear la norma y reproducirla. Nuestra praxis política es desobedecer las normas de género y sexualidad. He sido lesbiana la mayor parte de mi vida, después trans durante estos últimos cinco años y estoy tan lejos de vuestra estética de la heterosexualidad como un monje budista levitando en Lhasa lo está de un supermercado Carrefour. Vuestra estética del antiguo régimen sexual no me hace gozar. No me excita eso de “importunar” a alguien, sea quien sea. No me interesa salir de mi miseria sexual metiendo mi mano en el culo de una mujer en el transporte público. No siento ningún tipo de deseo por el kitsch erótico-sexual que proponen: chavales que aprovechan su posición de poder para echar un polvo y tocar culos. La estética grotesca y asesina de la heterosexualidad necropolítica me da asco. Una estética que re-naturaliza las diferencias sexuales y sitúa a los hombres en la posición del agresor y las mujeres en la de víctima (dolorosamente agradecida o alegremente importunada). Si es posible afirmar que en la cultura ‘queer’ y trans follamos más y mejor es parcialmente porque hemos sacado la sexualidad del dominio de la producción, y sobre todo porque nos hemos liberado de la dominación del género. No digo que la cultura queer y transfeminista escape a toda forma de violencia. No hay sexualidad sin sombras. No obstante, no es necesario que la sombra (la desigualdad y la violencia) predomine y determine toda la sexualidad.

Representantes del Antiguo Régimen Sexual, arreglénselas con su parte de sombra ‘and have fun with it’, y déjennos enterrar nuestras muertas. Gocen de su estética de la dominación, pero no intenten hacer de ese estilo una ley. Y déjennos follar con nuestra propia política del deseo, sin hombre y sin mujer, sin pene y sin vagina, sin hacha y sin fusil.

[1] N. de la T. “objet trouvé” se refiere en francés a los objetos dadaístas “ready-made”, objetos cotidianos resignificados como obra de arte.

martes, 16 de enero de 2018

#hemeroteca #acososexual | Salgamos del barro, queridas

Imagen: El País / Fotograma de la serie 'Glow'
Salgamos del barro, queridas.
Que cada una permita, desee, haga y deshaga lo que quiera. Pero sin ceder terreno, ni retrasar la lucha, que bastante agotadora es ya.
Isabel Valdés | El País, 2018-01-16
https://elpais.com/elpais/2018/01/12/mujeres/1515756646_397123.html

A nadie se le ocurre pensar que toda una grada vaya a estar de acuerdo con el árbitro en un partido de fútbol, que a todos los asistentes a un festival les guste el mismo concierto y la misma cerveza o que todos los cuñados se pongan de acuerdo en la cena de Nochebuena. Pasa exactamente lo mismo con las discrepancias entre las feministas, que son como las que existen entre los políticos, los taxistas, las familias numerosas o los actores: habituales y necesarias.

La historia está llena de ellas. A Catharine MacKinnon nunca le pareció bien el feminismo liberal de Betty Friedan; a Betty Friedan acabó pasándole factura su relación con Gloria Steinem (y la rivalidad entre ambas, a la que después se sumó Bella Abzug, es épica); a Gloria Steinem le trajo problemas Germaine Greer por algunas cuestiones relacionadas con el derecho al aborto; y a Germaine Greer se le atragantó el liberalismo sexual de Kathy Acker.

Es hasta absurdo (por evidente) tener que apuntar que ser mujer no implica pensar, sentir o creer en algo concreto o de una forma determinada. Y menos mal. La pluralidad, los debates, las corrientes y las contracorrientes, los movimientos, las teorías y los términos... Todos y entre todos han dado forma a los millones de feminismos que hoy existen, tantos como mujeres que creen en esta lucha por la igualdad; sin uniformes, eso sí, y de forma individual. Cada una con su pasado, sus rutinas, sus trabajos, sus amores y sus fobias, sus series de televisión preferidas, su gusto u odio por el chocolate, la ciencia ficción o los canguros, sus ganas y su pereza. Cada una, de su padre y de su madre, sí, porque ser mujer no implica llevar bajo el brazo una guía del feminismo perfecto, como no implica saber planchar camisas o hacer puchero.

