lunes, 27 de julio de 2020

#hemeroteca #libros #literatura | Bendita tú eres (Una mujer de verdades absolutas)


Bendita tú eres (Una mujer de verdades absolutas).

Raúl Duque Montilla | La Pluma Invertida, 2020-07-27

https://laplumainvertida.com/bendita-tu-eres-carlos-barea/ 

Allá por el año 2007 fui en varias ocasiones a la Sala Triángulo (actual Teatro del Barrio) a ver el montaje ‘Mejorcita de lo mío’. En aquel monólogo, la actriz Pilar Gómez hacía un recorrido a través de su experiencia como mujer, dramaturga y actriz, de lo difícil que se le había puesto la cosa, de lo “malita” que había estado en la vida, y de cómo ya iba mejorando de lo suyo.

No sé si lo que yo veía en el escenario era terapéutico para la actriz, desde luego para mí sí lo fue, de no haberlo sido no habría pagado en al menos tres ocasiones para ver la obra. En aquel repaso a su vida (su madre, sus novios, sus amigas), Pilar Gómez se detenía en un momento a pensar en las monjas de su infancia, y en como ella también quiso ser religiosa, porque (y cito de memoria) “las monjas tenían una verdad absoluta, y cuando una tiene una verdad absoluta, la vida es mucho más fácil”.

Desde luego que la vida es más sencilla si se tiene una verdad absoluta que te haga de faro, pero lo malo de las verdades absolutas es que son como las pompas de jabón: preciosas, iridiscentes, cautivadoras. Pero no duran nada. Y si tienes la mala suerte de que te estallen en la cara, solo conseguirás que te escuezan los ojos, porque el jabón que se usa para hacerlas crecer es Mistol del bueno.

La protagonista de 'Bendita tú eres', la primera novela de Carlos Barea y publicada por Egales, es una monja desterrada de su convento. Ángela, la monja expulsada, se sigue aferrando a su verdad absoluta, a su fe inquebrantable.

Mientras leo la novela me surge la duda de si Ángela cree en Dios, o simplemente anhela la plácida vida de la congregación, unos muros donde puede refugiarse de una vida de la que lleva escapando (y escondiéndose) cada noche durante treinta años. En esas paredes encuentra acomodo, como lo encontró la cantante yonki y prófuga de ‘Entre tinieblas’.

La burbuja de Ángela revienta una noche en la que se descubre su secreto: ella, que lo tiene todo para ser una buena monja, carece de lo esencial: una vulva. Y no descubro nada que no se sepa en la segunda (o tercera) página del libro. Ángela, que lleva tantos años huyendo de su genitalidad, se debe enfrentar a un mundo del que salió corriendo esperando no saber nunca nada más.

Ese nuevo mundo en el que la abandonan a su suerte está recubierto de una fina capa de Mistol: Lavapiés. Un mundo nuevo para el que no está preparada, pero que la deja atónita y fascinada: los bellos reflejos de luz que atraviesan las pompas de jabón.

Conforme avanzo en las páginas siento inquietud. Tengo la sensación de no estar entendiendo algo. No alcanzo a comprender si la monja-errante es una persona intersexual o una mujer transexual; pero con su subir y bajar por las calles de Lavapiés acabo siendo consciente de que yo también me aferro a mi verdad absoluta, a la necesidad de que todo sea binario. Mi problema también lo tiene el padre Miguel, la hermana Marisol y Rafael, el estanquero, personajes de la novela, que acrecentamos con nuestra mirada absoluta el drama de la monja-náufrago.

Si te adentras en el relato, te vas dando cuenta que lo que menos importa es el cajón de nuestra cabeza donde necesitamos colocar a Ángela. La grandeza de esta novela, es hacernos partícipes de la inmensa soledad de esta mujer, de su desatino, de su deambular, de su errático caminar por un barrio que, a la vez, la mueve y la paraliza. El cuerpo de Ángela es un saco de boxeo.

Lo fácil de contar esta historia hubiera sido desgranar el rosario de penurias de la infancia de Ángela, y convertirla en una víctima. Esos ‘flashbacks’ para contar miserias que ya sabemos Carlos Barea nos los ahorra. Lo que me cautivó de la lectura es el presente que se lanza al futuro, la constante sensación de que algo está por llegar.

Por eso, al final de la historia, cuando ya solo me quedaban unas pocas páginas, yo me decía: “¡Carlos no, no puede ser, no acabes así, no hagas esto!”. ¿Pero de qué otra manera puede ser? Bajo nuestra mirada Ángela miente, pero si mirásemos como mira ella, tiene una verdad absoluta. Solo se tiene a sí misma. Y no todos los pájaros saben vivir libres.

Pilar Gómez, la actriz que quería ser monja, en ‘Mejorcita de lo mío’ se para durante un momento frente al público y nos hace ver la distinción entre miedo y cobardía: “según Albert Ellis, el miedo es una emoción y la cobardía una actitud”. Al igual que la actriz, Ángela, (y Carlos Barea por escribir su historia), son miedosas, pero no cobardes.

martes, 21 de julio de 2020

#hemeroteca #antiqueer | Marcela Lagarde: "Tenemos que decir no al borrado de mujeres diciendo sí a su existencia legal y protegida"

Público / Marcela Lagarde //

Marcela Lagarde: "Tenemos que decir no al borrado de mujeres diciendo sí a su existencia legal y protegida"

La Antropóloga, investigadora y activista feminista mexicana, Marcela Lagarde, aborda en esta entrevista a ‘Público’ un amplio abanico de temas que van desde su vida privada, el impacto del neoliberalismo en el feminismo, el papel de los hombres y el transactivismo queer, que amenaza con provocar el "borrado de las mujeres".
Nuria Coronado Sopeña | Público, 2020-07-21
https://www.publico.es/sociedad/entrevista-macela-lagarde-lagarde-decir-no-borrado-mujeres-diciendo-existencia-legal-protegida.html

Antropóloga, investigadora, activista. Catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México y fundadora de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres. Feminista. De la voz profunda y clara de María Marcela Lagarde y de los Ríos mana feminismo a raudales y en mayúsculas. Es maestra entre las maestras. Quien dotó de perspectiva de género y de contenido político a la palabra sororidad y la definió como "la complicidad de actuar entre mujeres" y a la lucha feminista como aquella que "no es contra la violencia, sino por la paz". En esta entrevista a 'Público' habla de todo: de su vida privada, del impacto del neoliberalismo en el feminismo, del papel de los hombres y del transactivismo queer que amenaza con provocar el "borrado de las mujeres".

El barco en el que Marcela Lagarde y de los Ríos navega por la vida se mueve en el océano de la sabiduría. Una manera de ser y de expresarse que le viene de su pasado, "de familia de corsarios del siglo XVIII de la que provengo", ríe. Por eso, entre sus estanterías abarrotadas de libros de los que bebe, resplandecen dos veleros a modo objetos de decoración que muestra como niña con zapatos nuevos en esta entrevista por videollamada. Los mira porque le recuerdan que sin genealogía no hay presente y mucho menos futuro. "Verlos mientras escribo o leo me da nostalgia, me recuerdan de dónde vengo", reconoce.

Ahora, recuperada de una temporada complicada de salud, vuelve a ser ella. "Tuve una intervención muy delicada con trepanación incluida. Suena muy mal la palabra, pero así fue. Salí bien de la operación, pero me puse muy grave. Tuvieron que sacarme coágulos del pulmón. Cuando estaba convaleciente llegó el coronavirus y pasé de estar en la cama confinada por la salud a estarlo en casa por el bicho. Afortunadamente me he ido fortaleciendo. He perdido diez kilos, pero ya no me siento tan frágil. El cuerpo se va adaptando y la mente también, porque tenía dificultades de memoria y de concentración".

Cuidarse como una reina
Estar en su hogar es precisamente el mejor tratamiento que ha podía tener. "Mi casa es mi tesoro, es muy bonita, tengo en ella todo lo que necesito. Aquí ahora estoy aprovechando para hacer todo lo que no puedo hacer normalmente por falta de tiempo. Por eso leo, escucho ópera, veo películas, participo en conferencias en línea y en foros, escribo, cocino...". Todo aquello que no tiene se lo lleva su hija a la puerta. "Ella me deja ahí toda la comida. Quiere preservarme de cualquier contacto. Me cuida así", resalta.

Mientras Lagarde disfruta del autocuidado no se olvida ni un minuto de la situación de las mujeres con la pandemia. "Los derechos humanos de las mujeres y las niñas están todo el tiempo en juego. Contra nosotras siguen pasando cosas terribles. Ahora con el confinamiento ha aumentado la violencia que sucede en las casas". Y pensar en ello la desespera. "Me inquieta pensar que inventamos que hay futuro, que vivimos gracias a que pensamos que vamos a mejorar, y con esta crisis, como con todas, la realidad sigue siendo lo incierto. Esta incertidumbre me tironea bastante y me hace sentir que no hay tanta confianza en el futuro".

Precisamente por eso, porque la "nueva realidad" hace caminar a las mujeres en una cuerda de alambre cada vez más fina y sin red que sostenga la caída, la autora de Cautiverios de las mujeres, replica que el mundo necesita del feminismo como nunca antes. "Se necesita la lucha por la igualdad no solo por la violencia en la que vivimos sino por todo. Como una visión utópica y con ciertas topías. Hay una utopía en constante desarrollo, una aspiración, en la que coexisten las topias reales y lo que hemos conseguido a través de la emancipación del mundo", subraya.

La docente también arenga a la urgencia del tránsito a la nueva normalidad "mediante el reconocimiento social, cultural y político de las propuestas y las realizaciones feministas. Es preciso que se vean los aportes a la teoría del desarrollo de la sociedad y a la democracia hacía la modernidad a través de la crítica radical de las feministas. Una modernidad que, aunque no ha cumplido con su propia utopía, reformula y propicia muchas propuestas para lograr construir la igualdad".

Y es que como esta antropóloga subraya la equidad se ha construido con sangre, sudor y lágrimas. "Todo ha pasado por el debate feminista para después ponerlo en práctica con leyes como las que tiene España o en el resto del mundo. Hemos puesto en el centro del debate lo que es importante. El feminismo ha luchado por lo que es justo, que no es otra cosa que la justicia contra los delitos contra mujeres y niñas porque nos expropian la condición humana desde nuestra condición sexual".

