Imagen: El País / Fotograma de 'Call me by your name' |
Se estrenó hace una semana y ha conmovido a gente de todas las edades, orientaciones y circunstancias. Hablamos con algunos de ellos para comprender por qué.
Guillermo Alonso | Icon, El País, 2018-02-02
https://elpais.com/elpais/2018/01/31/icon/1517415283_636567.html
A la gente a la que le interese ‘Call me by your name’ (Luca Guadagnino, 2017), presumiblemente la que está leyendo este artículo, le queda a estas alturas poco por saber sobre la película, estrenada hace seis días en España. Por si queda algún despistado: narra la relación de un adolescente de 17 años llamado Elio, que veranea con su familia en el norte de Italia, y Oliver, el universitario que ha sido invitado por su padre a pasar el verano en su villa para terminar su doctorado en cultura grecorromana. Está basada en una novela de André Aciman publicada en 2007, ha entrado en todas las listas de mejores películas del año de 2017 y está nominada a los Oscar por mejor película, mejor actor (Timothée Chalamet), mejor guión (de James Ivory) y mejor canción (‘The mistery of love’, de Sufjan Stevens).
Eso es lo que uno sabe antes de verla. Lo que sabe y lo que siente después es una experiencia tan personal que es complicado explicarlo con datos o números. Pero hemos intentado algo parecido: hemos buscado en Twitter los términos "call me by your name" y el adjetivo "devastated" (devastado), uno elegido al azar y que podría intercambiarse con cualquiera perteneciente al campo semántico de la desazón. El buscador arrojó 110 resultados de espectadores. Algunos de los ‘tuits’ dicen lo siguiente:
"Acabo de ver ‘Call me by your name’ y estoy devastada".
"Me disgusta que ‘Call me by your name’ esté nominada a algunos Oscars, básicamente porque me hizo pensar en la película otra vez y todavía estoy emocionalmente devastado".
"Ayer pude ver por fin ‘Call me by your name’ y puede que jamás me recupere. No sé si me ha dejado esperanzadoramente devastado o devastadamente esperanzado, pero fue precioso".
"Acabo de terminar ‘Call me by your name’. Estoy devastado, angustiado, conmovido y ñoño, todo a la vez. No creo que nunca vuelva a pensar en el amor de la misma manera".
"Por favor, gritadme, han pasado meses y sigo devastada por ‘Call me by your name’".
Todos son del mismo estilo. Los espectadores de la película del italiano Luca Guadagnino (Sicilia, 1971) se refieren continuamente a la película como una experiencia que dura dos horas y doce minutos delante de sus ojos y varios meses detrás de ellos. "No puedo dejar de pensar en ella". "Estaré enfadado y triste para siempre". "Nunca me sentí tan devastado tras ver una película". "Quiero ver ‘Call me by your name’ otra vez, pero me sentí tan triste la primera vez que la vi que no sé si podré aguantar más lágrimas".
Y así durante un ‘scrol’l de minutos y minutos. Puede probarse también en Twitter, en vez de devastado, con "triste". O con "llorando". Los amantes de los polisílabos han usado también la palabra "inconsolable". "Han pasado cinco días y sigo sintiéndome inconsolable durante 35 minutos cada vez que pienso en ‘Call me by your name’", dijo una usuaria llamada Marissa.
Es curioso cómo funciona esta historia y los sentimientos que despierta. A efectos prácticos, no hay en ‘Call me by your name’ demasiadas concesiones al melodrama. Nadie muere. Nadie sale físicamente herido. Los personajes apenas lloran. No hay ápice de moralina en su discurso. El mensaje es positivo: dos personajes llegados de dos esquinas del mundo se encuentran y viven un amor intenso de verano en un momento y un lugar en el que era casi imposible que eso ocurriera.