No se trata de abrir un paraguas gigante bajo el que meter a todas las mujeres —la alienación y el progreso no se llevan del todo bien—, ni se trata de construir un redil con obligaciones, prohibiciones, permisos o decálogos. Pero después de unos cuantos siglos de lucha feminista, se presupone el conocimiento y la adhesión a algunos conceptos básicos e indiscutibles, entre ellos que las mujeres son propietarias exclusivas de sus cuerpos, sus deseos y sus voluntades, y que los hombres, bajo ningún concepto, pretexto o excusa, tienen derecho a traspasar cualesquiera que sean esos límites.

Ha sido eso, en gran parte, lo que ha herido a tantas y tan hondo. El manifiesto que impulsó Catherine Millet hace justo una semana y que apoyó Catherine Deneuve (con disculpa posterior incluida, lo hizo el pasado domingo en Libération) junto a un centenar de artistas e intelectuales francesas oponiéndose al movimiento #MeToo, es agarrar las últimas décadas de lucha y tirarlas a la basura. Se suponía que eso ya estaba más que masticado y digerido, se suponía que la diferencia (abismal) entre acoso y seducción estaba clara, y que lo que nos había convertido en “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas”, como apuntaba aquel texto, era precisamente esa falta de discernimiento masculino entre deseo, propiedad y derecho sobre el cuerpo de las mujeres —algo que el caso Weinstein ha puesto bajo dos lupas, la nuestra, por supuesto, y lo que es más importante, también la de ellos—.

Sorprende, entristece e inquieta, claro, que todavía haya ciertas mujeres a las que también les cueste distinguir, y que además usen la potencia del altavoz público que su trabajo y su trayectoria les proporciona. Tenemos, todas, derecho a decidir dónde están esos límites, y cada una tendrá los suyos, faltaría más. Si a Deneuve, Millet o Gloria Friedmann no les incomoda el roce de un pene en su muslo o una mano en su culo sin invitación previa, están, por supuesto, en su derecho, pero es irresponsable afirmar y firmar que eso no es acoso, ni agresión, ni violencia sexual, que no pasa nada y que se nos está yendo de las manos, que corremos el riesgo de pasarnos de la raya con este tema.

Este tema, que es el de decidir quién quiero que me toque, qué, cuándo y dónde, es uno de los más importantes y viejos del feminismo. No parece muy sensato hablar de “caer en el exceso” cuando la cuestión es la libertad para decidir qué hacemos con nuestros cuerpos y qué pueden hacer los demás. Aclarado eso, tampoco parece muy sensato seguir en este barro: ensucia, confunde y despista, divide. En la libertad inherente al propio feminismo, que cada una permita, desee, haga y deshaga lo que quiera. Pero sin ceder terreno, ni regalar victorias, ni multiplicar batallas, ni retrasar la lucha. Bastante agotadora es ya.

El manifiesto con el que Caroline de Haas contestó a Catherine Deneuve
Aquel argumento viejo y confuso sobre la galantería, esa especie de borrado de los límites, ha indignado durante la última semana a miles de mujeres en todo el mundo: activistas o menos activistas, las redes sociales, los medios de comunicación, teóricas, analistas y políticas como Ségolène Royal, la secretaria de Estado para la Igualdad de Género de Francia, Marlène Schiappa, o la exministra de los derechos de la mujer y senadora del Oise, Laurence Rossignol. Y fue eso lo que hizo que Caroline de Haas decidiera escribir un manifiesto que diera respuesta a la tribuna contra lo que el centenar de firmantes llamó “puritanismo sexual”. Para de Haas no hay nada sorprendente en esos argumentos: “Lo triste es que estas personalidades utilizan su visibilidad en los medios para difundir ideas muy antiguas y completamente falsas sobre la igualdad, el feminismo o la violencia. Y envían el mensaje de que las mujeres son en parte responsables de la violencia que sufren. Esto es lo que los agresores intentan hacer creer. Una mujer nunca es responsable de la violencia que sufre. Nunca”.