Gracias a todos estos pasos y a que las mujeres, según la profesora, "cada vez tenemos más agencia e incidencia", estamos en un momento histórico decisivo. “Elaboramos hace años la propuesta de enfrentar la violencia contra mujeres y niñas, otras colegas pusieron la atención en atender a mujeres que ya habían sido víctimas de violencias y pensamos que no bastaba con atenderlas. Queríamos que no hubiera víctimas y enfrentamos la justicia de la impunidad".

Ante este pacto social el sistema patriarcal reacciona aumentando la violencia. "A diario millones de personas con una visión neoliberal contemporánea se esfuerzan en hacernos creer que nada por lo que luchamos es importante. Esa es la respuesta desesperada para ver si nos atemorizan, para ver si nos vamos a cansar y no vamos a continuar. Ante ese incremento de la violencia contamos cada caso, lo documentamos, exigimos justicia porque se trata de personas. Por eso la lucha del feminismo es la cuenta de los siglos porque ese es el tamaño de la profundidad patriarcal".

La solidaridad social

Lagarde recuerda también otra conquista que ha hecho el movimiento feminista y que ha ido de la mano de movimientos pro derechos civiles y por la salud: el acceso a la salud como uno de los tres pilares para lograr el desarrollo. "Sin salud no podemos hablar de desarrollo, ni de democracia. La salud es un derecho humano que debe ser propiciado por gobiernos nacionales e internacionales. La gente que sobreviva saldrá mejor, pero debemos propiciar una cultura solidaria y el feminismo ha planteado la solidaridad social como un recurso político".

Esa solidaridad tal y como describe, "se ha sustentado en la sororidad como alternativa a las relaciones misóginas y enemistosas que tenemos las mujeres en la modernidad. La ética de la sororidad, el apoyo mutuo, el reconocimiento, la generosidad y todo aquello que permita que las mujeres compartamos con otros avances, recursos o cualidades para ahorrarnos tiempos y poder potenciar un desarrollo humano y solidario para nosotras".

Y pone dos ejemplos de plena actualidad. "Con la pandemia vivimos un momento crítico porque hay mucha fragilidad. Precisamente por eso no podemos poner en segundo plano la violencia. Somos nosotras quienes debemos estar ojo avizor en los derechos humanos porque si no, quienes queden después de la pandemia, van a estar débiles en derechos humanos y no tendrán cómo enfrentarse a un mundo marcado por el destrozo de la salud de la mayoría de la gente. Si fortalecemos la causa de la erradicación de la violencia tocaremos la urgencia de la salud de las mujeres".

En segundo lugar, alude a cómo esto repercute a México. "En mi país las personas que se están viendo más afectadas y son más propensas a morir por la covid son quienes tienen menos, quienes por esa pobreza tienen exceso de peso por una mala alimentación, problemas de salud en el páncreas, en el hígado, en el corazón, tienen falta de ejercicio, o viven en la contaminación. Necesitamos cambiar la producción y las relaciones con el medio ambiente, conseguir un planeta verde y de energías renovable. El feminismo tiene que ser la base del paradigma hacía donde vamos".

¿Dónde están los hombres?
Preguntada sobre los aliados feministas la escritora responde que sin ellos nada es posible. "En la lucha también incluimos la igualdad entre mujeres y hombres para lo que propiciamos el respeto a la dignidad de ambos. El respeto como actitud de convivencia en el mundo que no es necesariamente ni sexual ni amoroso. Es la relación en muchos espacios con funciones múltiples. Tenemos que hacer penetrar la igualdad en la diversidad social de hombres y mujeres para generar la economía, la cultura, la vida social en positivo. Es imprescindible ahora, pero siempre lo ha sido que, en los tiempos patriarcales, nuestro objetivo sea erradicar el patriarcado del nudo, porque ese es el tamaño de la utopía".

Además, pide "que los hombres que son violentos sean tratados como delincuentes en el marco normativo a través de las leyes que erradiquen y prevengan todas las violencias”. También en que unas y otros nos unamos. "Necesitamos articularnos. Esa es la manera de acabar más rápido con la violencia. Mientras más propiciemos una visión compensativa de la violencia las victimas acudirán antes a buscar apoyo y nosotras podremos ayudarlas".

El caballo de Troya queer

Otra de las preocupaciones de esta académica es la que tiene que ver con el movimiento queer. "Todo esto me apena mucho porque contrapone los avances que tanto nos han costado lograr a las mujeres".

Y pone una fecha al origen del transactivismo y del borrado de las mujeres que este movimiento neoliberal pretende. "El principio de todo ello se ubica como parte de un quiebre que hubo en el movimiento hace 30 años. En aquellos momentos algunas lesbianas se retiraron de las organizaciones feministas y fueron a militar a organizaciones LGTBI sin vínculos con el feminismo. Fueron mujeres huérfanas del feminismo, generaciones de mujeres muy comprometidas que no reconocieron su tradición política. De ahí a lo queer solo hay un paso".

Por ello anima a vencer a este caballo de Troya a través de la recuperación de la tradición feminista. "Es la más importante aportación de las mujeres como género a la cultura. Así de transcendental es el feminismo. Es la más importante obra creativa de mujeres críticas con el movimiento para mejorar el mundo".

Una obra que no se aprende en un abrir y cerrar de ojos, pero es clave para ser arrastradas por el falso modernismo de lo queer. "La primavera no la hace una flor. Hay que ir a las universidades, asistir a foros, leer a Celia Amorós o a Amelia Valcárcel. A tantas que explican claramente todo. Al aprender del origen de los movimientos se adquiere una gran riqueza en la vida personal porque permite enunciar a cada quien como lo que es. Es hacer que nos reconozcamos como lo que somos en esencia".

Por eso recalca algo que ha percibido sobre todo en estos últimos meses: "he visto y palpado una necesidad grandísima de reconocer y conocer el feminismo entre cada vez más mujeres que quieren nombrarse como tal. La expresión de grupos solo puede ser disminuida en el afán por eliminar a las mujeres como el sujeto del feminismo, y eso es lo que quieren eliminar en nosotras con lo queer. Y nosotras decimos que no. El primer paso a ese no, empieza por el sí a nosotras mismas. Ese no borrar a las mujeres es el sí a la existencia legal y protegida de las mujeres".

Esta respetada feminista acaba lanzando un mensaje al transactivismo. "El feminismo es lo único que puede eliminar la orfandad patriarcal. No somos huérfanas, tenemos genealogías, no somos seres de la diversidad, somos las mujeres. No usaremos el supremacismo pero sí la condición universal de nuestro género por el hecho de ser mujeres. Hay que pensar y colocarnos desde ahí para salvar todo. No solo somos seres de la diferencia. Somos seres humanos, somos las mujeres en plural. Espero que reflexionemos juntas y logremos al fin nuestros derechos humanos", finaliza.

#libros #muxes #literatura | Brujas

Brujas / Brenda Lozano.
México : Alfaguara, 2020 [07-21].
264 p.
Serie: Mapa de las lenguas.

/ ES / Libros / NOV / Literatura / Feminicidio / Lenguaje / Muxes / Tradiciones / Transgénero / Violencia
📘 Ed. impresa: ISBN 9786073189194 / 25,90 €
Otra ed.: Madrid : Alfaguara, 2021 [ 03-04] / ISBN 9788420456515

Cita APA-7: Lozano, Brenda (2020). Brujas. Alfaguara.

«[...] Un vórtice de gravedad que condensa toda la literatura de Brenda Lozano, donde conviven lo oral y lo escrito, las tradiciones populares y cierta perspectiva cosmopolita, el humor y la tragedia. Una inyección de electricidad, una música que se sigue escuchando mucho más allá de sus páginas.» -- Mauro Libertella

Paloma está muerta. Ha sido asesinada. Pero antes de ser Paloma, su nombre fue Gaspar. Antes de ser Paloma, Gaspar hacía ceremonias para curar a la gente, pero desde que se convirtió en Paloma, se dedicó a la vida nocturna con los hombres. Prefirió el amor a la purificación. Fue ella quien enseñó a Feliciana todo lo que sabe sobre la curandería. Con este aprendizaje, Feliciana descubre que, además de curar el cuerpo, también puede curar el alma. Pronto sus poderes serán conocidos en todas partes y personas de todo el mundo la visitarán para sanarse. Ella se convertirá en la curandera de El Lenguaje. Por otro lado, la periodista Zoé decide visitar a Feliciana al pueblo de San Felipe para descubrir no sólo la verdad sobre el asesinato, sino también la vida de la curandera. Y en ese mismo tenor, construirá su propio relato. ‘Brujas’ es una historia de tradiciones, sanaciones, violencia y, sobre todo, de la importancia del lenguaje; una novela maravillosamente escrita.

👤 Brenda Lozano es narradora, ensayista y editora. Estudió en México y en Estados Unidos. Ha tenido residencias de escritura en Estados Unidos, Europa, América del Sur, Japón. Ha sido antologada en diversas publicaciones, ha impartido cursos universitarios y talleres, y se ha involucrado en proyectos de cine y arte contemporáneo. Edita en la revista literaria ‘Make’ de Chicago, y es parte de la editorial Ugly Duckling Presse, de Nueva York. Su primera novela es ‘Todo nada’ (2009), le sigue ‘Cuaderno ideal’ (Alfaguara, 2014), y el libro de cuentos ‘Cómo piensan las piedras’ (Alfaguara, 2017). Fue reconocida por el Conaculta, Hay Festival y el Consejo Británico como una de las escritoras menores de 40 años más importantes de su país, y forma parte de Bogotá39, una selección de los nuevos autores más destacados de Latinoamérica. Escribe quincenalmente una columna en el periódico El País y vive en la Ciudad de México.

DOCUMENTACIÓN
Brujas de Brenda Lozano: Sororidad y sabiduría ancestral en tiempos de feminicidio.
Alejandra Márquez | Hablemos escritoras, 2020-12-28

https://www.hablemosescritoras.com/posts/285

lunes, 20 de julio de 2020

#libros #homosexualidad #literatura | El verano sin final

El verano sin final / Donacio Cejas.
Valencia : Ediciones Hidroavión, 2020 [07-20].
232 p.

/ ES / Libros / NOV / Literatura / Homosexualidad / Homosexualidad y literatura / Mariconeo / Travestis
📘 Ed. impresa: ISBN 9788412208511 / 9,90 €

Cita APA-7: Cejas, Donacio (2020). El verano sin final. Hidroavión.

