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lunes, 8 de enero de 2024

#libros #masculinidad | Perforar las masculinidades

Perforar las masculinidades / Alfredo Ramos Pérez ; prólogo de Miquel Missé ; epílogo de Roy Galán.
Manresa, Barcelona: Bellaterra, 2024 [01-08]
276 p.
Serie: Biblioteca Ciudadana.

/ ES / Libros / ENS / Cuidados / Masculinidad / Vulnerabilidad /

📘 Ed. impresa: ISBN 9788419160379 / 16,00 €
📝 Cita APA-7: Ramos Pérez, Alfredo (2024). Perforar las masculinidades. Bellaterra.

«Yo controlo», nos dice la ficción de autonomía por excelencia. La masculinidad no es un problema de los hombres, sino una norma social, un asunto colectivo. Ha dejado de ser vista como una cosa o un atributo que los hombres poseen, para convertirse en un conjunto de prácticas insertas en las relaciones de género. El éxito es la brújula biográfica de la masculinidad, paradójicamente, los hombres se pasan buena parte de sus vidas fracasando, muy lejos de las trayectorias que proyectan los modelos normativos. El presente libro pone sobre la mesa la necesidad de ‘perforar las masculinidades’ para que sean más vulnerables, para que sean más dependientes, para que se dejen afectar. Es por eso que propone reordenar nuestras instituciones sociales para que la vulnerabilidad sea una prioridad, ya que los cuidados pueden ser uno de los ámbitos de mayor potencialidad para practicar otras masculinidades. Para ello vamos a tener que construir sociedades más habitables para todas las personas. Este libro es una conversación imprescindible entre la masculinidad, el futuro y la esperanza, una invitación a pensar itinerarios colectivos más libres.

Alfredo Ramos Pérez es doctor en Ciencias Políticas por la UCM y Máster en Gestión Cultural por la UOC-UdG. Sus áreas de interés son los estudios de masculinidad, la teoría democrática y la gestión cultural. Promotor del Laboratorio de pensamiento, cultura y género Un Estudio Propio, ha cooperado con diferentes universidades y centros de investigación, tanto en el Estado español como en Portugal, Brasil o Francia. Durante años participó en diferentes iniciativas de economía social y fue asesor de Podemos en la Comunidad de Madrid (2015-2019). En los últimos años investiga especialmente sobre el cruce entre prácticas artísticas y masculinidad, en colaboración con diferentes artistas, como Artor Jesus Inkero o Albert Potrony.

martes, 29 de marzo de 2022

#hemeroteca #trans #television | 'Ser o no ser', una serie luminosa e inspiradora sobre la realidad de un adolescente trans

Público / Escena de 'Ser o no ser' //

'Ser o no ser', una serie luminosa e inspiradora sobre la realidad de un adolescente trans.

La serie, protagonizada por Ander Puig, se estrena este miércoles en PLAYZ, la plataforma de contenidos digitales de RTVE.
María José Arias | Público, 2022-03-29
https://www.publico.es/culturas/estreno-playz-no-serie-luminosa-e-inspiradora-realidad-adolescente-trans.html 

Aceptarse a uno mismo y a los demás. De eso trata, en gran medida, ‘Ser o no ser’, una serie juvenil honesta y certera que habla el lenguaje de los adolescentes sin que eso resulte excluyente para un público más adulto. Sus grandes reclamos son su historia y la realidad que aborda, la de un chico trans de 16 años que lucha con el miedo al rechazo en una nueva etapa vital y educativa. Además, disfruta de un reparto tan bien equilibrado como carismático. Creada por Coral Cruz y producida por RTVE en colaboración con Big Bang Media (The Mediapro Studio), se estrena este miércoles en PLAYZ y ha contado desde el comienzo con asesoramiento por parte del colectivo trans, que acompañó al equipo en todo el proceso.

A Coral Cruz la idea de la historia de Joel (Ander Puig) le surgió tras conocer la de alguien muy cercano. En una cena con un grupo de amigas una de ellas les contó que su hijo estaba transitando. "Ahí vi que había una historia muy potente que explicar, que tenía todas las claves para poder ser una serie", explica la guionista y ‘showrunner’. Entonces estaba más vinculada al mundo del cine, pero apostó por el formato serie ya que, según sus propias palabras, le permitiría llegar mejor a su público potencial: los jóvenes. Aunque una vez terminada "nos estamos dando cuenta de que es más transversal de lo que pensábamos".

En un mundo como el actual, en el que Cruz destaca que "hay tantas opciones de ser, tantas cosas diferentes, tanto en tu orientación sexual como en tu identidad de género y otras muchas cosas", lo que se están encontrando con los visionados que han realizado de ‘Ser o no ser’ es que los jóvenes "se sienten totalmente identificados y están muy dentro, pero creo que los adultos también. Porque hay unos personajes que conectamos con ellos, pero, más allá de eso, qué importante es estar al día de las cosas que están pasando y entenderlas desde su filtro. Porque lo que sí intenté desde el principio fue explicar la historia desde su mirada". Para conseguirlo contaba con el testimonio en primera persona de esa madre amiga suya y también con la ayuda de su propio hijo. Como Joel y sus compañeros, estudia Bachillerato escénico, por lo que "conocía bien qué tipo de personajes podían formar parte de ese universo". También la ayudó con el lenguaje. "Mi hijo era el filtro", resume.

Cruz buscó también "un acompañamiento" para construir con veracidad la historia de un chico trans. En su camino contó con el asesoramiento de dos miembros del colectivo, Damian Díaz (educador) y Miquel Missé (sociólogo). El primero, amigo suyo que como educador "ha acompañado a muchos jóvenes a transitar". A ella la "educó en lo que es el lenguaje inclusivo". Por otro lado, Missé dio una charla para todo el equipo. La grabaron y quedó a disposición de todo aquel que la quisiese consultar en cualquier momento. "Era muy importante que el propio rodaje fuese muy inclusivo y realmente lo conseguimos", añade la creadora de Ser o no ser sobre cómo fue la documentación y el aprendizaje para crear un ambiente inclusivo en el propio set acompañando en todo a Ander Puig, el joven actor que da vida a Joel.

Uno de los aspectos que llaman la atención de esta serie desde el primer episodio es el tono elegido. Podría haber sido un drama, pero, dentro del dramatismo que puede acompañar esta realidad, se aleja de la lágrima fácil y opta por dar cierta luminosidad a la historia. "Para mí era imprescindible no hacer un dramón de cortarse las venas. Todos los referentes previos que había visto eran que transitar siendo niño o adolescente era un drama para quien transitaba, pero también para su familia. No quería una madre coraje luchando contra el sistema ni una madre que rechaza la transición. Quería centrarme sobre todo en el conflicto interno del personaje, que aparentemente tiene todo a favor porque su familia lo acepta [salvo por esa excepción que se ve más adelante]", responde Cruz en este sentido. Quería que ‘Ser o no ser’ "fuera una serie luminosa, inspiradora". Es algo que siempre tuvo claro "como ‘showrunner’, además de como guionista", y que le transmitió a la directora, Marta Pahissa. "Le dije: 'No quiero un dramón, tiene que tener la energía que tienen los jóvenes'", apunta.

Jóvenes con sueños y metas
Además de esa energía de los jóvenes, lo que muestra ‘Ser o no ser’ es a unos chavales con metas e inquietudes en la vida. Ese es otro punto a destacar sobre sus intenciones a la hora de llevar a la pantalla la historia de Joel que Coral Cruz comentó en el transcurso de la entrevista. Y es que no pretendía hacer un retrato de una generación con el "único objetivo de beber, drogarse, tener sexo, porque lo que estamos viendo en mucha series, tanto españolas como anglosajonas, es eso. Y estás viendo durante cuatro temporadas una serie y no sabes qué quieren ser de mayores, sus gustos... Me parecía importante mostrar que los adolescentes de hoy en día también tienen sueños y quieren ser cosas. En este caso, en el ámbito del Bachillerato escénico, quieren ser artistas, quieren crear". Y cada personaje, por muy secundario que sea, disfruta de "su propio tránsito". No son solo 'el o la amigo/a de'. Todos realizan un viaje de aceptación a su manera y desde su punto de partida y llegada ayudando en su evolución a Joel de la misma manera que su recorrido contribuye al de otros.

La serie también les enfrenta a sus contradicciones. Porque, como se ve en la pantalla, son una generación más abierta, más moderna, más tolerante, pero, a su vez, se dan situaciones en las que sin saberlo demuestran tener interiorizados ciertos prejuicios de los que no eran conscientes. Hay en concreto una escena que muestra esa contradicción a la perfección y que funciona como un "juego de espejos", como apunta Cruz.

"Todas esas escenas que preparan y esos ejercicios que hacen [en clase] son pruebas para irse conociendo, para hablar de temas como qué es masculino y qué es femenino. Porque es verdad que nuestros jóvenes están muy abiertos a la diversidad pero no dejan de mamar de la misma fuente, porque lo masculino y lo femenino sigue estando como muy inculcado. Siguen manteniendo ciertos estereotipos y ciertos roles. Y luego está el propio juego de espejos que se crea con el espectador, que está aprendiendo de lo que está viendo", analiza la responsable de plasmar todo eso en el guion y que funcione tan bien como funciona en pantalla.

A Joel el espectador le conoce en el mismo punto que el resto de compañeros de clase (salvo sus dos mejores amigos). Eso es cuando el proceso de transición física ya está iniciado y el tratamiento ha hecho efecto. La decisión de elegir ese punto de la transición y no irse más atrás en el tiempo tuvo que ver con el hecho de que su guionista "quería huir de toda la parte más de transición física porque, cuando hablamos de transexualidad, es como que todo está centrado en los cambios físicos y se habla muy poco de los cambios emocionales y de lo que supone haber vivido socialmente con un género concreto y cambiar, aunque ellos se hayan sentido o reconocido siempre así. Había algo mucho más interesante ahí".

Eso posibilita que la trama se desarrolle por otros derroteros y que se facilite el conflicto y el dilema al que se enfrenta Joel sobre qué quiere contar de su historia y las implicaciones que hacerlo o no pueden tener tanto para él como para su entorno. Volviendo al hecho de que se trata de alumnos de Bachillerato escénico y de que el arte es un vehículo natural para dar rienda suelta a temas como la búsqueda de identidad, en 'Ser o no ser' uno de los discursos capitales y que mejor funcionan es el del valor necesario para quitarse la careta ante el mundo y mostrarse cada uno tal cual es. Porque una parte importante de la identidad está en reconocerse y reconocer a los demás. Es el caso de Joel, pero también de su profesora, su madre (con una historia que merece ser descubierta yendo a ciegas) y sus compañeros.

