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Imagen: Cartel Urbano |
¿Qué fue de la movida madrileña?
La Movida, como casi todo lo que pasó en los ochenta, fue vilipendiada en los noventa, y en los últimos años algunos de sus protagonistas han adquirido un estatus que no tuvieron en la época.
Marc Caellas · Periodista y escritor español | Cartel Urbano, 2009-09-24
Me pide esta revista que escriba un “reportaje jugoso, divertido, extraño, polifónico sobre la Movida Madrileña a través de personajes de la época, de la música que se oía, del cine que se hacía y se veía, de la moda, del periodismo del momento, de la rumba, de los tragos que se tomaban, de los porros que se fumaban, de los bares que frecuentaban los jóvenes de ese entonces…”. No es tarea fácil. En la época de la Movida yo tenía entre cinco y diez años. Ni siquiera disfruté de “La Bola de Cristal”, ese memorable programa infantil que dirigía Alaska en Televisión Española y que se emitía los sábados por la mañana.
Mientras la mayoría de mis compañeros de clase disfrutaban con un programa que trataba a los niños como adultos y en los que se proclamaban mensajes como “viva el mal, viva el capital” o “soy Avería y aspiro a una alcaldía”, y se criticaba por igual a Felipe González, Ronald Reagan o Margaret Thatcher, yo pasaba esos sábados jugando baloncesto. Vivía en Barcelona, a seiscientos kilómetros de la ciudad, en un ambiente familiar conservador y tradicional. Curiosamente, para Pepe Ribas, fundador de la legendaria revista Ajoblanco, en Barcelona se creó el germen de todo lo que pasó en Madrid posteriormente. “La libertad callejera había amanecido en Barcelona a principios de los setenta y fue ahí donde convergió la incipiente cultura underground española.
El sectarismo nacionalista, cóctel inventado por la burguesía para transformar la revolución social en revolución nacional, expulsó a muchos artistas de la ciudad condal tras los pactos de la Moncloa de 1977. La España que buscaba la libertad, el arte y el libertinaje conquistó Madrid. Estos productores musicales aburridos del rock progresivo catalán inventaron el rock de la nueva ola en español junto a una serie de “extraños” personajes, muy jóvenes, que vendían revistas underground en las paradas callejeras del El Rastro Madrileño.
La desesperanza del punk y el nihilismo existencialista anglosajón se trasformaron en Madrid en un carnaval de colores sin ideología que mezclaba el terror al supermercado con drogas de todo tipo y grandes bacanales. Inmediatamente se abrieron locales, desaparecieron las bandas fascistas que quemaban cines progresistas y estalló el desmadre sexual. Cualquier mezcla fue posible en aquel Madrid de los ochenta. La permisividad se instaló en cualquier rincón y el nacional catolicismo se diluyó como un azucarillo en aguardiente.”
La Movida, como casi todo lo que pasó en los ochenta, fue vilipendiada en los noventa, y en los últimos años algunos de sus protagonistas han adquirido un estatus que no tuvieron en la época. Para el escritor y diplomático José Antonio de Ory, “la tal Movida era en cualquier caso una fiesta privada y minoritaria, una locura de unos cuantos niños bien fascinados por las drogas y el sexo y con unas ganas tremendas de hacer cosas (el que hacerlas bien no fuera en absoluto fundamental es lo que dio luego pie a las acusaciones de diletantismo y esterilidad creativa del movimiento)”. Quizás una buena manera de explicar esa Movida sea ver qué ha sido de sus protagonistas, esos niñatos que le sacudieron la caspa a la sociedad española posfranquista en una época de permisividad y libertad creativa que no se ha repetido.
Así tenemos a un Pedro Almodóvar que en la época quería ser mamá y que en cambio ahora se codea con los grandes de Hollywood. Tenemos a un Nacho Cano que en su día quería colarse en una fiesta con sus compañeros de Mecano y que hace dos años creó “Hoy no me puedo levantar”, el musical más taquillero de la historia de España. Tenemos a una Alaska que con 14 años tocaba la guitarra en Kaka de Luxe (la banda de punk-rock que fue el campo de pruebas de los músicos que marcaron el camino), a los 17 era partícipe de una lluvia dorada en “Pepe Luci, Bom y otras chicas del montón” (la primera película de Almodóvar), y a los 20 creaba los Pegamoides, luego Dinarama, hasta llegar a Fangoria, el grupo de referencia en la escena pop-electrónica española durante los últimos veinte años. Tenemos a un Antonio Vega que nunca imaginó que “La chica de ayer” acabaría siendo un tema de Enrique Iglesias (también Thalía hizo una versión lamentable de “Y a quien le importa”).