[.es] Álex llega a París para pasar el mejor verano de su vida y lo que ocurra a partir de ese momento… ¡lo decides tú! Amores de verano a orillas del Sena, un complot de blogueras extremistas, un robo por resolver en la Torre Eiffel, una diva del cine a la que rescatar, exnovios que regresan, travestis, música disco, una misteriosa fiesta de fantasmas o un tórrido encuentro en un cuarto oscuro... Tú decides qué aventura vivirás, porque el protagonista de este libro eres tú, y cuando llegues al final... ¡puedes volver atrás y elegir otra historia totalmente distinta! Porque tu verano en París no tendrá un final... ¡tendrá muchos! Al final de cada capítulo, puedes decidir el camino que seguirá el protagonista eligiendo un número de página.

👤 Donacio Cejas. Es un arquitecto y artista visual español con residencia en Londres. La esencia de su obra emerge de las manifestaciones estéticas de la cultura popular, el folclore y las identidades regionales con un especial interés en el casticismo madrileño y el tropicalismo canario. Sus ideas se materializan a través de distintos formatos que comprenden desde la arquitectura efímera a la ilustración o el diseño experiencial. Su trabajo ha aparecido en publicaciones como FX Magazine, El País, Design Week o Future y ha sido expuesto en museos y galerías en España y el Reino Unido.

DOCUMENTACIÓN
Elige tu propia aventura gay, siempre con final feliz.
Javier Pizarro | Público, 2020-10-29

https://elasombrario.publico.es/elige-tu-propia-aventura-gay-siempre-con-final-feliz/

#hemeroteca #trans #transfobia #terf | La palabra 'mujer' está ya ocupada


La palabra 'mujer' está ya ocupada.

Debbie Hayton · Mujer trans y profesora de secundaria en Reino Unido | Público, 2020-07-20

https://blogs.publico.es/otrasmiradas/35016/la-palabra-mujer-esta-ya-ocupada/ 

"'Personas menstruantes'. Estoy segura de que solía haber un nombre para estas personas". Con estas palabras, JK Rowling se lanzó al que probablemente es el debate más febril de la sociedad contemporánea. Ni siquiera la covid-19 ha servido para atemperar el furor en torno al debate sobre los derechos de las personas transgénero. Conforme dos visiones del mundo colisionaban, algunas verdades fundamentales que generaciones anteriores consideraban indiscutibles han empezado a ponerse en duda. ¿Qué es una mujer? ¿Qué es un hombre? ¿Cómo podemos diferenciarlos?

Por un lado, existe la creencia en la identidad de género, un sentimiento en nuestras mentes que impulsa nuestra naturaleza y define nuestro verdadero género: somos el género que creemos que somos. Pero la creadora de Harry Potter expresó la opinión contraria. Según Rowling ella es una mujer no por psicología, sino por biología y sus frustraciones salieron a la superficie cuando su sexo se vio reducido a "persona que menstrúa".

Cien años después de que las mujeres consiguieran el derecho al voto en muchos países, Rowling se ha inmerso en una campaña que las sufragistas no podían haber imaginado – una batalla por retener el propio nombre de 'mujer'. La respuesta fue previsible y brutal. Conforme los actores que sus libros hicieron famosos hacían cola para distanciarse de ella, Rowling se convirtió en el objetivo de una campaña emocional que tiene el sello distintivo de una caza de brujas moderna.

Las mujeres que han defendido abiertamente que la palabra mujer les pertenece a ellas, y solo a ellas, han tenido que hacer frente a una oposición ruidosa y en ocasiones violenta. Las airadas protestas que soportó la feminista canadiense Meghan Murphy tras dar una charla en la biblioteca pública de Seattle a principios de febrero, fue seguida de una ruidosa protesta a las puertas del encuentro organizado por el grupo Woman's Place UK en Brighton el pasado otoño. Las mujeres fueron atacadas y otras perdieron sus empleos.

La furia se desata porque cuando las mujeres se definen por su biología, las mujeres trans quedan excluidas de la feminidad. Para las mujeres trans, desesperadas por ser validadas como auténticas mujeres, esto supone un rechazo existencial.

Aunque sería tentador mirar hacia otro lado, para mi esto es algo personal. Soy una mujer trans, así que es mi identidad – supuestamente - la que está siendo negada. Sin embargo, también soy una profesora de ciencias de secundaria y sé reconocer el pensamiento mágico cuando lo veo. Las mujeres trans son hombres – yo ciertamente lo soy, ya que soy padre de tres hijos- mientras que las mujeres son mujeres. Las personas hombres no son personas mujeres, y por lo tanto las mujeres trans no son mujeres. Sean cuales sean las emociones que rodean este debate, JK Rowling tiene razón.

Cuando hice mi transición ocho años atrás, la posición de Rowling no habría resultado especialmente polémica. Los transexuales –como se nos conocía entonces- cambiábamos nuestros cuerpos para parecernos al sexo opuesto y reintegrarnos en la sociedad haciendo el menor ruido posible. Incluso quienes ocupábamos cargos públicos entendíamos que no era un factor decisivo. ¿Por qué tendría que serlo? Profesoras y profesores hacemos en mismo trabajo, y mi transición no influía en las leyes del movimiento de Newton, ni sobre ningún otro tema sobre los que imparto docencia. Pero me apoyaba en las relaciones de confianza con las personas de mi entorno.

Al mismo tiempo otros hombres se encontraban cómodos presentándose a sí mismos de forma feminizada, pero sin cambiar sus cuerpos. Sin embargo nadie pensaba que los travestis –como eran conocidos estos hombres no transformados- fuesen mujeres. Incluyendo los propios travestis.

¿Qué ha cambiado? ¿Cómo estos dos grupos –un pequeño número de transexuales y un número más amplio de travestis- se convirtieron en un movimiento transgénero capaz de cuestionar el uso del sexo biológico para dividir a la sociedad?

Entre los líderes políticos que querían ser vistos como progresistas, o no les importaba, y una ciudadanía a la que se mantuvo en gran medida en la oscuridad, se han ido promulgando leyes y se han cambiado políticas siguiendo las indicaciones de activistas trangénero a los que esto sí importaba mucho.

A medida que género y sexo se han ido fundiendo, la identidad de género ha desplazado silenciosamente al sexo en políticas y leyes. Hemos podido elegir efectivamente no sólo nuestro género sino también nuestro sexo legal, con consecuencias devastadoras para los derechos de las mujeres. Como dijo Kiri Tunks, fundadora del grupo Woman's Place UK: "Si no puedes definir qué es una mujer, ¿cómo puedes defender los derechos de las mujeres?"

Los temores de las mujeres tienen, pues una base real. Los límites dejan de tener sentido si los hombres pueden entrar en refugios de mujeres, salas de hospitales, vestuarios e incluso cárceles. Sería muy ingenuo esperar que los hombres no hicieran eso, ¿verdad? La mayoría no lo hará, pero los que lo intentarán son precisamente los hombres por los que las mujeres se preocupan y las consecuencias pueden ser graves. En el Reino Unido, un violador llamado Karen White fue puesto en una prisión para mujeres en donde cometió otras agresiones sexuales.

No son sólo los espacios físicos los que están en riesgo. Cualquier espacio establecido para promover a las mujeres está en riesgo. Por ejemplo, la lista del Financial Times (FT) sobre las 100 mujeres más prominentes en los negocios incluía a Pips Bunce, un hombre que a veces utiliza un vestido para trabajar. A pesar de que aplaudo el coraje que se necesita para hacer eso, lamento el negativo impacto que esto tuvo sobre la mujer que quedó fuera de la lista.

En el deporte, las mujeres trans ya no necesitan cirugía para competir contra las mujeres. Se han impuesto límites a los niveles de testosterona, pero los hombres aún conservan una ventaja competitiva debido a la densidad ósea, la capacidad cardíaca y la fibra muscular. Al igual que Alemania Oriental dopó a sus atletas femeninas en los años 1970 y 1980, los regímenes modernos que se preocupan más por las medallas que por los atletas, estarán tentados a intervenir en la endocrinología de su talento emergente. Sólo que esta vez serán los hombres jóvenes los que estén en riesgo. El récord mundial actual de 200 metros para mujeres, establecido por Florence Griffith-Joyner en 1988, es batido por niños de 16 años. El deporte femenino pende de un hilo.

Nada de esto me ayuda a mí ni a otras personas transgénero que intentamos seguir adelante con nuestras vidas. Necesitamos leyes para protegernos contra el acoso y la discriminación. También necesitamos un acceso rápido a los servicios de salud mental y, cuando corresponda, a clínicas especializadas en cuestiones de género.

Pero en lugar de poner la mira en estos derechos, los activistas de los derechos transgénero exigen ser aceptados como parte del sexo opuesto, y en todas las esferas. Poniendo mucho más énfasis en sus derechos que en el autoreconocimiento, han exasperado a un número cada vez mayor de mujeres que ven en peligro sus propios derechos. Muchas mujeres han decidido que hasta aquí hemos llegado, y no puedo decir que las culpe por ello.

Dejando a un lado la verdad de que no podemos cambiar el sexo, la aceptación nunca puede ser impuesta; se gana por la forma en que vivimos nuestras vidas y nos relacionamos con los demás. Pero estos activistas parecen estar de espaldas a la realidad. En su búsqueda de la "validación" de los demás, no sólo necesitan que la sociedad cante el mantra: "Las mujeres trans son mujeres (y los hombres trans son hombres)", sino que también necesitan que todos también lo crean. Esto ha ido más allá del control del lenguaje para instalarse en el control de los pensamientos. Cuando las mujeres se oponen se encuentran con la violencia, como ha experimentado JK Rowling.

Pero esa ira no ha logrado nada. A medida que las tensiones se han incrementado, la confianza se ha evaporado, y esto es desastroso para las mujeres trans. Sin el apoyo y la confianza por parte de las mujeres somos vulnerables. Las amenazas hacia nosotras no provienen de las mujeres. Cuando las mujeres trans (una pequeña minoría en la sociedad) son atacadas, los perpetradores en su inmensa mayoría son hombres.

Como mujeres trans tenemos mucho trabajo por hacer para restablecer el equilibrio. En primer lugar tenemos que ser honestas. Somos hombres y, por lo tanto no somos lo mismo que mujeres. En segundo lugar, aunque necesitamos encontrar la validación, debemos buscarla no tanto en otras personas sino en nosotras mismas. Si no nos aceptamos, ¿cómo podemos esperar que otras personas lo hagan? Entonces podremos mirar hacia afuera pero de una manera diferente y, con énfasis en la empatía en lugar de las expectativas, reconocer que la palabra mujer ya está ocupada.

domingo, 19 de julio de 2020

#hemeroteca #transfobia #terf | Manual del feminismo transexcluyente para desinformar


Manual del feminismo transexcluyente para desinformar.

