Pionero de una estética gay
“De su arte en su adolescencia quedan huellas, como un mural con un Cristo muy apuesto rodeado de discípulos cachas.” “Durante cuatro años se retiró a su Rancho Siesta y fue ese un tiempo muy creativo, cuando su obra alcanzó el cénit”
Lola Huete Machado | El País, El País Semanal, 2010-07-04
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Imagen: El País |
El norteamericano George Quaintance pintó y popularizó el estilo homoerótico en los cincuenta, una época en que la cultura gay estaba lejos de ser lo que hoy es. Él abrió camino a otros artistas famosos, como Tom of Finland. Un recuerdo en la Semana del Orgullo Gay.
De su mano e imaginación brotaron esos vigorosos cowboys, latin lovers, operarios de torsos escultóricos y culo prieto que pueblan el imaginario homosexual… Cualquier marcha del Orgullo Gay debería detenerse siempre un minuto para rendir homenaje a este virginiano que dio las primeras puntadas en una estética homo que inunda hoy las calles del mundo. Así, cuando usted se encuentre a lomos de una carroza luciendo músculo, botas de puntera, jeans ajustados y mucho paquete… ahí mismo estará Georges Quaintance bien representado aunque tal nombre ni le suene. Con momentos así, inimaginables en su tiempo puritano, debió él soñar mucho.
La fama y el prestigio retratista del erotismo masculino se la llevaron más tarde otros artistas como Tom of Finland, Harry Bush o Etienne. Ellos tuvieron suerte con la época en que nacieron. Quaintance, no. Pero él fue pionero. ¿Estilo Brokeback mountain de vaqueros curtidos acampados en un valle idílico? Él lo dibujó hace ya más de 70 años. ¿Sensibilidad y ternura masculina? También. Hombres que nadan y se rozan; hombres que beben juntos desnudos; aquel que domina al caballo; un tercero abrochándose el pantalón mientras otro yace boca abajo en el canapé; toreros al estilo Valentino de Sangre y arena, que rezan, lucen traje y desmesura. Y los titula Pyramid builders, Hercules, Orpheus in Hades… “Fundador del estilo bollycao masculino”, dirá de él luego la revista gay In Touch.
Quaintance creó y trabajó con pasión estos temas mucho antes siquiera de que se pudiera creer que entre hombres podía haber algo más que charlas de machotes sobre el precio de las cabezas de ganado y las batallitas de guerra. Y su vida entera –en un tiempo de homosexualidad reprimida donde mostrar un desnudo era ilegal, y un pene, verdadero sacrilegio– transcurrió cual paradigma de ese mundo que años después sería normal, cool, homoestándar digamos.
Vivió entre 1902 y 1957. Nació en Virginia entre ganado y desde niño estuvo dotado para el dibujo. Es fácil visualizar Virginia y mucho más un rancho en ese lugar y aquel tiempo. “Mis antepasados fueron todos granjeros”, dijo él en una revista antes de morir. Pero su familia no censuró nunca su talento y le dejaron hacer, a pesar de que el padre necesitaba una mano masculina (solo tuvo una hermana, Nannie, que murió pronto) para una hacienda en la que hasta hubo esclavos un día. George, al parecer abiertamente afeminado desde niño, carne de cotilleo del valle durante toda su vida, realizó su travesía particular desde lo rural hasta lo metropolitano.
De su arte ya en la adolescencia quedan huellas, en objetos caseros o en un mural religioso para su comunidad en el que pintó un Cristo apuesto rodeado de discípulos bien cachas. Se marchó muy joven a estudiar arte en una Nueva York efervescente (en la Art Students League), pero acabó en la danza. Desde el principio impactó en su entorno con su talento, su vitalidad, su particular estética, sus novios latinos e indios (con idas y venidas, el puertorriqueño Víctor García, al que conoció a finales de los años treinta, fue su compañero y asistente hasta el final de su vida), su amor por lo multicultural y multidisciplinar, por el cambio, como si alguien le hubiera indicado que cuando algo marchaba bien, debía dejarlo atrás y comenzar de nuevo. “Tuvo tantas carreras como vidas tiene un gato”, dicen de él. Fue además profesor de danza y de bodybuilding, actor de vodevil, escultor, director escénico, siempre dibujante y, al final, pintor de esa sorprendente colección de 55 lienzos repletos de sensualidad masculina, de sujetos poderosos y lánguidos en poses y entornos bucólicos, de los cuales 18 se han perdido. Durante un tiempo incluso trabajó con seudónimo: Quentan (en dos portadas de Art Déco de 1933, en las que se aprecia ya su estilo figurativo y su facilidad para plasmar el movimiento).