El reparto de ‘Ser o no ser’, cuya temporada está compuesta de seis episodios de 25 minutos y para la que su creadora tiene ideas de cómo continuar si se apuesta por una segunda, lo completan las veteranas Anna Alarcón y Emma Vilarasau y como el resto de alumnos, Júlia Gibert, Berta Galo, Lion, Enzo Oliver, Nil Carbonell, Eduard Torres y Anna Bernal.

viernes, 28 de mayo de 2021

#hemeroteca #lgtbi #trans #identidades | Crítica al identitarismo en las luchas LGTBI

Imagen: ctxt / Mani del World Pride 2017 en Madrid //

Crítica al identitarismo en las luchas LGTBI.

Miquel Missé | ctxt, 2021-05-28

https://ctxt.es/es/20210501/Firmas/36125/trans-feminismo-identidad-libro-alianzas-rebeldes-miquel-misse-clara-serra.htm

En 2018 tuvieron lugar en Barcelona unas jornadas sobre políticas LGTB críticas tituladas “Municipalismo Queer” organizadas por Barcelona en Comú. En ellas participaba Sergio Vitorino, uno de los activistas gays portugueses más interesantes que he conocido e incansable contra la patologización trans en su país. En su intervención, Vitorino nos contó una anécdota reveladora que había vivido recientemente cuando salió como cada año a la manifestación trans de Lisboa, un evento importante para él, entre otras cosas, porque fue uno de sus impulsores. Explicó que, en la última edición, se encontró al llegar con un grupo de activistas trans que sostenían una pancarta en la que estaba escrito “No necesitamos aliados”. El lema quería expresar que las personas trans no necesitaban a las personas cis en sus luchas, que la lucha trans es de las personas trans. Y Vitorino, sin salir de su asombro, relataba su sorpresa y también su tristeza frente a ese repliegue identitario de una parte del activismo trans portugués. Escuchándole, sentí esa misma tristeza porque, en mi cabeza, Sergio es también un activista trans, es uno más cuando salimos a la calle a denunciar la transfobia de este mundo. No ser trans no le ha impedido jamás pelearse a mi/nuestro lado contra el estigma, la violencia, y el miedo. Este artículo trata, sobre todo, de ese debate y de cómo conservar a todos los Sergios del mundo en nuestras luchas.

El libro de ‘Alianzas rebeldes. Un feminismo más allá de la identidad’ existe porque, por diversas razones, un conjunto de personas hemos sentido que queríamos divulgar nuestros argumentos compartidos frente a la emergencia de discursos en los feminismos y las luchas LGTB que nos parecen problemáticos. Entre estas derivas se encuentra el identitarismo, es decir, la convicción de que las personas autorizadas para librar una lucha política son aquellas afectadas directamente por esa discriminación o desigualdad en cuestión, aquellas que comparten una identidad concreta. Por ejemplo: el feminismo es la lucha de las mujeres, la homofobia es la lucha de los gays y las lesbianas, la transfobia es la lucha de la gente trans y así hasta el infinito. Las personas que no están atravesadas en primera persona por esa desigualdad pueden mostrar su apoyo, animar desde la barrera, pero nunca trabajar de igual a igual en la estrategia política, las acciones y los argumentarios. Este texto en concreto viene a problematizar esta idea, muy presente en las luchas feministas y LGTB actuales, y a hacer una defensa del valor de las alianzas, de la importancia de compartir las luchas con quienes compartimos valores y romper con la ilusión de que por compartir una identidad compartimos un ideario político. A la vez, aclaro que, a pesar de que quiera cuestionar el identitarismo como forma de hacer política, creo que hay que ser respetuoso con las distintas formas en las que las personas eligen organizarse. Es una obviedad, pero en estos tiempos quería resaltarlo: cuestionar o discutir políticamente la estrategia identitaria no implica negarla o despreciar a quien la encarna. Dicho esto, en este texto se desarrolla una reflexión crítica con la deriva identitaria y a veces incluso esencialista de los feminismos y las luchas LGTB. Y pretende inspirar una reflexión colectiva que se traduzca en prácticas políticas concretas.

Esta reflexión crítica con el identitarismo puede ser también útil también para abordar los debates actuales entre las luchas feministas y las luchas trans. En muchos casos las tensiones tienen que ver con cómo se conceptualizan las identidades, qué atribuciones se les hace, si son esencias que preexisten a los sujetos o si son más bien instrumentos que usamos para hacernos más inteligibles en nuestras sociedades con fronteras y márgenes difusos.

Más allá del ruido y las dinámicas de polarización de este debate, se intuyen preguntas profundas y complejas que pueden suponer una enorme riqueza para ambos movimientos. Pero para eso, de nuevo, hay que trascender el debate identitario y cambiar el ángulo desde el que se presenta el debate.

La transexualidad como institución, como imaginario o como posibilidad, representa un enorme reto para el feminismo. Esta constatación es algo que viene siendo reflexionado por activistas trans y feministas en nuestro país desde hace décadas. Lo que es nuevo es la forma en la que se presenta el debate, como si se tratara de una guerra de bandos que enfrentara a personas trans presuntamente no feministas y feministas presuntamente cis. Si tratáramos de rescatar las reflexiones más interesantes que ha elevado este debate podríamos destacar dos ejes principales. Desde algunos sectores del movimiento trans se defiende la autodeterminación del sexo registral frente a la ley vigente que exige dos certificados médicos para permitir el cambio. En las últimas décadas en España las modificaciones del sexo registral en la documentación de la gente trans han dependido primero de sentencias judiciales y a partir del 2007 de certificados médicos. Estos procedimientos llevan años siendo denunciados por los movimientos trans hasta llegar a ser duramente criticados por las principales instituciones internacionales de derechos humanos. Es por eso por lo que, visto el peligro de poner en manos de terceros el control de las identidades de género trans tras el enorme fracaso de la psiquiatría o del sistema judicial en dicha tarea, muchos activismos trans plantean que sea la propia persona la que tenga legitimidad para hacer el cambio de sexo en su documentación. Por otro lado, desde el sector feminista más crítico con las reformas legislativas respecto al cambio del sexo registral en la documentación oficial de las personas trans, se señala el riesgo de que se reconozca legalmente la identidad de género autopercibida o sentida, porque entonces cualquiera podrá hacer cambios en su documentación y esto tendrá efectos colaterales en las políticas de igualdad basadas en el sexo registral como las leyes de violencia machista, las acciones de discriminación positiva o los ámbitos deportivos o penitenciarios.

Más allá del debate legislativo, que excede el objetivo de este artículo, podemos pensar que muchas de estas críticas son pertinentes y nos obligan a pensar con mayor detenimiento el diseño de las políticas públicas trans y feministas. Lamentablemente, el debate no aborda este reto, sino que se ha dejado vencer por una dinámica de acusaciones cruzadas. Algunas feministas acusan a las personas trans de que su forma de entender el género no hace más que reforzar la normatividad y las convierte en sospechosas de ser cómplices con el sexismo. Algunas personas trans distribuyen acusaciones de transfobia a cualquiera que quiera abordar la relación entre transexualidad y normatividad de género desde un marco feminista y por lo tanto estructural. Es un callejón sin salida. Y además alimenta un falso debate. Cada vez que he escrito en este texto “las luchas feministas y las luchas trans” lo he hecho con muchas contradicciones porque es de alguna forma aceptar el marco de que son dos luchas distintas en esencia. Lo cierto es que no es así, que no estamos condenad*s a una partida de tenis entre dos polos. Existe una propuesta política que desde hace años en este país trata de atender con el mismo empeño la crítica al esencialismo de género en las experiencias trans y la legitimidad de las transiciones de género en una sociedad binaria. Es cierto que esta postura política ha estado rezagada o incluso fuera de juego durante buena parte de este debate, pero probablemente eso se explique por la imposibilidad misma de debatir en este marco, por la percepción de que no hay espacio para la complejidad y el miedo al linchamiento. En cualquier caso, publicar este libro forma parte del empeño de muchas personas en sacar de nuevo a flote una propuesta feminista que incorpore los aprendizajes y retos de las luchas trans, entre otros.

Halberstam señalaba en su imprescindible trabajo “Masculinidad femenina” que la transexualidad es la política de la contradicción. Y es que la transexualidad no tiene por qué ser particularmente revolucionaria pero tampoco tiene por que ser normativa. Pero a la vez es particularmente revolucionaria, pero también particularmente normativa. Tiene ese doble efecto mediante el que dinamita el sistema de género a la vez que lo apuntala. Por eso es tan difícil hacer una política trans feminista y a la vez es tan necesario. El feminismo es probablemente lo mejor que le puede pasar a la política trans porque está preocupado por sus excesos, sus límites y sus retos. Y la política trans es también clave para el feminismo porque le recuerda que más allá de la estructura, está también la agencia, la supervivencia, y la promesa de que la libertad es posible incluso en un mundo binario y cargado de imposiciones culturales de género. Las luchas feministas y las luchas trans se necesitan las unas a las otras para construir un mundo más complejo, su enfrentamiento es una derrota colectiva.

Este texto es un resumen del artículo “No necesitamos aliados” incluido en el libro 'Alianzas Rebeldes, un feminismo más allá de la identidad' coordinado por Clara Serra, Cristina Garaizabal y Laura Macaya.

martes, 15 de septiembre de 2020

#hemeroteca #trans #derechos | Miquel Missé. Activista trans: “Los derechos de las trabajadoras sexuales deben ser una prioridad de la agenda trans”

Imagen: ctxt / Miquel Missé

Miquel Missé. Activista trans: “Los derechos de las trabajadoras sexuales deben ser una prioridad de la agenda trans”.

Nuria Alabao | ctxt, 2020-09-15
https://ctxt.es/es/20200901/Politica/33413/Nuria-Alabao-Miquel-Misse-entrevista-activismo-trans-prostitucion-sexo-genero.htm 

Activista y pensador de lo trans, Miquel Missé (Barcelona, 1986) no parece tener miedo de resultar polémico, en un momento en que la heterodoxia parece estar penalizada aunque se plantee desde el compromiso y la militancia política.

