El pasado 23 de agosto, cuando el bar Om acogía en Beirut un espectáculo de drag queens, el establecimiento fue asaltado por un grupo de hombres. Aunque no se registraron personas heridas, el balance fue elevado: a los cuantiosos destrozos materiales se sumó el trauma sufrido por quienes asistían al espectáculo, gente que fue retenida a la fuerza en el local y obligada a contemplar la escena durante interminables minutos.
Un acto que es todo menos aislado. En Beirut, donde en 2017 tuvo lugar la primera manifestación del Orgullo de la región, la comunidad queer sufre desde hace meses ataques e intimidaciones constantes. Una ola de ensañamiento que alcanzó su cúspide este verano y un odio que parece responder a una agenda política. Así, el ataque fue reivindicado por los Soldados de Dios, una milicia cristiana que se declara protectora de la moral libanesa, y que advirtió en su cuenta de X –antiguamente Twitter– que “esto era solo el inicio”.
Unas amenazas que han conmocionado a la comunidad, sobre todo porque está claro que el Estado, ausente y corrupto, no tiene ninguna intención de proteger a las personas acosadas por su identidad u orientación sexual. A esto se le añade que desde hace un año está sumergido en una crisis multidimensional, sin presidente de la República y sin gobierno, que hace la vida imposible a la población. Un paisaje sobre el que siguen reinando fuerzas políticas para las que el respeto de los derechos humanos no es una prioridad.
Amnistía Internacional explicó en el comunicado de prensa sobre el suceso del bar Om que las fuerzas de seguridad internas impidieron que los atacantes entraran dentro del bar, pero no evitaron el ataque ni tampoco arrestaron a ninguno de los agresores. Lo que facilita que la sensación de impunidad impregne a estos matones, que no tienen ningún reparo en utilizar la violencia extrema contra personas y colectivos.
De la esperanza a la parálisis Líbano ha sido en la última década un refugio queer en un Oriente Medio convulso. Wadih Al-Asmar, cofundador y presidente del Centro Libanés de Derechos Humanos (CLDH), explica: “Antes de 2010 las organizaciones que trabajaban en este tema lo hacían de forma muy oculta. No obstante de 2010 a 2020 hubo oleadas de manifestaciones que crearon una atmósfera revolucionaria en el país, propicia para la emancipación de la causa LGBTQI+”. “Este momento de cambio llevó a la organización de la primera Marcha del Orgullo en el mundo árabe en 2017, así como a la proliferación de espacios seguros para la comunidad”, cuenta por su parte Whard Mougharbel, directora de comunicaciones de Helem, primera organización por los derechos LGBTQIA+ creada en Beirut en 2014.
Unos avances en tolerancia y espacios propios que se han conseguido a pesar de las leyes que siguen vigentes en el país. El artículo 534 del Código Penal, heredado de la época colonial francesa, prohíbe las llamadas relaciones “contra natura” con penas de hasta un año de cárcel. La situación se ha ido deteriorando gradualmente: en mayo de 2018, el Departamento de censura canceló la nueva edición de la Marcha del Orgullo e hizo detener a su organizador. Ese mismo año, la policía hizo redadas periódicas en locales queer de la capital, situación denunciada por Human Rights Watch (HRW)
en una carta mandada a l’ONU.En junio de 2023 se produjo un nuevo punto de inflexión, cuando nueve diputados y diputadas presentaron un proyecto de ley para eliminar el artículo 534 y despenalizar las relaciones entre personas del mismo género. Un intento que, finalmente, fue fallido y desde entonces, estos y estas parlamentarias, han sido objeto de una campaña de acoso por parte de autoridades políticas y religiosas. A partir de aquí se han ido sucediendo ataques por parte de las franjas radicales de todas las confesiones religiosas, una lucha que ha terminado por acercarlas. “Un clérigo suní emitió una fatwa contra el canal MTV, percibido como pro-LGBT, y tendió la mano a Hezbollah. Este hizo cortar el canal en las zonas que controla”, prosigue Mougharbel.
Objetivo: sembrar el terror Emma Gration, que junto con Latiza Bombé estaban realizando su espectáculo de drag queen en el momento del ataque al bar, describe cómo tuvieron que parar el espectáculo de inmediato y esconderse durante 30 minutos. Con un tono tenso añade que se vieron obligadas a ello. Si no todo podía a escalar “aún más, pero por suerte pudimos escapar del bar con ayuda de la gente”. Estos últimos meses el odio hacia la comunidad queer se ha exacerbado en los diferentes discursos políticos y religiosos. En julio, Hassan Nasrallah, jefe del grupo proiraní Hezbolá, cuya voz es escuchada alto y claro por los chiíes del país – 30 por ciento de la población total – dijo que las personas LGBTQIA+ eran un “peligro para la sociedad”.
