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@_nuvolerrant | Voz Partisana, 2015-10-11
http://www.vozpartisana.info/2015/10/rusia-y-el-armario/
Resulta interesante escribir sobre un tema que levanta tantas ampollas: la homofobia en Rusia. Según un estudio, el 74% de la población del país desaprueba y condena públicamente la homosexualidad como una lacra social y una enfermedad que se debe erradicar. A algo de esto han ayudado Putin y la bazofia burocrática que le rodea; no sólo prohibiendo la “propaganda homosexual” en diversas partes del país (curiosamente, las regiones dónde más gays y lesbianas hay), sino legislando en contra del colectivo LGTBI. Desde 2005, la violencia contra la libertad sexual y de género se ha recrudecido. Recordemos que hace 9 años se intentó hacer una marcha por las calles de Moscú apoyando la diversidad de género. Acabó en golpes, sangre y detenciones. Uno de los detenidos fue, curiosamente, Nikolai Alexeyev, uno de los organizadores del acto. Estamos en 2015 y hemos visto cientos de vídeos que denuncian la persecución que sufrimos bisexuales, gays, lesbianas, trans, intersexuales, pansexuales, etc. y, aún así, Rusia no ha cambiado ni un ápice su postura: la homosexualidad ha de ser reprimida y reducida a escombros.
Sin embargo, no siempre ha sido así. Remontémonos a la Edad Moderna. Moscú no siempre fue el centro del Imperio Ruso; antes lo fue Kiev (que ahora es la capital de Ucrania). Durante esa época, no había ninguna legislación contra la homosexualidad e, incluso, aún con la influencia de la religión, se vivía un ambiente de tolerancia. Es más, tenemos evidencias de que Iván el Terrible era bisexual. Entre las clases medias y altas era una práctica totalmente normalizada. Pero, poco a poco, llegó la represión. La presencia de la Iglesia Ortodoxa, sobre todo en Rusia, se fue haciendo más patente a medida que pasaba el tiempo. La cúpula de esta institución defendía el castigo a los homosexuales o a cualquier otra orientación sexual que no fuera la heterosexualidad. La idea fue calando en la sociedad. Sin embargo, no se creó ninguna ley que impusiera sexualidad alguna ni penas. Durante muchos años, hubo un vacío legal que ni beneficiaba ni perjudicaba a ninguna de las partes contrapuestas del conflicto ético. En 1716, Pedro el Grande decretó la prohibición del sexo entre dos hombres en el ámbito del ejército, aunque esta ley comprendía por sexo sólo el “sexo anal”. Esto nos deja ver que existía una homosexualidad amplia y normalizada en el ejército. En 1835, el zar Nicolas I prohibió legalmente la homosexualidad, véase el sexo anal pero a nivel general, ya no sólo entre los mandos del ejército. Fueron muchas las personalidades públicas que se posicionaron en contra de la medida, lo que les valió la represión de la monarquía absoluta. Con el crecimiento de la clase alta burguesa, el ambiente en Rusia respecto a las relaciones entre hombres o mujeres se normalizó y con la llegada de la Revolución de 1905, el Manifiesto de Octubre y el fin de la censura literaria empezaba a calar en la sociedad un ambiente totalmente distinto: la aceptación del colectivo, que era bastante amplio.
Con la llegada del bolchevismo, la situación de los homosexuales mejoró. De hecho, Lenin fue uno de los promotores por la abolición de elementos del Antiguo Testamento que la Carta Magna conservaba. Muerto Lenin, Stalin comenzó a decretar contra la homosexualidad. ¿Las razones? Los homosexuales, generalmente, pertenecían a la clase alta y, debido a ello, estas prácticas se consideraron una traición al estado de los trabajadores y, por ello, debía ser penada a 5 años de cárcel. Llegamos a un punto de inflexión. La Iglesia Ortodoxa ya era mayoritaria en 1934, fecha en la que se decretó esa ley. A partir de aquí, hay una verdadera caza al homosexual. Se trataba de un extensión del artículo 131.1 de la Constitución de 1936 (la llamada Constitución de Stalin) que especificaba una lista de traiciones al pueblo y, entre ellas, figuraba la práctica de conductas sexuales no mayoritarias. A la llegada de Brézhnev, el Gobierno de la Unión Soviética cesó esta extensión del artículo 131.1 y las estructuras de Estado cesaron en su empeño de oprimir al homosexual. Sin embargo, el Estado no pudo hacer que la Iglesia Ortodoxa dejara de influir en la sociedad debido a la estricta separación Iglesia-Estado que rezaba en la Constitución de 1977. Los ortodoxos continuaron con el discurso homófobo.