Y, además, el romance, postergado durante el metraje de forma muy inteligente para que el espectador sienta un ansia casi física por que llegue el momento, explota como una celebración de la urgencia, la carnalidad, la necesidad física de estar pegado al otro. Dinamitando las reglas de lo que debe ser una relación amorosa en la pantalla, el espectador no se encontrará en él ni una crisis de pareja entre el segundo y el tercer acto.
Si ‘Call me by your name’ golpea de forma tan fría y tan seca no es por algo que haya en la película, sino por un elemento que está fuera de ella.
Es usted.
Es por lo que el espectador pone de sí mismo frente a la pantalla, por la forma en que entrega a la película unas terminaciones sensibles que creía que ya habían muerto como si se les hubiese practicado una endodoncia. La zona en que esta película golpea es especialmente dolorosa porque no sabíamos que seguía ahí. ‘Call me by your name’ provoca dolor en órganos del cuerpo que no estaban ahí cuando nos habíamos sentado en la butaca.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Se lo hemos preguntado a cinco espectadores españoles de la película. Hay un elemento a considerar en todo esto: habla de un romance entre dos hombres y posiblemente sea inevitable que una parte de su audiencia que pertenezca al colectivo LGTBQI o se sienta cercana a ella la vean con una luz levemente diferente. Pero su efecto no discrimina a nadie. De la misma manera que había hombres y mujeres en los ejemplos de Twitter que hemos expuesto unos párrafos más arriba, hemos querido hablar con espectadores de la película entre los que hay hombres homosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales y mujeres heterosexuales.
"Durante el discurso de Michael Stuhlbarg [que interpreta al padre del protagonista, Elio] se me saltaron las lágrimas, no lo pude evitar", cuenta Victoria, guionista de 33 años. Y continúa: "Entonces uno de mis mejores amigos, con el que voy religiosamente al cine desde hace 20 años, se giró, me dio un beso en la mejilla y me dijo que me quería. Nos dimos la mano –como tantas otras veces hemos hecho en otras sesiones– y así contemplamos a Elio hacerse mayor frente a la chimenea. Salimos con el convencimiento de haber tenido la suerte de haber querido así y con la certeza de que el paso del tiempo, a veces tan cruel, es lo que da una perspectiva imprescindible para valorar lo bueno de la vida".
"A mí la película me destrozó y me dejó pensando durante más de una semana por qué me vi reflejado en varias de las escenas y no me vi reflejado en otras que me hubiera gustado protagonizar", cuenta el periodista Alberto Sisí, de 31 años. "Y luego está el tema del tiempo, que creo que es algo de la película que afecta a absolutamente cualquiera que la haya visto, independientemente de género, orientación sexual o edad: el tiempo pasa, no vuelve, y has hecho el idiota. Es más: cada vez haces menos cosas por primera vez".
Juan, politólogo español residente en México, está de acuerdo con lo universal del mensaje: "Qué triste sería que los hombres heterosexuales solo vieran en ‘Call me by your name’ una película de gais. Creo que cualquiera puede reconocerse en ella, independientemente de su orientación sexual. Para mí representa los temores, la incertidumbre, ese caos sentimental de la adolescencia que te arrastra, te retuerce, te lleva a la gloria y, después, te deja hecho trizas. También el coraje de dejarte llevar, porque el amor es riesgo, y si no te arriesgas, habrás follado, pero no amado. Además, yo quiero vivir con esa familia culta y cosmopolita cuyo único propósito es rescatar la belleza de las garras de la mediocridad contemporánea. Y para eso era necesario situar la historia a principios de los ochenta, cuando la modernidad todavía era alegre y despreocupada, el sida era solo un rumor aterrador y nuestra sociedad no se había empeñado en hacerle el trabajo a los guionistas de ‘Black Mirror’".