Algunas de las cuestiones que plantea el feminismo transexcluyente son legítimas, pero estas cuestiones se están utilizando como arma arrojadiza en un discurso que niega a las personas trans el derecho a prescindir del tutelaje externo al que están obligadas. Figuras de esta corriente se han valido de las mismas técnicas de manipulación utilizadas por partidos de extrema derecha.
Eva Ferreras | El Salto, 2021-07-19
https://www.elsaltodiario.com/opinion/manual-feminismo-transexcluyente-para-desinformar 

En las últimas semanas, en torno a la 'Proposición de Ley sobre la protección jurídica de las personas trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión de género', un sector del feminismo ha endurecido públicamente su discurso contra las realidades trans alegando que las leyes de identidad de género atentan contra los derechos de las mujeres cis —es decir, de aquellas que no son trans—. Algunas de las cuestiones que se han planteado en el debate son preocupaciones legítimas, como el interés por saber cómo se compatibiliza esta ley con la ley contra la violencia de género o con la existencia de espacios no mixtos para víctimas de violencia sexual. Sin embargo, bajo el pretexto de la preocupación, estas cuestiones se están utilizando como arma arrojadiza en un discurso que niega el derecho a la autodeterminación de género, un derecho que permitiría a las personas trans prescindir del tutelaje externo al que en la actualidad están obligadas.

Para propagar este discurso, algunas de las figuras más visibles del sector feminista transexcluyente se han valido de las mismas técnicas de manipulación observadas estos años en partidos de extrema derecha. Para ilustrarlo, adaptamos el Manual de la ultraderecha para desinformar, en el que la periodista Patricia R. Blanco analizaba el pasado mes de abril las narrativas de la extrema derecha descritas por los investigadores Jon Roozenbeek y Sander van der Linden en el Juego de los bulos. Hemos omitido el último punto del manual original, “troleo”, al no haber observado un fenómeno organizado de cuentas creadas específicamente para generar ruido en redes sociales.

1. Imitación de una fuente de información fiable
En la mayoría de los artículos que se enlazan en estas discusiones podemos encontrar un patrón: titulares escandalosos, poco desarrollo en la noticia y prácticamente ninguna referencia o enlace a fuentes que apoyen lo que se afirma.

Encontramos, por ejemplo, este artículo compartido por la psicóloga jurídica y forense Laura Redondo. El artículo fue publicado en La tribuna del País Vasco, medio editor de Vox: Entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria, un libro en el que se habla de este partido como “la auténtica derecha identitaria y socialmente transversal”. El texto informa de que las peticiones de cambio de sexo por parte de niños han aumentado en Reino Unido un 4.400% debido a, entre otras cosas, “la información o educación sexual y de ideología de género impuesta en las escuelas”. La única fuente que incluye el artículo es otra noticia con el mismo contenido —esta última sin ningún enlace— en el medio Aleteia, un medio de comunicación católico mantenido por la Fundación para la Evangelización a través de los medios de comunicación.

También la divulgadora Laura Lecuona expresa su preocupación por las infancias trans y alerta sobre la necesidad de aprender de la experiencia inglesa. Ni la divulgadora ni la psicóloga mencionan que en Reino Unido está actualmente vigente la Gender Recognition Act de 2004, que permite el cambio de sexo registral únicamente tras el diagnóstico de disforia, y la Equality Act 2010, que también permite la reasignación si la persona ha pasado o va a pasar por un proceso de cambio fisiológico. Recientemente ha habido manifestaciones del colectivo trans por la supuesta intención del Gobierno de endurecer los requisitos para el cambio de sexo registral.

En el mismo hilo, Redondo enlaza a continuación esta noticia para argumentar que “en el 85% de los casos de transexualidad la disforia se va y hay muchísimas detransiciones”. En la noticia, sin embargo, se dice explícitamente que “no hay datos para saber el número de personas que no están satisfechas con su nuevo género o que hayan decidido detransicionar”. La escritora Lucía Etxebarría también se pronuncia a este respecto al afirmar sin aportar ninguna prueba que hay una “ingente cantidad” de detransicionadoras que deberían plantear muchos interrogantes a este debate.

Encontramos otras afirmaciones igual de rotundas que directamente no aportan fuentes, como esta que comparte una usuaria en Twitter y que difunde la cuenta anónima @Eres_Una_Caca, otra de las más visibles del sector transexcluyente: “En los países en los que las estadísticas no tienen en cuenta la distinción de las mujeres transexuales y biológicas, se incrementan los delitos de pederastia, violaciones y crímenes violentos cometidos por “mujeres” (que en realidad son varones biológicos)”. No explica cuáles son esos países ni dónde consultar las estadísticas para poder hacer la comprobación sobre este supuesto aumento de delitos.

Estas informaciones, que aparecen por lo general en medios de dudosa credibilidad, tienen también en común la utilización de casos particulares de países como Reino Unido o Canadá para predecir el potencial peligro que tendría el reconocimiento de la autodeterminación de género. En cambio, no se comparten casos documentados de las diferentes comunidades autónomas en las que desde hace años están vigentes diferentes leyes que recogen este derecho.

2. Exaltación de las emociones
Este tipo de noticias no se están utilizando en las discusiones analizadas para plantear ninguna enmienda concreta a la proposición de ley, sino para agitar el miedo bajo una misma idea: tras la defensa de esta ley hay hombres cis que van a hacerse pasar por mujeres para seguir ejerciendo la violencia y recuperar los espacios que el feminismo sigue luchando por conquistar.

De esta manera, aceptar que una persona decida la adscripción de su sexo “sin control ni garantía” —es decir, sin tener que demostrar disforia o una situación estable de transexualidad, como en la actualidad— dará una mayor facilidad a los hombres para cometer agresiones. En última instancia, según este sector del feminismo, estas leyes consiguen lo que este sector llama el “borrado de las mujeres” y la eliminación en el imaginario social de las violencias específicas sufridas por las mujeres cis.

En este texto colaborativo difundido por la cuenta de Twitter @transinclusivas se desmienten varios de los bulos que se han utilizado en el debate para provocar este miedo en cuestiones como la paridad, la cuota de reserva de puestos de trabajo, la ley contra la violencia de género, las prisiones, el deporte femenino y el uso de baños y vestuarios de mujeres.

3. Polarización
Por otra parte, la existencia de casos documentados no invalidaría la necesidad de reconocer el derecho a la autodeterminación, de la misma forma que la posibilidad de que una mujer interponga una denuncia falsa —la Fiscalía abrió 14 investigaciones en 2018, un 0,0083% del total— no invalida la Ley contra la Violencia de Género. Por el contrario, haría necesaria una discusión rigurosa para minimizar el riesgo de que se produzcan este tipo de situaciones. Sin embargo, la exaltación del tono y el alarmismo utilizado en las discusiones por el sector transexcluyente hacen prácticamente imposible plantear un debate real sobre cómo solucionar las cuestiones que parecen preocuparles.

Encontramos, además, que desde este sector se está tratando de configurar un marco según el cual el feminismo radical sería una teoría homogénea sin confrontación de ideas en torno a su base teórica. En esta línea se manifiesta la activista e ilustradora María Murnau —más conocida como Feminista Ilustrada— al afirmar lo siguiente: “El feminismo no es un colectivo que tenga que ir preguntando a cada persona qué espera de él y qué le gustaría cambiar. El feminismo es una ideología política con una base teórica concreta. Si estás de acuerdo, te sumas, si no estás de acuerdo, busca otro movimiento”. De la misma forma se pronuncia la periodista Alba Calderón: “Ojalá nunca se olvide este capítulo de la humanidad donde solo las feministas con comprensión radical del sistema heteropatriarcal enfrentamos a la teoría cuir y su intento por borrar a las mujeres”.

De esta manera, observamos que se intenta forzar este marco ficticio para situar fuera del concepto “feminismo radical” o incluso “feminismo” a aquellas personas que, por ejemplo, se han posicionado con la corriente transinclusiva en alguna de las polémicas recientes. Es lo que ha pasado con la dibujante Moderna de Pueblo, la cómica Ana Morgade o la rapera Sara Soccas, a las que se ha acusado de misóginas o de defensoras del “generismo queer”. Con este término peyorativo hacen referencia a las teorías queer, pero entendidas únicamente en su vertiente más académica y abstracta, representada por filósofos posestructuralistas como Judith Butler. En cambio, la realidad queer es más compleja y, como explica la periodista Nuria Alabao, nace en el contexto de la época Reagan en Estados Unidos como movimiento de acción social.

4. Teorías de la conspiración
El siguiente extracto lo encontramos en un artículo de la autora Tita Barahona, La política “trans-queer, un caballo de Troya en los movimientos de emancipación social”: “Quien marca la tendencia trans-queer a nivel global es una élite acaudalada y con influencia política muy relacionada con las industrias capitalistas de la moda, los fármacos, el ocio y entretenimiento, la pornografía, la prostitución o las madres de alquiler”. La autora tiene otros artículos en el mismo medio independiente —como este otro— en los que se habla de una nueva Inquisición con “denuncias secretas e interrogatorios por parte de la policía” hacia quienes se oponen a “la ortodoxia posmoderna de la identidad sentida”.

Encontramos en redes muchas referencias a este supuesto “caballo de Troya neoliberal”, a la “inqueersición” o al “generismo queer”. Así se pronuncia también Murnau: “El fundamentalismo queer es una extensión del patriarcado bendecida por el neoliberalismo, su fin es paralizar la agenda feminista y desarticular el movimiento. Tras esta ofensiva está el lobby porno, proxeneta y de vientres: anteponen el deseo del individuo a los derechos humanos”. Y continúa el profesor de psicología Jose Errasti: “Si un movimiento social es apoyado por el 100% de las grandes corporaciones, el 100% de los medios y el 100% del gran capital, entonces sirve a los intereses de las grandes corporaciones, los medios y el gran capital”.