En 1993, tras la caída de la Unión, se derogaron los artículos en los cuales quedaba algún resquicio o algún signo contra la homosexualidad. Encuestas de la época nos detallan como sólo un 2,4% de la sociedad mostraba su indiferencia o su aceptación ante la homosexualidad. Un 0,3% decía no saber nada al respecto. El 97,3% restante estaba totalmente en contra y declaraba que la homosexualidad era “fastidiosa” en su día a día. Putin, actual Presidente de la Federación Rusa, es abiertamente homófobo y, debido a ello, promociona la homofobia. Tenemos el caso de la atleta Elena Isinbayeva, que mostró su apoyo a Putin en este tema. En la misma rueda de prensa dijo “las chicas con los chicos y los chicos con las chicas“. Hasta ese momento,la atleta contaba con protección oficial del gobierno, pagada con los impuestos de todos los rusos. Días después de las declaraciones, Isinbayeva pidió disculpas y se mostró en contra de toda discriminación. Tres días más tarde, el Gobierno le retiró toda la protección que en un primer momento le había dado. Y la cosa pinta mal para el colectivo, pues en los próximos años se va a seguir legislando a favor de la “normalidad y contra lo no-natural“, según dijo uno de los ministros de Putin. Como contrapunto, el Partido Comunista de la Federación Rusa hace años pidió disculpas al colectivo por la persecución durante la época de Stalin y reiteraron su compromiso con las causas populares, fuese cual fuese.
Otra vez, la maldita iglesia, esta vez ortodoxa, y un gobierno anti-diversidad se alían. Parece ser que no les ha servido de nada las relaciones de cercanía con la Unión Europea. A título personal: son escoria. No hay mucho más que añadir a esto. Este es el resumen, muy condensado, del origen de la homofobia en Rusia. ¿Qué hace los gobiernos de los demás países? Nada; omertá. No sé, no he visto y no he escuchado. No veremos a Merkal, a Rajoy ni a Cameron con una pancarta en la calle que pida la libertad y la liberación de los activistas sociales pro-derechos LGTBI. No si no hay una cámara delante. Tienen miedo de que unas cuantas transacciones económicas se vayan al carajo si se pronuncian al respecto. Un momento… Rajoy, Merkel y Cameron eran conservadores. Vale, ahora lo entiendo todo.
Sin embargo, no siempre ha sido así. Remontémonos a la Edad Moderna. Moscú no siempre fue el centro del Imperio Ruso; antes lo fue Kiev (que ahora es la capital de Ucrania). Durante esa época, no había ninguna legislación contra la homosexualidad e, incluso, aún con la influencia de la religión, se vivía un ambiente de tolerancia. Es más, tenemos evidencias de que Iván el Terrible era bisexual. Entre las clases medias y altas era una práctica totalmente normalizada. Pero, poco a poco, llegó la represión. La presencia de la Iglesia Ortodoxa, sobre todo en Rusia, se fue haciendo más patente a medida que pasaba el tiempo. La cúpula de esta institución defendía el castigo a los homosexuales o a cualquier otra orientación sexual que no fuera la heterosexualidad. La idea fue calando en la sociedad. Sin embargo, no se creó ninguna ley que impusiera sexualidad alguna ni penas. Durante muchos años, hubo un vacío legal que ni beneficiaba ni perjudicaba a ninguna de las partes contrapuestas del conflicto ético. En 1716, Pedro el Grande decretó la prohibición del sexo entre dos hombres en el ámbito del ejército, aunque esta ley comprendía por sexo sólo el “sexo anal”. Esto nos deja ver que existía una homosexualidad amplia y normalizada en el ejército. En 1835, el zar Nicolas I prohibió legalmente la homosexualidad, véase el sexo anal pero a nivel general, ya no sólo entre los mandos del ejército. Fueron muchas las personalidades públicas que se posicionaron en contra de la medida, lo que les valió la represión de la monarquía absoluta. Con el crecimiento de la clase alta burguesa, el ambiente en Rusia respecto a las relaciones entre hombres o mujeres se normalizó y con la llegada de la Revolución de 1905, el Manifiesto de Octubre y el fin de la censura literaria empezaba a calar en la sociedad un ambiente totalmente distinto: la aceptación del colectivo, que era bastante amplio.