Su último libro ‘A la conquista del cuerpo equivocado’ (Egales, 2018) es una lucha contra las visiones de la transexualidad que la definen como una patología que puede ser curada “cambiando el cuerpo”. También es una confrontación contra aquellas corrientes que quizás ahora mismo son hegemónicas y que sitúan el origen del malestar de las personas trans en algo innato o esencial. “Nadie nace transexual”, dice Missé, y también afirma que otra vida habría sido posible si las personas trans viviesen en sociedades con valores menos rígidos en torno al género y al cuerpo, donde cupiesen más realidades. En realidad, señala, sería mejor la de todos.

P. En esta legislatura se quiere aprobar una nueva ley trans que todavía no es pública. De momento contamos con la que presentó Podemos en el 2018. Una de sus principales propuestas es la despatologización y desmedicalización –que deje de necesitarse un diagnóstico médico para cambiarse el nombre y sexo en el DNI–. ¿Qué opina de esa propuesta?

R. A mí me parece importante que el legislador entienda al sujeto trans como un sujeto de derechos. Eso es ya un avance. Y creo que también es interesante que se esté produciendo un debate, aunque sea super beligerante porque obliga a todo el mundo a leer más, a informarse.

Después, a nivel de articulado esta ley elimina los requisitos de modificación corporal –al menos dos años de tratamiento– y la exigencia del certificado de disforia de género [un diagnóstico médico que dice que eres trans] para poder cambiar el nombre, lo que es un avance muy importante porque era muy estigmatizante. También reconoce que hay que tomar medidas en muchos ámbitos para mejorar la vida de estas personas.

Ahora, creo que es verdad que hay que pensar mejor el ámbito deportivo, el de la salud, lo que se registra y cómo se registra… Creo que la ley tiene que trabajarse mucho más, pero que cumple con esa voluntad de mejorarle la vida a la gente trans. Aunque tiene un riesgo y es que de alguna forma reifica [convierte en inmutable, esencializa] quién es trans y quién no lo es. Hay una gente que es trans y otra que no. Esto es interesante porque, a pesar de que la ley habla todo el rato de identidad sexual y también de expresión de género de hecho está dirigida a personas que se identifican como trans, no para otras realidades como los hombres femeninos y las mujeres masculinas. ¿Por qué? Porque no hay un sujeto y una identidad vinculada a las expresiones de género no normativas.

P. Pero ¿podemos pedirle eso al Estado, a una ley, que transforme la normatividad de género?


R. Probablemente no solo es responsabilidad del Estado, pero creo que el Estado no debería fomentar la rigidez de género. Lo hace permitiendo que dispositivos culturales educativos y sanitarios refuercen esas lógicas. Igual podríamos hacer políticas más potentes para que los niños pueden expresar su feminidad y las niñas su masculinidad. Si lo pensásemos a más largo plazo, ¿no podríamos hacer una política que combatiera directamente aquellos malestares que le produce a la gente la rigidez de género independientemente de cómo se llamen y cómo se apelliden, sean o no LGTB?

P. Precisamente otro de los debates más enconados es el de la infancia trans, ¿cómo se tendría que abordar esta discusión para que sirva para ampliar las posibilidades de niños y niñas, y de todos?

R. Pues exactamente igual que con los adultos. Yo creo que no es que haya unos niños que son auténticamente trans y otros que no lo son. Creo que la transexualidad es una posibilidad, es un itinerario que a alguna gente le mejora mucho la vida, y es el caso de algunos niños. Ahora, de nuevo creo que es un parche. Yo mismo lo habito, pero hay cosas que, aunque son funcionales para sobrevivir, no van a la raíz del problema. La cuestión es ¿cómo llega un niño a pensar que la única manera de poder ser sí mismo es siendo una niña? ¿Que terrorífica es la categoría niño como para que tú no puedas ser tú? De esto no tienen la culpa los niños nacidos hoy ni hace diez años, ni yo. No tenemos la culpa, pero es una pregunta pertinente de cara al futuro.

Me gustaría que cuando un niño siente que sus elecciones son persistentemente femeninas no pensara que la única manera de habitarlas es ser una niña y lo pienso para los niños y para los adultos. ¿Tiene que resolverlo el Estado? No. En cualquier caso, el Estado siempre está haciendo algo. De momento, define lo que es la transexualidad infantil y permite que los niños de dos años puedan modificar su documentación. Eso sí lo hace. Y eso esencializa y refuerza un imaginario que el Estado no debería reforzar.

Por lo demás, sí hay muchos niños y muchas niñas a los que la transición mejorará sus vidas. Tenemos que acompañar esos procesos y también dejar todas las puertas abiertas para cuando esas transiciones les hayan servido para explorar lo que querían explorar pero quieran abandonarlas. Sobre eso se tiene que trabajar también mucho, porque creo que en los próximos años habrá algunos niños y niñas que quizá no desearán seguir haciendo la transición de género porque esa transición en ese momento que vivieron les sirvió para entender cosas, pero cuando se imaginan como adultos igual quieren elegir otros caminos. Eso es un tabú actualmente en la política trans.

Los adultos trans hemos llegado muy tarde a poder hablar de eso. Hay mucha gente trans que en algún punto de su vida decide abandonar la transición, lo que pasa es que nunca se habla de ello. En los próximos años me parece que vamos a tener que desarrollar muchas metodologías de acompañamiento empoderadoras, positivas y no culpabilizadoras sobre la gente que dice: “Vale, yo viví eso, quise ser una niña trans, pero igual quiero ser un chico adolescente a ver cómo me va”.

P. ¿Crees que estas leyes pueden tener un impacto importante para enfrentar el estigma asociado a lo trans?

R. Hay un jurista trans americano que es fundamental, Dean Spade, que explica que dentro de la gente trans o el colectivo LGTB hay quien está mejor y quien está peor –los que tienen problemas de salud, o no tienen papeles, los que vienen de contextos de pobreza, las que están en la cárcel, la gente que se dedica al trabajo sexual o a algún tipo de trabajo estigmatizado en la economía sumergida–. Él cree que la política que hagamos tiene que beneficiar principalmente a esa gente y se pregunta qué efectos ha tenido la legislación sobre el tema LGTB, en qué ha mejorado la vida de esa gente.

Trasladado aquí, ¿la ley trans del 2007 en qué le mejoró la vida a esta mujer trabajadora sexual que tiene 55 años que no ha cotizado nunca, que se ha dedicado siempre a eso? La ley que se va a aprobar ¿mejorará la vida de estas mujeres? ¿O la de las mujeres trans que están en la cárcel? Esto es lo que preguntaría Spade. Él responde que en su experiencia estas leyes solo mejoran la vida de aquellos cuyo único obstáculo era ser homosexual o trans. Creo que el caso del DNI es muy paradigmático. ¿A quién beneficia el cambio de nombre el DNI en la comunidad trans –más allá de lo que tiene como representación simbólica para sí misma, para su propia autoestima–? A la gente que pasa desapercibida como trans y que solo tiene como obstáculo el DNI, que con eso encontrará un empleo, encontrará una vivienda. Pero la gente que, aunque se cambie el DNI, sigue siendo un “travolo” para el que le hace la entrevista de trabajo, ya se puede cambiar el DNI que la transfobia seguirá actuando. Entonces, ¿estas políticas qué transformarán? El tema no es que se cambie el DNI, el tema es combatir el estigma.

A la vez que digo esto, también creo que hay que legislar, pero hay que ser muy consciente de los efectos colaterales que tienen estas medidas.

P. ¿Cuáles deberían ser las prioridades del movimiento trans, o los movimientos trans?

R. La política trans a corto plazo tiene que mejorar la vida de la gente trans en su agenda cotidiana y tratar de combatir las posiciones de vulnerabilidad en las que mucha gente se encuentra a raíz de transitar. Combatir la pobreza empezando por el trabajo sexual. Si queremos mejorar la vida de la gente trans, consigamos derechos sociales y laborales para las personas que ejercen el trabajo sexual, principalmente mujeres trans. Vamos a ir mucho más rápido que con el cambio del nombre en el DNI. O el tema del acceso a la vivienda. La gente trans, sobre todo las mujeres trans, tienen una dificultad enorme para acceder a la vivienda. La cuestión de que a la gente se la trate con respeto en algunos contextos médicos, que pueda contar con acompañamientos en su tratamiento hormonal sin tener que pasar procesos patologizantes… Son muchos los temas y estamos aquí peleándonos por qué es la identidad de género. No, me niego. Es muy perverso construir el DNI como la prioridad número uno de la agenda trans.

Creo que la cuestión es que vivimos en un mundo en el que las categorías de género son rígidas y eso lleva a alguna gente a realizar transiciones de género, lo que puede colocarla en un lugar de vulnerabilidad. Se trata de combatirlo. Pero a la vez una política trans que solo se preguntase eso es una política pobre, porque la pregunta originaria es ¿en qué mundo vivimos que hay una gente que para ser sí misma tiene que pasar por unos procesos muy dolorosos en los que pierden muchas cosas para poder vivir como quiere vivir?

P. ¿Qué diría que tienen en común el feminismo y las luchas trans?

R. Creo que es interesante lo que pone sobre la mesa el feminismo que defiende los derechos de las trabajadoras sexuales y que tiene que ver con las luchas trans: que las estrategias de supervivencia que uno elige en un mundo, con unos códigos que no ha elegido, son válidas, son importantes. Hay que respetarlas.

Lo que me parece importante es que en esta negociación de ganar derechos para la gente trans no traicionemos a las trabajadoras sexuales. El otro día leí un artículo de Beatriz Gimeno que decía que el feminismo abolicionista de la prostitución no tiene que excluir a nadie, y que las mujeres trans son bienvenidas a ese proyecto. Esta posición me pareció muy problemática por distintas razones. En primer lugar, respecto a las mujeres trans no creo que se pueda defender su libertad para elegir su identidad, pero no para elegir su trabajo. Reconocer los derechos de la gente trans es reconocer también sus estrategias de supervivencia. ¿Qué concepto de la agencia y de la emancipación es este y por qué es tan selectivo? Si quieren mejorar la vida de las personas trans, que concedan derechos sociales y laborales a las trabajadoras sexuales; será muchísimo más transformador que cambiarles el DNI.

En segundo lugar, me parece perverso decir que las mujeres trans son bienvenidas en el feminismo abolicionista en un momento en el que tantas voces exigen que las mujeres trans queden fuera del feminismo. Es una invitación envenenada porque muchas mujeres trans y travestis en este país tienen como ocupación el trabajo sexual. ¿Me pregunto qué feminismo es ese que te invita a su casa, pero siempre y cuando estés dispuesta a renunciar a tu principal forma de subsistencia y a combatirla? A mí me parece que Gimeno, que está a cargo del Instituto de la Mujer, debería tener más cuidado cuando enarbola la defensa de los derechos de las personas trans mientras la institución que ella representa rechaza reunirse o tan solo escuchar las demandas de las trabajadoras sexuales. Para mí no es aceptable. Sin hablar de que las mujeres trans y las trabajadoras sexuales no son colectivos distintos, sino que en muchas ocasiones es el mismo.