Como explica Alberto Garzón en su crítica a La trampa de la diversidad de Daniel Bernabé, estos argumentos que utilizan Murnau o Errasti son funcionalistas: intentan explicar el comportamiento de los agentes del sistema de acuerdo a las necesidades del propio sistema. Garzón señala que este tipo de argumentos descartan explicaciones que describan de manera fundada cómo las necesidades del sistema se vinculan con las acciones individuales, y no explican, por ejemplo, qué tipo de unidad mantienen entre sí las clases dominantes y cómo se ponen de acuerdo en cada momento. Además de resultar ineficaz para explicar la realidad, niega que las personas trans tengan una agenda propia motivada por sus condiciones materiales de vida.

Bajo esta lógica discursiva quedarían, por tanto, varias incógnitas por resolver. Entre ellas, por qué un colectivo con unas condiciones de vida muy precarias está repentinamente vinculado a una disciplina académica compleja y abstracta. También deja sin resolver cuestiones como por qué la industria farmacéutica se beneficiaría de una ley que trata de hacer que la hormonación y la cirugía no sean necesarias para cambiar el sexo registral de una persona, o por qué el lobby proxeneta estaría económicamente interesado en la autodeterminación de género. Especialmente llamativa —por repetitiva— es la cuestión de los vientres de alquiler, contra los que recientemente se ha pronunciado parte de la comunidad LGTBI+ con la campaña #FELGTBNoEnMiNombre —aquí se puede leer el comunicado—.

5. Descrédito
Encontramos un intento de separar conceptualmente dos bloques diferenciados: por una parte, “las personas transexuales” (diagnosticadas con disforia), a las que este sector del feminismo muestra su apoyo, y por otra “el transactivismo”. En estas discusiones la etiqueta de “transactivista” invalida al interlocutor, ya que, según se afirma, serlo va en contra de los propios intereses de las personas transexuales. Entre otras cosas, desde este sector del feminismo se vincula al transactivismo con las ideas más abstractas de la teoría queer y con ideas como la negación del sexo biológico o la existencia de cerebros de hombre y cerebros de mujer. Basta una búsqueda en Twitter del término “transactivista” para observar el resto de connotaciones que trae consigo el término.

Aunque existan personas que defiendan estas ideas concretas —y habría que especificar quién dentro de la comunidad trans lo hace—, esta forma de nombrar la realidad obvia que existen multitud de personas trans que no son transexuales y que defienden la autodeterminación de género desde posturas radicales anticapitalistas y con perspectiva de género, clase y raza, y que tampoco realizan su activismo en base a autores de la teoría queer. Se podría establecer una discusión sobre si el discurso trans preponderante es el anticapitalista o no, pero ese discurso también tendría razón de ser en el feminismo.

Perpetuar estigmas
De esta forma, vemos que tras el discurso de un sector del feminismo hay acusaciones dudosamente documentadas que contribuyen a generar un clima de alarmismo y a perpetuar estigmas para un colectivo que soporta un nivel de violencia muy alto.

El debate que tenga lugar dentro del feminismo sobre la proposición de ley tendrá que ser riguroso y atender a preocupaciones fundadas sin tener como eje central la negación de la identidad de las personas trans, lo que en la práctica las condena a seguir necesitando de procedimientos médicos que les confirmen lo que son.

martes, 14 de julio de 2020

#libros #homosexualidad #iglesia | Todo lo que necesita ser dicho: el amor libre y devoto

Todo lo que necesita ser dicho: el amor libre y devoto / Fernando Delgado.

Barcelona: Planeta, 2020 [07-14].
224 p.

/ ES / Libros / ENS / Homofobia / Homosexualidad / Iglesia católica / Moralidad / Sociología

📘 Ed. impresa: ISBN 9788408232056
📝 Cita APA-7: Delgado, Fernando (2020). Todo lo que necesita ser dicho: el amor libre y devoto. Planeta.


La jerarquía que decía predicar el amor y atizaba la guerra, el pastor amanerado en cruzada contra la homosexualidad, los custodios de la castidad entregados al abuso intramuros de la escuela o del monasterio; es decir, la doble moral sexual y de costumbres de la Iglesia católica es el asunto central de estas elegantes y agudas reflexiones de Fernando Delgado. El autor comenta la vida de los últimos papas, del incansable y tosco Juan Pablo, del presumido Benedicto, del esperanzador Francisco. Una obra tan concisa como intensa, justiciera y reflexiva, que Delgado cierra rescatando su registro poético para recordar a tres amigos ausentes: Gloria Fuertes, Terenci Moix y Pedro Zerolo.

lunes, 13 de julio de 2020

#hemeroteca #trans #transfobia #terf | Contra el borrado de las mujeres

AmecoPress / Acción 'Contra el Borrado de Mujeres' //

Contra el borrado de las mujeres.

La preocupación de que la desigualdad por razón de sexo se vuelva imposible de combatir desde el derecho no es una preocupación fóbica. Con leyes de autoidentificación que reconozcan que cualquiera puede ser una mujer se oculta la realidad de las mujeres, se pierde la operatividad de las leyes de igualdad entre mujeres y hombres.
Ángeles Álvarez | El Diario, 2020-07-13
https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/borrado-mujeres_129_6102064.html 

Este fin de semana nos despertamos estupefactas con un artículo de la Directora del Instituto de la Mujer del Gobierno de España que señalaba la existencia de un “feminismo contrario a los derechos de las personas trans”. Esa aseveración que, por supuesto, es falsa, se enmarca en las estrategias de silenciamiento de opiniones, reflexiones y debates que, en todo el mundo, están poniendo en cuestión la existencia del “sexo” como una categoría biológica y jurídica.

La afirmación de Gimeno viene a embarrar porque el feminismo no está cuestionando derechos de las personas transexuales, lo que pretende es un debate social que permita conocer las consecuencias de imponer algunas normas basadas en las teorías queer que implican el BORRADO DE LAS MUJERES.

Ni una sola feminista que yo conozca es contraria a la igualdad de derechos. Ese exceso verbal de la señora Gimeno solo busca protegerse preventivamente de quienes ponen en evidencia a una izquierda que se ha enfangado en los postulados posmodernos de las identidades, para confrontar con el feminismo político.

El debate pivota sobre la oposición del feminismo a varios Proyectos de Ley que introducen la negación del sexo como categoría jurídica y el intento de sustituirlo jurídica y administrativamente por una categoría cultural cambiante a la que llamamos “género”.

Para poner pie a tierra, tenemos que explicar y mostrar de manera concreta las realidades que ya conocemos tras la implantación en otros países de leyes que sustituyen, jurídica y administrativamente, el sexo de las personas eliminando la referencia biológica para sustentarlo en el “género” como algo identitario.

La categoría jurídica del “sexo” es un apunte registral de la genitalidad de los seres humanos al nacer. Se observa, es constable, describible e inapelable (incluida la intersexualidad). El sexo es una realidad que no atenta contra ningún derecho. Es el género, cuando construye la jerarquía sexual, lo que atenta contra los derechos de las mujeres.

Lo que se pretende acallar, a base de insultos, acosos y descréditos públicos, es la voz de las personas que están mostrando algunas de las consecuencias sociales que comporta dar categoría legal a un esencialismo de género que conlleve el negacionismo del sexo biológico.

Quien se acerque a la disputa a través de las redes sociales puede caer en el desconcierto y le costará comprender en qué se basan las indiscriminadas acusaciones de transfobia, a diestro y siniestro, hasta tal punto que llegan a consideran “transfóbico” explicar a las niñas que cuando llegan a la pubertad menstrúan.

¿Cómo es posible que esa afirmación sea motivo de controversia social? ¿Quién percibe las evidencias como amenazas? ¿Qué está pasando para que el feminismo se haya puesto en posición de alerta, a nivel global, ante el negacionismo queer que pretende incluso redefinir los paradigmas básicos de la ciencia?

¿Contra qué nuevo dogma establecido ha atentado Joanne Rowling, autora de la saga ‘Harry Potter’, para ser objeto de insultos, acoso, persecución y boicots disciplinarios? ¿Cuántos conocen el texto que supuestamente destila tanta “transfobia”?

¡Pues vamos a verlo! Los insultos, amenazas, llamadas al boicot e intentos de censurar a la obra de Joanne Rowling surgen tras haber publicado en su cuenta de Twitter un mensaje de apoyo a Maya Forstater una experta en fiscalidad que fue despedida del Centro para el Desarrollo Global por defender en su red social que el concepto “sexo” describe “un hecho biológico, no un sentimiento o una identidad”.

Las tres líneas de su tuit que la han llevado hasta la picota del odio tribal son las siguientes:

“Vístete como quieras. Llámate como quieras. Duerme con cualquier adulto que te consienta. Vive tu mejor vida en paz y seguridad. ¿Pero obligar a las mujeres a abandonar sus trabajos por afirmar que el sexo es real?”

Quienes han atacado este pronunciamiento a favor de la tolerancia buscan arrastrar a la sociedad a un reproche colectivo, irracional y estigmatizante contra quienes sostengan que el sexo es una categoría biológica constatable que no pone en peligro los derechos de nadie.

El sexo no define comportamiento, roles o aspectos. Es el “género”, como constructo cultural, el que interviene para determinar cuáles serán los roles que desempeñarán unos y otras y es el género el que opera para definir lo masculino o femenino. Lo hace construyendo estereotipos (sexistas) que remarquen bien las diferencias. No olvidemos que el sexismo incluso comercializa una estética que busca remarcar hasta la exageración las diferencias biológicas secundarias.

No es el sexo, es el sistema de “género” lo que crea la jerarquía sexual y socializa con dos repertorios separados para, de manera ilegítima, naturalizar que las mujeres del mundo tengan menos acceso a la educación, la salud o la representación y dificultar, o prohibir, su presencia en cualquier aspecto de la vida, cultural, deportiva, científica, etc.

Por tanto, lo que combate el feminismo es al sistema de género y se pregunta: ¿cómo es posible que se pretenda su reconocimiento legal como identidad?, ¿qué consecuencias prácticas tendría?, ¿tiene la sociedad española derecho a exigir un debate público, pausado y profundo que permita conocer las consecuencias prácticas de eliminar el sexo como categoría jurídica para ser reemplazado por un concepto que representa la jerarquía y opresión que combate el feminismo?, ¿por qué ha surgido este debate de manera repentina y virulenta?

Si el caso de Joanne Rowling hubiese sido su primera toma de contacto con estas nuevas inquisiciones, debe saber que la cosa viene de lejos. La conocida en los círculos feministas como la ‘inqueersición’ ya había conseguido censurar y suspender, la representación de los ‘Monólogos de la Vagina’, icónica obra teatral de Eve Ensler basada en las mujeres y su relación con el sexo, la violación, la menstruación, la mutilación o la masturbación. ¿Por qué había que impedir la representación? Lo que alegan los promotores de la censura es que es una obra “que excluye a las mujeres que no tienen vagina”. A las personas transexuales que yo conozco esto les resulta tan marciano como a mí y no se sienten representadas en esas reivindicaciones ni en esos discursos.