Lucía, periodista de 39 años, ha querido ir más allá y mirar detrás de los personajes principales masculinos para fijarse en el papel de las mujeres en la trama: "Me parece muy revelador el papel instrumental que juegan ellas en la película y creo que explica hasta qué punto no solo son los homosexuales los que han vivido desconectados de su propia sexualidad. Yo solo podía ponerme en la piel de Marzia, una mujer que probablemente, al igual que Elio, está viviendo su despertar erótico, pero lo está haciendo con expectativas muy diferentes de las de él y sin saber que esas expectativas jamás se verán cumplidas. Elio usa a Marzia como vasija sobre la que depositar las urgencias a las que Oliver no le ha dejado dar salida y ella ni siquiera es consciente de ello. De una forma tragicómica, las tres mujeres que hay en la película (Marzia, la amiga de Marzia y la madre de Elio) son víctimas de un mundo homófobo y reprimido igual que lo son Elio y Oliver. En realidad, el sentimiento que me dejó ‘Call me by your name’ fue de epifanía. Comprendí por qué nunca jamás conecté de forma total con algunos hombres muy importantes de mi vida".
Javier Leandro, informático de 38 años, es más sucinto. "Me ha dejado hecho una mierda", afirma. "Han pasado varios días desde que vi la película y la historia de amor de Elio y Oliver me sigue persiguiendo. Paso de la melancolía a la euforia en cuestión de segundos y admito que he llorado evocando algunas escenas, como si estuviese viviendo mi propio romance estival. Solo que esta vez el idilio no es con una persona, sino con una película. ¿Se puede uno enamorar de una historia de ficción? Ahora sé que sí. Y también sé que nunca voy a olvidar las piernas entrelazadas de Elio y Oliver, ni las lágrimas tras una llamada telefónica, ni la compasión de un aliado inesperado. Ahora ya son parte de mí, como un amor de verano".
La pregunta es: ¿usted la ha visto? ¿Y está preparado para hablar de ella? Algunos tienen que tomarse un tiempo. Pero nunca se tome demasiado. Puede que la lección más poderosa de la película sea esa. O puede que sea la imperiosa necesidad de hablar. O todo lo contrario, que los gestos hablan mucho más alto que las palabras. O puede que sea que la belleza es lo único que nos salva. O que nada es más valioso en la vida que unos padres que te quieren tal cual eres. O que los papeles de víctimas y verdugos en el amor bailan y se reparten de modo caprichoso. O puede que sea otra cosa.
Cada espectador se lleva su propia lección consigo mismo. Solo el fin de semana pasado en España se extrajeron 24.181 de ellas. Algunas consistieron en no empatizar con los personajes ni creerse nada de lo que estaban viendo, claro. Pero eso es otro artículo.
Eso es lo que uno sabe antes de verla. Lo que sabe y lo que siente después es una experiencia tan personal que es complicado explicarlo con datos o números. Pero hemos intentado algo parecido: hemos buscado en Twitter los términos "call me by your name" y el adjetivo "devastated" (devastado), uno elegido al azar y que podría intercambiarse con cualquiera perteneciente al campo semántico de la desazón. El buscador arrojó 110 resultados de espectadores. Algunos de los ‘tuits’ dicen lo siguiente:
"Acabo de ver ‘Call me by your name’ y estoy devastada".
"Me disgusta que ‘Call me by your name’ esté nominada a algunos Oscars, básicamente porque me hizo pensar en la película otra vez y todavía estoy emocionalmente devastado".
"Ayer pude ver por fin ‘Call me by your name’ y puede que jamás me recupere. No sé si me ha dejado esperanzadoramente devastado o devastadamente esperanzado, pero fue precioso".
"Acabo de terminar ‘Call me by your name’. Estoy devastado, angustiado, conmovido y ñoño, todo a la vez. No creo que nunca vuelva a pensar en el amor de la misma manera".
"Por favor, gritadme, han pasado meses y sigo devastada por ‘Call me by your name’".