La pelea contra esos argumentos ya polvorientos tienen más que ver con la convicción que con el sexo y, según la feminista francesa, la educación temprana solucionaría parte del problema. “La gran mayoría de las mujeres y los hombres desconocen cuán masiva es la violencia en nuestra sociedad. En Francia, más de 200 mujeres son violadas diariamente. 200. Mientras no tomemos conciencia de esto, no tendremos éxito en la lucha”. Para de Haas solo hay una forma de dar la pelea: “No dejar pasar ni una”. Intervenir, dice, convencer y transformar a las mujeres y hombres que nos rodean y convertirlos en activistas contra la violencia. “Somos millones. Si todos lo hacemos, podemos cambiar el mundo”.

Puedes leer, a partir de aquí, el manifiesto.

Cada vez que los derechos de las mujeres avanzan, que las conciencias se despiertan, aparecen las resistencias. En general, suelen hacerlo con un "es cierto, por supuesto, pero ...". Este 9 de enero, tuvimos un "el #Metoo estuvo bien, pero ...". La verdad es que no hay nada nuevo en cuanto a los argumentos utilizados. Los encontramos en el texto publicado en Le Monde, alrededor de la máquina de café en el trabajo o en una comida familiar. Esta tribuna es un poco ese colega incómodo o el tío pesado que no se entera de lo que está pasando.

"Podríamos ir demasiado lejos". En cuanto la igualdad avanza, aunque sea medio milímetro, unas cuantas almas buenas nos alertan inmediatamente de que podríamos caer en el exceso. Exceso, justo en eso estamos, sí. Ese el mundo en el que vivimos. En Francia, cada día, cientos de miles de mujeres son víctimas de acoso. Decenas de miles de agresiones sexuales. Y cientos de violaciones. Cada día. La caricatura es obvia.

"Ya no podemos decir nada". Como si el hecho de que nuestra sociedad tolere -un poco- menos que antes los comentarios sexistas, como los racistas o los homófobos, fuera un problema. "Bueno, la verdad es que era mejor cuando podíamos tratar a las mujeres de zorras tranquilamente, ¿eh?" Pues no. El lenguaje influye en el comportamiento: aceptar insultos contra las mujeres significa permitir la violencia. Dominar el idioma es señal de que nuestra sociedad progresa

"Es puritanismo". Hacer pasar a las feministas por reprimidas, incluso por mal folladas: la originalidad de quienes firman la tribuna es ... desconcertante. La violencia afecta a las mujeres. Todas las violencias. Pesan en nuestras mentes, nuestros cuerpos, nuestros placeres y nuestras sexualidades. ¿Cómo vamos a imaginar, aunque solo sea un momento, una sociedad libre en la que las mujeres dispongan de sus cuerpos y de su sexualidad plena y libremente cuando más de la mitad de ellas afirman haber sufrido violencia sexual?

"Ya podemos ligar". Las mujeres que firman la tribuna mezclan deliberadamente una relación de seducción, basada en el respeto y en el placer, con la violencia. Mezclar todo es muy práctico, así se puede meter todo en el mismo saco; básicamente, si el acoso o la agresión no son más que un flirteo cansino, no es en realidad tan grave. Se equivocan. Entre ligar y acosar no hay una diferencia de grado, sino de naturaleza. La violencia no es una “seducción aumentada". En uno, consideramos al otro como un igual, respetando sus deseos, sea quien sea; en el otro, como un objeto disponible, sin hacer ningún caso de sus propios deseos o su consentimiento.