Tenemos a un Alberto García-Alix que ha sobrevivido a la heroína, al sida, a sus amigos muertos, y que ahora acaba de inaugurar una retrospectiva de su obra en el Museo Reina Sofía. Tenemos a Ouka-Lele, otra fotógrafa que reflejó esa época sin que nadie le hiciera ni puto caso y que años después recibió el Premio Nacional de Fotografía. Tenemos a Cecilia Roth, que dio sus primeros pinitos como actriz en la película de culto “Arrebato” y que se salvó de la maldición que cayó sobre todos los demás que participaron en ella, sobre todo a un Iván Zulueta que nunca más pudo dirigir otro largometraje. Tenemos a un Santiago Auserón, responsable de Radio Futura, considerada por la crítica especializada como la mejor banda española de los últimos 25 años, reconvertido ahora en Juan Perro, un trovador y filósofo del siglo XXI.
Para Alejandro Castellote, curador de fotografía que en la época trabajaba en el Círculo de Bellas Artes, “muchos de los más visibles en ese periodo de los ochenta, eran los cachorros de familias bien, Ouka Lele, Alix, Alaska, Berlanga, pero por debajo de los brillos del pijerío surgieron muchas cosas que cambiaron la realidad madrileña. Grupos alternativos en Vallecas que dieron la vuelta a barrios tradicionalmente obreros y marginales. Esos nunca salen en las historias oficiales, pero la movida significó el primer acceso a la dignidad y la euforia de esos días, y el relumbrón de los modernos, a menudo no ha dejado ver el bosque”.
La lista podría seguir y se puede rastrear en “Madrid ha muerto”, la novela de Luis Antonio de Villena, que más que una novela se puede leer como una crónica de unos años de excesos de todo tipo. Para De Ory, los dos libros fundamentales para entender la época son el inasequible “Músika Moderna” de Fernando Márquez, conocido como El Zurdo y “Sólo se vive una vez”, de José Luis Gallero. También la película “El Calentito”, de Chus Gutiérrez, supone un intento de acercarse a esos años, con el golpe de estado del 23F como telón de fondo, aunque se echa de menos la mala leche de, por ejemplo, “Laberinto de Pasiones”, cuya primera escena se rodó a las puertas de La Bobia, uno de los bares de referencia cuyo lugar ocupa ahora una insulsa cafetería. Otros, en cambio, siguen prácticamente igual, La Vía Láctea, el Penta, la sala Sol, y otros han perdido cualquier seña de identidad, como la en su día mítica sala Rock-ola o la discoteca Carolina, que ahora es un almacén de ropa.
La noche de Madrid ya no es tan canalla como antes pero tampoco nos vamos a poner en plan abuelo-sermoneador con aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Las drogas que se consumieron esos años son las mismas que se consumen ahora y que han puesto a España a la cabeza de todas las estadísticas: hachís y cocaína. Lo significativo de la época fue el culto a la heroína. En los tiempos previos al sida, se combinaba sexo, droga y vida al límite sin ningún tipo de prevención. Consecuencia, una trágica lista de muertos: Canito, Eduardo Pegamoide, Enrique P., las Costus, Manuel Piña, Fernando Vijande, Will More (el protagonista de Arrebato), los hermanos Haro Ibars, Poch...
La Movida también tuvo su estética, sus diseñadores, su moda. Radio Futura la inmortalizó con “Y yo caí enamorado de la moda juvenil, de los precios y rebajas que vi, enamorado de ti, sí yo caí enamorado de la moda juvenil, de los chicos de las chicas de los maniquís, enamorado de ti”. Los hombres españoles perdieron el miedo a las tiendas de ropa. A Blanca Sánchez se le atribuye gran parte del mérito de lo que luego se ha llamado el estilo Almodóvar. Ella lo desmiente aunque admite que siempre le prestaba “sus trapitos” para que vistiera a todas esas chicas del montón que aparecían en sus primeras películas.
Blanca no se hizo famosa pero en cambio hace dos años fue la curadora que montó la exposición retrospectiva en la sala Alcalá 31. Obras de los artistas Guillermo Pérez Villalta, Martín Begué, Ceesepe, El Hortelano, Mariscal, Costus, o de Alfonso Albacete se mostraron junto a los trabajos menos conocidos de otros artistas multidisciplinares como Carlos Berlanga, Victor Aparicio o Carlos García Alix.
En definitiva, creo que la mayoría estaría de acuerdo con Castellote cuando afirma que la Movida fue, para los españoles, “sobre todo mucho ruido, poca calidad, pero mucha energía y muchas ganas de pertenecer de una puta vez a la modernidad y dejar de ver cómo todos los trenes de los grandes cambios -el 68, el movimiento hippie, el rock, el cine, etc.- pasaban de largo”.
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¿Qué fue de la movida madrileña?
La Movida, como casi todo lo que pasó en los ochenta, fue vilipendiada en los noventa, y en los últimos años algunos de sus protagonistas han adquirido un estatus que no tuvieron en la época.
Marc Caellas | Periodista y escritor español | Cartel Urbano, 2009-09-24