Eduardo Nabal Aragón | Diario Progresista, 2015-01-07
http://www.diarioprogresista.es/entrevista--exclusiva-al-bailarin-y-coreografo-guillermo-weickert--59393.htm
Guillermo Weickert, intérprete de danza y teatro contemporáneo nacido en Huelva en 1974. Desde hace quince años desarrolla también su faceta de coreógrafo y director de escena y la de docente en todo tipo de escuelas públicas y privadas y también para compañías de danza.
Diario Progresista: En algún espectáculo parece que mezclas las coreografías transgresoras (como una versión libre de “El cantar de los cantares”) con elementos de Sevilla, tu tierra, como el flamenco, aunque parece que tampoco te gusta mucho esa fusión. ¿Qué nos puedes contar de todo esto?
GW: Mi intención cuando creo una pieza jamás es la de transgredir ni la de provocar. Y tampoco me planteo jamás las referencias culturales autonómicas como una estrategia de marketing.
Mi formación en el instituto del teatro de Sevilla y en el Centro Andaluz de Danza favorecía la eliminación de las etiquetas y de los prejuicios estilísticos en favor de la búsqueda de tu propia voz artística y de la mejor y más eficiente comunicación de tu mensaje como autor. En eso me he educado y eso es lo que practico y lo que soy. Trasgresión y provocación, que son dos etiquetas con las que a veces me sorprenden en las críticas, son juicios en la mirada de la crítica.
Me resulta difícil pensar en que hoy se pueda querer transgredir como objetivo, a estas alturas en las que todo parece estar ya más que inventado. Pero ahí están los puristas para contradecirme. No pierdo mucho tiempo con eso. Si tu enseñas colores, un nacionalista ve banderas, si doblas el codo, un puritano ve un culo.
Me gusta acercarme lo más posible a la esencia de las cosas, por eso quiero pensar que aunque mezcle distintos elementos, el proceso de destilación y de síntesis que representa una creación genera un nuevo elemento que es en sí (o al menos lo pretende) único y genuino.
En cuanto a las referencias al flamenco, a pesar de ser andaluz, han pasado veinticinco años de profesión sin usarlo jamás en una pieza. En “Lirio entre Espinas” dos de los intérpretes son cantaores flamencos, entre otras muchas cosas, y lo que hacen recuerda al flamenco, pero ni lo es ni lo pretende.
En resumen me gusta el concepto de ¨referencias” como mancha, huella. En ese sentido todos somos un banco de referencias inagotables, trabajar y exponer las tuyas es una manera de darte a conocer y conocerte a ti mismo. En cambio “fusión” me lleva a la necesidad de la novedad, a producto, comercio y por tanto economía, conveniencia. Me repele como idea.
D.P: Tú metes chicas y chicos, bailarines y bailarinas, en tus espectáculos otros y otras son más separatistas en ese sentido. ¿Crees que responde a criterios estéticos, históricos, a lo que pida cada tipo de espectáculo o la mentalidad del coreógrafo o del público?
GW: Nota para Edu: Mira yo creo que deben ser contados con los dedos de la mano los coreógrafos que hagan un problema de mezclar chicos y chicas en sus piezas y de haberlos no los mencionaría si quiera. Si te parece enfocaría la pregunta así:
D.P: En tus trabajos no sólo cuentas con bailarines sino con intérpretes de distintas disciplinas y con diferentes backgrounds. Otros son más puristas o separatistas en ese sentido. ¿Crees que responde a criterios estéticos, históricos, a lo que pida cada tipo de espectáculo o la mentalidad del coreógrafo o del público?
GW: Imposible responder por otros pero quiero pensar que responde a las necesidades de cada espectáculo. Al menos así me lo planteo yo. Entiendo que para aquellos en los que el lenguaje técnico es la base de su trabajo necesite no sólo bailarines, sino además que sean virtuosos en aquellos aspectos que van a necesitar. Para mí, y dependiendo de en qué grado según los diferentes espectáculos, lo coreográfico y lo técnico es una herramienta puesta al servicio final de la obra. Por eso necesito y me gusta hacer moverse y bailar a artistas que no tienen formación en danza. A menudo me transmite más emoción y me cuenta más un cuerpo no entrenado, o la dificultad que plantea el movimiento para alguien que no sabe o no puede hacerlo a la perfección.
Diario Progresista: En algún espectáculo parece que mezclas las coreografías transgresoras (como una versión libre de “El cantar de los cantares”) con elementos de Sevilla, tu tierra, como el flamenco, aunque parece que tampoco te gusta mucho esa fusión. ¿Qué nos puedes contar de todo esto?