"La responsabilidad es de las mujeres". Quienes firman la tribuna hablan sobre la educación que se les debe dar a las niñas para que no se dejen intimidar. Por lo tanto, a las mujeres se las responsabiliza de no ser atacadas. ¿Cuándo pondremos la responsabilidad de no violar ni agredir sobre los hombres? ¿Qué pasa con la educación de los niños?

Las mujeres son seres humanos. Como el resto. Tenemos derecho al respeto. Tenemos el derecho fundamental de no ser insultadas, silbadas, agredidas ni violadas. Tenemos el derecho fundamental de vivir nuestras vidas con seguridad. En Francia, en Estados Unidos, en Senegal, en Tailandia o en Brasil: y eso no es lo que sucede hoy. En ninguna parte.

Muchas de ellas suelen denunciar rápidamente cuando los machistas son hombres de barrios de la clase trabajadora. Pero una mano en el culo, cuando la pone alguno de su entorno, es "derecho a molestar". Esta especie de ambivalencia da cuenta del feminismo que defienden.

Con ese texto, intentan volver a bajar esa pesada tapa que ya habíamos empezado a levantar. No lo conseguirán. Somos víctimas de la violencia. No nos da vergüenza. Ya nos hemos puesto de pie. Fuertes. Entusiasmadas. Decididas. Terminaremos con las violencias sexistas y sexuales.

¿Los cerdos y sus cómplices están preocupados? Es normal. Su viejo mundo está desapareciendo. Muy lentamente -demasiado lentamente- pero inexorablemente. Algunas reminiscencias polvorientas no cambiarán nada, aunque hayan sido publicadas en Le Monde.

lunes, 15 de enero de 2018

#hemeroteca #violenciasexual | Catherine Deneuve pide perdón a las víctimas de abusos tras su artículo contra el “puritanismo sexual”

Imagen: El País / Catherine Deneuve
Catherine Deneuve pide perdón a las víctimas de abusos tras su artículo contra el “puritanismo sexual”.
La actriz francesa lamentó que se tergiversase su apoyo al polémico texto.
EFE | El País, 2018-01-15
https://elpais.com/cultura/2018/01/15/actualidad/1515978325_540273.html

La legendaria actriz francesa Catherine Deneuve ha lamentado, en un artículo publicado en el diario 'Liberatión', que se haya tergiversado su apoyo al polémico texto que defendía "la libertad de los hombres a importunar", y ha pedido perdón a las víctimas de abusos que se sintieron ofendidas por el texto que firmó.

"Evidentemente nada en el texto pretende presentar el acoso como algo bueno. Si así fuese, no lo habría firmado", se justificó la musa de cintas como "Belle de Jour" (1967). Deneuve siente que el texto que rubricó a comienzos de esta semana en "Le Monde" -una defensa al derecho al flirteo y a la galantearía y contra "el puritanismo" de las feministas- se haya manipulado por otras mujeres que también lo firmaron. "Decir en un canal de televisión que se puede tener un orgasmo durante una violación es peor que escupir en la cara de todas aquellas que han sufrido ese crimen", señaló la veterana actriz, en alusión a la presentadora Brigitte Lahaie.

La intérprete mantiene que apoyó la petición contra "el puritanismo" porque se opone al simplismo y a "los efectos de manada" que producen movimientos como el que lleva el lema "delata a tu cerdo", que nació en protesta al caso de graves abusos del productor estadounidense Harvey Weinstein.

Deneuve criticó la forma en la que han arrimado el hombro "conservadores, racistas y tradicionalistas", y evocó su respaldo a la campaña "Yo he abortado" de inicios de los 70, cuando la interrupción voluntaria del embarazo aún era un delito en Francia. "Saludo con fraternidad a todas las víctimas de todos los repugnantes actos que se hayan podido sentir ofendidas por esa tribuna en 'Le Monde'. Es a ellas y únicamente a ellas a las que presento mis disculpas", finalizó.

sábado, 13 de enero de 2018

#hemeroteca #acososexual | Yo te acoso, ‘moi non plus’