A la vez, el movimiento trans que parece muy preocupado por sus derechos, ahora mismo no debería dejar en la estacada a una parte importante de su población. Aunque se haga una ley para autodeterminar el género, muchas mujeres que se van a ver afectadas negativamente por las políticas abolicionistas son trans. Yo confío en que el movimiento trans reaccione frente a esta estrategia y la desvele. Si el Ministerio de Igualdad hace una apuesta muy fuerte por el tema trans y a la vez muy fuerte por la abolición de la prostitución en algún momento el movimiento trans tendría que plantarse y decir: “Oiga, quizás tenemos que hablarlo todo junto”.

Bajo mi punto de vista, los derechos en relación al trabajo sexual deben ser una prioridad de la agenda política trans. Y si este mandato sirve para reformar la ley trans y abolir la prostitución a la vez, creo que será un enorme fracaso político para la lucha trans y un desastre para muchas personas trans y no trans que encuentran en el trabajo sexual su principal vía de supervivencia. Al final, se trata de mejorar la vida de la gente, y muchas de estas mujeres bastante tienen con hacer frente a la ley de extranjería, la transfobia en el mundo laboral o en el acceso a la vivienda, como para tener que soportar la estigmatización de su ocupación o incluso perder su independencia económica.

P. En los debates de los últimos tiempos hay una crítica de cierto feminismo que dice que las personas trans reafirman los roles de género, sin embargo, y tal como está hoy recogido en la ley para cambiar de nombre y sexo hay que pasar por proceso de diagnóstico. ¿Qué pasa con las personas trans que no encajan tampoco en estos roles planteados de forma rígida? ¿Qué pasa con una mujer trans que no sea muy femenina o al revés?

R. Cuando dicen eso de que “las personas trans reafirman los roles de género” no puedo evitar pensar en quiénes son las personas que lo dicen. Quisiera yo escudriñar en su vida privada. ¿Es gente que efectivamente no reproduce los roles de género? ¿No fueron madres, no se casaron, no se pintan los labios? ¿Quién es esa gente que no reproduce los roles de género? O debe ser que estas feministas que dicen eso y que se identifican con algunas cosas de la feminidad lo hacen desde un ejercicio de libertad al que las personas trans no tienen acceso, solo ellas.

Por otro lado, está muy castigado ser una persona trans que no reproduce los roles de género. Durante décadas, los médicos encargados de diagnosticar la transexualidad han tenido un imaginario rígido del género. De hecho, esto es lo que tranquiliza a algunas feministas. Paradójicamente dicen: “Bueno al menos ahora hay alguien que controla”. Vaya, aquí se da una insospechada alianza entre el feminismo y la psiquiatría. Efectivamente, ahora hay alguna gente que controla la adecuación de roles y en algunos casos no se realizan esos diagnósticos. Hay mucha gente trans que no logró pasar ese proceso.

P. Por lo tanto, que se pueda cambiar libremente es una necesidad.


R. Cambiar libremente el género en la documentación tendrá problemas, pero es la mejor idea que hemos tenido. Estoy abierto a discutir otras.

jueves, 12 de marzo de 2020

#hemeroteca #trans #testimonios | Elizabeth Duval: “Ser trans no significa tanto en mi vida”

El País / Elizabeth Duval
Elizabeth Duval: “Ser trans no significa tanto en mi vida”.
La joven escritora publica 'Reina', una primera novela en clave autobiográfica donde relata su experiencia como estudiante de Filosofía y Letras en la Sorbonne de París, su ciudad desde hace dos años.
Álex Vicente | El País, 2020-03-12
https://elpais.com/cultura/2020/03/11/babelia/1583948411_096766.html

En su país, Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000) es una estrella mediática. En París, en cambio, es solo una estudiante universitaria más. La joven escritora cursa el doble grado de Filosofía y Letras Modernas en la Sorbonne, donde se funde en una masa de alumnos que cargan con ‘tote bags’ y engullen ‘paninis’ veganos bajo el tímido sol que entra en el patio. “París es una manera de alejarme de esa existencia como figura pública”, escribe en 'Reina' (Caballo de Troya), su primera novela autobiográfica, a falta de un nombre mejor. El libro es, a la vez, una autoficción y una crítica a su impúdico dispositivo. “Es un libro escrito a regañadientes, que no quiere ser leído. Lo que me interesaba era reflexionar sobre la difícil posición en la que te sitúa firmar un libro así, contar un relato con la parte morbosa que implica toda literatura del yo”, responde la autora. En el libro, que recoge sus primeros meses como estudiante en París, Duval relata cómo se pincha triptorelina para bloquear la producción de testosterona en su cuerpo. Pero también, o sobre todo, narra su peculiar historia sentimental con Aurore, las tesis sobre las relaciones subterráneas de su íntimo amigo Théo y su breve rollo con Rebecca, una joven que logró fundamentar buena parte de su memoria de posgrado en que Sylvia Plath era lesbiana y estaba carcomida por la heterosexualidad (el jurado le dio la razón).

La profesora de historia del arte del siglo XVII no se ha presentado esta mañana de marzo, por lo que Duval –vestida de negro estricto, salvo por un maletín en falso cuero rojo– aprovecha para responder correos en su Mac de última generación. A unos metros, dos estudiantes discuten: “Desconfía del anarquismo, Marion, ¡no puedes hacer una lectura teleológica de la historia!”. Junto a ellos, dos jóvenes profesores, facsímiles de Louis Garrel en versión realista, están enzarzados en otra disputa de envergadura: “¡Basta ya de verlo todo como una relación de dominación! Mi mujer, sin ir más lejos, ejerce una gran potestad intelectual sobre mí...”. Debe tratarse de ese lugar que, en el libro, la autora califica de "Barrio Sésamo de la militancia". La vida de Duval transcurre, como la de tantos estudiantes de Letras, en este territorio rayano con la parodia, sorbiendo tés en la terraza de la Mezquita de París –donde acabó de revisar ‘Reina’– y en las barras de bares como Le Nouvel Institut, conocido por sus pintas a tres euros, o La Petite, en plena Place de la Contrescarpe, epicentro de ese París insoportablemente pintoresco que ya solo toleran los turistas.

Entre Lacan y Bad Bunny
Pese a todo, su domicilio oficial se encuentra en La Queue-en-Brie, un “pueblo desdeñable de nombre ridículo” –en argot, ‘queue’ es el miembro viril– situado a hora y media de distancia del centro, donde comparte piso con otra estudiante española pagando 500 euros por cabeza. Aun así, la escritora pasa la mayoría de sus noches en el barrio parisino de Belleville –en territorio ‘bobo’, o ‘bourgeois bohème’–, donde vive su pareja, una estudiante a la que cita de pasada en el libro y que se acabó volviendo algo más que una amiga. “Pese a que tenga mis ingresos, mis padres me siguen ayudando. Si no, sería imposible seguir en una ciudad con un coste de vida tan elevado”, admite. Subsiste sin más lujos que beber cañas y comer fuera, comprar libros y pagarse un abono mensual para el cine y otro anual para el teatro. El sábado bailó lo nuevo de Bad Bunny en un centro asociativo del barrio. El domingo se quedó en casa y vio ‘Las chicas del cable’. El lunes leyó a Saussure y a Bolaño. El epígrafe del libro lo firman Lacan y Derrida. “Al principio, iban a ser C. Tangana y Rosalía”, confiesa. En clase, algunos compañeros hispanohablantes la reconocen. A veces le llaman “la estrella”. “Me hace gracia”, sonríe ella.

Hace dos años que la escritora divide su tiempo entre la capital francesa y Madrid. “Son dos nostalgias distintas. Madrid hace ver que el pasado no existió. París lo recuerda sin cesar”, dice. Pese a la contrastada sequedad de los autóctonos, el proceso de aclimatación no le costó. Para empezar, dominaba la lengua ­­–empezó a tomar clases en 3º de ESO y luego se pasó a la sección francesa– y tenía cierta afinidad de temperamento. “Tengo un carácter más frío que la media española. En muchos casos, la distancia de los franceses no me molesta tanto. Tolero bastante bien la idea de dejar absolutamente en paz al otro. Esa noción casi neoliberal del individuo como una isla me conviene...”.

Al atardecer, Duval da cita en La Plaine, un pequeño bar sin atributos pegado al cementerio de Père Lachaise, en ese París desvencijado, pero mucho más habitable, donde pasa sus noches. Pide al camarero magrebí dos pintas de 1664. “Ya no son horas de café”, decreta. Hacia el final del libro, escribe: "¿Qué ficción hay en París como para quedarse y privar a quienes quieres de tu presencia? Da la sensación de que quieres encontrar algo en París que ya no existe, que dejó de existir hace mucho”. Se refiere “a esa fantasía de libro de Vila-Matas", a quien parodia voluntariamente, "al hecho de vivir en una pequeña buhardilla y en un ambiente cultural efervescente, entre decorados bellísimos...”. Todo parisino de adopción sabe que esa ilusión no tarda en desvanecerse. Se quedan en la ciudad quienes, superado ese brutal desengaño, siguen apreciando lo que tienen ante sus ojos. “Por ejemplo, yo creí que estudiaría en la Sorbonne, pero me encontré en la facultad de Tolbiac, una ciénaga con torres de 21 plantas en el extremo este de la ciudad. París es una urbe llena de edificios feos, con mucho ruido y una rigidez tremenda. Los exámenes son el colmo del cartesianismo: te obligan a desarrollar tus ideas con tesis, antítesis y síntesis”. Y, sin embargo, aquí sigue.