GW: Mi intención cuando creo una pieza jamás es la de transgredir ni la de provocar. Y tampoco me planteo jamás las referencias culturales autonómicas como una estrategia de marketing.
Mi formación en el instituto del teatro de Sevilla y en el Centro Andaluz de Danza favorecía la eliminación de las etiquetas y de los prejuicios estilísticos en favor de la búsqueda de tu propia voz artística y de la mejor y más eficiente comunicación de tu mensaje como autor. En eso me he educado y eso es lo que practico y lo que soy. Trasgresión y provocación, que son dos etiquetas con las que a veces me sorprenden en las críticas, son juicios en la mirada de la crítica.
Me resulta difícil pensar en que hoy se pueda querer transgredir como objetivo, a estas alturas en las que todo parece estar ya más que inventado. Pero ahí están los puristas para contradecirme. No pierdo mucho tiempo con eso. Si tu enseñas colores, un nacionalista ve banderas, si doblas el codo, un puritano ve un culo.
Me gusta acercarme lo más posible a la esencia de las cosas, por eso quiero pensar que aunque mezcle distintos elementos, el proceso de destilación y de síntesis que representa una creación genera un nuevo elemento que es en sí (o al menos lo pretende) único y genuino.
En cuanto a las referencias al flamenco, a pesar de ser andaluz, han pasado veinticinco años de profesión sin usarlo jamás en una pieza. En “Lirio entre Espinas” dos de los intérpretes son cantaores flamencos, entre otras muchas cosas, y lo que hacen recuerda al flamenco, pero ni lo es ni lo pretende.
En resumen me gusta el concepto de ¨referencias” como mancha, huella. En ese sentido todos somos un banco de referencias inagotables, trabajar y exponer las tuyas es una manera de darte a conocer y conocerte a ti mismo. En cambio “fusión” me lleva a la necesidad de la novedad, a producto, comercio y por tanto economía, conveniencia. Me repele como idea.
D.P: Tú metes chicas y chicos, bailarines y bailarinas, en tus espectáculos otros y otras son más separatistas en ese sentido. ¿Crees que responde a criterios estéticos, históricos, a lo que pida cada tipo de espectáculo o la mentalidad del coreógrafo o del público?
GW: Nota para Edu: Mira yo creo que deben ser contados con los dedos de la mano los coreógrafos que hagan un problema de mezclar chicos y chicas en sus piezas y de haberlos no los mencionaría si quiera. Si te parece enfocaría la pregunta así:
D.P: En tus trabajos no sólo cuentas con bailarines sino con intérpretes de distintas disciplinas y con diferentes backgrounds. Otros son más puristas o separatistas en ese sentido. ¿Crees que responde a criterios estéticos, históricos, a lo que pida cada tipo de espectáculo o la mentalidad del coreógrafo o del público?
GW: Imposible responder por otros pero quiero pensar que responde a las necesidades de cada espectáculo. Al menos así me lo planteo yo. Entiendo que para aquellos en los que el lenguaje técnico es la base de su trabajo necesite no sólo bailarines, sino además que sean virtuosos en aquellos aspectos que van a necesitar. Para mí, y dependiendo de en qué grado según los diferentes espectáculos, lo coreográfico y lo técnico es una herramienta puesta al servicio final de la obra. Por eso necesito y me gusta hacer moverse y bailar a artistas que no tienen formación en danza. A menudo me transmite más emoción y me cuenta más un cuerpo no entrenado, o la dificultad que plantea el movimiento para alguien que no sabe o no puede hacerlo a la perfección.
Esto va en relación a ese aspecto humano de mis intérpretes. Incluso cuando son bailarines prodigiosos, me gusta que también enseñen el lugar a donde no llegan, el fallo, verlos en dificultades. Es un terreno incómodo y muy generoso, y muchos bailarines y también a veces el público no está preparados para transitar esos terrenos peligrosos y tan expuestos.
Por eso, lo que tienen en común los intérpretes que me interesan son sus cualidades humanas y el entrenamiento de sus mentes más que de sus cuerpos.
