Imagen: El País / Fotografía de Sylvan Rand |
Tras estar casi 50 años escondida, ve la luz una colección de fotografías que explora las relaciones entre sus miembros con toda naturalidad. Hablamos con su autor.
Carlos Megía | SModa, El País, 2016-03-17
http://smoda.elpais.com/moda/actualidad/grupo-moteros-homosexuales-recorria-estados-unidos-los-60/
La generación norteamericana de los 60 quizá sea la más icónica e inmortalizada de la historia del país. La de los derechos sociales, los movimientos hippies y contraculturales. La de la liberación sexual, el LSD y el rock´n roll psicodélico. La que volvería traumatizada para siempre de Vietnam. Y la de las motos. En el 69, Peter Fonda y Dennis Hooper cruzaron el país sobre dos ruedas al ritmo del Born to be wild, una imagen que ya forma parte de nuestra memoria colectiva. “Un poeta en una moto”, contestaba tajante la cantautora estadounidense Lucinda Williams cuando era preguntada por los periodistas sobre su tipo de hombre perfecto.
Pero no todos tenían ese aire canalla tan cinematográfico. Hace unos días, han visto la luz en Internet las instantáneas de unos moteros homosexuales de los 60, retratados por el fotógrafo Sylvan Rand. Las imágenes captan a un grupo de hombres que no tiene miedo a abrazarse en público, a compartir cama y pitillo, a mostrarse sensibles y cariñosos incluso con la chupa y la gorra de cuero puestas. Una comunión que nada tiene que ver con el halo de agresividad o los tópicos violentos que rodean a estos clubes. Su inspiradora historia y la belleza de las fotografías que acaban de ver la luz han sido recogidas por decenas de medios internacionales.
Sylvan Rand, el fotógrafo que las disparó, las había mantenido guardadas casi cinco décadas. Fue hace poco cuando decidió digitalizar todos los negativos para compilar sus trabajos en su nueva web. “Todavía me gusta mirar las imágenes porque me hacen sentir parte de la familia de los fotógrafos de ese tiempo. Ahora, gracias al lanzamiento de mi página, es fácil compartirlas y que mucha gente pueda también disfrutarlas contemplando esa época”, confiesa a S Moda. Natural de Filadelfia, Rand estudió fotografía durante un periodo corto de tiempo en Los Ángeles, pero acabo mudándose de nuevo a su ciudad natal para trabajar en una empresa industrial y su faceta artística quedó aparcada.
Él, que no tenía moto ni formaba parte del club, fue invitado por un amigo a unirse a ellos durante el fin de semana y poder así plasmar la escapada a una granja en el campo. Eran una especie de “domingueros” que se juntaban tras trabajar durante la semana en la ciudad, sin una plantilla o calendario fijo de reunión. Algunos se conocían entre ellos y otros eran solo extraños que se enteraban del plan por casualidad. Las actividades eran las típicas de un día en el campo: comer y beber, bañarse, jugar y, sobre todo, disfrutar de esa camaradería que les unía. “Me encontré con situaciones menos dramáticas de lo que esperaba. No había competiciones de carreras pero sí mucha confraternización. Y en eso puse la atención”.
Según cuenta el fotógrafo, los allí presentes estaban divididos en dos situaciones, aquellos que eran abiertamente gais y los que llevaban una vida heterosexual, la esperada en aquel tiempo. “Aunque al final, solo había una ‘realidad’”, aclara. Durante el fin de semana que compartió con ellos se convirtió en una especie de compañero invisible para que el resto no se opusiera a que el objetivo de la cámara invadiera su privacidad. “Cuando terminó la escapada casi todos sabían que había estado haciendo fotos y no les importó. Me siento afortunado de haber sido aceptado por ellos”, explica.
Este grupo no era el único que existía en Estados Unidos por aquel entonces. En 1964, doce moteros fundaron el Empire City Club en Nueva York, convirtiéndose en el primero abiertamente gay del país y en una parte importante del activismo por los derechos de los homosexuales. A día de hoy, ya legendarios, la organización sigue en activo.