El debate que algunos tratan de opacar a toda costa se centra en la oposición del feminismo a las propuestas legislativas que pretenden regular el subjetivismo y el esencialismo de género que coloca a lo queer en el mismo discurso que defiende la extrema derecha.

El debate ha irrumpido en la agenda política gracias a un movimiento feminista internacionalista que tomó conciencia de que no estábamos ante debates especulativos, sino ante Proposiciones de Ley y normativas que afectan gravemente a las mujeres y que en general estaban pasando desapercibidas en el debate público.

Valga de ejemplo práctico la decisión del COI que, tras ceder a intensas presiones aderezadas de falsas y atemorizantes acusaciones de transfobia, estableció en 2015 una normativa que autoriza la participación en las categorías deportivas femeninas de personas transgénero y varones autoidentificados como mujeres.

Existen diferencias anatómicas que producen una ventaja deportiva para los varones. Por eso hay categorías deportivas femeninas. El Ministerio de Defensa en su manual Conceptos y métodos para el entrenamiento físico indica que “las féminas entrenadas solo puedan alcanzar valores aproximados al 60% – 70% del nivel de fuerza del varón entrenado en las mismas condiciones” y cualquier médico puede certificar que reducir la testosterona no es suficiente para equiparar las condiciones en las competiciones ya que son ciertas las observaciones de Martina Navratilova sobre que "un hombre acumula, desde la infancia, mayor densidad muscular y ósea y un mayor número de glóbulos rojos que transportan oxígeno".

A pesar de las quejas de las mujeres deportistas, el número de varones (autoidentificados como mujeres) que compiten profesionalmente va en aumento y su presencia en los pódiums es ya una seria amenaza para el deporte femenino.
  • Rachel McKinnon: batió el récord en sprint de 200 m, en la categoría femenina de 35 a 39 años. Al día siguiente ganó el Campeonato del Mundo de Ciclismo en Pista y en octubre de 2019 batió el récord de la contrarreloj.
  • Michelle Dumaresq: ganó el título nacional en Columbia Británica en 2006.
  • Hannah Mouncey: con 1,90 metros de altura y 100 kilos de peso, compite en la selección femenina de Australia.
  • Laurel Hubbard ganó el oro femenino en el campeonato internacional de Australia y en el Open de Melbourne. En 2019 ganó dos medallas de oro en los Juegos del Pacífico.
  • Cece Telfer: ganó el título nacional de Estados Unidos en 400 m vallas en 2019.
  • Maxine Blythin: Nombrada Jugadora del Año de las Mujeres de Kent en 2019.
Estos y otras decenas de casos han puesto en alerta a la coalición internacional de organizaciones de mujeres atletas que relaman al COI la suspensión de la política de autoidentificación de género en las competiciones deportivas.

Despreciar las diferencias entre los sexos en aras de una mal entendida inclusividad avoca a que las federaciones deportivas permitan ventajas injustas que desalientan el deporte femenino y que borraran las marcas deportivas, propias de las mujeres.

El generismo queer también dinamita las políticas de paridad entre los sexos.

El neosexismo que promueven estas teorías ha llevado a finiquitar la histórica conquista de Eleanor Roosevelt y la League of Women Voters que obligaba a que las candidaturas del Partido Demócrata estuviesen compuestas por personas de los dos sexos. Los Demócratas estadounidenses acaban de asumir las tesis del generismo queer presentadas por Emilia Decaudin, –primera trans-género del Comité Demócrata del Estado de Nueva York– y han fulminado el requisito de “equilibrio” entre los sexos, para sustituirlo por la representación de “géneros diferentes o no binarios”. El pasado 1 de julio de 2020, los Demócratas eligieron representantes aplicando ese criterio y el resultado ha sido que ninguna mujer representara a los Demócratas de NY.

También en México (2018) hubo de intervenir el Instituto Estatal Electoral y el de Participación Ciudadana del Estado de Oaxaca ante un evidente fraude en el registro de candidaturas que debían cumplir con la ley de paridad por sexo.

En Oaxaca, donde convive una ley para la paridad con la de autoidentificación del género, se permitió que 19 varones pertenecientes a cuatro partidos políticos diferentes se autoproclamasen mujeres sin otro requisito que manifestar de puño y letra su voluntad de ser registradas como tal. Esto fue denunciado por la comunidad muxe y puso en entredicho una norma que no da seguridad jurídica al concepto de “identidad sentida” ya que el sexo se puede certificar, pero el sentimiento no.

Pero volviendo con Emilia Decaudin. La resolución a través de la que consiguió acabar con la representación paritaria entre los sexos también incluye una cláusula para reemplazar todos los pronombres que permiten la identificación del sexo, como “él” o “ella”. Esta es otra característica de la doctrina queer que figura ya en todo tipo de guías y recomendaciones. Es el conocido como lenguaje inclusivo, que se contrapone al lenguaje no sexista y que propone la generalización del neutro que invisibiliza la existencia de la realidad sexuada. Cuando esto ocurre se borran las especificidades de las mujeres y la desigualdad que padecen, ya que como bien indica Raquel Rosario Sánchez, “elles” oprimen a “elles” invisibiliza a quien oprime y a quien es oprimida.

Pero el neolenguaje de las propuestas del generismo queer pretende cambios de mayor calado. En 2017 se registró la Proposición de Ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género y características sexuales, y de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales. Una ley con la que todas y todos esperábamos tener instrumentos contra la discriminación pero que también se dejó infiltrar por lo queer hasta tal extremo que en sus disposiciones finales proponía la modificación del Artículo 139 del Código Civil para sustituir la palabra “mujer” por “progenitor que figure como gestante” y eliminaba del mismo artículo la palabra “maternidad”.

No era una ocurrencia. El neolenguaje es una pieza angular de lo queer. Precisa modificar conceptualmente incluso las evidencias científicas. Y lo está haciendo. Lewis Carroll en 'Alicia a través del espejo', hace mantener a Humpty-Dumpty y Alicia la siguiente conversación:

–Cuando yo uso una palabra –dijo Humpty-Dumpty con un tono burlón– significa precisamente lo que yo decido que signifique: ni más ni menos.
–El problema es –dijo Alicia– si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–No. –dijo Humpty-Dumpty– El problema de verdad es quién manda aquí. Eso es todo.

Esta conversación reafirma el pensamiento Orwelliano de que “la palabra es el único vehículo de pensamiento del ser humano que, si se consigue influir y modificarlo a placer, puede guiar la conciencia de las personas, sus intereses y motivaciones”.

El generismo queer está inmerso hasta el cuello en esa estrategia y recurre a litigios estratégicos para ganar posiciones que aboquen a lo que el feminismo ya denomina “leyes de borrado de las mujeres”.

En Reino Unido el periodista Freddy McConnell, un transmasculino que retuvo sus órganos reproductores femeninos y dio a luz a un niño, demandó al Hospital que certificó su parto por registrarle como la “madre” del bebé. McConnell ha perdido en el Tribunal Superior la demanda y también la Corte de Apelaciones (abril de 2020) le recordó que en el derecho consuetudinario inglés quien da a luz debe ser descrito como madre en el certificado de nacimiento.

¿Y qué pasa con las estadísticas desagregadas por sexo?
La desaparición del concepto “sexo” como categoría jurídica implica la desaparición de “sexo” como categoría estadística y dificultará o imposibilitará tener datos desagregados que permitan medir la desigualdad. Sin datos desagregados por sexo, es casi imposible identificar las desigualdades reales y potenciales. En esta borrachera del todo vale, algunas Universidades están avalando y extendiendo la utilización sinonímica de “género” y “sexo” lo que a efectos estadísticos supone la inutilización del indicador estadístico que permite medir la desigualdad entre mujeres y hombres. En estadística, los indicadores han de ser reales y medibles. El sexo cumple el requisito, el género, no.

Distintas organizaciones nos alertan de que también se está produciendo una ficción estadística, cuando en los boletines sobre criminalidad se registra como mujeres a personas transgénero con genitalidad masculina que cometen delitos sexuales (o de otro tipo). Diferentes organizaciones de la sociedad civil trabajan en Reino Unido y EEUU para documentar los casos y medir su impacto como falsedad estadística.

Usar las leyes de transexualidad para introducir lo queer

España tiene una ley que permite rectificar la mención registral del sexo a personas mayores de edad que cumplan con dos requisitos:

1. Que exista diagnóstico de disforia de género (la OMS ha sustituido este concepto por el muy sexista “incongruencia de género”).
2. Que la persona haya sido tratada médicamente durante al menos dos años para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado (no es exigible cirugía).

La acreditación de estas dos condiciones debe realizarse mediante informe de médico o psicólogo clínico que ha de certificar a su vez dos aspectos clave:

1. La estabilidad y persistencia de esta “disonancia de género”.
2. La ausencia de trastornos de personalidad que pudieran influir en la existencia de la disonancia.

La profesora de la Universidad de Granada Tasia Aránguez ha analizado la evolución de las propuestas legislativas en esta materia y ha definido tres fases que llevan al borrado de las mujeres en la legislación, la estadística y los espacios o actividades donde es necesario considerar las desventajas de las mujeres.

Fase 1: El reconocimiento en las leyes de la noción de “identidad de género”. Es decir, el reconocimiento del género como una identidad humana.
Fase 2: La autoidentificación del sexo a través del reconocimiento de la “libre determinación de la identidad sexual”.
Fase 3: El desaparición de la categoría legal “sexo”. Es el objetivo del generismo queer que considera al binarismo de sexo como un “constructo opresor”.

Según esta categorización, la ley española estaría en la Fase 1 y las reformas registradas en anteriores legislaturas y que han ido decayendo como consecuencia de las frecuentes convocatorias electorales, propondrían pasar a la Fase 2 lo que implica eliminar los requisitos citados que incluye la ley en vigor. Se trataría de eliminar las condiciones de diagnóstico, así como dejar “a demanda” los tratamientos hormonales o el apoyo psicológico.

Al eliminar los requisitos, (estos u otros), se elimina por defecto la necesidad de certificación pública para la modificación registral del sexo y de este modo, se da el paso a la conocida como “autoidentificación de género” un eufemismo que esconde que lo que se pasa a autoidentificar es el apunte registral del sexo.