La triste realidad es que hay muchos creadores y sorprendentemente mucho público con gustos ultraconservadores que rechazan de plano todo tipo de danza que no se identifique con el canon más asquerosamente nazi de los cuerpos y de la belleza, que no soportan mirar y consiguen ver más allá de los clichés que nuestra sociedad impone acerca de lo que es un hombre, una mujer, un espectáculo de danza…
Me cuesta admitir que algunos de los comentarios más hirientes y ofensivos que he tenido que oír en ese sentido provienen por ejemplo, de público gay. Me sorprende lo rápido algunos olvidan qué significa sentirse minoría, sentirse frágil, sentir que no encajas en un molde… Sinceramente, peor para ellos. Afortunadamente no necesito gustar a todos ni crear para ese tipo de mentalidades para sobrevivir. No tengo ningún interés en ser mainstream.
D.P. Además de un gran coreógrafo eres un gran bailarín en activo. Esto en principio es algo muy positivo pero también tendrá sus condicionamientos para aquellos a los que mueves en el escenario.
GW: Bueno, en condiciones óptimas, si hay más de tres en una de mis creaciones, a mi me toca quedarme fuera y mirar. No queda otra. Mi compromiso con los intérpretes pasa porque ellos estén atendidos y cuidados en escena. Así que me gusta pensar que el hecho de ser un coreógrafo intérprete y que ama a los intérpretes por encima de todo, es una ventaja. Algo que los que han trabajado para mi saben que por muy duro, jodido y peligroso que sea lo que les pido, no hay nada que no haya hecho o me atreviera a hacer yo.
D.P: Una pregunta algo tópico pero casi obligada. Háblanos de tus referentes culturales a la hora de bailar y coreografiar. También de los senderos de tu trayectoria profesional.
GW: Creo que ya los imaginas: como actor y como bailarín he sido bastante mercenario: he trabajado en todo tipo de compañías nacionales y algunas internacionales como Rui Horta Stage Works, Dame de Pic /Karine Ponties, R.I.P.E /Marc Rees, National Theatre Wales o Rubato Tanzcompagnie. Me gusta defender a muerte todo lo que hago, lo que me gusta y lo que no y pasármelo en grande aunque me toque currar en el Pasaje del Terror para pagar las facturas. Me siento bastante curtido pero aun así me sigo sintiendo muy inocente.
En cuanto a referentes, creo que tuve la mejor escuela posible que fue la programación para el Teatro Central que hizo Manuel Llanes desde su inauguración en la Expo´98 hasta nuestros días, con especial hincapié en el tramo hasta el 98, cuando creo que el nivel de calidad, riesgo y experimentación alcanzó cotas altísimas. Si revisas los programas, todo lo que sale me ha marcado, porque lo vi todo en esa época en la que a veces éramos 40 personas viendo compañías punteras japonesas o canadienses… Un lujo.
Desde entonces casi me resulta más fácil encontrar inspiración en la obra de artistas plásticos, escritores, poetas etc. que en trabajos escénicos. Puede que en este aspecto sí que haya dejado la inocencia por el camino.
D.P: Hay gente que sigue pensando que lo de bailar como lo de tocar el piano o incluso jugar al futbol son cosas que o se empiezan desde pequeño o no se llega muy lejos incluso que tienen fecha de caducidad. ¿Cuál es tu visión al respecto?
GW: Que no hay que perder ni un segundo de tu tiempo ni un ápice de tu energía en oír ni tratar de entender las estupideces que dice la gente
D.P: Si te invitara Putin ¿irías? Porque el Rusia y su ballet tienen una historia muy compleja.
GW: Sin entrar en detalles personales, ya trabajé en Rusia, no por invitación de Putin, claro, pero sí como coreógrafo invitado de una de las compañías de contemporáneo que más se oyen allí. Me tocó lidiar con los tabús y la censura y entender que es muy fácil ser activista y hablar alto y fuerte en países como el nuestro en el que disfrutamos de libertad (a pesar de lo que muchos opinen) pero muy distinta la realidad que les toca vivir a los de allá. Ser gay y artista te pone en el punto de mira y me resultó duro asumir que el equipo, a pesar de creer y de adorar el trabajo, no podía asumir las consecuencias de defenderlo. El simple hecho de bailar un dúo de hombres en el que el contacto sugiriera ternura o delicadeza implicaba para ellos un handicap.
Podemos hacer boicot a Putin y mandarlo a tomar viento pero no podemos olvidar a los millones de personas que viven bajo su influencia y necesitan que sigamos comprometidos con causas como la defensa de los derechos humanos, los de los LGTB, la libertad de expresión, etc., y eso a veces pasa por entender realidades diferentes a las nuestras y no exigirles lo que aún no pueden dar, pasa por viajar allí y trabajar para y con ellos cuando se tiene la oportunidad. Olvidarlos y dejarlos a su suerte no les ayuda.