El ministro de Cultura libanés, Mohammad Wissam El-Mortada, respondió al ataque en el bar Om cuestionando por qué los servicios de seguridad no habían impedido antes que se “promoviera la homosexualidad”. Su declaración fue acompañada con una pintura bíblica del arcángel Miguel abatiendo a un demonio.
En sus redes sociales el Sheikh Hassan Merheb – miembro superior de la autoridad religiosa sunní Dar al-Fatwa – felicitaba a los Soldados de Dios y arremetía contra la “desviación y el atraso antinatural” en favor de la defensa de “nuestras familias y a la sociedad contra este pensamiento degenerado y destructivo”.
A pesar de todo, Gration afirma que “no tiene nada que ver con la comunidad LGTBIQA+ directamente, sino con la libertad de expresión”, ya que los ataques también se dirigen hacia comediantes, periodistas o abogados, entre otros. Contra este hecho, el 25 de agosto, 18 organizaciones de medios de comunicación, entre las que figuran L’Orient-Le Jour, MTV o Nidaa al-Watan, emitieron una declaración conjunta que expresaba que “[la] demonización de las libertades, en sus diversas formas, bajo el pretexto de ‘combatir la homosexualidad’, inevitablemente afectará todas las libertades públicas”.
El sábado 30 de septiembre 24 organizaciones de la sociedad civil organizaron en el centro de Beirut una marcha por las libertades que pretendía llegar hasta el Ministerio del Interior. Sin embargo, esta también fue acusada en los medios de comunicación de “promover la homosexualidad”. Según una nota de prensa del 3 de octubre de Amnistía Internacional, “en los últimos meses, grupos libaneses han calificado el uso de ‘libertades’ y ‘derechos’ como ‘propaganda’ LGBTI, instando a la criminalización de cualquier promoción de los derechos LGBTI en Líbano”.
“Cuando llegamos a la marcha, vimos mucha gente alrededor que nos atacó como si estuviera meticulosamente preparada”, describe con rabia Mougharbel. Como pasó con la agresión anterior, explica que “después de recibir una paliza, abrí las redes sociales para buscar apoyo. Lo único que encontré fue odio”.
En busca de un chivo espiratorio Tanto Whard Mougharbel como Emma Gration coinciden en que, estos ataques, aunque son llevados a cabo por milicias callejeras, tienen el mismo denominador común: las autoridades libanesas. Y afirman que estas agresiones suelen producirse cuando salta algún escándalo relacionado con la desastrosa situación económica del país, al parecer, con la intención de taparlo. Por ejemplo, el ataque al bar Om sucedió al mismo tiempo que se publicaba una auditoría que denunciaba “las malas praxis” del Banque du Liban (Banco del Líbano). Esta, fue exigida por estados extranjeros donantes después que en 2019 el Banco se viera afectado por un colapso financiero que congeló los ahorros de la mayoría de sus clientes. “Siembran terror, hacen el trabajo sucio para permitir que los líderes libaneses mantengan el poder desviando la atención de los problemas reales”, dice Whard Mougharbel.
“Existe una especie de unión sagrada de todos los oscurantistas, suníes, chiíes y cristianos, en torno a esta cuestión. Buscar chivos expiatorios entre las minorías sexuales es una estrategia que conviene a la clase política libanesa, pero también a la oligarquía financiera y a los clérigos, todos ellos interesados en desviar la atención de la población de los delitos financieros que se han cometido o de la negligencia del gobierno”, explica el científico libanés Karim Émile Bitar.
Estos escándalos financieros que azotan al país desde hace una década fueron la gota que colmó el vaso para que se iniciara la Revolución del 17 de octubre en 2019. Entonces, miles de personas desafiaron el ‘statu quo’ libanés. Ahora, los líderes políticos, temerosos de volver a llegar al límite de perder el control de la situación, “están haciendo todo lo posible para impedir las manifestaciones y que la gente vuelva a las calles”, afirma Mougharbel.
