Participó en 'La dolce vita' de Fellini como hombre y acabó sintiendo la llamada de la vida monástica como mujer
Mariangela Paone | El País, 2011-08-12
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Giò Stajano sumó varias vidas en una. Y no fue solo por su propia voluntad. El azar le hizo nacer en el profundo sur de la fascistísima Italia de 1931; además, en el seno de una de las familias más afines al régimen. Su abuelo, Achille Starace, era el secretario del Partido Nacional Fascista y uno de los hombres fuertes de Benito Mussolini. Cuando el dictador le vio, primer nieto de su fiel mano derecha, le cogió en sus brazos y celebró "al joven hijo de la masculina juventud itálica". Nadie podía prever que, 20 años más tarde, Giò rompería los tabúes de un país santurrón declarándose transexual. Fue a mediados de los años cincuenta y desde entonces Stajano, fallecido a finales del mes pasado, fue para las crónicas el primer transexual declarado de Italia.
Por aquel entonces ya había abandonado Sannicola, el pequeño pueblo de Apulia donde, como su abuelo, había nacido, y vivía en Roma todas las luces y las sombras de la dolce vita. Llegó a la capital en 1952 como estudiante universitario, aunque más adelante probaría fortuna como pintor. Recién instalado en la ciudad, encontró alojamiento en Via Margutta, la mítica calle de artistas y bohemios, donde conoció a la pintora Novella Parigini, que le introducirá en la jet set romana.
Gracias a Parigini y a las buenas relaciones que consiguió entablar entró en contacto con todos los nombres célebres de la época, convirtiéndose en uno de los personajes de las glamurosas noches romanas que Federico Fellini retrataría en su celebérrima película La dolce vita. Stajano participó en el filme, pero su personaje fue eliminado y no apareció en los títulos de crédito de la obra hasta muchos años después. Según una de las múltiples leyendas que rodean la película, la inolvidable escena de la voluptuosa Anita Ekberg adentrándose en la Fontana de Trevi se inspiró en el baño que Stajano y su amiga Parigini se dieron en la Barcaccia, la fuente de la plaza de España. Pero no fue esta anécdota la que le dio fama. En 1959, un año antes de la presentación de la película de Fellini, había publicado Roma capovolta, el relato de sus alocadas noches romanas: el texto no sobrevivió a la censura, pero le convirtió en el transexual más famoso de Italia. Sin declararse activista de los derechos de los homosexuales se convirtió en un icono del movimiento gay italiano. Suyo fue también el primer espacio dedicado a los homosexuales en una revista italiana, Men.
En 1982 dio otro giro a su vida. Siguiendo el célebre ejemplo del transexual francés Jacques-Charles Dufresnoy, Coccinelle, cogió un vuelo a la ciudad marroquí de Casablanca y se sometió a una intervención para cambiar de sexo. Conservó el apelativo de Giò pero su nombre completo pasó a ser Maria Gioacchina Stajano Starace. "Para mi familia [la misma que de adolescente le sometió a tratamientos hormonales para fortaceler su masculinidad] fue casi una liberación", contó años más tarde. Empezó entonces, ya como mujer, una carrera de estrella de la pornografía y prostituta de lujo y fue cayendo en el olvido. Una condición poco llevadera para quien estaba tan acostumbrado a los focos mediáticos.
Fue así como, con ya 60 primaveras, Stajano se las ingenió para volver a dar de qué hablar. Se retiró a un monasterio en Piamonte, en el norte de Italia, y organizó el anuncio de su conversión de pecadora a monja. Pero, según declaró, acabó sintiendo de verdad la llamada de la vida monacal. No llegó a hacer los votos, pero en la "lucha contra las tentaciones" decidió retirarse a su pequeño pueblo de Apulia, donde acabó sus días.