"Llamé 'señoro' a Paul B. Preciado"
En el libro, Duval admite echar de menos algunas cosas. Por ejemplo, a José Luis Rodríguez Zapatero. “Sí, aunque solo cuando estoy borracha”, puntualiza. “Ha ganado puntos con el tiempo, respecto a la degeneración de Felipe González, por ejemplo. Hay ocho millones de cosas criticables y yo nunca he votado al PSOE, pero sigo considerando que Zapatero es el mejor presidente que hemos tenido en democracia”. En ‘Reina’, la autora también critica a Paul B. Preciado, a quien despoja de su estatus de intocable de la teoría ‘queer’. Le afea que, en su libro ‘Un apartamento en Urano’, el autor escriba que no se considera “ni hombre ni mujer”, sino “un disidente del sistema género-género” que desdeña esas viejas categorías. “Intercambiamos mensajes hace unos meses, porque se molestó cuando le llamé ‘señoro’ en un artículo”, dice Duval, que se excusó ante su enfado. “Sin embargo, es sintomático que la portavocía intelectual de lo trans la ejerzan siempre los hombres, como Preciado, Miquel Missé o Lucas Platero. Ellos pueden reivindican la no binariedad todo lo que quieran, pero por las noches no pasan miedo cuando vuelven a casa. Si eres tú quien provoca ese miedo y no quien lo siente, debes tomar conciencia de que no estás en la posición del oprimido y que, lo quieras o no, también ejerces el patriarcado”, responde Duval. Para ella, el género no ha desaparecido, sino que sigue "tan polarizado como siempre".

La escritora reacciona ante la irrupción de ese feminismo transexcluyente que marcó la celebración del pasado 8-M: “Me parece triste, porque este grado de violencia impide la emergencia de una conversación serena sobre cuestiones como el feminismo, las identidades o el género como sistema, que son temas debatibles. Señalar al transactivismo como caballo de Troya dentro del feminismo me parece absurdo. Se explica por la disputa por la hegemonía del feminismo entre la vieja guardia y los corrientes actuales, sobre el trasfondo de la contienda política entre el PSOE y Podemos”. Duval cree que ese conflicto surge de la importación en España “de análisis y conceptos anglosajones” y que se explica por “la mediocridad de la intelectualidad española, su incapacidad para generar ideas y contextualizaciones propias y su servilismo ante la hegemonía intelectual yanqui”, según recita leyendo un texto de su móvil, que formará parte de un ensayo sobre la cuestión trans que prepara para 2021. “En realidad, las relaciones de género no tienen que ver, en el día a día, con la genitalidad. Una enorme cantidad de los hombres que se me acercan por la calle probablemente me imaginen con vulva. Es una cuestión de percepción y no de realidad, que no soporta un análisis de brocha gorda”, opina la autora. “Yo no tengo miedo por mí misma, porque ostento cierto capital cultural, pero esa violencia puede reproducirse hacia gente más vulnerable. Y eso sí me asusta un poco”.

Los recelos que despierta su persona, convertida en diana de innumerables ataques en las redes en los últimos meses, podrían ser producto de cierta sobreexposición mediática, que arrancó a los 14 años con una recordada aparición en ‘El intermedio’. “Era una versión cómoda de lo que ser trans significada. Me aproveché de ello”, admite en el libro. Hacia el final de la entrevista, Duval apuntará a otros factores. “Es una cuestión de envidia y de frustraciones congénitas de algunas personas, y de cómo suelen menospreciar tus logros en función de las etiquetas que se te adjudiquen socialmente”, afirma. Por ejemplo, odia que la presenten como escritora trans y lesbiana. “¿Qué influencia tiene eso en lo que hago? Mi nuevo poemario lo pudo escribir un hombre...”, dice sobre ‘Excepción’, recién publicado por Letraversal. “En ‘Reina’, la palabra ‘trans’ aparece un total de cinco veces. Lo trans es una realidad que me ha sucedido, pero tampoco significa tanto en mi vida. No sabría decir en qué varía mi existencia por el hecho de ser trans, más allá de tener que ponerme un parche cada cierto tiempo”. El libro termina con el incendio de Notre Dame, pese a que al final la catedral no se derrumbe, privándola de un apoteósico desenlace. Acabará encontrando otro que lo iguala o supera: "Vengo de una larga estirpe: Don Quijote, Madame Bovary; Flaubert con sangre alcalaína", escribe en esa recta final, donde pondrá en duda la solidez de su propio edificio. "Y es que no me gusta vivir: me gusta escribir las cosas. Vivir es aburridísimo".

viernes, 16 de agosto de 2019

#hemeroteca #transfobia #feminismo | Carta abierta a Miquel Missé: Hola Señoro

Imagen: CatalunyaPlural / Miquel Missé
Carta abierta a Miquel Missé: Hola Señoro.
Artizar | Rebelión Feminista, 2019-08-16
https://rebelionfeminista.wordpress.com/2019/08/16/carta-abierta-a-miquel-misse-hola-senoro/

No tan estimado Miquel Missé:

Te escribo con sentimientos contradictorios, pues anteriormente me basé en varios de tus libros para formarme. Concretamente cuando trataba de comprender mi propia existencia. Sin embargo, pasados pocos años ingresé en la realidad/túnel del feminismo radical con su materialismo y su estudio de las relaciones de poder. Es entonces cuando os dejé atrás a ti y a tu liberalismo.

Durante mucho tiempo te ignoré como a un liberal más, aunque después de tu última canallada, y en retrospectiva, puedo aseverar que estabas apuntando maneras mientras tanteabas el terreno. Lo poco que me llegaba de ti, pese a ser dañino como cualquier otro análisis superficial e inductivo, no era tan dañino como la explicación de lo que es ser trans según incluso un cis-señoro promedio.

Me he preguntado por qué te mandaban a ti a escribir artículos, en lugar de a personas trans mucho más competentes que tú (y seguramente también mejores que yo) como son Alana Portero, Darío Brillis, Atenea Bioque o Rosa María García entre otras. Claramente ha sido una cuestión de qué discurso interesa promover y blanquear; pues las personas mencionadas nunca habrían dado cabida a discursos de odio como haces tú.

Pero ha sido con tu último “artículo” llamado “No ofende quien quiere” cuando has dado el paso de transactivista cómodo para el sistema, a ser uno de tantos traidores para tu gente: la gente trans. Con tu permiso adjuntaré aquí partes de tu artículo para tratarlo párrafo a párrafo como merece:

Destacamos las siguientes frases del artículo: “nacidas con sexo masculino y que se sienten mujeres” para definir a las mujeres trans. “Transexualidad” como término para definir a toda la comunidad, olvidando que es un término patologizante. Y por último, “En nuestro país, esta corriente (la TERF) anglosajona ha sido minoritaria” porque se nota que a él no le han acosado en masa esta sección.

Empiezas fuerte al definirnos a las mujeres trans como “nacidas con el sexo masculino” en toda una declaración de principios donde los haya. A ver Miquel, el sexo no es masculino ni femenino, pues esas son dos categorías políticas que corresponden al género. Y es por esa obstinación de asignar géneros a los sexos, que las personas trans nos vemos constantemente relegadas a las categorías (también políticas) de errores de la naturaleza, de X en cuerpo de Y o demás apelativos vejatorios que tú apoyas. Así refuerzas la cisnorma con la legitimidad que te otorga ser un conocido hombre y escritor trans. Como mucho, y haciendo un ‘extremo alarde de generosidad’, podríamos decir que el sexo es macho y hembra; pero seguiríamos errando puesto que estas dos son también categorías políticas moldeadas según el sitema sexo-género, y no por ello fieles a la realidad material. Según la evidencia científica, el sexo tampoco es dicotómico ni binario.

Por otro lado, en la segunda parte de esa frase usas el “se sienten mujeres” para definirnos a las mujeres trans. Irónicamente, no es errado de forma pero sí de fondo. Claro que nos sentimos mujeres y es que nos sentimos mujeres porque lo somos. Sin embargo, me arriesgaré a aseverar que tu uso del 'se sienten' se corresponde más a la forma ordinaria de degradarnos a las mujeres trans: en el sentido de hombre que se siente mujer. Estereotipo que ha sido tan empleado para situarnos en un escalón inferior (y por tanto menos respetable) que nuestras homólogas cis. Y así, tu que impostas la representación de las personas trans, planteas tu blanqueamiento de los discursos de odio.

He de recordarte que la palabra “transexual” es patologizante. Lo acuñó Harry Benjamin para patologizar nuestra existencia. Creía que a un activista por la despatologización trans le gustaría saberlo.

Y otra cosa: ¿Donde has estado estos últimos años para decir que la corriente TERF siempre ha sido minoritaria en nuestro país? Hemos de tener en cuenta que a día de hoy sus cabezas visibles están en la academia, como ejemplifica la Escuela Feminista de Rosario Acuña, evento cuya organización por parte de personas pertenecientes o afines nada más y nada menos que al partido que ostenta el Gobierno en funciones.

Destacamos las siguientes frases del artículo: “…para promoverlo (el feminismo) es necesario ser mujer.” y la comparativa entre terf y feministas no excluyentes de “el esencialismo biológico o el subjetivismo, ambas están atrapadas en el mismo marco” olvidando que unas atacan a sabiendas a las otras.

No, Miquel, para promover el feminismo no hace falta ser mujer, ese planteamiento es absurdo cuando hay tantos hombres promoviendo todas las corrientes del feminismo, incluyéndote a ti que blanqueas el que trae el discurso filofascista como caballo de Troya. Para lo que hace falta ser mujer en el feminismo es para ser su sujeto político, y ser mujer no se trata de un determinismo biológico (como sostienen las TERF) ni en un subjetivismo (como pretendes que sostengamos las trans), sino en una realidad material científicamente avalada. Y por supuesto tampoco nuestros argumentos están al mismo nivel, pues unas odian, excluyen y demonizan (amén de considerarte a ti como mujer en contra de tu propia autodeterminación de género), mientras las otras tratamos de defendernos de ese odio y esa exclusión. Te lo explicaré, Miquel, una mujer es mujer por ocupar la posición política femenina dentro del sistema patriarcal de géneros, posición a la que se accede mediante la socialización. Aquí lo explicamos mejor por si quieres entretenerte.

Este párrafo me parece, en un intento no malicioso pero sí experimentado, otro de los mil artículos de hombres quejándose de que las malas feministas no les dejan abanderar nuestros espacios, relegarnos a la marginación y, en definitiva, borrar del feminismo su impronta revolucionaria en torno a las necesidades de las mujeres. De todas y cada una de las mujeres.

Nos resulta llamativo, aunque tampoco demasiado, que repitas el mismo discurso misógino que muchos otros antifeministas como son Un Tío Blanco Hetero, Dalas o Pérez-Reverte, a la par que blanqueas justamente el discurso del grupo transfobo que te permitiría estar a la cabeza de nuestro movimiento.