“Por desgracia, la reacción por parte de las fuerzas políticas y de sus seguidores es muy violenta contra todas las personas de la comunidad queer. Somos el eslabón más débil, y por tanto las más expuestas a este tipo de venganza”, analiza Wadih el-Asmar presidente del Centro Libanés de Derechos Humanos.
Esto también está afectando a las organizaciones que trabajan por la defensa de los derechos LGBTQIA+. “Nuestra misión era integrar y descentralizar servicios para dárselos a la comunidad y este es un desafío importante”, cuenta Whard Mougharbel de la oenegé para la protección LGBTQIA+ Helem. Sin embargo, ahora se encuentran ante la imposibilidad de aportar este servicio a la sociedad. A esto se suma el peligro de que sus actividades sean prohibidas por la criminalización que están sufriendo. De hecho, en junio de este año el Centro Cultural Islámico presentó a la fiscalía una solicitud de cierre del Helem. Esta demanda fue dirigida al Ministerio del Interior, quien no tomó medidas al respecto, pero si restringió los actos relacionados con el mes del Orgullo.
“Debemos cambiar el sistema con un enfoque revolucionario” La escena drag queen ha sido una gran partícipe de la cultura pop libanesa a mediados de los noventa y principios de los dos mil. El mejor ejemplo es Bassem Feghali, que en 2006 tenía un programa en la radio estatal llamado “Alf Wayle Bi Layle”, donde cada día imitaba a una celebridad diferente. Actualmente, otras muchas han seguido su estela como Andrea, Zuhal o Diva Beirut. “Fui educada en un país que en la región era considerado la tierra de la libertad, pero eso ha cambiado. La cultura drag queen en el Líbano es antigua y está integrada en nuestra identidad colectiva”, describe Whard Mougharbel.
“Nadie destaca el talento de las drag queens y de los espectáculos”, apunta Ivy Enchanté, modelo trans que abandonó el Líbano por la situación económico-social y ahora vive en Portugal. Y añade con indignación: “He viajado por muchos países en los últimos dos años y, para ser sincera, la escena queer en el Líbano es muy buena en comparación con otros países”. Emma Gration explica orgullosa que ellas llevan haciendo espectáculos en Beirut desde hace ocho o nueve años y no era un problema, “porque siempre ha habido drag queens aquí”. Para ella la cultura drag forma parte de una especie de lugar seguro: “Cantamos, bailamos, hacemos que la gente se sienta bien en los tiempos que corren en Líbano”.
Actualmente, sin embargo, la situación de inseguridad les está obligando a invisibilizarse. “Las mujeres trans se ven reducidas a dejarse crecer la barba, yo misma también he tenido que cortarme el pelo”, manifiesta Whard. “Estamos desapareciendo del espacio público y es triste, pero seguiremos resistiendo lo mejor que podamos.”
“Nadie está a salvo, al atacarnos a nosotras están atacando a todas las minorías y personas discriminadas que hoy están en peligro”, advierte Wahrd Mougharbel. En el Líbano la ira también se lanza contra las personas refugiadas sirias, así como otros colectivos migrantes que viven a la sombra de la sociedad libanesa.
Ivy Enchanté manifiesta con tristeza que con la situación que hay actualmente no volverá pronto a su país: “Necesito protegerme”. A lo que Emma Gration añade “Esto no significa que no estemos luchando, simplemente no tan visible como antes”.
“Nuestra lucha es interseccional, no se trata solo de derechos queer, debemos cambiar el sistema con un enfoque revolucionario”, apunta Mougharbel. Estas palabras evocan a los sentimientos de cambio radical que inundaron el país en 2019: derribar el sistema sectario, desarmar a las milicias, luchar contra la corrupción y por una justicia independiente y, sobre todo, devolver al Líbano la soberanía que ha perdido como consecuencia de las luchas de poder regionales. “El futuro del Líbano dependerá tanto de su capacidad de manejar las guerras subsidiarias que ocurren en su territorio, y de su facultad de defender las libertades públicas”, concluye Karim Emile Bitar.
Desde el pasado 7 de octubre, sin embargo, se baraja la posibilidad de que el Líbano sea arrastrado a una inminente guerra contra el Estado israelí, por lo que ahora mismo la frustración y el miedo recorre a todo el país. “Me temo que, una vez superado el momento de extrema tensión regional que estamos viviendo, la comunidad LGBTQI+ volverá a encontrarse en el punto de mira y será blanco de formas aún más violentas por parte de los reaccionarios del país”, analiza Wadih el-Asmar.