Todos son del mismo estilo. Los espectadores de la película del italiano Luca Guadagnino (Sicilia, 1971) se refieren continuamente a la película como una experiencia que dura dos horas y doce minutos delante de sus ojos y varios meses detrás de ellos. "No puedo dejar de pensar en ella". "Estaré enfadado y triste para siempre". "Nunca me sentí tan devastado tras ver una película". "Quiero ver ‘Call me by your name’ otra vez, pero me sentí tan triste la primera vez que la vi que no sé si podré aguantar más lágrimas".
Y así durante un ‘scrol’l de minutos y minutos. Puede probarse también en Twitter, en vez de devastado, con "triste". O con "llorando". Los amantes de los polisílabos han usado también la palabra "inconsolable". "Han pasado cinco días y sigo sintiéndome inconsolable durante 35 minutos cada vez que pienso en ‘Call me by your name’", dijo una usuaria llamada Marissa.
Es curioso cómo funciona esta historia y los sentimientos que despierta. A efectos prácticos, no hay en ‘Call me by your name’ demasiadas concesiones al melodrama. Nadie muere. Nadie sale físicamente herido. Los personajes apenas lloran. No hay ápice de moralina en su discurso. El mensaje es positivo: dos personajes llegados de dos esquinas del mundo se encuentran y viven un amor intenso de verano en un momento y un lugar en el que era casi imposible que eso ocurriera.
Y, además, el romance, postergado durante el metraje de forma muy inteligente para que el espectador sienta un ansia casi física por que llegue el momento, explota como una celebración de la urgencia, la carnalidad, la necesidad física de estar pegado al otro. Dinamitando las reglas de lo que debe ser una relación amorosa en la pantalla, el espectador no se encontrará en él ni una crisis de pareja entre el segundo y el tercer acto.
Si ‘Call me by your name’ golpea de forma tan fría y tan seca no es por algo que haya en la película, sino por un elemento que está fuera de ella.
Es usted.
Es por lo que el espectador pone de sí mismo frente a la pantalla, por la forma en que entrega a la película unas terminaciones sensibles que creía que ya habían muerto como si se les hubiese practicado una endodoncia. La zona en que esta película golpea es especialmente dolorosa porque no sabíamos que seguía ahí. ‘Call me by your name’ provoca dolor en órganos del cuerpo que no estaban ahí cuando nos habíamos sentado en la butaca.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Se lo hemos preguntado a cinco espectadores españoles de la película. Hay un elemento a considerar en todo esto: habla de un romance entre dos hombres y posiblemente sea inevitable que una parte de su audiencia que pertenezca al colectivo LGTBQI o se sienta cercana a ella la vean con una luz levemente diferente. Pero su efecto no discrimina a nadie. De la misma manera que había hombres y mujeres en los ejemplos de Twitter que hemos expuesto unos párrafos más arriba, hemos querido hablar con espectadores de la película entre los que hay hombres homosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales y mujeres heterosexuales.
"Durante el discurso de Michael Stuhlbarg [que interpreta al padre del protagonista, Elio] se me saltaron las lágrimas, no lo pude evitar", cuenta Victoria, guionista de 33 años. Y continúa: "Entonces uno de mis mejores amigos, con el que voy religiosamente al cine desde hace 20 años, se giró, me dio un beso en la mejilla y me dijo que me quería. Nos dimos la mano –como tantas otras veces hemos hecho en otras sesiones– y así contemplamos a Elio hacerse mayor frente a la chimenea. Salimos con el convencimiento de haber tenido la suerte de haber querido así y con la certeza de que el paso del tiempo, a veces tan cruel, es lo que da una perspectiva imprescindible para valorar lo bueno de la vida".
"A mí la película me destrozó y me dejó pensando durante más de una semana por qué me vi reflejado en varias de las escenas y no me vi reflejado en otras que me hubiera gustado protagonizar", cuenta el periodista Alberto Sisí, de 31 años. "Y luego está el tema del tiempo, que creo que es algo de la película que afecta a absolutamente cualquiera que la haya visto, independientemente de género, orientación sexual o edad: el tiempo pasa, no vuelve, y has hecho el idiota. Es más: cada vez haces menos cosas por primera vez".