Imagen: The New York Times / Catherine Millet
Yo te acoso, ‘moi non plus’.
Gabriela Wiener | The New York Times, 2018-01-13
https://www.nytimes.com/es/2018/01/13/yo-te-acoso-moi-non-plus/

Quizá haya sido la cara de Catherine Deneuve la más compartida junto al manifiesto firmado por cien francesas contra el #MeToo, pero puedo reconocer sobre todo el sello inconfundible de la otra Catherine, la Millet, en casi todo el texto. Me juego un brazo a que fueron los aportes de la escritora los que consiguieron imprimirle a la carta su estilo de curiosa amalgama ideológica, entre una suerte de feminismo prosexo, negacionismos varios y justificaciones que harán las delicias del cínico #NiUnoMenos: “El flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”, dicen.

Conozco esa retórica. ‘La vida sexual de Catherine Millet’ hizo por mí en 2001 lo mismo que ‘Los diarios de Anaïs Nin’ en 1994. Las francesas, cada una a su tiempo y en feliz progresión, me corrompieron, me legitimaron, me sacudieron de encima los prejuicios, me hicieron ver que allí donde los otros me habían colgado el estigma de la libertina, en ese mismo dolor estaba mi poder y mi redención. Que, como lo hace un hombre, yo podía ser agente de mi cuerpo y mi sexualidad. Que podía dejar de ser la envilecida Justine y convertirme en mi propio Marqués de Sade. Millet, en particular, me inoculó el orgullo de la promiscuidad, fue la mano de la que me cogí en el sopor conyugal para que me enseñara el camino al bosque o al jardín de los suplicios en busca de otros placeres, a veces sin sentimientos, ni miedo ni frío ni culpa, hasta sin deseo.

¿Por qué, entonces, algunas de las nociones más repulsivas de los libros y entrevistas de Millet —“antipuritanismo”, “libertad sexual”—, que fueron en su día revolucionarias para mí, se usan ahora contra las feministas autoerigidas, según ellas, en nuevas guardianas de la moral y “fiscales autoproclamados” que estarían instalando un “clima de sociedad totalitaria”? ¿No tuvieron que luchar antes unas cuantas de ellas para que Millet y yo, y cualquiera, puedan “disfrutar de ser el objeto sexual de un hombre” si nos da la gana? Ser puritana es, más bien, propugnar una sexualidad congelada en el tiempo, en la que el hombre es quien toma, hace y deshace, y la mujer es la que espera y cede. En suma, la libertad sexual y el derecho a la seducción que idealizan las francesas es la del hombre, no la nuestra.

Hay, además, en el documento, frases tan a lo Millet, como “la pulsión sexual es por naturaleza ofensiva y salvaje”, que pretenden sustentar un discurso en el que “los incidentes [sic] que pueden afectar el cuerpo de una mujer no alcanzan necesariamente su dignidad”. ¿Realmente están diciendo las firmantes que el cuerpo puede ser ofendido sin perjuicio de la persona, porque lo importante es que “nuestra libertad interior es inviolable”?

Volví a transitar de una escritora francesa a otra. La ‘Teoría King Kong’ de Virginie Despentes hizo por mí en 2007 lo que no había hecho ninguna: enseñarme, precisamente, a enarbolar una libertad sexual que no se basa en una dependencia del otro, en la que ese otro es casi siempre un hombre, seductor, coqueto, inoportuno, al que hay que complacer o comprender.

Despentes y otras feministas nos enseñaron, precisamente, a no victimizarnos, a desobedecer en minifalda para que la noche siga siendo nuestra, desafiando el hecho de que la mitad de las mujeres en el mundo han sido violadas alguna vez. Se trata de enfrentar la violencia de quienes culpan a las mujeres de ser agredidas o de estar muertas. Aún más sabiendo que la que pesa sobre una indígena pobre en Latinoamérica no es la misma violencia que puede ejercerse sobre las chicas de #MeToo, o las fundadoras de influyentes revistas de arte, como Millet, o las leyendas del cine galo, como Deneuve.

