sábado, 30 de noviembre de 1985

#libros #literatura | Relatos sobre la falta de sustancia

Relatos sobre la falta de sustancia / Álvaro Pombo
Barcelona : Anagrama, 1985 [11]
188 p.
Colección: Narrativas hispánicas
ISBN 9788433917256 /13 €

/ ES / REL
/ Aceptación / Armarios / Literatura / Homosexualidad
Biblioteca UPV/EHU
https://millennium.ehu.es/record=b1104472~S1*spi
Otra ed.: Barcelona : La Gaya Ciencia, 1977
Otra ed.: Relatos sobre la falta de sustancia y otros relatos. Madrid : Cátedra, 2013

Estos cinco cuentos aparecieron por primera vez en 1977 y son todavía relatos en los cuales me reconozco a mí mismo sin ninguna duda. Pueden tomarse como cinco vectores, cinco líneas de fuerza de mi manera de escribir y ver el mundo que siguen estando presenten en mi última novela «El metro de platino iridiado» (Anagrama 1991) y también en mi nueva novela, terminada ya, que se titula «Don Rodolfo y el vencejo» por mencionar sólo mis narraciones en prosa. El lector puede en cierto modo leerlos desde la perspectiva rítmica de una esquemática autobiografía.

«Tío Eduardo», es el Santander de mi niñez. Expresa mi fascinación por un mundo elegante y mi preocupación -tal vez lamentable- de moralista. Este cuento expresa una cierta «justicia poética» al final de su vida, tío Eduardo, es tratado de un modo semejante a como él sin darse cuenta trató a su propia esposa.

«Luzmila» es el mejor relato de este libro, a juicio mío, al menos. Es la primera formulación de un viejo asunto: la bondad de una persona. Lo único que ocurre Luzmila es un personaje de muy pobre desarrollo intelectual y su bondad, con ser real y profunda, es todavía demasiado elemental.

«Un relato corto» es una acuarela de mi colegio de Valladolid. De aquellos años, -que quede esto claro- sólo he tomado para escribir el cuento el delicioso ambiente decimonónico del colegio donde hice mis tres últimos años de bachillerato. Todo lo demás es inventado en función de la idea unificadora del libro, a saber, la sensación o la emoción o la idea imprecisa, pero constante que yo tenía cuando escribí estos relatos: la vida humana era una configuración de momentos inconexos, un proceso melancólico de ilusión y de sustancialización.

Yo vivía entonces en Londres y escribí este libro en la oficina, donde trabajaba de telefonista, entre llamada y llamada. Londres era y es para mí un sitio muy bonito pero muy triste. Una ciudad de solitarios, tenues figuras que envejecen lentamente y que de pronto un día de sol resplandecen, tenues, sentadas en un banco a media tarde, en uno cualquiera de sus parques locales. Y su expresión sólo significa ya: «Hasta aquí he llegado y esto es todo». La verdad es que lo más filosófico y lo único realmente indiscutiblemente excelente de esta colección de cuentos es el título.

«Sugar-Daddy» es el resumen de la vida de un oficinista, Manuel, cuya homosexualidad, muy de otros tiempos, quiero decir los años anteriores al 68 y a las reivindicaciones del orgullo gay, un hombre asustadizo de mediana edad que en lugar de volverse valiente y amar a quien le ama se vuelve cobarde y no le ama. La tesina del relato es que en caso de duda siempre es mejor amar que acobardarse.

«El cambio» es un relato cuyos detalles están bien, creo yo, pero cuya tesis, o configuración significativa total se aguó tanto que ahora ni siquiera sé cual es.

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