sábado, 25 de noviembre de 2017

#hemeroteca #acososexual | La mitad de las vascas víctimas de acoso sexista en el trabajo se lo callan

Imagen: Noticias de Gipuzkoa
La mitad de las vascas víctimas de acoso sexista en el trabajo se lo callan.
Emakunde tan solo ha recibido 19 denuncias durante la última década. El miedo a perder el empleo y el sentimiento de culpabilidad “les retrae hasta que no pueden más”.
Jorge Napal / Juanjo Romano | Noticias de Gipuzkoa, 2017-11-25
http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2017/11/25/sociedad/se-lo-calla-la-mitad-de-las-vascas-victimas-de-acoso-sexista-en-el-trabajo

Al ver que su compañera de servicio se agachaba, él siempre le hacía gestos simulando penetraciones con su arma reglamentaria, por detrás, burlándose de modo que no se enterara. Otras veces el vigilante veía fotografías y vídeos de contenido pornográfico en presencia de sus compañeras de trabajo, a quienes realizaba insinuaciones como “no sabes lo bien que te lo pasarías conmigo en la cama...”. Se acercaba a ellas casi hasta el contacto físico, sacando su lengua de manera obscena. El clima de trabajo se convirtió en algo “radicalmente odioso e ingrato”.

Estos hechos, ocurridos en una empresa vasca, no son ninguna excepción, a pesar de los pocos casos que acaban en los tribunales. El sentimiento de miedo, vergüenza, o no saber a quién acudir provoca que el 55,5% de las mujeres vascas víctimas de acoso sexual en el trabajo no comunique a nadie lo que le está ocurriendo, según un estudio de investigación realizado por la Dirección de Atención a las Víctimas de la Violencia de Género. La estigmatización vigente de este fenómeno de desigualdad en el ámbito laboral es un hecho.

Las denuncias apenas llegan a los juzgados. Tampoco a la Inspección de Trabajo. La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dictó el año pasado doce resoluciones al respecto, una muestra pírrica si se coteja con una realidad hasta ahora silenciada que ha acabado por estallar.

Eurodiputadas, actrices, periodistas o modelos siguen llevando estos días a la luz pública el acoso que han sufrido mientras ejercían su trabajo. La cascada de acusaciones no cesa desde el pasado 5 de octubre, tras resquebrajarse el secreto mejor guardado de uno de los hombres más influyentes del cine, el productor Harvey Weinstein, que durante tres décadas exigió favores sexuales a cambio de seguridad laboral.

Hechos gravísimos que sacuden ahora a la opinión pública pero que en realidad en Euskadi ya adquirieron relevancia hace una década, tras la aprobación de la Ley Orgánica de 2007, que exige a las empresas promover condiciones de trabajo que eviten el acoso sexual y hacer todo lo posible para su prevención.

Más allá de la normativa vigente, aspecto bien diferente es la lectura que puede realizarse de su cumplimiento una década después. “No es que las empresas hayan dejado de lado este tipo de violencia, sino que, con carácter general, han estado más preocupadas por cualquier otra circunstancia. Durante la crisis económica se ha tenido otro tipo de prioridades y, por lo tanto, no se le ha prestado la atención que requería”, sostiene Olga Fotinopoulou Basurko, profesora del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, de la Facultad de Economía y Empresa de la UPV/EHU.

Los profesionales observan que hay empresas que elaboran protocolos como método de defensa en el caso de que tengan una víctima entre sus trabajadoras. Pero más que abordar el problema en su verdadera dimensión, lo hacen para justificar su inacción, lo que “no reduce para nada la responsabilidad que tengan”, precisan desde la UPV/EHU.

Difícil fotografía
En Euskadi no existen estadísticas recientes en relación a los casos de acoso sexista. “Esta realidad latente no es nada fácil de radiografiar”, sostiene Jone Bengoetxea, responsable de Igualdad de Género en ELA, que se muestra muy clara al respecto: “Cuando se pregunta el porqué no trascienden los casos o por qué las mujeres tienen miedo a dar la cara, es lo mismo que ocurre cuando los medios preguntáis por qué las mujeres no denunciamos las situaciones de violencia machista cotidiana. Solo que en el mundo laboral intervienen otros factores a tener en cuenta, como es el miedo a perder el empleo, el sentimiento de culpabilidad y el hecho de que, aún denunciando, se desestimen casos al aducirse que no fue prolongado en el tiempo o por falta de pruebas”, enumera la sindicalista.

Por lo general es muy difícil que los compañeros de trabajo testifiquen a favor y muchos abusos acaban en bajas voluntarias que camuflan lo que ha pasado en realidad. “Todo ello provoca que los episodios de acoso sexual en el trabajo se produzcan mayoritariamente en la clandestinidad”, observa Bengoetxea.