Sin embargo, a estas cien francesas no se les ha ocurrido mejor idea que trivializar las agresiones, sin dedicar una sola línea de reconocimiento a las víctimas. Detrás de esta omisión, está todo su programa: lo que les falta de empatía respecto de las acosadas les sobra de indignación por las que deben ser, a sus ojos, falsas víctimas (“yo no te creo”, parecen decirles), las que han arruinado la reputación de un puñado de honorables que solo cometieron un desliz. La carta se firma en la tierra en la que nació Dominique Strauss-Kahn, un violador que si no fuera por una valiente mujer que se atrevió a denunciarlo habría sido el presidente de Francia. Pero esa es una aguja en un pajar de impunidad.

En este momento histórico, cuando parece que hay algún amago de hacer justicia a las mujeres —y eso incluye al #MeToo de las hollywoodenses—, a este centenar de europeas ni siquiera les ha dado por el feminismo ‘mainstream’. Desde sus pedestales un poco rancios, señalan los excesos cuando lo que se requiere es tolerancia cero. En lugar de dejar que ese puñado de perpetradores se protejan solos —medios, poder y privilegios les sobran—, ellas han asumido la defensa pública de sus carreras y de su arte impoluto, alertando sobre un feminismo que odia a esos hombres y al sexo. Lo que ese feminismo rechaza, en realidad, es el acoso en todas sus intensidades y la vuelta al ‘statu quo’. Hoy que por fin podemos llamar a las cosas por su nombre —acoso es hostigamiento, persecución callejera, violencia verbal, tocamientos indebidos e insistentes mensajes no deseados—, otras mujeres, sin una pizca de empatía, intentan deslizarnos eufemismos como “libertad para importunar”.

Sugerir que las impulsoras de las últimas campañas contra el acoso responden, además, a intereses ultraconservadores o religiosos, como se intenta en el comunicado, es hacer exactamente eso que denuncian: tratar a quienes se han atrevido a alzar la voz como subordinadas sin pensamiento propio, cuando es precisamente esa voz que ya no calla la nueva revolución. Acusarlas de victimizarse, cuando son más fuertes que nunca, y no están paralizadas en la queja o el sufrimiento, sino que proponen soluciones para frenar la violencia, es un despropósito que solo puede explicarse por el miedo al cambio inevitable.

Llevamos años sangrando para que se entienda de una vez que ‘No es No’. ¿Vamos a relativizarlo otra vez? “Delatar al cerdo” —el homólogo francés del #MeToo— no es odiar al hombre y al sexo, estimadas Catherines, es solo delatar al cerdo.

miércoles, 10 de enero de 2018

#hemeroteca #violenciasexual | El manifiesto de artistas contra el “puritanismo” sexual solivianta a las feministas en Francia

Imagen: El País / Caroline de Haas
El manifiesto de artistas contra el “puritanismo” sexual solivianta a las feministas en Francia.
Activistas y políticas responden al manifiesto firmado por Catherine Deneuve y Catherine Millet.
Silvia Ayuso | El País, 2018-01-10
https://elpais.com/cultura/2018/01/10/actualidad/1515609248_258352.html

No, no se trata de una nueva oleada de "puritanismo". Y sí, hay una gran diferencia entre seducir y acosar. Una treintena de feministas y activistas han respondido en duros términos al manifiesto firmado el pasado lunes en el diario ‘Le Monde’ por un centenar de intelectuales y artistas como Catherine Deneuve quienes, ante el “puritanismo” y las “acusaciones y delaciones públicas” de hombres iniciadas tras el escándalo Weinstein con la campaña en las redes sociales de ‘#MeToo’, defienden “la libertad de molestar” como algo “indispensable a la libertad sexual”.