No es ciencia ficción. México debate en las próximas semanas un texto legislativo que permite el borrado del apunte registral de la partida de nacimiento. Argentina en la avanzadilla del absurdo queer pretende “proteger a toda persona contra la asignación sexual compulsiva” y ya está registrada en la cámara de Diputados una proposición de ley cuyo primer artículo reclama “eliminar la categoría de ‘sexo’ de cualquier documento público o privado” y Holanda anunció que suprimirá la inscripción del sexo en los documentos de identidad a partir de 2024/2025.

Las personas que hayan llegado a este punto podrán comprobar que este es un debate que trasciende al de la transexualidad y que parece pertinente que el feminismo reclame conocer cuáles son las consecuencias de la sustitución jurídica del sexo como hecho concreto y verificable por algo subjetivo e imposible de comprobar.

La preocupación de que la desigualdad por razón de sexo se vuelva imposible de combatir desde el derecho no es una preocupación fóbica. Con leyes de autoidentificación que reconozcan que cualquiera puede ser una mujer se oculta la realidad de las mujeres, se pierde la operatividad de las leyes de igualdad entre mujeres y hombres y se llega exactamente a donde quiere Vox: negar las diferencias que reclaman atenciones diferenciadas. El ejemplo del deporte es suficientemente explicativo.

Rosa María Magda nos recuerda que la teoría feminista acepta que el sexo es lo biológico y el género lo cultural y combate por tanto lo segundo y remata: “lo queer va a invertir esa relación al pretender mostrar que el sexo es también un constructo cultural, elegible, transformable y teatralizable”.

La cuestión es que lo queer nos dice que la identidad se construye a gusto de cada uno a través de “la preformatividad” despreciando la evidencia de que “nuestra identidad es el conjunto de características sociales, corporales y subjetivas que nos caracterizan de manera real y simbólica de acuerdo con la vida vivida”, como bien indica Marcela Lagarde.

Una última cuestión (de momento) ¿Por qué la ministra de Igualdad del Reino Unido ha abierto una investigación?

El gobierno británico ha iniciado una investigación para entender las razones del aumento hasta de un 4.500% de niñas que fueron derivadas por médicos a lo que se conoce como “tratamiento de género”.

Los primeros datos indican que son fundamentalmente niñas quienes están siendo derivadas a las “clínicas de género”. Representan el 72% del total y el número de casos pasó de 40 anuales a 1.086 en menos de 8 años. El intenso debate social en Reino Unido ha implicado a toda la sociedad y recientemente se ha paralizado la tramitación de su Proyecto Ley de Reconocimiento de Género, lo que supone que mantienen la necesidad de certificación ya que tienen una ley similar a la española.

También el Consejo de Ética Médica de Suecia (SMER) está pidiendo precaución en el tratamiento médico en jóvenes con “disforia de género repentina”, ya que estadísticamente es atípico que sean las mujeres púberes quienes representan el 82% de los casos.

Desde la Unidad de Transexualidad e Identidad de Género del Hospital de Málaga reclaman prudencia y nos recuerdan que con el desarrollo y la pubertad, los problemas de identidad sexual desaparecen siendo solo el 15% de quien inicia esos procesos los que derivan en casos de transexualidad. Este tema reclama por si solo un extenso artículo, pero es preciso que no olvidemos que somos las mujeres quienes en la niñez y la pubertad manifestamos más rechazo a las limitaciones de los roles de género y también quienes vivimos transformaciones fisiológicas importantes que muchas veces son vividas con desconcierto.

No deberíamos confundir a las/os menores en edades críticas inundándoles con discursos que pretendan que la disconformidad con el género cursa con la disconformidad con el sexo. Disconformes con el género, incómodas en los roles de género estamos la mayoría de las mujeres y eso no implica incomodidad con nuestro sexo.

No ayuda mucho el recalcitrante sexismo de una OMS que acepta como signo y síntoma predictor de la disforia de género, para el caso de las chicas, la “resistencia a vestir ropa femenina y preferencia a usar la masculina” (sic) y en el de los chicos “un fuerte rechazo a los juguetes, juegos, actividades típicamente masculinos, así como una marcada evitación de los juegos violentos” (sic).

Hay muchas otras preguntas que hacerse, por ejemplo: con esos indicadores claramente sexistas, ¿de verdad vamos a poner al profesorado, (como indican diferentes protocolos de atención educativa), a efectuar según esos parámetros “la posible detección temprana de aquellas personas en educación infantil que puedan estar incursas en un proceso de manifestación de su identidad de género”?

Muchos profesoras/es feministas están alertando sobre la incursión en el sistema educativo de quienes pretenden catalogar los comportamientos no normativos de niños y niñas como sintomáticos de transexualidad o transgenerismo. Como decía la magnífica viñeta de Feminista Ilustrada, una niña jugando al fútbol no predice ni lesbianismo ni transexualidad, es solo una niña jugando al fútbol. Cuando manifestar lo evidente conlleva linchamientos y señalamientos públicos al más puro estilo batasuno algo no va bien, sobre todo si hay un silencio regodeante por parte de la Direccion General de Diversidad Sexual y LGTBI ante los ataques a parte del colectivo. Quienes como institución callan ponen manifiesto que manejan lo que a todos nos representa como si fuese un círculo de amiguetes.

El sexismo se combate, no se refuerza. La diversidad sexual y la transexualidad se respetan, no se fomentan (ni se dejan de fomentar). Oponerse a la eliminación del sexo como categoría jurídica no tiene su origen en ninguna fobia, sino en un sentido de la realidad que comparte el feminismo junto a una mayoría social que aún tiene pie en tierra y no dobla la rodilla seducido por el neoliberalismo posmoderno.

Un periodismo que censura estas reflexiones o desequilibra la presencia de unos u otros argumentos y permite que algunas/os redactores impongan el silencio o hagan residual una información de interés para la sociedad, no es periodismo.

Las reformas que se están proponiendo son de un calado social que obliga a los medios de comunicación a intermediar facilitando a la sociedad su derecho a ser informada sobre los impactos de las reformas que afectarán a sus vidas.

Un periodismo que se autocensura, que actúa de parte o cede miedosamente a las presiones de lo políticamente correcto, no es periodismo. Cuando las acusaciones de transfobia a las feministas pasan a significar ¡cállate!, quizás haya llegado el momento de que la prensa deje de enfocar como anecdótico el discurso amenazador que promueve la censura queer y se pregunte, honestamente, el porqué de los linchamientos a personas con trayectorias de un compromiso inapelable con los Derechos Humanos y la igualdad.

Chimamanda Adichie también está en el elenco de hostigadas. Las palabras de la autora del best seller 'Todos deberíamos ser feministas' son las palabras del feminismo:

“La Diversidad no significa división. Porque podemos estar en contra de la violencia que sufren las mujeres trans mientras somos conscientes de las diferencias. Porque deberíamos ser capaces de ver las diferencias mientras nos apoyamos. Porque no tenemos que insistir, en nombre de la complicidad, que todo es lo mismo. Porque el riesgo que corremos es el de reducir el género a algo único y esencialista”.

Si se busca silenciar la reflexión y negar los debates y la palabra a quien demuestra que algunas propuestas dañan a las mujeres, a las personas transexuales, a gais y lesbianas, actúa temeraria e irresponsablemente. El feminismo se ha ganado el derecho a ser escuchado y el Ministerio de Igualdad no puede hacer oídos sordos.

Ángeles Álvarez.
Ex diputada socialista. Activista feminista.

viernes, 10 de julio de 2020

#hemeroteca #feminismo #abolicionismo #trans | Notas para pensar y hacer políticas feministas hoy

Imagen: El Diario / Manifestación feminista //

Notas para pensar y hacer políticas feministas hoy.

El movimiento feminista seguirá construyendo sus debates, como nunca ha dejado de hacer. Apuesto, con muchas compañeras, por un feminismo intergeneracional y con memoria, abolicionista e interseccional.
Beatriz Gimeno | El Diario, 2020-07-10
https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/notas-pensar-politicas-feministas-hoy_129_6096764.html 

El movimiento feminista está hoy afrontando algunos debates de fondo que me interesan como feminista y que me llevan a aportar mi visión, que es compartida por muchas de las compañeras con las que desarrollo mi activismo, mi trabajo y mis militancias. Creo que los debates argumentados en el feminismo son imprescindibles, necesarios y que ayudan a pensar. Al menos, a mí me ayudan. Nadie piensa en soledad y nadie piensa bien tampoco rodeado de opiniones que coinciden al cien por cien con la propia. Nadie piensa bien sin leer o escuchar a gente que opina diferente. Quien, como yo, disfrutaba de los debates argumentados en las redes, no puede sino lamentar que estas se hayan convertido en un nido de insultos y gritos en el que a cualquiera que piensa diferente se le insulta y en la que los matices están de partida excluidos, así como, parece, cualquier pensamiento complejo. Seguramente son dinámicas que las redes sociales favorecen, pero también son dinámicas sociales y políticas alentadas por ciertos sectores a los que dicha polarización favorece. En la polarización suele ganar (a corto plazo) quien más simplifica la realidad, quien la describe en blanco o negro, quien es capaz de construir un enemigo común, quien pone a competir con eficacia al penúltimo contra el último y, sobre todo, quien saca ventaja política de dicha polarización. En el feminismo pasan muchas cosas, pero la actual polarización no es en nada diferente a la polarización política general. En el feminismo pasa lo mismo.

Las profundas fracturas que han aparecido en el feminismo español en el momento en que este parecía más fuerte no responden a una única causa. Es verdad que hay una pugna por la hegemonía dentro del feminismo; sería extraño que no fuese así. En política, la lucha por la hegemonía, por el poder en definitiva, siempre está presente pero la disputa por la hegemonía en el movimiento feminista supera y desborda las militancias partidarias, aunque, obviamente, los partidos juegan aquí un papel. La disputa en el feminismo tiene que ver con la aparición incontenible de un feminismo joven, surgido de las carpas del 15M, que se transformó en el 8M, y que vino a hacer el relevo generacional que las más veteranas llevábamos mucho tiempo deseando. Este se produjo por fin y desbordó a los partidos tradicionales y los límites institucionales. El feminismo institucional, representado desde siempre por el PSOE y ahora también por Podemos, se vio con las calles llenas de jóvenes que iban por libre, desbordando también las agendas de los partidos y, de paso, antiguos y consolidados liderazgos. Esto, que ha convertido la convivencia y el aprendizaje entre generaciones en una de las fortalezas del movimiento feminista, ha generado también muchas tensiones. Nadie pierde su espacio sin pelearlo.