Destacamos las siguientes frases del artículo: “Algunas personas trans alegan sentirse dañadas por este feminismo acusándolo abiertamente de transfobia”, sí Miquel, llamar hombres a las mujeres trans es transfobia. “…debate sano y plural” como se nota que no es a ti directamente al que atacan (aunque sí de forma secundaria, considerándote una mujer). “(La transfobia) Es promover el odio hacia las personas trans” que es justamente lo que hacen las TERF. “El feminismo TERF no me ofende ni personal ni políticamente” claro, porque como hombre no es a ti a quien quieren borrar.

Alegamos sentirnos dañadas porque nos dañan, porque nos excluyen, fomentan discursos de odio contra nosotras y terminan boicoteando nuestros derechos en mesas de trabajo de Igualdad (por poner un solo ejemplo) como sucedió en la pasada legislatura.

Al considerar esto un debate sano y plural, Miquel, estás cayendo en la tolerancia a un discurso de odio, y eso nunca ha llevado a nada bueno. Ningún debate es sano cuando se están debatiendo derechos humanos, y ese debate es el que tú pretendes promover. Aceptas que considerar a las mujeres trans hombres (como pareces hacer tú) sea una opinión respetable como cualquier otra a pesar de la violencia estructural de la que se nutre y la que ejerce.

¿El “feminismo” TERF no te ofende ni te agrede? Puede que no te ofenda por tus circunstancias, pero desde luego que te agrede al considerarte mujer y al difundir el bulo de que tú eres una mujer. ¿Pero no eres un hombre trans? ¿Por qué toleras que te nieguen a ti también? ¿Qué ganas con esto?

Destacamos las siguientes frases del artículo: “…el símbolo de la vagina (dos manos formando un triángulo)…” no es una vagina este símbolo, el problema es que las TERF hayan convertido un símbolo como este en una interpretación de la vagina. Y “…el símbolo de la vagina no puede ser transfobo porque muchos hombres vivimos con una”, dice el señoro de nuevo queriendo que el feminismo trate sobre él.

Miquel, lamento informarte de que el triángulo con las manos no es el símbolo de la vagina, sino el de la unión de todas las mujeres, y por lo tanto ni es tránsfobo ni tú tienes sitio en él porque eres un hombre. Y aunque tuviera su raíz en querer simbolizar la vagina seguiría siendo pertinente al señalar la división sexual del trabajo, que a ti te afecta solo por transfobia y no misoginia, que es el comienzo del sistema sexo-género. Por tanto, tú que como varón estás en una posición política de poder respecto a nosotras, sigues sin ser incluido por mucha vagina que tengas. Porque eres un hombre y como hombre no eres sujeto político del feminismo. Aceptarte como tal supondría la transfobia de negarte tu género y la misoginia de dejarte invadir nuestros espacios feministas tal y como, paradójicamente, el discurso TERF nos acusa a las mujeres trans.

Destacamos las siguientes frases del artículo: “…así es como algunos feminismos tratan a los hombres” porque de nuevo, el feminismo tiene que girar en torno a los hombres.

No, Miquel, a los hombres no se os puede excluir porque el mundo está hecho por y para vosotros. De nuevo, para excluiros deberíais ser los hombres una categoría oprimida con menos derechos reconocidos que las mujeres. Por eso, los hombres, no sois sujeto político del feminismo. Además, debemos recordarte que son mujeres trans las que acaban expulsadas por esta panda a la que has decidido bailar el agua de los espacios feministas que legítimamente les pertenecen, como le ha ocurrido a una de nuestras compañeras. Es a nosotras, en un afán de negarnos nuestra identidad, a quienes se nos expulsa no solamente de la esfera física, sino también de la teórica: Ignorando nuestras problemáticas concretas como mujeres trans y arrojándonos a una situación de vulnerabilidad. Mientras, a hombres con vagina como tú, se les permite no solo tener espacio en la esfera física permitiéndote acceder a espacios que nos son negados, sino también a la teórica hablando de vuestras problemáticas solo porque tenéis vagina (con la consiguiente transfobia de considerar que esa vagina os hace mujeres, ojo no olvidamos tampoco la transfobia implícita).

Destacamos las siguientes frases del artículo: “Todo esto es abono para el auténtico enemigo, que acaba de entrar en las instituciones…” Llevaba mucho tiempo en las instituciones, solo que no habéis querido verlo mientras nosotras lo señalábamos, ¿o acaso crees que las TERF no tienen un discurso fascista? “(la propuesta) basada en ideas y no en identidades” porque crees que un fascista lo es por ignorancia, no, lamentablemente lo es por intereses políticos y, sobre todo, económicos.

No, Miquel, el auténtico enemigo no acaba de entrar en las instituciones, lleva años en ellas además de los recién llegados. Y con esto me refiero a ese partido que ya hemos mencionado que está fomentando el feminismo TERF para sacar rédito electoral del feminismo; creando un enemigo imaginario en las mujeres trans en lugar de afrontar los auténticos retos del feminismo como son la violencia de genero, la explotación reproductiva o la brecha salarial. Y es un enemigo al que con tu artículo das fuerza. ¿Por qué? Pues por lo mismo que las TERF han construido este feminismo antagónico, porque te beneficia no solamente de forma política y social, sino también económicamente. (¿Con qué te pagan por blanquear a las TERF con tu texto cargado de falacias, liberalismo y mierda misógina?)

Finalmente, Miquel, me despediré dándote un consejo: Un movimiento no se debe basar en ideas ni identidades, ya que ninguna de estas salen del aire. Los movimientos feminista y LGTBI deben basarse en realidades materiales como nuestra exclusión social y laboral, nuestra pobreza y nuestras violencias vividas a diario, que al fin y al cabo configuran no sólo nuestras identidades sino también nuestras ideas y nuestro corpus teórico, es decir, las bases que tenemos para entender y encauzar nuestra acción política. Y en coherencia con esta misma me atrevo a decir que tú como hombre sobras en el feminismo y que como colaboracionista has traicionado el movimiento LGTBI.

Que te cundan las migajas,

PD: Dudo mucho que llegues a saber que te he escrito esta carta. Sin embargo, esto debía decirse, pues te has convertido en un ser dañino para nosotras y tu discurso se debe destapar como el peligro que representa.

viernes, 9 de agosto de 2019

#hemeroteca #trans #feminismo | No ofende quien quiere

Imagen: El País / Concentración feminista en Bilbao
No ofende quien quiere.
Las personas ‘cis’, las personas hetero, los hombres, esa es también nuestra gente y tenemos que reclutarla como sea en las filas de la lucha feminista y LGTBI.
Miquel Missé | El País, 2019-08-09
https://elpais.com/ccaa/2019/08/08/catalunya/1565258218_014502.html

El pasado julio estalló una nueva polémica en torno al papel de las personas trans en el feminismo. A raíz de unas conferencias en la Escuela Feminista Rosario de Acuña en Gijón, algunas ponentes expusieron sin tapujos sus malestares con la presencia de las mujeres trans (nacidas con sexo masculino y que se sienten mujeres) en el feminismo. Las conferencias se viralizaron y la polémica del verano estaba servida: las redes ardían dirimiendo sobre qué es una mujer entre insultos y agravios. El debate no es nuevo, emergió en los setenta en Estados Unidos cuando una corriente feminista señaló la transexualidad como un caballo de Troya en el feminismo. Sus activistas han sido apodadas por sus detractoras como TERF (Trans Exclusionary Radical Feminists / Feministas radicales que excluyen a las personas trans). En nuestro país, esta corriente anglosajona ha sido minoritaria. Es más, desde los noventa han existido múltiples alianzas entre feministas y activistas trans que se han plasmado en lo que se ha denominado ‘transfeminismo’.

Esta polémica ilustra tendencias en los movimientos feministas y LGTBI actuales con derivas preocupantes en los movimientos sociales y la izquierda. La primera es el auge del identitarismo. Ambas, feministas TERF y algunas activistas trans, entienden el feminismo como una lucha identitaria, es decir, para promoverlo es necesario ser mujer. Eso implica para las TERF nacer con sexo hembra, mientras que algunas activistas trans priorizan la identidad, pero sea desde el esencialismo biológico o el subjetivismo, ambas están atrapadas en el mismo marco. En esta saga de batallas sobre quién está legitimado para hablar de qué, se examina la posición de quien habla para luego decidir si puede expresarse. Los argumentos pasan a un segundo plano, y los debates se reducen a una exhibición de opresiones y dolores en vez de una discusión sobre ideas.

Otra deriva es el victimismo. Algunas personas trans alegan sentirse dañadas por este feminismo acusándolo abiertamente de transfobia. Que exista una corriente feminista en contra de incorporar una perspectiva trans no solo no me parece tránsfobo, forma parte de un debate sano y plural. No comparto esas posiciones, pero defiendo que puedan existir. La transfobia es otra cosa. Es promover el odio hacia las personas trans. Ahora bien, cuando recurren a comentarios desafortunados y poco elegantes como referirse a las mujeres trans como “esos tíos” denotan su altura política. Es gratuito y dañino ridiculizar a nadie para defender una postura. En cualquier caso, el feminismo TERF no me ofende ni personal ni políticamente. Desde el victimismo no se puede debatir.

A un victimismo otro: estas feministas dicen sentirse perseguidas por el activismo trans. Se refieren, por ejemplo, a las denuncias que algunas voces trans lanzan contra el símbolo de la vagina (dos manos formando un triángulo) porque consideran que excluye a algunas mujeres trans y por lo tanto es tránsfobo. Sin embargo, pienso que esa simbología sigue siendo pertinente y no veo porque excluye a las mujeres trans que tienen pene; además, aunque no compartiera esos símbolos tampoco los censuraría. Por último, a modo de amable recordatorio, el símbolo de la vagina no puede ser tránsfobo porque muchos hombres trans vivimos con una.

Ahora bien, al feminismo que se escandaliza con la deriva victimista/identitaria de algunos movimientos trans hay que recordarle su enorme responsabilidad en la promoción de esta cultura política. A algunas feministas cis (no trans) que se molestan mucho cuando desde posiciones trans se las acusa de ser excluyentes o de hablar desde su privilegio, hay que recordarles que así es como algunos feminismos tratan a los hombres. Pero a nadie le gusta probar su propia medicina.