Escrita por la feminista Caroline de Haas, en una tribuna de respuesta publicada en la web de la emisora France Info, las activistas lamentan que esas mujeres “usen de nuevo su visibilidad mediática para banalizar la violencia sexual” y las acusan de “despreciar de facto a los millones de mujeres que sufren o han sufrido ese tipo de violencia”. No son las únicas sorprendidas. También mujeres políticas han mostrado su estupefacción por el manifiesto contra el supuesto puritanismo. Desde la secretaria de Estado por la Igualdad Hombre-Mujer, Marlène Schiappa, a antiguas ministras como la socialista Ségolène Royal, han criticado tanto la forma como el fondo de un discurso “peligroso”.

“La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”, afirmaban en el manifiesto personalidades como la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la cantante Ingrid Caven, la editora Joëlle Losfeld, la cineasta Brigitte Sy, la artista Gloria Friedmann o la ilustradora Stéphanie Blake, entre otras.

“Con ese texto, intentan volver a echar el manto de plomo que habíamos empezado a levantar”, ha criticado este miércoles De Haas. Para la feminista, las firmantes del manifiesto, algunas de ellas “reincidentes en materia de defensa de pederastas o de apología de la violación” —dice en alusión a Deneuve y su defensa del director Roman Polanski—, “mezclan deliberadamente un acto de seducción basado en el respeto y el placer con un acto violento”. Todo ello cuando “no se trata de una diferencia de gradación entre el ligue y el acoso, sino una diferencia de naturaleza. La violencia no es una seducción aumentada", advierte.

Una posición apoyada por la responsable del Gobierno de Emmanuel Macron para la Igualdad entre el Hombre y la Mujer. Para Schiappa, en el manifiesto hay algunas afirmaciones “profundamente inquietantes”, ha declarado en una entrevista con la emisora France Culture. “Ya nos cuesta demasiado hacer comprender a las chicas jóvenes que cuando un hombre frota su sexo en el metro contra ellas, se trata de una agresión. Creo que es peligroso mantener ese discurso”, advirtió la secretaria de Estado, que previamente había sido interpelada en las redes sociales por la actriz y directora italiana Asia Argento, una de las primeras denunciantes contra el productor estadounidense de Harvey Weinstein y que ha manifestado su indignación por el manifiesto de las intelectuales y artistas francesas.

Preguntada sobre si habría firmado ese manifiesto, una de las predecesoras de Schiappa, la exministra para Derechos de las Mujeres Laurence Rossignol, no dudó: “Desde luego que no”, afirmó en France Inter. Para la actual senadora socialista, la tribuna es una “bofetada a las mujeres que denuncian la depredación sexual” y refleja una “concepción tradicional de la sexualidad” y del “orden moral tradicional” en el que el hombre asume el papel de “conquistador” y la mujer el de “sumisa”.

Rossignol se sorprendió también de que una de las voces del manifiesto sea la de una “mujer valiente” como Catherine Deneuve, firmante del famoso Manifiesto de las 343, escrito en 1971 por Simone de Beauvoir a favor de la legalización del aborto, recordó. Un detalle que también le ha dolido a la exministra y excandidata presidencial socialista Ségolène Royal, que consideró “una pena que una gran dama como Deneuve firme esa tribuna” que “le permite a los agresores justificar sus actos. No hay derecho a hacer algo así”, sostuvo en declaraciones a la cadena RTL.

martes, 9 de enero de 2018

#hemeroteca #libertadsexual | Cien artistas e intelectuales francesas contra el “puritanismo” sexual

Imagen: El País / Catherine Deneuve
Cien artistas e intelectuales francesas contra el “puritanismo” sexual.
Un manifiesto firmado por la actriz Catherine Deneuve o la escritora Catherine Millet se opone al movimiento #MeToo.
Álex Vicente | El País, 2018-01-09
https://elpais.com/cultura/2018/01/09/actualidad/1515513768_647890.html

En Hollywood, el movimiento ‘Time’s Up’, apoyado por más de 300 actrices, logró teñir de negro la ceremonia de los Globos de Oro en protesta contra las agresiones sexuales. En Francia, un colectivo formado por un centenar de artistas e intelectuales tomó este martes la dirección contraria al firmar un manifiesto opuesto al clima de “puritanismo” sexual que habría desatado el caso Weinstein. La tribuna, publicada en el diario ‘Le Monde’, está firmada por conocidas personalidades de la cultura francesa, como la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la cantante Ingrid Caven, la editora Joëlle Losfeld, la cineasta Brigitte Sy, la artista Gloria Friedmann o la ilustradora Stéphanie Blake.