Algunas feministas creen ver en el momento actual una repetición de las llamadas "guerras del sexo", una guerra cultural de los 70 y 80 vivida en EEUU fruto de un momento muy concreto de la historia política norteamericana; pero a veces más que describir la situación parece que la desean. La comparación no es pertinente, nada regresa de la misma manera y mucho menos a un mundo tan diferente de este actual. Las actitudes sociales frente a la sexualidad, herencia de un puritanismo bien conocido, han dado lugar a una legislación y a políticas sobre el sexo completamente diferentes aquí y allí (hay estados en los que todavía existen prohibiciones sobre determinadas prácticas sexuales realizadas en la intimidad; y en cuanto a la prostitución, el prohibicionismo y el castigo a las prostitutas han sido las únicas políticas -junto con la regulación- que se han puesto en práctica).

Desde aquellas guerras ha llovido mucho y el mundo es otro bien diferente. La prostitución y la pornografía se han transformado en otra cosa (al menos en parte) y también lo ha hecho la crítica feminista que las conceptualiza. La conversión de prostitución y pornografía en una mega industria global y sus consecuencias en la economía mundial, así como la creación de un mercado global de cuerpos femeninos que necesita utilizar mujeres pobres como materia prima, ha hecho emerger un abolicionismo fuertemente anticapitalista, mucho más preocupado por un cambio social que combata el sistema prostitucional que por el punitivismo. El abolicionismo actual ha construido una teoría crítica capaz de describir a la prostitución como una institución fundadora de un sistema de dominación, de explicar sus vínculos con el neoliberalismo global y las consecuencias sociales que dicha institución tiene en la construcción de la igualdad entre mujeres y hombres; es decir, se ha puesto el foco en su funcionalidad o, como dice Fraser, en los significados que codifica. La mirada se ha vuelto hacia el sistema prostitucional en su conjunto y hacia los hombres y su irresponsabilidad respecto a la deshumanización y cosificación de las mujeres.

La prostitución no es, en efecto, la única cuestión que nos divide a las feministas. Estamos hablando de una teoría crítica, de una práctica política, que explica y combate la desigualdad de la mitad de la humanidad; una humanidad que vive en pueblos y ciudades, que es rica y mayoritariamente pobre, que es indígena en México, negra en EE.UU, gitana en Madrid o blanca en Sydney, que trabaja por un salario o que trabaja de manera gratuita, que es funcionaria o limpiadora, que lucha por la tierra en Nigeria o que lucha por el derecho a sindicarse en Bangla Desh. Una teoría crítica, por tanto que necesariamente, tiene que interseccionar con otras teorías críticas que buscan explicar el mundo y combatir la desigualdad. El debate intrafeminista ha sido teóricamente muy rico y nos ha hecho ir construyendo ciertos consensos con los que avanzar. Siempre estamos en movimiento pero avanzamos más cuando somos capaces de construir consensos internos y sentido común hacia el exterior.

El feminismo que surge del movimiento mundial de indignación que recorre el mundo en 2011 da lugar a la Cuarta Ola que convierte el feminismo en el movimiento social más masivo de los últimos tiempos, y es fruto de consensos mayoritarios. Se caracteriza por una agenda que puede que no sea nueva (nada en la desigualdad de las mujeres puede serlo del todo) pero que sí lo es en cuanto a la masiva adhesión que genera. Por una parte es mayoritariamente autónomo no sólo de los partidos, también de la Academia. En segundo lugar es de raíz claramente anticapitalista (incluso aunque no se enuncie de esta forma). Es decir, es profundamente consciente de que la opresión de las mujeres está basada en la división sexual del trabajo y sus consecuencias, con la división de la esfera público/ privada y la asunción en esta última del trabajo gratuito de los cuidados. Está más preocupado por el suelo pegajoso que por el techo de cristal. El feminismo de la Cuarta Ola sabe que así no podemos seguir porque así no se puede vivir.

La tercera cuestión sobre la que este feminismo se levanta es la denuncia de las violencias sexuales, la enormidad de su extensión. No hace falta explicar la importancia de movimientos como el Me Too o las reacciones a la sentencia de La Manada. Es el feminismo de la indignación. Después de décadas de igualdad formal, las jóvenes comprueban cada día que están muy lejos de ser efectivamente iguales. Que las violencias sexuales nos atraviesan a todas, que la desigualdad relacionada con la división sexual del trabajo (eso que parecía tan antiguo) está plenamente vigente y que el patriarcado encuentra formas muy efectivas de reforzarse. Y hay que decir que una gran parte de este movimiento (en mi opinión la mayoría) es muy crítico con el sistema prostitucional, lo que significa un enorme cambio dentro del feminismo, puesto que antes del 15M el feminismo institucional era mayoritariamente abolicionista mientras que el feminismo autónomo (con todas las objeciones que se quieran poner) era mayoritariamente regulacionista. No se puede negar el cambio: vueltas hacia las cuestiones estructurales, las jóvenes perciben claramente la línea que une violencia patriarcal, desigualdad y capitalismo con la prostitución. Este feminismo consigue meter en la agenda política el tema de la crisis de los cuidados y de la necesidad de poner la vida en el centro, tal y como las economistas feministas llevaban tiempo exigiendo.

Y sin embargo, estas cuestiones clave en la Cuarta ola desaparecen en la actual polarización del debate en el movimiento feminista, cuyos polos en conflicto tratan de introducir una agenda mucho menos ambiciosa y conservadora; se está produciendo un repliegue que busca una vuelta a los 80 saltándose la última década. En esta vuelta quienes pierden influencia (y poder) tienen mucho que ganar. Es una vuelta a las disputas identitarias y por el reconocimiento que ya estuvieron sobre la mesa con el debate Fraser/Butler en el que Fraser, sin negar la importancia del reconocimiento para las minorías oprimidas, introduce la cuestión de la redistribución sin la que la igualdad es imposible. Redistribución no sólo de dinero sino de tiempo, de valor social, de valor simbólico, de cuidados, igualación en la ciudadanía. Derechos de reconocimiento, obviamente, porque sin ellos se vive en la humillación. Derechos de redistribución, porque sin ellos no se puede vivir.

Estoy, pues, de acuerdo en que la cuestión de la prostitución no es la única que nos divide pero en completo desacuerdo con que la cuestión de los derechos de las personas trans y la de la prostitución, o los vientres de alquiler, sean cuestiones siquiera relacionadas entre sí, como quieren situarnos quienes buscan polarizar. Ni lo son ahora, ni lo han sido nunca por más que aquí, tanto las defensoras de la regulación de la prostitución como las contrarias a los derechos de las personas trans, deseen poder construir espacios que no se comuniquen para evitar las fugas, es decir, para reagrupar las filas y hacerlas crecer en torno a un enemigo común, algo que es una estrategia bien conocida en toda práctica política; además de que sirve para construir espacios de liderazgo. Esta polarización pretende que todo el feminismo se posicione o bien como contrario a los derechos trans y abolicionista o bien como queer y regulacionista de la prostitución. En esa polarización no hay nada que ganar. El movimiento abolicionista es diverso y en absoluto contrario a los derechos de las personas trans. De hecho, conocidas feministas radicales como MacKinnon o Dworkinn han dejado clara su postura favorable a los derechos de las personas trans y su inclusión en el feminismo como sujetos. No son las únicas. Muchas mujeres trans son feministas radicales y abolicionistas. Es especialmente interesante el movimiento abolicionista trans surgido en Latinoamérica de las enseñanzas de mujeres trans que ejercieron ellas mismas la prostitución, como Lohana Berkins. Muchas feministas transinclusivas somos también críticas con la teoría queer. No es este el lugar para analizar un corpus teórico muy extenso, diverso y complejo pero para las feministas radicales la teoría queer yerra a la hora de describir el patriarcado; esto es, el poder. Pero, sobre todo, al asumir que el poder emana del lenguaje, deja muy poco margen para la lucha contra ese mismo poder. El lenguaje instituye al sujeto, el lenguaje lo deconstruye y el poder se pierde en esa operación. En opinión de muchas feministas, la teoría queer no define bien al patriarcado y en ocasiones parece que lo reduce prácticamente a la heteronormatividad, por no hablar de la imposibilidad de traducirla a políticas públicas.

Una gran parte del abolicionismo, en el que con muchas compañeras me incluyo, es actualmente partidario de un abolicionismo no punitivista, transinclusivo, que aporte propuestas concretas desde un compromiso firme con los Derechos Humanos y claramente crítico con el sistema que construye y refuerza la división sexual del trabajo (la prostitución, por cierto, es una de las máximas expresiones de esta división sexual). Quienes creemos que la abolición de la prostitución es uno de los mayores retos feministas (y de la humanidad en su conjunto) de este siglo sabemos que para ganar el abolicionismo tiene que abrirse a todas las personas abolicionistas y no excluir a nadie que lo sea. Esta experiencia de transversalidad por un objetivo común es lo que le hará ganar. Cuanto más se cierre, cuanto más excluya a personas abolicionistas, con las que se pueden compartir o no otras cosas, más se alejará de convertirse en hegemónico dentro del feminismo. No hay nada más ventajoso para el regulacionismo (que siempre se presenta unido) que romper el abolicionismo en uno de sus mejores momentos, y lo mismo para el feminismo.

El movimiento feminista seguirá construyendo sus debates, como nunca ha dejado de hacer. Apuesto, con muchas compañeras, por un feminismo intergeneracional y con memoria, abolicionista, interseccional, hermanado con las luchas LGTBI y que ponga el foco en la lucha contra las violencias machistas tanto como en la redistribución de la riqueza, del tiempo y de los cuidados. Un feminismo con autonomía y procesos propios, que desborde partidos e instituciones aunque entienda la virtud de aunar esfuerzos desde todos los ámbitos y generando complicidades y alianzas entre todos ellos. Los debates del movimiento feminista no pueden ser la excusa para erosionar su enorme fortaleza y hegemonía en nuestra sociedad. No podemos dejar pasar la oportunidad de construir en común y con sororidad un mundo y un país más feminista, que tendrá que ser, necesariamente, sin cosificación y mercantilización de las mujeres y las niñas.

Beatriz Gimeno. Directora del Instituto de la Mujer.