Esta cultura política se escuda en una coctelera de victimismo e identitarismo cada vez que se siente incapaz de abordar un disenso político y prefiere señalar a los disidentes como enemigos y alimentar las purgas internas. Todo esto es abono para el auténtico enemigo, que acaba de entrar en las instituciones y en el imaginario de mucha gente. Esa es la gente que tenemos que conquistar y no regalársela a la extrema derecha por la simple razón de que no son como nosotros. Las personas cis, las personas hetero, los hombres, esa es también nuestra gente y tenemos que reclutarla como sea en las filas de la lucha feminista y LGTBI, interpelarles con una propuesta amable, valiente, basada en ideas y no en identidades, y contagiarles de nuestra sed de transformar nuestra sociedad para vivir mejor.

Miquel Missé es sociólogo y activista trans.

sábado, 22 de junio de 2019

#hemeroteca #lgtbi #orgullo | Orgullo, miedo, gente hetero y futuro

Imagen: El Periódico
Orgullo, miedo, gente hetero y futuro.
Miquel Missé | El Periódico, 2019-06-22
https://www.elperiodico.com/es/mas-periodico/20190622/orgullo-miedo-gente-hetero-y-futuro-por-miquel-misse-7514896

Orgullo
El 28 de junio de 1969 una redada en el bar Stonewall Inn de Nueva York derivó en importantes disturbios que desencadenaron una movilización contra la persecución de personas LGTB en la ciudad. Desde entonces, ese día quedó fijado en la agenda como Día del Orgullo y se considera el pistoletazo de salida de la lucha por los derechos del colectivo LGTB. Esta coyuntura histórica, pero también la actualidad política, ha puesto sobre la mesa un viejo debate en los movimientos LGTB: 50 años después, ¿cómo y para qué celebramos el Orgullo?

Miedo
La celebración este año nos pilla francamente mal. Últimamente han ido en aumento las pintadas, los ataques a espacios LGTBI y las agresiones verbales y físicas en nuestras calles. En Barcelona, el caso más simbólico fue el ataque al recién inaugurado Centro Municipal LGTBI el pasado mes de febrero. El auge de la extrema derecha ha sacado del armario su LGTBfobia y eso ha empoderado a algunas personas a expresar su odio sin complejos.

Gente hetero
48 horas después del ataque al Centro Municipal LGTBI de Barcelona, vecin*s y comerciantes del barrio se autoorganizaron para crear una campaña sencilla y humilde con la que expresar desde sus escaparates su rechazo. No era un simple gesto de solidaridad de nuestr*s vecin*s heteros, era un gesto simbólico pero profundo para expresar que la diversidad sexual y de género es un patrimonio colectivo que debemos defender entre tod*s. La lucha contra la LGTBfobia ya no es algo con lo que tengamos que cargar las personas LGTB. Mucha gente hetero la siente como propia y está dispuesta a sacar los dientes para defenderla. Y no lo hace por nosotr*s sino con nosotr*s, rompiendo la frontera del ell*s y nosotr*s. ¿Son esa gente hetero parte del futuro de la lucha LGTB?

El futuro
Inquieta. Y el Orgullo, nuestra herramienta política más influyente, ha ido tomando derivas muy cuestionadas por una parte del activismo LGTB. El liderazgo del empresariado gay en la organización de este día de lucha por su interés en comercializar la fiesta ha desplazado la agenda política. Otros defienden su despolitización porque dicen que la radicalidad pone en riesgo la hegemonía de la movilización. Discrepo. La potencia de Stonewall fue justamente aunar fiesta y protesta en una movilización, radical en su propuesta política y en su forma festiva de celebrar la vida.

Ahora falta que nos atrevamos a disputar el modelo del Orgullo con inteligencia, sin contraponer fiesta y protesta. Y a pesar de que celebro que algunas ciudades españolas hayan reaccionado vetando a Ciudadanos de sus desfiles si pacta con la extrema derecha, falta ir mucho más a la raíz. ¿Pueden los Orgullos ser más políticos y menos comerciales sin dejar de ser fiestas políticas que interpelen a mucha gente?

Repensemos el Orgullo, disputemos el significado de esa jornada de lucha, abandonemos el identitarismo y compartamos la responsabilidad de promover la diversidad sexual y de género con toda aquella gente que quiera defenderla.

jueves, 17 de enero de 2019

#hemeroteca #transexualidad | Miquel Missé: “La ‘conquista’ del cuerpo trans es un estado mental, no tiene que ver con si te has operado”

Imagen: La Marea / Miquel Missé
“La ‘conquista’ del cuerpo trans es un estado mental, no tiene que ver con si te has operado”.
El sociólogo y activista trans presenta su nuevo libro "A la ‘conquista’ del cuerpo equivocado".
Yeray S. Iborra | La Marea, 2019-01-17
https://www.lamarea.com/2019/01/17/la-conquista-del-cuerpo-trans-es-un-estado-mental-no-tiene-que-ver-con-si-te-has-operado/

Los cuerpos solo son equivocados cuando los moldes son demasiado rígidos. Así lo cree el sociólogo y activista trans Miquel Missé (Barcelona, 1986), que aboga por limar, cuando no derrocar, esos arquetipos que nos encasillan en hombres y mujeres. ¿El objetivo? Paliar el malestar que el binomio provoca, plantear más opciones que no pasen solo por transitar –en el caso trans– de un género a otro y que supongan una “conquista” de los cuerpos. La deconstrucción del género es uno de los debates, desde la teoría ‘queer’ y en primera persona, de “A la ‘conquista’ del cuerpo equivocado”. Pero el libro también ahonda en la medicalización / patologización, los referentes trans pop, la infancia trans y los puentes entre la lucha del colectivo y la del resto de mortales: calvos que se implantan pelo o mujeres que se infligen sesiones de láser para no lucir ni uno... Los moldes nos ahogan a todos.

P. En el inicio del libro dice que le han “robado el cuerpo”.
R. Me han robado el cuerpo o la posibilidad de vivirlo de otro modo, porque en un momento determinado quise recuperarlo y ya no estaba a tiempo. Yo también he pensado “este cuerpo no está bien”. Y a pesar de ello, ahora creo que es posible vivir mejor tu cuerpo siendo una persona trans.

P. Cuando habla de recuperar el cuerpo cita la palabra “conquista”.
R. De algunas acepciones concretas, sí. Las que tienen que ver con volver a seducirse a uno mismo respecto a su cuerpo. Era consciente que podía generar polémica, pero hay que abandonar la práctica de quedarse con los ‘tweets’ y leer hasta el final; rechazo las acepciones del término que tienen que ver con la violencia.

P. “El malestar que genera la transexualidad se restaura modificando el cuerpo”. ¿Cómo se resuelve el malestar entonces?
R. El tema del malestar es muy serio. He sido un activista contra la patologización. Pero que no sea una enfermedad no quita que ese malestar exista. La oferta que se nos hace es tentadora y, seguramente, efectiva a corto plazo. Pero incluso sometiendo al cuerpo a modificaciones hay una parte del malestar que persiste. Se debe ser respetuoso con las estrategias individuales; yo mismo me hormono. Pero la solución que se nos da es perversa y la sociedad no puede desentenderse. Los cuerpos trans expresan el malestar colectivo de unas determinadas concepciones del género. Una forma de violencia estructural.

P. ¿Cómo combate esa normatividad de género? Cita el activismo como “salvavidas”.
R. En mi experiencia así ha sido. Aunque yo hice mi proceso en otro momento histórico. Igual hoy, por las vueltas que da la cultura popular, la lectura o una corriente ‘youtuber’ salve también. En mi momento, el cine no salvaba. Pero, como digo en el libro, lo que se interpreta como una cultura trans progresista está reactivando un escenario esencialista respecto al género. El género como algo orgánico, cuando este no habita en los cuerpos.

P. Habla de dejar de mirar el cuerpo para pasar el debate a un estadio cultural.
R. No hay cambio posible, si no. Pero en esta sociedad se siguen tildando las decisiones por elección como frívolas. El tema de ser gay era catalogado como un vicio: tratarlo como enfermedad restableció el orden. En esa maldita trampa está el colectivo trans, que compró la idea de “esto es una enfermedad” y ahora se quiere desprender de ella pero no puede. Esto no es una cuestión biológica sino cultural. Que yo no entrara en la categoría mujer no tenía que ver conmigo: había una cultura determinada detrás.

P. Cuando elevamos ese discurso a las políticas públicas, la cosa se complica.
R. Es un cambio de paradigma. Nos ha costado mucho explicar que la gente trans tiene derecho a modificar su cuerpo. Cuando consigues colocar en la agenda política una demanda, los movimientos se muestran rígidos a problematizarla de nuevo. El argumentario que la solución de las personas trans es la modificación corporal es equivocado. En mi sociedad ideal las personas trans no tienen que operarse para ser felices y hay que ir en transición hacia ello. Pero hay algo perverso: está naciendo una voz de extrema derecha que quiere prohibir las operaciones de reafirmación de sexo, por lo que se me puede acusar a mí de estar alineado ahí. Al contrario. La extrema derecha no está a favor de que los géneros se diluyan. Yo sí. Con este libro quizás seré acusado de transfobia y eso es una paradoja. ¿Digo que a la gente no se la opere más y que todo el mundo conquiste su cuerpo? No. Digo que el acompañamiento basado en cambiar el cuerpo, como política pública, es pobre. Cobarde.

P. ¿Hay que reforzar las conquistas conseguidas y a la vez ampliar otros imaginarios que deconstruyan el binomio? Difícil.
R. Un gran ‘embolao’. Habrá gente que sienta malestar leyéndome, me hago cargo. Pero hay que tener un debate político, no personal. La conquista del cuerpo trans es un estado mental, no tiene que ver con si te has operado o no. Pero si la base sobre la modificación era que la gente trans fuera más libre, dudo sobre su eficiencia. Vayamos más allá.

P. Habla en el libro de buenos tiempos para lo trans. ¿Existe un trans pop igual que un feminismo pop?
R. No sé si se puede establecer un paralelismo. Porque la crítica que le hago a la cultura trans pop tiene más que ver con un imaginario individualista y clasista que con el género. ¿Promueve la diversidad de género esta nueva cultura? Sí. Pero tenemos que andar con ojo, sobre todo en un país donde las referentes trans televisivas han sido ejemplo de frivolidad: La Veneno, Carmen de Mairena... Ahora vienen unas señoras ricas que han logrado ser portadas de revistas y se nos dice “estas trans, sí”. Hay que ver qué formas de transitar adquieren relevancia mediática.