Con la llegada del bolchevismo, la situación de los homosexuales mejoró. De hecho, Lenin fue uno de los promotores por la abolición de elementos del Antiguo Testamento que la Carta Magna conservaba. Muerto Lenin, Stalin comenzó a decretar contra la homosexualidad. ¿Las razones? Los homosexuales, generalmente, pertenecían a la clase alta y, debido a ello, estas prácticas se consideraron una traición al estado de los trabajadores y, por ello, debía ser penada a 5 años de cárcel. Llegamos a un punto de inflexión. La Iglesia Ortodoxa ya era mayoritaria en 1934, fecha en la que se decretó esa ley. A partir de aquí, hay una verdadera caza al homosexual. Se trataba de un extensión del artículo 131.1 de la Constitución de 1936 (la llamada Constitución de Stalin) que especificaba una lista de traiciones al pueblo y, entre ellas, figuraba la práctica de conductas sexuales no mayoritarias. A la llegada de Brézhnev, el Gobierno de la Unión Soviética cesó esta extensión del artículo 131.1 y las estructuras de Estado cesaron en su empeño de oprimir al homosexual. Sin embargo, el Estado no pudo hacer que la Iglesia Ortodoxa dejara de influir en la sociedad debido a la estricta separación Iglesia-Estado que rezaba en la Constitución de 1977. Los ortodoxos continuaron con el discurso homófobo.
En 1993, tras la caída de la Unión, se derogaron los artículos en los cuales quedaba algún resquicio o algún signo contra la homosexualidad. Encuestas de la época nos detallan como sólo un 2,4% de la sociedad mostraba su indiferencia o su aceptación ante la homosexualidad. Un 0,3% decía no saber nada al respecto. El 97,3% restante estaba totalmente en contra y declaraba que la homosexualidad era “fastidiosa” en su día a día. Putin, actual Presidente de la Federación Rusa, es abiertamente homófobo y, debido a ello, promociona la homofobia. Tenemos el caso de la atleta Elena Isinbayeva, que mostró su apoyo a Putin en este tema. En la misma rueda de prensa dijo “las chicas con los chicos y los chicos con las chicas“. Hasta ese momento,la atleta contaba con protección oficial del gobierno, pagada con los impuestos de todos los rusos. Días después de las declaraciones, Isinbayeva pidió disculpas y se mostró en contra de toda discriminación. Tres días más tarde, el Gobierno le retiró toda la protección que en un primer momento le había dado. Y la cosa pinta mal para el colectivo, pues en los próximos años se va a seguir legislando a favor de la “normalidad y contra lo no-natural“, según dijo uno de los ministros de Putin. Como contrapunto, el Partido Comunista de la Federación Rusa hace años pidió disculpas al colectivo por la persecución durante la época de Stalin y reiteraron su compromiso con las causas populares, fuese cual fuese.
Otra vez, la maldita iglesia, esta vez ortodoxa, y un gobierno anti-diversidad se alían. Parece ser que no les ha servido de nada las relaciones de cercanía con la Unión Europea. A título personal: son escoria. No hay mucho más que añadir a esto. Este es el resumen, muy condensado, del origen de la homofobia en Rusia. ¿Qué hace los gobiernos de los demás países? Nada; omertá. No sé, no he visto y no he escuchado. No veremos a Merkal, a Rajoy ni a Cameron con una pancarta en la calle que pida la libertad y la liberación de los activistas sociales pro-derechos LGTBI. No si no hay una cámara delante. Tienen miedo de que unas cuantas transacciones económicas se vayan al carajo si se pronuncian al respecto. Un momento… Rajoy, Merkel y Cameron eran conservadores. Vale, ahora lo entiendo todo.
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