Juan, politólogo español residente en México, está de acuerdo con lo universal del mensaje: "Qué triste sería que los hombres heterosexuales solo vieran en ‘Call me by your name’ una película de gais. Creo que cualquiera puede reconocerse en ella, independientemente de su orientación sexual. Para mí representa los temores, la incertidumbre, ese caos sentimental de la adolescencia que te arrastra, te retuerce, te lleva a la gloria y, después, te deja hecho trizas. También el coraje de dejarte llevar, porque el amor es riesgo, y si no te arriesgas, habrás follado, pero no amado. Además, yo quiero vivir con esa familia culta y cosmopolita cuyo único propósito es rescatar la belleza de las garras de la mediocridad contemporánea. Y para eso era necesario situar la historia a principios de los ochenta, cuando la modernidad todavía era alegre y despreocupada, el sida era solo un rumor aterrador y nuestra sociedad no se había empeñado en hacerle el trabajo a los guionistas de ‘Black Mirror’".
Lucía, periodista de 39 años, ha querido ir más allá y mirar detrás de los personajes principales masculinos para fijarse en el papel de las mujeres en la trama: "Me parece muy revelador el papel instrumental que juegan ellas en la película y creo que explica hasta qué punto no solo son los homosexuales los que han vivido desconectados de su propia sexualidad. Yo solo podía ponerme en la piel de Marzia, una mujer que probablemente, al igual que Elio, está viviendo su despertar erótico, pero lo está haciendo con expectativas muy diferentes de las de él y sin saber que esas expectativas jamás se verán cumplidas. Elio usa a Marzia como vasija sobre la que depositar las urgencias a las que Oliver no le ha dejado dar salida y ella ni siquiera es consciente de ello. De una forma tragicómica, las tres mujeres que hay en la película (Marzia, la amiga de Marzia y la madre de Elio) son víctimas de un mundo homófobo y reprimido igual que lo son Elio y Oliver. En realidad, el sentimiento que me dejó ‘Call me by your name’ fue de epifanía. Comprendí por qué nunca jamás conecté de forma total con algunos hombres muy importantes de mi vida".
Javier Leandro, informático de 38 años, es más sucinto. "Me ha dejado hecho una mierda", afirma. "Han pasado varios días desde que vi la película y la historia de amor de Elio y Oliver me sigue persiguiendo. Paso de la melancolía a la euforia en cuestión de segundos y admito que he llorado evocando algunas escenas, como si estuviese viviendo mi propio romance estival. Solo que esta vez el idilio no es con una persona, sino con una película. ¿Se puede uno enamorar de una historia de ficción? Ahora sé que sí. Y también sé que nunca voy a olvidar las piernas entrelazadas de Elio y Oliver, ni las lágrimas tras una llamada telefónica, ni la compasión de un aliado inesperado. Ahora ya son parte de mí, como un amor de verano".
La pregunta es: ¿usted la ha visto? ¿Y está preparado para hablar de ella? Algunos tienen que tomarse un tiempo. Pero nunca se tome demasiado. Puede que la lección más poderosa de la película sea esa. O puede que sea la imperiosa necesidad de hablar. O todo lo contrario, que los gestos hablan mucho más alto que las palabras. O puede que sea que la belleza es lo único que nos salva. O que nada es más valioso en la vida que unos padres que te quieren tal cual eres. O que los papeles de víctimas y verdugos en el amor bailan y se reparten de modo caprichoso. O puede que sea otra cosa.
Cada espectador se lleva su propia lección consigo mismo. Solo el fin de semana pasado en España se extrajeron 24.181 de ellas. Algunas consistieron en no empatizar con los personajes ni creerse nada de lo que estaban viendo, claro. Pero eso es otro artículo.
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