Pocas veces se le ha rendido homenaje. Pero ahora la casa Taschen, de mano de su editora más provocativa, Dian Hanson, le dedica un libro titulado sencillamente Quaintance, uno de cuyos textos (“Vagabondage”) está escrito por el fotógrafo, autor y editor Reed Massengill, candidato al Pulitzer en 1994. “Si hubiera nacido cuando murió”, dice Massengill, “quizá le conoceríamos como uno de los más famosos estilistas todoterreno de celebridades, como un profesor de baile de una academia de televisión o como el gran artista que aspiró a ser”. La obra de Taschen (que ha restaurado 24 lienzos para este proyecto) pone además en circulación esas pinturas últimas más coloristas, neoclásicas y kitsch. El suyo es un arte erótico que subsistió “al filo de la legalidad en una era anterior a los disturbios de Stonewall, la revolución sexual, los derechos gay y la crisis del sida”. El texto ilustra sobre las publicaciones y contextualiza el ambiente de la época, y recorre la trayectoria del artista, centrándose en la aparición de sus trabajos en las primeras revistas del universo del músculo y más allá, desde Physique Pictorial, Your Physique (de la que fue director de arte de 1946 a 1948), Body Beautiful, etcétera.
Y si Tom of Finland (Touko Laaksonen) mostró en los años setenta con osadía y gran calidad todos los juegos sexuales explícitos posibles entre hombres (tumbados, de pie; por delante, por detrás; en cualquier ambiente, posición u ocasión) en un universo gay pensado para excitar mostrándolo todo, en las obras de Quaintance, sin embargo, no se muestra nada abiertamente. Su juego es otro. Él sugiere todo. Y ahí es donde, paradojas, reside su valor. Porque, al mirar, uno se convierte en espectador anonadado de hombres recios con torsos, culos y otras cosas bien firmes entre los que pasa mucho sin que parezca que pasa nada. En sus primeros trabajos pintaba hombres idílicos solos. Al final de su vida, eran piezas de relaciones eléctricas entre varios, de las que tenía gran demanda. Hombres con hombres entre los que hay relación sentimental, no solo sexo. Sus personajes se miran, se ofrecen y prometen uno al otro, se desean… “Al contrario de lo que dictaba la cultura pre Stonewall, que el romance nunca era una opción para homosexuales, Quaintance demostró que era tan posible como entre heterosexuales”. Sus piezas no solo nos invitan a disfrutar con hombres desnudos, sino que nos permiten verlos disfrutando unos con otros, sigue Massengill. Ahí está el punto Q.
De Nueva York se había marchado Quaintance a Los Ángeles en 1947, donde fundó junto a su compañero Víctor el estudio Quaintance Fine Arts. “Antes de dedicarse a los desnudos masculinos, se ganó una reputación como retratista de ricos y famosos, incluyendo diplomáticos de Washington, luminarias de Hollywood y otros notables”, dicen de él en GlbtG (encyclopedia de gay, lesbian, bisexual, transgender and queer culture). Allí, además, transmutó en peluquero, y aunque nunca tocó un pelo a nadie (él tenía poco y lucía un tupé llamativo), se hizo famoso creando peinados (con denominaciones como Rhumba, Armament o Medusa), llegando a tener entre sus clientes hasta a Marlene Dietrich.
Fue allí donde conoció al fotógrafo gay Bob Mizer, que retrataba hombres semidesnudos (su Athletic Model Guild, AMG, es legendario). Y quería explotar el mercado gay. “Sacó en mayo de 1951 el primer ejemplar de Physique Photo News. Quaintance supo que había encontrado un hogar para su talento”. Y le dio a la publicación empuje artístico. Una explosión de títulos (Tomorrow’s Man; Vim, Men and Art; Star Models; Adonis; Body Beautiful; Grecian Guild Pictorial…) que ya no tenían tanto que ver con una exhibición de musculitos, sino con la belleza masculina, siguió a aquella iniciativa. La demanda de tales revistas entre los hambrientos gays sacó del armario la obra de Quaintance. Y cuando murió de repente por infarto en 1957, tras su periodo más fértil en Rancho Siesta, su obra poco a poco se olvidó. Para sus fans: en el Forest Lawn Memorial Park, Glendale, California, sección Eventide, Lot 2116, espacio 1, están enterradas las cenizas del artista.
Fuente
Pionero de una estética gay
“De su arte en su adolescencia quedan huellas, como un mural con un Cristo muy apuesto rodeado de discípulos cachas.” “Durante cuatro años se retiró a su Rancho Siesta y fue ese un tiempo muy creativo, cuando su obra alcanzó el cénit”
Lola Huete Machado | El País Semanal | El País, 2010-07-04 | IMAGENES
PUBLICACIONES
Quaintance / Reed Massengill, Dian Hanson (ed.)
Köln : Taschen, 2010
168 p. : il.
Edición plurilingüe alemán-francés-inglés
ISBN 9783836507325
PVP 74,99 €
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