“La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”, afirman las autoras de este manifiesto. “Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario. Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices”, defienden las firmantes, que lamentan que se haya convertido a las mujeres en “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas”.

Entre las impulsoras del manifiesto se hallan personalidades que ya habían expresado opiniones opuestas a este movimiento, cuando no abiertamente contrarias a ciertas luchas del feminismo. Por ejemplo, la filósofa Peggy Sastre, autora de un ensayo titulado ‘La dominación masculina no existe’, o la escritora Abnousse Shalmani, que en septiembre firmó una columna donde describía el feminismo como un nuevo totalitarismo. “El feminismo se ha convertido en un estalinismo con todo su arsenal: acusación, ostracismo, condena”, dijo en el semanario ‘Marianne’. Por su parte, la periodista Élisabeth Lévy ha tildado de “infecto” el movimiento iniciado por etiquetas como #MeToo o #balancetonporc (“denuncia a tu cerdo”). En un registro más moderado, Deneuve también se opuso a este fenómeno a finales de octubre. “No creo que sea la forma más adecuada de cambiar las cosas. ¿Después qué vendrá? ¿'Denuncia a tu puta'? Son términos muy excesivos. Y, sobre todo, creo que no resuelven el problema”, declaró entonces. También Millet, crítica de arte y autora del relato autobiográfico ‘La vida sexual de Catherine M.’, se ha opuesto repetidamente a un feminismo “exacerbado y agresivo”.

Las firmantes aseguran que las denuncias registradas en las redes sociales se asimilan a “una campaña de delaciones y acusaciones públicas hacia individuos a los que no se deja la posibilidad de responder o de defenderse”. “Esta justicia expeditiva ya tiene sus víctimas: hombres sancionados en el ejercicio de su oficio, obligados a dimitir […] por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, hablado de cosas intimas en una cena profesional o enviado mensajes con connotaciones sexuales a una mujer que no sentía una atracción recíproca”, dicen en la tribuna. También advierten el regreso de una “moral victoriana” oculta bajo “esta fiebre por enviar a los cerdos al matadero”, que no beneficiaría la emancipación de las mujeres, sino que estaría al servicio “de los intereses de los enemigos de la libertad sexual, como los extremistas religiosos”.

Efectos en la cultura
El manifiesto alerta también sobre las repercusiones que este nuevo clima podría tener en la producción cultural. “Algunos editores nos han pedido […] que hagamos a nuestros personajes masculinos menos 'sexistas', que hablemos de sexualidad y amor con menos desmesura o que convirtamos 'los traumas padecidos por los personajes femeninos' en más explícitos”, denuncian las firmantes, oponiéndose también a la reciente censura de un desnudo de Egon Schiele en el metro de Londres, a la petición de retirar un cuadro de Balthus de una muestra del Metropolitan de Nueva York o a las manifestaciones contra una retrospectiva dedicada a la obra Roman Polanski en París.

“El filósofo Ruwen Ogien defendió la libertad de ofender como algo indispensable para la creación artística. De la misma manera, nosotras defendemos una libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”, suscriben las cien firmantes del manifiesto. “Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio a los hombres y a la sexualidad”, concluyen. El texto generó este martes malestar entre las asociaciones feministas en Francia, que lo atacaron en las redes sociales. “Indignante. A contracorriente de la toma de conciencia actual, algunas mujeres defienden la impunidad de los agresores y atacan a las feministas”, declaró la asociación ‘Osez le féminisme’.