Así se desprende de otra resolución reciente en la que se da por probado el trato vejatorio dispensado por un empleado a las trabajadoras de una oficina de Gipuzkoa. Tras tener conocimiento de lo ocurrido, se rescindió su contrato, pero el despido se consideró improcedente porque no se le avisó de la medida con anterioridad, a pesar de la gravedad de su conducta.

El trabajador llamaba habitualmente a una de las empleadas “la tetas”, y a la sustituta la recibió como la “nueva tetas”. Se dirigía hacia otra trabajadora de la empresa y supervisora como “tonel con tetas” o “barril de cerveza con tetas”. A otra compañera cuando, a su juicio, tomaba una decisión equivocada, le lanzaba la siguiente expresión: “El cliente va a follarte por el culo”, “te meterá un dedito en tu culo” o “te meterá un brazo por el culito si lo haces así”. Era habitual que este hombre se dirigiera a las mujeres con expresiones como “muñeca” o “nena” o palabras sexistas similares. El ambiente diario era, sencillamente, insoportable.

Cuando en diversas ocasiones los empleados de la oficina le indicaron que dejara de emplear estas expresiones, él respondía riendo e ignorando las quejas y ruegos. Las trabajadoras le decían que dejara de llamarlas nenas, y él se callaba momentáneamente para luego seguir utilizando expresiones similares. “Venga hombre, si es divertido”, respondía una y otra vez.

Ante situaciones como la descrita, los juristas dedicados al derecho del trabajo advierten de que lo de menos es la estadística. “Lo que nos importa es que el hecho se produzca, y con que sea uno ya es suficiente”, apunta la profesora de la Facultad de Economía y Empresa de la UPV/EHU.

Saben que existen “muchísimos más casos” de los que acaban siendo objeto de litigio. “En la época de crisis no ha habido casi sentencias a este respecto. Muchas personas que han sufrido ese tipo de violencia, en esos momentos de inestabilidad en el empleo, hacen lo que sea para mantenerse en el trabajo. Lo hacen, hasta que no pueden más”, asegura Fotinopoulou Basurko.

Emakunde, en respuesta a la necesidad detectada, elaboró en 2011 un protocolo de actuación ‘Contra el acoso sexual y el acoso por razón de sexo en el trabajo’. Se trata de una guía que fue actualizada el año pasado, cuyo ámbito de aplicación se dirige a todas las empresas cuya plantilla cuenta con más de 50 personas.

Tocamientos, roces, abrazos, palmaditas, pellizcos... Son muchas las conductas constitutivas de acoso sexual que recoge el documento y que pueden ser calificadas como graves o muy graves.

Según la información facilitada por Emakunde, durante la última década tan solo 19 mujeres se han puesto en contacto con la institución para manifestar que han sido víctimas de acoso sexual o sexista en el trabajo. “En la mayoría de los casos, solicitan información sobre qué hacer, cuáles son sus derechos, donde acudir y dónde obtener ayuda psicológica… Además, también hay empresas que consultan sobre los protocolos de actuación, sobre los procedimientos, las sanciones y cómo llevarlas a cabo”, indican desde Emakunde.

Como se destaca en un estudio llevado a cabo por la universidad de Deusto (‘Acoso sexual en el ámbito laboral: su alcance en la C.A. de Euskadi. 2007’), actualmente se detectan dos lecturas bien diferentes con respecto a esta realidad: la postura de los sindicatos, conscientes de la problemática a pesar de que no sea visible, y la de la patronal y del Instituto Nacional de la Seguridad Social que, tomando como referencia las cifras oficiales, considera que es prácticamente inexistente el acoso sexual en el ámbito laboral de la CAPV.

Este estudio desmonta esa última visión al constatar que las situaciones de mobbing o acoso laboral y los casos de acoso sexual no están lejos unos de otros. La responsable de Igualdad de Género de ELA sostiene que la ausencia de visibilidad social se ha convertido en un problema por la falta de atención que merece. “Se suele circunscribir a sus expresiones más graves o extremas, lo que oculta o minimiza los casos de acoso leve que son los, que precisamente, van creando el acoso ambiental que genera malestares, estrés y bajas laborales”.

Según un estudio realizado por el Gobierno Vasco, las mujeres no identifican los piropos, los chistes o los comentarios de contenido sexual como situaciones de violencia sexista en el trabajo y “empiezan a reconocer estas situaciones cuando la conducta va incrementando en gravedad y se encuentran ya inmersas en situaciones dañinas para su salud”.

Todo ello pasa desapercibido, y más aún en un territorio como Gipuzkoa, donde la mayor parte de las empresas son de reducido tamaño, tienen menos de 50 trabajadores y no cuentan con representación para establecer foros de discusión, por lo que ese protocolo aprobado queda frecuentemente desdibujado.
  • Las claves
  • A pesar de la ley aprobada hace una década, las empresas “han tenido otras prioridades” y no han atajado las situaciones de acoso
  • La postura de los sindicatos, preocupados por esta realidad “invisible” contrasta con la de la patronal, que dice que es “prácticamente inexistente”

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