Rand, a sus 81 años, se encuentra tan sorprendido y agradecido por el tardío pero unánime recibimiento a su trabajo. Reivindica la imagen de los aficionados corrientes, obreros buscando el relax fuera de la ciudad, más allá del estereotipo criminal de bandas como los Hells Angels. “En aquellos tiempos, las salidas eran algo más que un encuentro de hombres gais en el idílico entorno rural. En un tiempo donde los arrestos y la intimidación eran todavía frecuentes, no había solo una razón para montar en moto, sino que también era una vía para ser tú mismo junto a otros chicos similares. No todos querían llegar al infierno”.
Pero no todos tenían ese aire canalla tan cinematográfico. Hace unos días, han visto la luz en Internet las instantáneas de unos moteros homosexuales de los 60, retratados por el fotógrafo Sylvan Rand. Las imágenes captan a un grupo de hombres que no tiene miedo a abrazarse en público, a compartir cama y pitillo, a mostrarse sensibles y cariñosos incluso con la chupa y la gorra de cuero puestas. Una comunión que nada tiene que ver con el halo de agresividad o los tópicos violentos que rodean a estos clubes. Su inspiradora historia y la belleza de las fotografías que acaban de ver la luz han sido recogidas por decenas de medios internacionales.
Sylvan Rand, el fotógrafo que las disparó, las había mantenido guardadas casi cinco décadas. Fue hace poco cuando decidió digitalizar todos los negativos para compilar sus trabajos en su nueva web. “Todavía me gusta mirar las imágenes porque me hacen sentir parte de la familia de los fotógrafos de ese tiempo. Ahora, gracias al lanzamiento de mi página, es fácil compartirlas y que mucha gente pueda también disfrutarlas contemplando esa época”, confiesa a S Moda. Natural de Filadelfia, Rand estudió fotografía durante un periodo corto de tiempo en Los Ángeles, pero acabo mudándose de nuevo a su ciudad natal para trabajar en una empresa industrial y su faceta artística quedó aparcada.
Él, que no tenía moto ni formaba parte del club, fue invitado por un amigo a unirse a ellos durante el fin de semana y poder así plasmar la escapada a una granja en el campo. Eran una especie de “domingueros” que se juntaban tras trabajar durante la semana en la ciudad, sin una plantilla o calendario fijo de reunión. Algunos se conocían entre ellos y otros eran solo extraños que se enteraban del plan por casualidad. Las actividades eran las típicas de un día en el campo: comer y beber, bañarse, jugar y, sobre todo, disfrutar de esa camaradería que les unía. “Me encontré con situaciones menos dramáticas de lo que esperaba. No había competiciones de carreras pero sí mucha confraternización. Y en eso puse la atención”.
Según cuenta el fotógrafo, los allí presentes estaban divididos en dos situaciones, aquellos que eran abiertamente gais y los que llevaban una vida heterosexual, la esperada en aquel tiempo. “Aunque al final, solo había una ‘realidad’”, aclara. Durante el fin de semana que compartió con ellos se convirtió en una especie de compañero invisible para que el resto no se opusiera a que el objetivo de la cámara invadiera su privacidad. “Cuando terminó la escapada casi todos sabían que había estado haciendo fotos y no les importó. Me siento afortunado de haber sido aceptado por ellos”, explica.
Este grupo no era el único que existía en Estados Unidos por aquel entonces. En 1964, doce moteros fundaron el Empire City Club en Nueva York, convirtiéndose en el primero abiertamente gay del país y en una parte importante del activismo por los derechos de los homosexuales. A día de hoy, ya legendarios, la organización sigue en activo.
Rand, a sus 81 años, se encuentra tan sorprendido y agradecido por el tardío pero unánime recibimiento a su trabajo. Reivindica la imagen de los aficionados corrientes, obreros buscando el relax fuera de la ciudad, más allá del estereotipo criminal de bandas como los Hells Angels. “En aquellos tiempos, las salidas eran algo más que un encuentro de hombres gais en el idílico entorno rural. En un tiempo donde los arrestos y la intimidación eran todavía frecuentes, no había solo una razón para montar en moto, sino que también era una vía para ser tú mismo junto a otros chicos similares. No todos querían llegar al infierno”.
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