P. La transexualidad infantil la ha adquirido.
R. Es casi imposible competir con la potencia del relato trans infantil. Porque hacen uso de canales que el movimiento trans ha repelido, sobre todo cuando se hacían programas del tipo 'El Diario de Patricia', donde la afirmación política desaparecía. Eso generó resistencia a los medios. Hay una gente ahora que, sin pudor, ocupa esos lugares desde la lógica del testimonio. “Este es mi hijo y lo hemos pasado mal”. Y se acompaña eso con el experto médico. Yo no estoy en contra de esos niños. Es una cuestión de qué paradigma se acaba promoviendo: si a mí ya me parecía arriesgado plantear la transexualidad como esencia en la edad adulta, imagínate en los niños. No digo que no haya niños con conciencia madura de su género pero... Los niños expresan a veces rupturas con su género asignado, y la transexualidad infantil es una interpretación posible, pero no la única.

P. ¿La violencia que ejercen las personas trans sobre el cuerpo es algo comparable con la violencia que nos ejercemos el resto por las presiones de género?
R. Sí, pero hay demasiado esencialismo en los movimientos sociales para crear esos puentes.

P. ¿Esencialismo?
R. Hay gente cómoda estableciendo al otro como otro y ya. Yo no lo estoy. Me interesa la pedagogía, las conexiones para que nos vinculemos: qué te interpela de mi malestar para poder jugar en mi mismo equipo. Habrá a quien le parezca descabellado poner al mismo nivel la violencia que yo siento como trans con la de otras personas cis, pero yo quiero generar empatía, muy transformadora políticamente. Al final se trata de presiones sociales de un mundo en el que todos participamos.

sábado, 12 de enero de 2019

#hemeroteca #transexualidad | Miquel Missé: "No hay nada biológico en ser trans, como no hay nada biológico en ser hombre o mujer"

Imagen: El Diario / Miquel Missé
Miquel Missé, sociólogo trans: "No hay nada biológico en ser trans, como no hay nada biológico en ser hombre o mujer".
El sociólogo Miquel Missé impugna en su último libro, ‘A la conquista del cuerpo equivocado’ (Egales), el discurso sobre la transexualidad que vincula el malestar que sienten muchas personas trans a un problema con su cuerpo. "No comparto la lógica de que lo que hay son hombres y mujeres en cuerpos diversos, pero siempre hombres y mujeres. Creo que ser hombre o mujer es una cuestión totalmente relativa y muy frágil", explica. También se muestra crítico con algunos relatos sobre la infancia trans: "Asociar automáticamente la transexualidad a los menores que repiten una y otra vez que son de otro género, es un problema".
Marta Borraz | El Diario, 2019-01-12
https://www.eldiario.es/sociedad/problema-discurso-hegemonico-diciendo-biologico_0_856015014.html

Sus palabras se debaten entre la crítica y la esperanza, entre lo que no le gusta de lo que ve y lo que cree posible. Miquel Missé (Barcelona, 1985), sociólogo trans, asegura que el privilegio de haber podido estudiar, su familia y su trayectoria activista le han traído hasta aquí. Hasta las ideas que expone en su último libro, 'A la conquista del cuerpo equivocado' (Editorial Egales), en el que, con tono sagaz, impugna el relato más popular sobre la transexualidad. "Siento la extraña sensación de que me han robado el cuerpo", comienza con firmeza el texto.

P. ¿Qué significa eso?
R. Me refiero a que tengo la sensación de que las personas trans en general hemos asumido un discurso por el que el malestar que sentimos tendría su origen en el cuerpo. Yo tengo una relación con mi cuerpo problemática y lo vivo con conflicto, pero creo que esta idea está basada en un conjunto de creencias que en algún momento aprendí. No creo que yo estuviera determinado a no estar a gusto con mi cuerpo, sino que tiene que ver con una cultura que nos lanza una serie de mensajes para interpretar ese malestar, en mi caso el de no encajar en la categoría mujer. A las personas trans nos han dicho y hemos aprendido que nuestro cuerpo es un problema y que tenemos que ponerlo en juego y cambiarlo. Y, de alguna manera, todos esos discursos nos lo han robado, nos han robado la posibilidad de vivir el cuerpo de otra manera.

P. Entonces, ¿cuál es el origen de ese malestar?
R. Creo que tiene mucho que ver con unos códigos culturales muy concretos respecto a la identidad y al cuerpo, con la creencia de que la identidad de hombre o mujer está asociada a una corporalidad biológica y a unos valores muy concretos. Esta correlación es tan potente que si has nacido en un cuerpo que se asigna a la categoría hombre, pero no te identificas en nada con ella, en esta sociedad parecería que la única explicación posible es que eres una mujer. Y yo creo que eso es muy discutible. Sin embargo, no estamos en la deriva de discutir eso, sino en la de transformar, hormonar y operar el cuerpo.

P. Es decir, ser trans no es algo biológico...
R. No, por supuesto que no, no hay nada biológico en ser trans como no hay nada biológico en ser hombre o mujer. Eso tiene que ver con cómo ordenamos nosotros la sociedad, es decir en base a que hay unas identidades asociadas a unos genitales, pero eso es una decisión cultural que hemos tomado. Podríamos haber tomado otra. Yo creo que no hay nada innato en el hecho de ser hombre o mujer y, por ende, no hay nada innato en el hecho de ser trans.

P. Apunta en su libro a la revolución trans que ha estallado en los últimos años, con una mayor presencia de las realidades trans en los medios, la política y la opinión pública, pero hay algo que no acaba de cuadrarle. ¿Qué es?
R. Son muchas cosas, pero principalmente es que parecería que hemos encontrado unas reivindicaciones que son muy transformadoras, y lo que ocurre es que en ellas también se encuentran discursos profundamente esencialistas y conservadores.

P. ¿En qué sentido?
R. Por ejemplo, en muchos discursos sobre la infancia trans. Con este tema, me gustaría hacer un apunte, y es que cada vez es más difícil hablar de la infancia trans sin ser tachado de tránsfobo y eso me parece súper peligroso. No tengo ningún problema con que la gente haga transiciones de género, sino que creo que el discurso hegemónico acerca del género en la infancia que asocia automáticamente la transexualidad a los menores que repiten una y otra vez que son de otro género, es un problema. Ahí es donde tengo conflictos de posiciones.

Ahora bien, entiendo que muchas familias acompañen a sus hijos e hijas en transiciones de género y seguro que a muchos de esos niños y niñas les va bien, solo digo que el relato que se utiliza para explicar lo que está pasando, me parece equivocado. Yo sencillamente es que no creo que exista gente con cerebros de hombre y de mujer, no creo que exista una identidad innata preestablecida. A los discursos que dicen que la identidad de género se fija en torno a los dos o tres años, creo que les faltan complejidad y matices porque tú puedes no tener en la infancia una identidad definida o tener una identidad que no es la que se te ha asignado al nacer porque estás explorando y tratando de entender. En la infancia hay muchos momentos en los que, mientras están aprendiendo que el mundo es binario, hay mucha fluidez y yo creo que la fluidez hay que cultivarla.

P. Ante este escenario, habla de reconquistar el cuerpo. ¿Cómo?
R. Reconciliarse con el cuerpo no necesariamente tiene que ver con no someterte a hormonas u operaciones. Yo creo que uno puede hacer eso porque cree que va a vivir mejor, pero estar en paz con esas decisiones. Sin embargo, veo que muchas veces, aunque uno transforme el cuerpo, el malestar sigue estando. Y eso tiene que ver con que tenemos que plantearnos qué tipo de realidades trans estamos visibilizando, que son las de aquellas personas que pasan desapercibidas y no parecen trans. Hay mucha gente que nunca será invisible por varias razones, entre ellas la propia morfología o los recursos económicos.

¿Cómo se logra la reconciliación? Primero, dejando espacio para hacerse estas preguntas. Para mí es muy liberador haber podido pensar 'bueno, igual en otro contexto no hubiera necesitado tomar hormonas'. Es muy doloroso, pero también me ayuda a entender que mi cuerpo no es una mierda y no tiene un problema de serie, que no es que hubo una vida feliz que pude vivir y no estoy viviendo, sino que hay una vida feliz que podría vivir si no me hubieran dicho según qué cosas sobre mi cuerpo o sobre mi identidad. También hay que hablar de expresiones de género diversas y de que una determinada no tiene que ser por ende el inicio de una crisis de identidad de género. El problema es que solo haya una opción u otra y que las categorías hombre-mujer estén tan encorsetadas y sean tan rígidas. El problema es todo el sistema normativo que hay detrás.

P. Defiende que ese sistema normativo es el que se está reproduciendo en muchos discursos actuales por los derechos de la comunidad trans...
R. Creo que en algunos discursos que abogan por los derechos de las personas trans hay formas de conceptualizar el género bastante esencialistas. Entiendo que el objetivo es la visibilidad trans pero a costa de algunos argumentos que nos van a salir muy caros.

P. ¿Cómo cuáles?
R. Por ejemplo, entender que las categorías imperantes son las categorías de hombre y mujer y lo que pasa es que puedes nacer con un cuerpo X o Y, pero las categorías siguen siendo esas. No comparto la lógica de que lo que hay son hombres y mujeres en cuerpos diversos, pero siempre hombres y mujeres. Creo que ser hombre o mujer es una cuestión totalmente relativa y muy frágil. Si realmente fuera algo totalmente natural, no estaría tan patrullada y vigilada por miles de sistemas de control y castigo hacia quien se sale de la norma.

P. En el libro hace una crítica a todo lo que ocurrió con el polémico autobús de HazteOir...
R. Para empezar, lo de HazteOir me parece un ejemplo paradigmático de cómo se ha relativizado la capacidad de indignación. A veces se producen estas grandes explosiones de enfado que pudiera parecer que hay millones de personas preocupadas por un tema y simplemente son millones de personas que han hecho ‘click’ o han hecho ‘retuit’. No creo que haya que relativizar el autobús ni su violencia, pero creo que hemos reforzado más su lugar en el mundo. Creo que a HazteOir le hicimos una enorme campaña de publicidad.

Y por otro lado, mucha de la gente que respondió lo hizo con campañas y mensajes sobre que la transexualidad está en el cerebro y no en los genitales. Es decir, no se hizo de una forma más profunda en torno a las categorías de género. Pero esa respuesta es igual de biologicista. Decir que el sexo está en el cerebro es igual de problemático que decir que está en los genitales. Al final, es una guerra entre esencialistas de diferentes lados: hay unos esencialistas que nos querrían exterminar y otros que querrían nuestra libertad. Si tengo que posicionarme, sin dudarlo me posiciono con los segundos, pero creo que tenemos que ser capaces de hablar de diferentes posiciones e ideas dentro de una misma lucha.